Domingo 7º de Pascua

Entrada: " Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como lo habéis visto marcharse. Aleluya " (Hch 1, 11).

Colecta (del Sermón 73 de San León Magno): " Concédenos, Dios todopoderoso, exultar de gozo y darte gracias en esta liturgia de alabanza, porque la Ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria y Él, que es la Cabeza de la Iglesia, nos ha precedido en la gloria a la que somos llamados como miembros de su Cuerpo ".

Ofertorio (textos del Gelasiano y del Sacramentario de Bérgamo): " Te presentamos, Señor, nuestro sacrificio en este día de la gloriosa Ascensión de tu Hijo; que este divino intercambio nos haga vivir en el reino de Jesucristo resucitado ".

 Comunión: " Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Aleluya " (Mt 28, 20).

Postcomunión (textos del Veronense, Gelasiano y Sacramentario de Bérgamo): " Dios Todopoderoso y eterno, que mientras vivimos aún en la tierra nos das ya parte de los bienes del cielo; haz que deseemos vivamente estar junto a Cristo, en quien nuestra naturaleza humana ha sido tan extraordinariamente enaltecida que participa de tu misma gloria ".

Cristo desapareció visiblemente de entre los hombres para seguir actuando en medio de la humanidad a través de su presencia invisible y salvífica en su Iglesia.

Hch 1, 1-11. Se elevó a la vista de ellos. Con perfecta lógica inicia San Lucas la historia de la Iglesia naciente, como Cuerpo místico de Cristo, allí donde culmina la desaparición temporal o histórica de Cristo, su Cabeza. Jesús ha concluido históricamente su obra. Ahora nos toca continuarla a nosotros a diario.

Ef 1, 17-23: Lo sentó a su derecha en el cielo. Jesús entronizado ya en la gloria del Padre por su Ascensión a los cielos, sigue actuando en medio de la humanidad mediante su Cuerpo místico visible, la Iglesia.

– Ciclo A) Mt 28, 16-20: Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.

Ciclo B) Mc 16, 15-20: Ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

Ciclo C) Lc 24, 46-53: Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo.

Desde su Ascensión a los cielos, Jesús tiene transferido a su Iglesia el mandato de seguir realizando su obra de evangelización y salvación hasta el fin de los tiempos.

Oigamos a San León Magno, que en sus Sermones 73 y 74 expuso el Misterio de la Ascensión del Señor:

" El misterio de nuestra salvación, que el Creador del universo estimó en el precio de su Sangre, se fue realizando, desde el día de su nacimiento hasta el fin de su Pasión, mediante su humildad. Aunque bajo la forma de siervo, se manifestaron muchas señales de su divinidad; con todo, su acción durante este tiempo estuvo encaminada a mostrar la verdad de su naturaleza humana. Pero, después de su Pasión, libre ya de las ataduras de la muerte, las cuales habían perdido su fuerza al sujetar a Aquel que estaba exento de todo pecado, la debilidad se convirtió en valor, la mortalidad en inmortalidad, la ignominia en gloria. Esta gloria la declaró nuestro Señor Jesucristo, mediante muchas y manifiestas pruebas (Hch 1, 3), en presencia de muchos, hasta que el triunfo de la victoria conseguida con la muerte fue patente con su Ascensión a los cielos.

" Por lo mismo, así como la Resurrección del Señor fue para nosotros causa de alegría en la solemnidad pascual, así su Ascensión a los cielos es causa del gozo presente, ya que nosotros recordamos y veneramos debidamente este día, en el cual la humildad de nuestra naturaleza, sentándose con Jesucristo en compañía de Dios Padre, fue elevada sobre los órdenes de los ángeles, sobre toda la milicia del cielo y la excelsitud de todas las potestades (Ef 1, 21). Gracias a esta economía de las obras divinas, el edificio de nuestra salvación se levanta sobre sólidos fundamentos... Lo que fue visible a nuestro Redentor ha pasado a los sacramentos (a los ritos sagrados) y, a fin de que la fe fuese más excelente y firme, la visión ha sido sustituida por una enseñanza, cuya autoridad, iluminada con resplandores celestiales, han aceptado los corazones de los fieles " (Sermón 74, 1-2).