10ª semana del Tiempo Ordinario, viernes

Años impares

2Co 4, 7-15: Quien resucitó a Jesús, también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros. El ministerio de San Pablo se realiza en medio de sufrimiento, pero esta unión con la muerte de Cristo manifiesta su vida, tanto en lo referente al mismo Apóstol cuanto en los demás fieles. Pero llevamos los dones de Dios en vasos de barro. Explica San Agustín:

" ¡Admirable bondad la de Dios que nos otorga un don igual a Él mismo! Su don es el Espíritu Santo. Y el Padre, y el Hijo y el Espíritu Santo son un Dios único: la Trinidad. Y ¿qué bien nos trajo el Espíritu Santo? Oyéselo al Apóstol: EL amor de Dios ha sido derramado en vuestros corazones. ¿De dónde, oh mendigo, te vino ese amor de Dios derramado en tu corazón? ¿Cómo ha podido este amor divino ser derramado en el corazón del hombre? Tenemos, dijo el Apóstol, el tesoro éste en vasos de barro. ¿A qué fin en vasos de barro? Para que resalte la fuerza de Dios (2Co 4, 7). Habiendo por último dicho: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, y, al objeto de que no se atribuya nadie a sí mismo el amar a Dios, añadió: Por el Espíritu Santo que nos fue dado. Luego para que tú ames a Dios es necesario que more Dios en ti, que su amor te venga de Él, es decir, que recibas su moción, ponga en ti su fuego, te ilumine y levante a su amor " (Sermón 128, 4).

– Por todo eso ofrecemos al Señor un sacrificio de alabanza y lo hacemos con el Salmo 115: " Tenía fe, aun cuando dije: qué desgraciado soy. Yo decía en mi apuro: los hombres son unos mentirosos. Mucho cuesta al Señor la muerte de su fieles. Señor yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava; rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré mis votos, en presencia de todo el pueblo ".

Años pares

1R 9, 9.11-16: Aguarda al Señor en el monte. Elías amenazado de muerte por Jezabel, huye hasta el monte santo -el Horeb-, en donde Dios se manifestó en otro tiempo a Moisés, como el único y verdadero Dios. Ahora se aparece a Elías en medio de un susurro, de una brisa ligera, símbolo de la intimidad de Dios para con su pueblo.

– San Agustín explica el Salmo 26:

" El ansia de Dios se ha de manifestado muchas veces en las Sagradas Escrituras sobre todo en los Salmos: "Tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro" (Sal 26). Esto es en definitiva lo único que importa al salmista, porque quien ha afirmado por la fe que Dios es su vida, su alegría, su defensa, su camino, sabe por la fe que Dios no le puede faltar. Al lado de Dios todo se desvanece, incluso la angustia mortal.

" "Tu rostro buscaré, Señor". Nada puede decirse más excelente. Esto lo perciben lo verdaderos amantes. Quizá alguno quisiera ser feliz e inmortal, se ha escrito, en aquellos placeres de las concupiscencias terrenas que ama. Pero tú, ¿qué dirías si te hiciera inmortal en estos deleites y deseos de alegrías eternas? Tal amador respondería: No los quiero. Todo lo que existe fuera de Él no es deleite para mí. Quíteme el Señor todo lo que quiera darme. Déseme Él.

" Dígale, pues, nuestro corazón: He buscado tu rostro; no apartes de mí tu faz. Sea ésta su respuesta: "quien me ama guarda mis mandamientos; quien me ama será amado por mi Padre y también yo lo amaré y me mostraré a él" (Jn 14, 21). Sin duda alguna le estaban viendo con los ojos aquellos a quienes decía esto y escuchaban con sus oídos el sonido de su voz, y en su corazón humano pensaban que era sólo un hombre; pero a quienes le amaban les prometió mostrárseles a Sí mismo, es decir, lo que jamás el ojo vio, ni el oído oyó, ni llegó al corazón del hombre. Hasta que esto suceda, hasta que nos muestre lo que nos basta, hasta que bebamos y nos saciemos de Él, fuente de vida; mientras, caminando en la fe, peregrinamos hacia Él, mientras sentimos hambre y sed de justicia y deseamos con indecible ardor la hermosura de la forma de Dios (Sermón 194, 4).

Evangelio

Mt 5, 27-32: Nuestro Señor se dirige a todos los hombres y condena además el acto interno, aunque no vaya acompañado de efectos externos. El lenguaje enérgico con que nuestro Señor advierte contra la ocasión de pecar no se ha de tomar literalmente: el ojo izquierdo, por ejemplo, supone tanto peligro como el derecho. Las expresiones: " ojo derecho " y " mano derecha " significan evidentemente todo lo que nosotros tenemos de más querido. Si estos constituyen un obstáculo en la senda moral deben ser apartado de nosotros. Comenta San Juan Crisóstomo:

" Una vez que nos mostró el Señor el daño de que de ahí se sigue, pasa adelante y encarece la ley, mandándonos cortar y extirpar y arrojar lejos de nosotros lo que nos escandalice. ¡Y eso nos ordena el que mil veces nos ha hablado de su amor! Con lo que has de caer en la cuenta, por uno y otro lado, de su providencia y cómo en todo y por todo busca tu provecho " (Homilía 17, 3 sobre San Mateo).