27ª semana del Tiempo Ordinario, viernes

Años impares

Jl 1, 13-15-2, 1-2: Está cerca el día del Señor. Somos invitados a la penitencia para aplacar al Señor. El día del Señor será terrible, como no lo hubo jamás. Para el creyente no es la historia un comienzo perpetuo. La historia conoce un progreso marcado por las visitas de Dios a sus tiempos, en días, horas, momentos privilegiados. El Señor vino, viene sin cesar, vendrá, vendrá para juzgar al mundo y salvar a los creyentes. Los profetas nos hablan del día terrible, el fin del mundo, como también es anunciado en el Nuevo Testamento. Es también el día que marcará el triunfo definitivo de Dios por su Hijo Jesucristo. El tiempo que aún queda hasta el día del Señor debe emplearse en hacer fructificar los " talentos ", en socorrer a los demás, en hacer el bien a todos. Por eso dice San Pablo: " mientras tenemos tiempo, practiquemos el bien " (Ga 6, 10; cf. Col 4, 5; Ef 5, 16).

– El Salmo 9 nos ayuda a meditar la lectura anterior: " El Señor juzgará el orbe con justicia... Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío y borraste para siempre su apellido. Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron; su pie quedó prendido en la red que escondieron. Dios está sentado por siempre en el trono que ha colocado para juzgar. Él juzgará el orbe con justicia y regirá las naciones con rectitud ". Tenemos confianza en la misericordia del Señor, que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y que viva. Por eso damos gracias al Señor, de todo corazón, proclamando todas sus maravillas, nos alegramos y exultamos con el Señor y tocamos en honor del nombre del Altísimo.

Años pares

Ga 3, 7-14: Los que tienen fe reciben la bendición del Señor. La justificación de Dios se recibe por obra de la fe. San Pablo recurre siempre al hecho fundamental de la redención humana: el misterio pascual del Señor. De la Cruz a la Luz. Considera San Juan Crisóstomo:

" Pretende [el Apóstol] señalar que la ley no reclama solo fe, sino también obras, en tanto que la gracia salva y justifica por la fe. ¿Ves cómo demostró que los que confiaron en la ley, por la imposibilidad de cumplirla, estuvieron sujetos a la maldición y cómo la fe tiene el poder de justificar? Lo había afirmado y demostrado anteriormente con mucha fuerza. La ley no pudo conducir al hombre a la justificación, por lo que la fe aportó un remedio no pequeño, es decir, gracias a ella fue posible lo que no lo era por la ley. "El justo vivirá gracias a la fe", desconfiando de que la salvación venga a través de la ley, y puesto que Abrahán fue justificado por la fe, es evidente que la fuerza de la fe es grande " (Comentario a la Carta a los Gálatas 3, 7-14).

– Con el Salmo 110 damos gracias al Señor de todo corazón, en la asamblea litúrgica con todos los hermanos en la fe, pues son grandes las obras del Señor y dignas de alabanza por todos los que hemos sido librados del pecado y de la muerte. Si en el Antiguo Testamento se admiraba el esplendor y la belleza de las obras de Dios y su generosidad, mucho más hemos de admirarnos nosotros, pues las maravillas de su piedad para con nosotros son aún mayores. Él alimentó a los israelitas con el maná en el desierto, pero a nosotros con el Cuerpo y Sangre de Jesús en la eucaristía, donde muestra mucho más su fuerza y su amor. Ella es verdadera bendición y preciosa herencia.

Evangelio

Lc 11, 15-20: Jesús expulsó a los demonios. Esto es signo de la venida del Reino de Dios. Cristo rebate con gran fuerza a sus opositores. Y San Ambrosio comenta:

" Aquellos que no ponen su esperanza en Cristo, sino que creen que los demonios son arrojados en nombre del príncipe de los demonios, niegan ser súbditos de un reino eterno. Lo cual se aplica al pueblo judío, que en esta clase de males piden la ayuda de un demonio para echar a otro. Pero ¿cómo puede permanecer en pie un reino dividido, cuando se ha perdido la fe?... Resulta una gran insensatez, unida a un furor sacrílego, el hecho de que, habiéndose encarnado el Hijo de Dios para desterrar a los espíritus inmundos y habiendo dado también a los hombres el poder de destruir esos malos espíritus, despojándoles de su botín, que es la señal ordinaria de los vencedores, algunos invoquen en su favor la ayuda y la defensa del poder diabólico, cuando precisamente los demonios son arrojados por el dedo de Dios o, como dice Mateo, con el Espíritu de Dios (Mt 12, 28) " (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib.VII,91-92).