Entrada: " Oh Dios, cuando salías al frente de tu pueblo y acampabas con ellos y llevabas sus cargas, la tierra tembló, el cielo destiló. Aleluya " (cf. Sal 67, 8-9.20).
Colecta (textos del Gelasiano y del Sacramentario de Bérgamo): " Oh Dios, que has restaurado la naturaleza humana elevándola sobre su condición original, no olvides tus inefables designios de amor y conserva, en quienes han renacido por el Bautismo, los dones que tan generosamente han recibido ".
Ofertorio: " Que nuestra oración, Señor, y nuestras ofrendas sean gratas en tu presencia, para que así, purificados por tu gracias, podamos participar más dignamente en los sacramentos de tu amor ".
Comunión: " Sabed que estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Aleluya " (Mt 18, 20).
Postcomunión: " Dios Todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has hecho renacer a la vida eterna; haz que los sacramentos pascuales den en nosotros fruto abundante, y que el alimento de salvación que acabamos de recibir fortalezca nuestras vidas ".
– Hch 13, 13-25: Dios sacó de la descendencia de David un salvador para Israel, Jesús. San Pablo presentó el mensaje cristiano en la sinagoga de Antioquía de Pisidia, haciendo un resumen de la historia de la salvación, desde la elección de Israel en Egipto hasta el rey David, de cuya descendencia Dios suscitó como Salvador a Jesucristo. Se manifiesta la continuidad de Israel y de la Iglesia y el carácter único e irrepetible de Cristo, centro y clave de la historia. Por eso los Apóstoles exaltan tanto la pertenencia a la Iglesia. Orígenes decía:
" Si alguno quiere salvarse, venga a esta Casa, para que pueda conseguirlo. Ninguno se engañe a sí mismo: fuera de esta Casa, esto es, fuera de la Iglesia, nadie se salva " (Homilía sobre Jesús en la barca 5).
Y San Agustín llega a decir algo increíble:
" Fuera de la Iglesia Católica se puede encontrar todo menos la salvación. Se puede tener honor, se pueden tener los sacramentos, se puede cantar aleluya, se puede responder amén, se puede sostener el Evangelio, se puede tener fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, y predicarla, pero nunca, si no es en la Iglesia Católica, se puede encontrar la salvación " (Sermón 6).
– El Señor ha sido fiel y del linaje de David nos ha dado un Salvador. Jesús, hijo de David, tiene un trono eterno, vence a los enemigos y extiende su poder a todo el mundo por medio de su Iglesia. Él es el Ungido que recibe una descendencia perpetua: los hijos de la Iglesia que se perpetuará en la Jerusalén celeste. Con el Salmo 88 cantamos la fidelidad y la misericordia del Señor: " Cantaré eternamente la misericordia del Señor. Anunciaré su fidelidad por todas las edades. Porque dije: "Tu misericordia es un edificio eterno, más que el cielo has afianzado tu fidelidad". Encontré a David mi siervo y lo he ungido con óleo sagrado, para que esté siempre con él y mi brazo lo haga valeroso. Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán, por mi nombre crecerá su poder. Él me invocará: "Tú eres mi Padre, mi Dios, mi Roca salvadora" ".
– Jn 13, 16-20: El que recibe a mi enviado me recibe a Mí. Después del lavatorio de los pies a sus discípulos, Jesús anuncia el cumplimiento de las profecías en la traición de Judas. Seremos bienaventurados si aprendemos esto: que no es el siervo mayor que su señor. Y lo que hizo Cristo fue darles un ejemplo de humildad por caridad. Esto es lo que todos hemos de practicar: la humildad por caridad. Es lo que les dirá muy pronto como un precepto nuevo: amar como Él ha amado. Lo que les dice en enseñanza sapiencial es lo que, con el lavatorio de los pies, les enseña con una parábola en acción. Los Apóstoles y todos los discípulos retendrán el espíritu de esta acción concreta, practicándolo con otras obras cuando la necesidad lo reclame. Con la humildad se relacionan todas las demás virtudes, pero de modo especial: la alegría, la obediencia, la castidad, el deseo de recomenzar, etc. De ahí procede una paz profunda, aun en medio de las debilidades y flaquezas.