27ª semana del Tiempo Ordinario, martes

Años impares

Jon 3, 1-10: Conversión de los ninivitas y compasión del Señor que les otorgó el perdón. Comenta San Agustín:

" Desde la profundidad gritaron los ninivitas y encontraron el perdón. Y la amenaza del profeta quedó anulada con más facilidad por la humillación de la penitencia. Aquí dirás: ''yo estoy ya bautizado en Cristo, momento en que se perdonaron todos mis pecados, y que después a los ojos de Dios me he hecho cual perro horrible, que vuelve a su vómito. ¿Adónde huiré de su espíritu? ¿Adónde huiré de su presencia?'' ¿Adónde, hermano, sino mediante el arrepentimiento, irás a la misericordia de Aquél, cuyo poder habías despreciado al pasar? Nadie puede huir efectivamente de Él a no ser huyendo hacia Él, huyendo de su severidad a su bondad? " (Sermón 351, 12).

– Con razón se ha traído aquí el Salmo 129, aludido por San Agustín en el comentario anterior. " Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz, esté tus oídos atentos a la voz de mi súplica... De ti viene el perdón y tú infundes respeto. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa. Él redimió a Israel de todos sus delitos ". Y nos redimió también a todos nosotros con su muerte en la Cruz. Esa redención se nos aplica siempre que, arrepentidos, nos llegamos al sacramento de la penitencia y a la Sagrada Eucaristía.

Años pares

Ga 1, 13-24: Recuerda San Pablo los comienzos de su vocación. Dios lo llamó para que se convirtiera en miembro y apóstol de la Iglesia, cuando perseguía a ésta encarnizadamente. San Juan Crisóstomo, gran admirador del Apóstol, comenta:

" ¿Existe un alma más humilde que ésta? Si se refería a lo que le acusaba, a su persecución y devastación de la Iglesia, hablaba de ello con una crítica rotunda de su vida pasada; en cambio, no se detiene en detalles de lo que ahora manifiesta su gloria. Si hubiera querido, habría podido relatar con amplitud todas sus acciones, sin embargo, no dice nada de éstas, antes al contrario, atraviesa un mar infinito con una sola palabra y dice: "vine a las regiones de Siria y Cilicia... Y alababan a Dios por causa mía ". Observa también en este punto ese afán de ser humilde y con qué cuidado lo observa. No dijo: "me admiraban, me alababan, estaban asombrados"... sino que subraya que todo era producto de la gracia. Dice, en efecto: "glorificaban a Dios por mí" " (Comentario a la Carta a los Gálatas 1, 11).

– Con el Salmo 138 proclamamos: " Guíame, Señor, por el camino eterno ". El Señor sondeó a Pablo y lo conoció, lo conoció en su persecución a la Iglesia, seguía sus pasos, desde lejos penetraba sus pensamientos, distinguía su camino y su descanso, todas sus sendas le eran familiares. Él lo formó, formó su corazón, conocía hasta el fondo de su alma... Por eso Pablo pudo dar gracias al Señor porque lo escogió portentosamente, porque sus obras son admirables. También nosotros podemos decir lo mismo. El Señor nos guía, nos llena de sus dones. Sigámosle, pues, y démosle gracias.

Evangelio

Lc 10, 38-42: Marta lo recibió en su casa. María escogió la mejor parte. Comenta San Agustín:

" Marta, entregada al servicio, se ocupaba de los quehaceres de la casa; en efecto, dio hospitalidad al Señor y a sus discípulos. Se esmeraba con preocupación, sin duda piadosa, para que los santos no experimentasen en su casa molestia alguna. Mientras ella estaba ocupada en este servicio, su hermana María, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras. Marta interpeló al Señor... Y el Señor respondió: "una sola cosa es necesaria. María eligió la mejor parte que no le será quitada". Buena es la tuya, pero mejor la de ella. Buena es la tuya, pues bueno es desvelarse en beneficio de los santos, pero la suya es aún mejor... En definitiva lo que tú elegiste pasa... María eligió la contemplación, escogió vivir de la Palabra... La misma Palabra es la vida. Es esa la única cosa: contemplar las delicias del Señor, cosa imposible en la noche de este siglo " (Sermón 169, 17).

Es bien claro el pensamiento de San Agustín. La contemplación absoluta no es de este siglo; mientras estamos en él hemos de alternar la acción y la contemplación, el ora et labora benedictino. Los activos necesitan de la contemplación y los contemplativos de la acción pro modulo nostro.