Entrada: " Yo confío en el Señor. Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. Te has fijado en mi aflicción " (Sal 30, 7-8).
Colecta (del misal anterior y antes del Gregoriano): " Oh Dios, que renuevas el mundo por medio de sacramentos divinos: concede a tu Iglesia la ayuda de estos auxilios del cielo sin que le falten los necesarios de la tierra ".
Comunión: " Os infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis preceptos y que guardéis y cumpláis mis mandatos, dice el Señor " (Ez 36, 27).
Postcomunión: " Te pedimos, Señor, que estos misterios nos renueven, nos llenen de vida y nos santifiquen, para que alcancemos, por ellos, los premios eternos ".
– Is 65, 17-21: Yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. El profeta anuncia la salvación como una nueva creación, tan sublime y maravillosa que hará olvidarse de la primera. En la esperanza escatológica todo se convierte en alegría, porque su fuente es Dios. No habrá en la nueva creación dolor ni llanto, pues su gozo es el mismo Dios, su creador. La salvación llena de gozo al pueblo y Dios se goza con él. San Gregorio de Nisa dice:
" "Porque el Reino de Dios está en medio de vosotros". Quizás quiera esto... manifestar la alegría que se produce en nuestras almas por el Espíritu Santo; imagen y el testimonio de la constante alegría que disfrutan las almas de los santos en la otra vida " (Homilía sobre las Bienaven-turanzas 5).
Casiano también habla de la alegría de la vida nueva en Cristo:
" Si tenemos fija la mirada en las cosas de la eternidad, y estamos persuadidos de que todo lo de este mundo pasa y termina, viviremos siempre contentos y permaneceremos inquebrantables en nuestro entusiasmo hasta el fin. Ni nos abatirá el infortunio, ni nos llenará de soberbia la prosperidad, porque consideraremos ambas cosas como caducas y transitorias " (Instit. 9).
Y San Agustín:
" Entonces será la alegría plena y perfecta, entonces el gozo completo, cuando ya no tendremos por alimento la leche de la esperanza, sino el manjar sólido de la posesión. Con todo, también ahora, antes de que nosotros lleguemos a esta posesión, podemos alegrarnos ya con el Señor. Pues no es poca la alegría de la esperanza que ha de convertirse luego en posesión " (Sermón 21).
La alegría cristiana es de naturaleza especial. Es capaz de subsistir en medio de todas las pruebas: " se fueron contentos de la presencia del Sanedrín, porque habían sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús " (Hch 5, 41).
– El perdón es como una nueva creación; el pecador perdonado vive alegre, pues se le ofrecen nuevas posibilidades de vida. Por eso el alma se dilata al alabar a Dios, fuente de perdón y de misericordia.
Así lo proclamamos con el Salmo 29: " Te ensalzaré Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir, cuando bajaba a la fosa. Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo. Su cólera dura un instante, su bondad de por vida; al atardecer nos visita el llanto, por la mañana el júbilo. Escucha, Señor, y ten piedad de mí, Señor socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre ".
– Jn 4, 43-54: Anda, tu hijo está curado. Jesús muestra su gloria en Caná, por segunda vez, curando al hijo de un funcionario real que tiene fe en su palabra. Por medio de milagros, da comienzo a una nueva era que trae consigo la alegría. San Agustín dice:
" Con ser tan grande el prodigio que realizó en Caná, no creyó en Él nadie, a excepción de sus discípulos. A esta ciudad de Galilea vuelve ahora por segunda vez Jesús. [Un cortesano le pide que vaya a su casa para que cure a su hijo]. Quien así pedía ¿es que aún no creía? ... El Señor, a la petición del Régulo, contesta de esta manera: "Si no veis señales y prodigios no creéis". Recrimina a este hombre por su tibieza o frialdad o por su total falta de fe; pero desea probar con la curación de su hijo cómo era Cristo, quién era y cuán grande su poder. Hemos oído la palabra del que ruega, mas no vemos el corazón del que desconfía; pero lo testifica quien oyó su palabra y vio su corazón...
" [Y creyó él y toda su familia]. Ahora me dirijo al pueblo de Dios: tantos y tantos como hemos creído, ¿qué signos hemos visto? Luego lo que entonces acontecía era como un presagio de lo que ahora acontece... nosotros hemos asentido a Él y por el Evangelio creímos en Cristo, sin haber visto ni exigido milagro alguno " (Tratado 16 sobre el Evangelio de San Juan).