– Jon 4, 1-11: El Señor es siempre compasivo y misericordioso, aunque no siempre seamos conscientes de ello. Y eso ha de ser gran aliciente para nuestra vida espiritual. No hemos de encerrarnos en los estrechos límites de nuestro pueblo, ciudad u orden religiosa, sino que hemos de estar abiertos al mundo entero, como lo está la redención de Jesucristo. Muchas veces los pueblos cristianos recientes dan ejemplo a las cristiandades de abolengo, de mucho siglos de vida evangélica, como los ninivitas dieron ejemplo a los judíos de su época. Jonás constituye el libro de la Buena Nueva para las naciones, y les anuncia el amor de Dios. El verdadero universalismo mira al mismo tiempo al centro y a los extremos.
– Con el Salmo 85 decimos: " Tú, Señor, eres lento a la cólera y rico en piedad. Piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti. El Señor es bueno y clemente, rico en misericordia con los que le invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica. Todos los pueblos vendrá a postrarse en tu presencia, Señor, bendecirán tu nombre; grande eres tú, y haces maravillas, tú eres el único Dios ".
Es éste un programa perfecto de vida religiosa. Siempre hemos de tener sentimientos de humildad, de gran devoción y de entrega a Dios. Él es el único Señor; en Él hemos de poner nuestra confianza, esperando siempre en su infinita misericordia para con nosotros y para con todos los hombres.
– Ga 2, 1-2.7-14: Reconocieron el don que Pablo había recibido. Pablo es un modelo para todos. No obstante sus altísimos carismas, fue a encontrarse con los principales de la Iglesia: Pedro, Santiago y Juan, que aprobaron su modo de actuar. El incidente de Antioquía nos muestra por un lado la santa libertad de expresión para anunciar el Evangelio, según la doctrina de Cristo, y la humildad del jerarca de la Iglesia para recibir la corrección. Comenta San Juan Crisóstomo:
" Pablo hace el reproche y Pedro lo acepta, para que, viendo los discípulos que el maestro es acusado y calla, rectifiquen ellos cuando sea preciso con más facilidad. Si no hubiera sucedido así, y Pablo hubiera exhortado a abandonar la ley, no habría conseguido nada. Ahora bien, con un violento reproche, infunde un temor mayor a los discípulos de Pedro. Y si Pedro, después de escucharle, le hubiese replicado, con razón se le podría haber reprendido, ya que habría echado a perder este plan. Pero no, mientras el uno hace reproches y el otro permanece en silencio, un gran temor se apodera de los fieles de procedencia judaica, ya que Pablo trata con mucha dureza a Pedro " (Comentario a la Carta a los Gálatas 2, 11-12).
– Con el Salmo 116 decimos: " Alabad al Señor todas las naciones, aclamadlo todos los pueblos. Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre ". Éste es el sentido de universalidad de la Iglesia, como lo quiso Cristo: " id al mundo entero y proclamad el Evangelio ".
– Lc 11, 1-4: Señor, enséñanos a orar. El lugar de la oración en la vida de la Iglesia es de máxima importancia. San Agustín comenta:
" Hemos hallado un Padre en el cielo, veamos cómo hemos de vivir en la tierra. Quien ha hallado tal Padre debe vivir de manera tal que sea digno de llegar a su herencia. Todos juntos decimos: "¡Padre nuestro!" ¡Cuánta bondad! Así lo dice el emperador, lo dice el mendigo, lo dice tanto el siervo como su señor. Unos y otros dicen: "Padre nuestro, que estás en los cielos". Reconozcan, pues, que son hermanos, cuando tienen un mismo Padre. No considere el señor indigno de su persona el tener como hermano a su siervo, a quien quiso tener como hermanos Cristo Jesús " (Sermón 58).
San Efrén dice:
" Jamás ceséis de orar: arrodillaos, cuando podáis, y cuando no, invocad a Dios de corazón, por la noche, por la mañana y al mediodía. Si tenéis cuidado de orar antes de poneros al trabajo, y si al levantaros empezáis por ofrecer a Dios vuestra oración, como las primicias de vuestras acciones, estad persuadidos de que el pecado no hallará entrada en vuestra alma " (Sobre la Oración 5).
Y San Basilio:
" Orarás sin intermisión si tu oración no se reduce a solas palabras, sino que todo el método de tu vida es conforme a la divina voluntad, de tal modo, que puede y merezca tu vida llamarse una continua oración " (Homilía sobre el martirio 5).