Entrada: " Llena estaba mi boca de tu alabanza y de tu gloria todo el día. Te aclamarán mis labios. Aleluya " (Sal 70, 8.23).
Colecta (textos del Gelasiano, del Gregoriano y del Sacramentario de Bérgamo): " ¡Oh Dios!, que amas la inocencia y la devuelves a quienes la han perdido; atrae hacia ti el corazón de tus fieles, para que siempre vivan a la luz de tu verdad los que han sido librados de las tinieblas del error ".
Ofertorio: " Concédenos, Señor, darte gracias siempre por medio de estos misterios pascuales; y, ya que continúan en nosotros la obra de tu redención, sean también fuente de gozo incesante ".
Comunión: " Resucitó el Señor e iluminó a quienes habíamos sido rescatados con su sangre ".
Postcomunión: " Escucha, Señor, nuestras oraciones, para que este santo intercambio, en el que has querido realizar nuestra redención, nos sostenga durante la vida presente y nos dé las alegrías eternas ".
– Hch 15, 1-6: Se decidió que subieran a Jerusalén a consultar a los Apóstoles y a los presbíteros sobre la controversia. ¿Los gentiles tenían que abrazar la ley judaica antes de convertirse al cristianismo? La solución tiene que venir del cuerpo responsable de la Iglesia: los Apóstoles y ancianos. Así nació el primer concilio de la Iglesia. La nota jerárquica de la Iglesia se manifiesta desde sus orígenes. Juan Pablo I, en su alocución del 3 de septiembre de 1978 cita estas palabras de San Efrén:
" Nos parece escuchar como dirigidas a Nos, las palabras que, según San Efrén, Cristo dirigió a Pedro: "Simón, mi Apóstol, yo te he constituido fundamento de la Santa Iglesia. Yo te he llamado ya desde el principio Pedro, porque tú sostendrás todos los edificios; tú eres el superintendente de todos los que edificarán la Iglesia sobre la tierra...Tú eres el manantial de la fuente, de la que emana mi doctrina; tú eres la cabeza de mis Apóstoles...Yo te he dado las llaves de mi reino" ".
– La resurrección de Jesús ha fijado a nuestra vida una meta de esperanza. En Jerusalén está Pedro. Allí se dirigen Pablo y Bernabé para que con los demás apóstoles y ancianos determinen lo que se ha de hacer en la cuestión judaizante. Nosotros vamos con ellos y cantamos el Salmo 121: " Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor. Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén. Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor. Según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor. En ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David ". Todo esto ha pasado a la Iglesia, a su jerarquía, a Pedro, cabeza del Colegio apostólico.
– Jn 15, 1-8: El que permanezca en Mí ese dará fruto abundante. Comenta San Agustín:
" Y si el sarmiento da poco fruto, el agricultor lo podará para que lo dé más abundante. Pero, si no permanece unido a la vid, no podrá producir de suyo fruto alguno. Y puesto que Cristo no podría ser la Vid si no fuese hombre, no podría comunicar también esa virtud a los sarmientos si no fuera también Dios. Pero, como nadie puede tener vida sin la gracia, y sólo la muerte cae bajo el poder del libre albedrío, sigue diciendo: "El que no permaneciere en Mí será echado fuera, como el sarmiento y se secará, lo cogerán y lo arrojarán al fuego para que arda" (Jn 15, 6).
" Los sarmientos de la vid son tanto más despreciables fuera de la vid, cuanto son más gloriosos unidos a ella, y como dice el Señor por el profeta Ezequiel (Ez 15, 5), cortados de la vid, son enteramente inútiles al agricultor y no sirven para hacer con ellos ninguna obra de arte. El sarmiento ha de estar en uno de estos dos lugares: en la vid o en el fuego; si no está en la vid, estará en el fuego. Permanece, pues, en la vid para librarte del fuego " (Tratado 81, 3 sobre el Evangelio de San Juan).