1. Al comentar, en los capítulos anteriores, el Cantar de los Cantares, puse de relieve cómo el signo sacramental del matrimonio se constituye sobre la base del «lenguaje del cuerpo» que el hombre y la mujer expresan con la verdad que les es propia. Bajo este aspecto quiero analizar hoy algunos pasajes del libro de Tobías. En el relato de los esponsales de Tobías con Sara se encuentra, además de la expresión «hermana» -por la que parece que en el amor nupcial está arraigada una índole fraterna- otra expresión que es también análoga a la del Cantar.
Como recordaréis, en el dúo de los esposos, el amor que se declaran mutuamente, es «fuerte como la muerte» (Ct 8, 6). En el libro de Tobías encontramos la frase que, al decir que él amó a Sara «y se le apegó su corazón» (Tb 6, 19), presenta una situación que confirma la verdad de las palabras sobre el amor «fuerte como la muerte».
2. Para entender mejor, hay que ir a algunos detalles que encuentran explicación teniendo como fondo el carácter específico del libro de Tobías. Leemos allí que Sara, hija de Raquel, con anterioridad había «sido dada a siete maridos» (MtTb 6, 13), pero todos murieron antes de unirse a ella. Esto había acaecido por obra del espíritu maligno y también el joven Tobías tenía razones para temer una muerte análoga.
De este modo, el amor de Tobías debía afrontar desde el primer momento la prueba de la vida y de la muerte. Las palabras sobre el amor «fuerte como la muerte», que pronuncian los esposos del Cantar de los Cantares en el transporte del corazón, asumen aquí el carácter de una prueba real. Si el amor se muestra fuerte como la muerte, esto sucede sobre todo en el sentido de que Tobías y, juntamente con él, Sara van sin titubear hacia esta prueba. Pero en esta prueba de la vida y de la muerte vence la vida, porque, durante la prueba de la primera noche de bodas, el amor, sostenido por la oración, se manifiesta más fuerte que la muerte.
3. Esta prueba de la vida y de la muerte tiene también otro significado que nos hace comprender el amor y el matrimonio de los nuevos esposos. Efectivamente, ellos, al unirse como marido y mujer, se hallan en la situación en que las fuerzas del bien y del mal se combaten y se miden recíprocamente. El dúo de los esposos del Cantar de los Cantares parece no percibir en absoluto esta dimensión de la realidad. Los esposos del Cantar viven y se expresan en un mundo ideal o «abstracto», en el cual parece no existir la lucha de las fuerzas objetivas entre el bien y el mal. ¿Es acaso la fuerza y la verdad interior del amor las que atenúan la lucha que se desarrolla en el hombre y en torno a él?
La plenitud de esta verdad y de esta fuerza propia del amor parece, sin embargo, que es diversa y da la impresión de que tiende más bien allí donde nos conduce la experiencia del libro de Tobías. La verdad y la fuerza del amor se manifiestan en la capacidad de ponerse entre las fuerzas del bien y del mal, que combaten en el hombre y en torno a él, porque el amor tiene confianza en la victoria del bien y está dispuesto a hacer todo, a fin de que el bien venza. En consecuencia, la verdad del amor de los esposos del libro de Tobías no se confirma con las palabras expresadas por el lenguaje del trasporte amoroso como en el Cantar de los Cantares, sino por las opciones y los actos que asumen todo el peso de la existencia humana en la unión de ambos. El «lenguaje del cuerpo», aquí, parece usar las palabras de las opciones y de los actos que brotan del amor, que vence porque ora.
4. La oración de Tobías (MtTb 8, 5-8), que es, ante todo, plegaria de alabanza y de acción de gracias, luego de súplica, coloca el «lenguaje del cuerpo» en el terreno de los términos esenciales de la teología del cuerpo. Se trata de un lenguaje «objetivizado», invadido, no tanto por la fuerza emotiva de la experiencia, cuanto por la profundidad y gravedad de la verdad de la existencia misma.
Los esposos profesan esta verdad juntos, al unísono, ante el Dios de la Alianza: «Dios de nuestros padres». Puede decirse que, bajo este aspecto, el «lenguaje del cuerpo» se convierte en el lenguaje de los ministros del sacramento, conscientes de que en el pacto conyugal se manifiesta y se realiza el misterio que tiene su fuente en Dios mismo. Efectivamente, su pacto conyugal es la imagen -y el sacramento primordial de la Alianza de Dios con el hombre, con el género humano- de esa alianza que nace del Amor eterno.
Tobías y Sara terminan su oración con las palabras siguientes: «Ten misericordia de mí y de ella y concédenos a ambos larga vida» (MtTb 8, 7).
Se puede admitir (basándose en el contexto) que ellos tienen ante los ojos la perspectiva de perseverar en la comunión hasta el fin de sus días, perspectiva que se abre ante ellos con la prueba de la vida y de la muerte, ya durante la primera noche nupcial. Al mismo tiempo, ven con la mirada de la fe la santidad de esta vocación, en la que -a través de la unidad de los dos, construida sobre la verdad recíproca del «lenguaje del cuerpo»- deben responder a la llamada de Dios mismo, contenida en el misterio del Principio. Y por esto piden: «Ten misericordia de mí y de ella».
5. Los esposos del Cantar de los Cantares declaran mutuamente, con palabras fogosas, su amor humano. Los nuevos esposos del libro de Tobías piden a Dios saber responder al amor. Uno y otro encuentran su puesto en lo que constituye el signo sacramental del matrimonio. Uno y otro participan en la formación de este signo. Se puede decir que a través de uno y otro el «lenguaje del cuerpo», releído tanto en la dimensión subjetiva de la verdad de los corazones humanos, como en la dimensión «objetiva» de la verdad del vivir en la comunión, se convierte en la lengua de la liturgia.
La oración de los nuevos esposos del libro de Tobías parece ciertamente confirmarlo de un modo diverso de como lo hace el Cantar de los Cantares, y también de manera que, sin duda, conmueve más profundamente.