Entrada: " Oh Dios, cuando salías al frente de tu pueblo, y acampabas con ellos y llevabas sus cargas, la tierra tembló, el cielo destiló. Aleluya " (Sal 67, 8-9.20).
Colecta (procedente del Misal Gótico): " Oh Dios, que nos haces partícipes de la redención, concédenos vivir siempre la alegría de la resurrección de su Hijo ".
Ofertorio: " Que nuestra oración, Señor, y nuestras ofrendas sean gratas en tu presencia, para que así, purificados por tu gracia, podamos participar más dignamente en los sacramentos de tu amor ".
Comunión: " Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Aleluya " (Mt 28, 20)
Postcomunión: " Dios todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has hecho renacer a la vida eterna, haz que los sacramentos pascuales den en nosotros fruto abundante, y que el alimento de salvación que acabamos de recibir fortalezca nuestras vidas ".
– Hch 18, 1-8: Se quedó a trabajar en su casa. Todos los días discutía en la sinagoga. Después de Atenas, Pablo marchó a Corinto y en casa de Aquila trabajaba como tejedor de lona para mantenerse. Misionaba en la sinagoga, pero los judíos no lo podían aguantar y decidió evangelizar a los gentiles. La cruz es el signo de los misioneros apostólicos. Dice San Cirilo de Jerusalén:
" No nos avergoncemos de la cruz del Salvador, antes bien gloriémonos en ella, porque el mensaje de la cruz es escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para nosotros, salvación. Y, ciertamente, para aquellos que están en vías de perdición es necedad; mas para nosotros, que estamos en el camino de la salvación, es fuerza de Dios. Porque el que moría por nosotros no era un hombre cualquiera, sino el Hijo de Dios hecho hombre... Si alguno no cree en la virtud de Cristo crucificado, pregunte a los demonios, y si no le convencen las palabras, que mire a los hechos. Muchos han sido los crucificados en el mundo, pero a ninguno de ellos temen los demonios; en cambio, solamente con ver la Cruz de nuestro Salvador, los demonios se echan a temblar; porque aquéllos murieron por sus propios pecados, mas Él, por los de los demás " (Catequesis 13).
– Con el Salmo 97 cantamos al Señor que revela a las naciones su victoria, como hemos visto en la lectura anterior. También nosotros nos alegramos con esa victoria y decimos: " Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas; su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia; se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad ".
– Jn 16, 16-20: Estáis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. Comenta San Agustín:
" Para los discípulos era esto oscuro entonces, y después quedó aclarado; para nosotros es ya cosa clara: después de algún tiempo padeció y dejaron de verle; después de otro poco de tiempo resucitó y le vieron de nuevo... "El mundo se alegrará, pero vosotros os contristaréis": esto puede tomarse en el sentido de que los discípulos se contristaron por la muerte del Señor e inmediatamente se alegraron con su resurrección; el mundo en cambio, bajo cuyo nombre quiso significar a sus enemigos que le crucificaron, se gozó de la muerte de Jesucristo precisamente cuando los discípulos se contristaron. Por mundo puede entenderse la malicia de este mundo, o sea, los amigos de este mundo, según dice el Apóstol Santiago: "El que quiera ser amigo de este siglo, se hace enemigo de Dios" (St 4, 4), por cuya enemistad no perdonó ni a su Hijo unigénito " (Tratado 101, 1-2, sobre el Evangelio de San Juan).