Entrada: " Mi oración se dirige hacia ti, Dios mío, el día de tu favor; que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude " (Sal 68, 14).
Colecta (del misal anterior, y antes del Gelasiano y Gregoriano): " Señor, Dios nuestro, que concedes a los justos el premio de sus méritos, y a los pecadores que hacen penitencia les perdonas sus pecados, ten piedad de nosotros y danos, por la humilde confesión de nuestras culpas, tu paz y tu perdón ".
Comunión: " Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él " (Jn 3, 17).
Postcomunión: " No permitas, Señor, que estos sacramentos que hemos recibido sean causa de condenación para nosotros, pues los instituiste como auxilios de nuestra salvación ".
– Is 49, 8-15: Ha constituido alianza con el pueblo para restaurar el país. Dios anuncia a Israel exiliado en Babilonia el regreso a la patria, confirmando el amor misericordioso e indestructible del Señor para con su pueblo.
Ese amor misericordioso se realiza mucho más expresivamente en la venida de Jesucristo, en el perdón de los pecados por el sacramento del bautismo y de la penitencia. La liturgia cuaresmal en favor de los catecúmenos y de los penitentes nos anima a preparamos para la comunión pascual y la renovación de las promesas de nuestro bautismo. San Agustín predica:
" La penitencia purifica el alma, eleva el pensamiento, somete la carne al espíritu, hace al corazón contrito y humillado, disipa las nebulosidades de la concupiscencia, apaga el fuego de las pasiones y enciende la verdadera luz de la castidad ". (Sermón 73).
– El profeta Isaías ha cantado gozoso la salvación que viene de Dios. La salvación ha sido posible porque el Señor es clemente y misericordioso, fiel a sus promesas, a pesar de las infidelidades de Israel, de nuestras propias infidelidades. Pero hemos de invocarle sinceramente.
Por eso decimos con el Salmo 144: " El Señor es clemente y misericordioso, lento a la ira y rico en piedad. El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan. El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente ".
– Jn 5, 17-30: Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo del Hombre da vida a los que quiere. Él comunica al alma, muerta por el pecado, la vida, pues precisamente ha venido para esto. La resurrección corporal es un signo de la otra más honda y necesaria. La da por el bautismo y por la penitencia. Comenta San Agustín:
" No se enfurecían porque dijera que Dios era su Padre, sino porque le decía Padre de manera muy distinta de como se lo dicen los hombres. Mirad cómo los judíos ven lo que los arrianos no quieren ver. Los arrianos dicen que el Hijo no es igual al Padre, y de aquí la herejía que aflige a la Iglesia. Ved cómo hasta los mismos ciegos y los mismos que mataron a Cristo entendieron el sentido de las palabras de Cristo. No vieron que Él era Cristo ni que era Hijo de Dios; sino que vieron en aquellas palabras que Hijo de Dios tenía que ser igual a Dios. No era Él quien se hacía igual a Dios. Era Dios quien lo había engendrado igual a Él. Si se hubiera hecho Él igual a Dios, esta usurpación le habría hecho caer; pues aquel que se quiso hacer igual a Dios, no siéndolo, cayó y de ángel se hizo diablo y dio a beber al hombre esta soberbia, que fue la que le derribó " (Tratado 17, 16, sobre el Evangelio de San Juan).