Magisterio por temas
Iucunda semper, LEΣN XIII
Sobre la devociσn al Santνsimo Rosario, 8 de septiembre de 1894
- 1. La eficacia del Santo Rosario.
- Frutos de la devociσn.
- 2. El fruto obtenido, motivo del deseo de un mayor progreso.
- 3. Marνa Medianera de la divina gracia
- 4. Los misterios gozosos.
- 5. Los misterios dolorosos.
- 6. Los misterios gloriosos
- 7. Oraciσn vocal
- 8. El por quι de las repeticiones
- 9. Fuente de confianza y de impetraciσn.
- 10. La oraciσn dominical.
- 11. Escuela de oraciσn.
- 12. Frutos de la meditaciσn de los mαs grandes misterios de la fe.
- 13. Los recuerdos de los misterios agradarαn a Marνa y la dispondrαn a la benevolencia.
- 14. Las bendiciones del Rosario para las aflicciones actuales.
- 15. Nuevo Motivo: Las afrentas hechas a la Virgen.
- 16. La profanaciσn del nombre del Salvador.
- 17. Renovada protesta por estos sacrilegios.
- 18. Celebraciσn fervorosa del mes de Octubre.
1. La eficacia del Santo Rosario.
Con la gozosa expectaciσn y alentadora esperanza de siempre vemos volver el mes de Octubre, en que, consagrado por Nuestra exhortaciσn y mandato a la Bienaventurada Virgen MARΝA, florece desde hace no pocos aρos en todo el mundo catσlico la unαnime y ferviente devociσn del Rosario. Hemos explicado muchas veces el motivo de Nuestras exhortaciones.
Como los calamitosos tiempos porque atraviesa la Iglesia y la sociedad civil reclamaban con urgencia el socorro inmediatνsimo de Dios, hemos pensado que era preciso implorar ese socorro por la intercesiσn de su Madre y que debνa conseguirse principalmente de aquella manera cuya eficacia el pueblo cristiano siempre estimσ saludabilνsima.
Frutos de la devociσn.
Experimentola, en efecto, desde el mismo origen del Rosario mariano, ya en la defensa de la fe contra los criminales ataques de los herejes, ya en el justo elogio de las virtudes, el cual habrα de volver a entonarse y reafirmarse en medio de un siglo de corrompidos ejemplos; y la experimentσ en privado y en pϊblico por la serie de beneficios cuyo preclaro recuerdo estα consagrado por doquiera tambiιn en instituciones y monumentos. Del mismo modo, en nuestra ιpoca, agobiada por los mϊltiples peligros del mundo, nos regocijamos conmemorando los frutos que de el provenνan. Sin embargo, Venerables Hermanos, paseando la mirada en torno vuestro, verιis que esos motivos subsisten y en parte se han agravado, por lo cual, en este aρo, ha de volver a estimularse en vuestros rebaρos el fervor de las sϊplicas a la Reina del cielo.
2. El fruto obtenido, motivo del deseo de un mayor progreso.
Aραdase a esto que, al fijar Nuestro pensamiento en la νntima naturaleza del Rosario, cuanto mαs gloriosas se Nos presenten su grandeza y utilidades tanto mαs se acucian el deseo y la esperanza de que Nuestra recomendaciσn tenga tanta fuerza que el amor a esta santνsima oraciσn produzca progresos aun mαs grandes, al aumentarse su conocimiento en los corazones y al difundirse esa prαctica.
Para ello no queremos repetir las consideraciones de νndole varia que en aρos precedentes expusimos sobre el tema; mαs bien conviene explicar y enseρar por quι sublime disposiciσn divina sucede, que, gracias al Rosario, primero influya de un modo suavνsimo en los αnimos de los que ruegan la confianza de ser escuchados, y segundo la maternal misericordia de la Virgen Santνsima para con los hombres, responda con suma benignidad a ese ruego.
3. Marνa Medianera de la divina gracia
El hecho que busquemos, mediante nuestras oraciones, el auxilio de MARΝA se basa, ciertamente, en el oficio, que Ella constantemente desempeρa cerca de Dios, de obtenernos la gracia divina, por ser MARΝA en sumo grado acepta a Dios a raνz de su dignidad y mιritos y por aventajar por mucho el poder de todos los santos. Este oficio, empero, no estα, quizαs, tan manifiestamente expresado en ningϊn modo de oraciσn como en el Rosario en que la participaciσn que tuvo la Santνsima Virgen en la obtenciσn de la salvaciσn, estα explicado casi con efectos tangibles, lo cual redunda en eximia ventaja para la piedad, ya contemplando los sucesivos misterios, ya repitiendo con labios piadosos las preces.
4. Los misterios gozosos.
Primero vienen los misterios gozosos. El Hijo Eterno de Dios se inclina hacia la humanidad, haciιndose hombre, consintiendo, empero, MARΝA y concibiendo del Espνritu Santo Lc 1, 35. Luego, JUAN, por una gracia insigne, se santifica en el seno de su madre, favorecido con escogidos dones para preparar los caminos del Seρor (Lc 1, 76; Mc 1, 21); todo ello, empero, gracias a la salutaciσn de MARΝA que por divina inspiraciσn visita a su prima. Finalmente, Cristo, el Esperado de las Naciones (Ag 2, 8) viene al mundo y nace de MARΝA; los pastores y los magos, primicias de la fe, apresurαndose piadosamente para llegar al pesebre, encuentran allν al Niρo con Marνa, su madre (Lc 2, 16). JESΪS, para ofrecerse a Dios como vνctima en una ceremonia pϊblica, quiere ser llevado al Templo, por el ministerio de MARΝA, a fin de ser allν presentado al Seρor (Lc 2, 22). La misma Virgen en la misteriosa pιrdida del Niρo, buscαndolo con solνcita inquietud, lo encuentra con inmensa alegrνa.
5. Los misterios dolorosos.
Ni de otro modo nos hablan los misterios dolorosos. En el jardνn de Getsemanν, donde Jesϊs se aflige y se entristece hasta la muerte; y en el Pretorio, donde es azotado, coronado de espinas, condenado a muerte, MARΝA estα, ciertamente, ausente, pero, mucho tiempo ha, que conoce todo ello y lo medita, porque al ofrecerse a Dios como sierva para ser su madre, y al consagrarse enteramente a Ιl en el Templo con su Hijo, ya se asociσ, en ambos actos, a ese Hijo en la laboriosa expiaciσn del gιnero humano; y por esto, no es dudoso que se haya condolido νntimamente con Ιl en sus acerbνsimas angustias y tormentos.
Por lo demαs, en presencia y a la vista de MARΝA habνa de consumarse el Divino Sacrificio para el cual habνa alimentado la vνctima de sν mismo, lo cual en el ϊltimo y mαs enternecedor de los misterios se nombra, diciendo: junto a la Cruz de Jesϊs, estaba Marνa su madre (Jn 19, 25), la que, movida de inmenso amor hacia nosotros para acogernos como hijos, ofreciσ voluntariamente el suyo a la justicia divina, muriendo en su corazσn con Ιl, traspasada por una espada de dolor.
6. Los misterios gloriosos
Finalmente, en los misterios gloriosos que siguen, se confirma mαs el mismo oficio misericordioso de la Santνsima Virgen, por los mismos hechos. Goza en silencio la gloria de su Hijo, que triunfa de la muerte; al que sube a su trono celestial le sigue con el afecto de madre; mereciendo el cielo, se halla retenida en la tierra, la mejor consoladora y maestra de la naciente Iglesia, penetrando en los insondables abismos de la divina sabidurνa, mαs allα de cuanto pudiera creerse 1. Mas como el sagrado misterio de la redenciσn no se habνa de cumplir antes que viniera el Espνritu Santo, prometido por Cristo, hallamos por eso a la Virgen en el memorable Cenαculo donde, orando, en uniσn con los Apσstoles y por ellos, con inefables gemidos va madurando para la Iglesia la gloria del mismo Consolador, don supremo de Cristo, tesoro que jamαs habνa de faltar ya. Ella trasladada al cielo corona y perpetϊa su misiσn pidiendo por nosotros, la contemplamos subiendo del valle de lαgrimas a la ciudad santa de Jerusalιn, rodeada de coros de αngeles; la honramos, exaltada en la gloria de los Santos, coronada por su Hijo divino con la diadema de estrellas y sentada cerca de Ιl, Reina y Seρora de los Universos.
Todas estas cosas, Venerables Hermanos, en que se manifiesta el designio de Dios, designio de sabidurνa, designio de piedad 2 y en que brillan al mismo tiempo los grandνsimos beneficios de la Virgen Madre en favor nuestro, no pueden menos de causar en todos una honda alegrνa, inspirαndoles la firme confianza de que, por la mediaciσn de MARΝA, se obtendrα la divina clemencia y misericordia.
7. Oraciσn vocal
La oraciσn vocal que estα en apropiada consonancia con los misterios, obra en el mismo sentido. Precede, como es justo, la oraciσn dominical, dirigida al Padre celestial; despuιs de haberle invocado con eximias peticiones, la voz suplicante se vuelve del trono de su Majestad a MARΝA. Pues, no hay otra ley que la llamada ley de reconciliaciσn y de peticiσn que SAN BERNARDINO DE SENA ha formulado en esta sentencia: "Toda gracia que se comunica a este mundo llega por tres pasos: es decir de Dios a Cristo, de Cristo a la Virgen y de la Virgen a nosotros; asν se dispensa la gracia con toda regularidad" 3; de ιstos, que son, ciertamente, de diversa naturaleza, aquel grado en que solemos reposar mαs larga y gustosamente, es el ϊltimo, mediante el Rosario, en que la salutaciσn angιlica se recita por decenas, como si, de este modo, subiιramos mαs confiadamente a los otros grados, es decir, por Cristo a Dios.
8. El por quι de las repeticiones
Elevamos tantas veces la misma salutaciσn a MARΝA, para que nuestra oraciσn imperfecta y dιbil sea sostenida por la necesaria confianza, suplicando a MARΝA que ruegue a Dios por nosotros, como en nuestro nombre. Pues, a nuestras plegarias se aρade una mayor gracia y eficacia cuando se recomiendan por las sϊplicas de la Virgen Santνsima, a quien dirige de continuo el soberano Seρor aquella tierna invitaciσn del libro de los Cantares: "Suene tu voz perpetuamente en mi oνdo; porque es dulce el sonido de tu voz" (Ct 2, 14).
Por esto, vuelven tantas veces, enunciados por nosotros, los que son para Ella tνtulos gloriosos para suplicar. Saludamos a la que ha encontrado gracia delante de Dios, y especialmente, la que ha sido llena de gracia, cuya sobreabundancia se derrama sobre todos; a aquella con quien el Seρor estα unido en la uniσn mαs νntima que pueda darse; a la bendita entre todas las mujeres que sola soportσ la maldiciσn y trajo la bendiciσn 4, aquel fruto dichoso de sus entraρas, en quien serαn bendecidas todas las naciones. La invocamos, por ϊltimo, como a Madre de Dios, y amparada con esta sublime dignidad, Ώquι no podrα alcanzar ella para nosotros, pobres pecadores?, y Ώquι no podremos esperar nosotros de sus ruegos en toda la vida y en la ϊltima agonνa de nuestro espνritu?
9. Fuente de confianza y de impetraciσn.
Imposible es que el hombre que con fe y fervor se dedique a estas oraciones y misterios, no se sienta arrebatado en admiraciσn, contemplando los designios de Dios, realizados en la Sma. Virgen para la salvaciσn de todos los pueblos; imposible que no se regocije en pronta confianza de que sea recibido en su protecciσn y regazo maternal, repitiendo las palabras de SAN BERNARDO: ΅Acordaos, oh piadosνsima Virgen Marνa, que jamαs se oyσ decir que ninguno de cuantos han acudido a vuestra protecciσn, implorado vuestro socorro y pedido vuestros auxilios haya sido des oνdo ni abandonado!
La misma virtud que el Rosario posee para persuadir a la confianza de ser escuchados a los que rezan, la tiene tambiιn para mover a la misericordia al corazσn de MARΝA. Le causa, sin duda, una gran alegrνa el vernos y oνrnos cuando, segϊn corresponde, vamos tejiendo la corona de las honrosas peticiones y de las mαs bellas alabanzas. Pues, cuando, rezando de esta manera, damos a Dios la debida gloria y la anhelamos para Ιl; cuando buscamos ϊnicamente el cumplimiento de su deseo y voluntad; cuando exaltamos su bondad y munificencia, dαndole el nombre de Padre e implorando en nuestra indignidad, los mαs preciosos dones, entonces MARΝA se complace sobremanera en ello, y, verdaderamente, glorifica al Seρor mediante nuestra piedad. Pues, al recitar la oraciσn dominical rezamos una oraciσn digna.
10. La oraciσn dominical.
A las peticiones que en ella formulamos, de suyo tan rectas y bien ordenadas como conformes a la fe, esperanza y caridad cristianas, viene a juntarse el peso de cierta recomendaciσn que es gratνsima a la Santνsima Virgen, por cuanto a nuestra voz parece asociarse la voz de Jesϊs su Hijo, quien, siendo su autor, entregσ esa oraciσn a sus discνpulos en tιrminos precisos, prescribiendo su rezo al decir: Asν habιis de rezar (Mt 6, 9). Cuando, pues, obedecemos a tal prescripciσn, en la devociσn del Rosario, MARΝA se hallarα, sin duda, mαs inclinada a ejercer su misiσn, llena de amor y solicitud, y aceptarα benιvola esta mνstica guirnalda, recompensαndonos con abundancia de dones.
11. Escuela de oraciσn.
Por eso, una no despreciable razσn de poder esperar su liberalνsima bondad se halla en el mismo mιtodo del Rosario, tan apto para rezar bien; porque muchos y variados intereses suelen apartar de Dios al que reza y frustrar su sincero propσsito, pagando asν el tributo a la fragilidad humana. Pero quien pondere esto debidamente, comprenderα en el acto cuαnta eficacia se encierra en el Rosario para despertar, por un lado, la acciσn del espνritu y para expulsar la desidia del corazσn; por otro lado, para excitarnos a saludable dolor sobre los pecados cometidos y elevar nuestro espνritu hacia las cosas celestiales; puesto que el Santo rosario como todos bien saben, consta de dos partes, distintas entre sν y, a la vez unidas: de la meditaciσn de sus misterios y de la oraciσn vocal.
12. Frutos de la meditaciσn de los mαs grandes misterios de la fe.
Por esta razσn, este mιtodo de rezar pide la especial atenciσn del hombre por cuanto no sσlo dirige de algϊn modo a Dios al espνritu humano sino que ocupa en tal forma de lo que considera y medita que lograrα tambiιn enseρanza para la enmienda de la vida y alimento para toda clase de piedad, dado que no hay nada mαs grande ni admirable que aquellas verdades en torno de las cuales gira la esencia de la fe cristiana y de cuya luz y fuerza surgieron la verdad, la justicia y la paz, las cuales crearon un nuevo orden de cosas en la tierra, produciendo los mαs gozosos resultados.
Con esto dice tambiιn relaciσn la forma en que estos puntos importantνsimos se presentan a los devotos del Rosario; es decir, de tal forma que se adapten convenientemente a las inteligencias aun de los menos instruidos por cuanto el rezo estα dispuesto de tal modo que casi no se proponen a consideraciσn las verdades principales de la fe y doctrina sino que, mαs bien se presentan como si los hechos aconteciesen y se repitiesen a la vista del que reza, porque cuando se ofrecen casi con las mismas circunstancias de lugar, tiempo y personas con que sucedieron un dνa, impresionan mucho mαs los corazones y los mueven a recoger mayor fruto. Mas como, ordinariamente, penetraron y se imprimieron en, alma desde la mαs tierna infancia, resulta que, apenas enunciados los misterios, aquel que realmente se preocupa de la oraciσn, los recorra, sin esfuerzo alguno de imaginaciσn, con fαcil pensamiento y corazσn, y, con la bendiciσn de MARΝA, se impregna del rocνo de la gracia celestial.
13. Los recuerdos de los misterios agradarαn a Marνa y la dispondrαn a la benevolencia.
Hay, ademαs, otra ventaja que vuelve mαs agradables a esas coronas y las hace mαs dignas de recompensa. Pues, cuando piadosamente recitamos el triple orden de misterios, testimoniamos mαs vivamente nuestro sentimiento de gratitud hacia Ella, porque asν declaramos que nunca nos cansamos del recuerdo de aquellos beneficios con que Ella, para contribuir a nuestra salvaciσn, se ha abrazado con insaciable amor.
Apenas podemos imaginarnos en nuestra mente con quι nuevo gozo y alegrνa se llene su alma bienaventurada, cuando frecuente y fervorosamente celebramos ante sus ojos la memoria de tantos y tan grandes misterios. Por otra parte, estos mismos recuerdos comunican a nuestras sϊplicas un mαs vehemente ardor y le dan una mayor fuerza impetratoria, de tal modo que cuantas veces se repita cada uno de los misterios tantas razones de ser oνdos se presentan, lo cual tendrα, indubitablemente, un gran influjo sobre el corazσn de la Virgen. Pues, a vuestro amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no abandones a los desgraciados hijos de EVA. Os imploramos, reconciliadora de nuestra salud, tan poderosa como clemente, y os suplicamos fervorosamente por las dulzuras de las alegrνas que os vienen de vuestro Hijo Jesϊs, por vuestra uniσn con sus indecibles dolores y por el esplendor de su gloria. Pese a nuestra indignidad, ΅oνdnos benignamente y atendednos!
14. Las bendiciones del Rosario para las aflicciones actuales.
La excelencia del Rosario mariano, considerado desde el doble punto de vista que acabamos de exponer, os harα comprender mαs claramente, Venerables Hermanos, por quι Nuestra solicitud no cesa de recomendar y de hacer progresar su prαctica. El siglo en que vivimos necesita, dνa a dνa, como Nos ya lo hemos advertido al empezar, de los favores del cielo, principalmente, porque por doquiera hay muchas cosas que afligen a la Iglesia lesionando sus derechos y su libertad, y muchas, que destruyen radicalmente la prosperidad y la paz de los Estados.
Pues bien, repetimos, afirmamos y proclamamos que tenemos cifradas Nuestras mejores esperanzas en merecer por el rezo del Rosario los auxilios que necesitamos. ΅Quiera Dios que, en todas partes, se restablezca, segϊn Nuestros deseos, el prνstino honor de esta sagrada devociσn! ΅Que en las ciudades y aldeas, en las familias y talleres, entre los nobles y modestos se ame entraρablemente y se practique, como preclaro santo y seρa de la fe cristiana y σptima protecciσn para el otorgamiento de la divina clemencia.
15. Nuevo Motivo: Las afrentas hechas a la Virgen.
En esto debemos insistir todos, cada dνa con mayor urgencia, porque la frenιtica perversidad de los impνos no omite intriga alguna ni perdona audacia para irritar la cσlera de Dios y hacer caer el peso de su justa ira sobre la Patria. Pues, entre todas las demαs causas, existe ιsta, –deplorada por Nos y con Nos por todos los buenos–, que en el seno de los pueblos cristianos hay demasiados hombres que se recrean en las afrentas con que, de cualquier modo, se insulta la Religiσn; son los mismos que, amparados por cierta increνble licencia de publicar cualquier cosa, parecen empeρados en exponer al ridνculo y al desprecio de la multitud las cosas mαs sagradas y la confianza en la protecciσn de la Virgen; justificada por la experiencia.
16. La profanaciσn del nombre del Salvador.
En estos ϊltimos meses no se ha perdonado siquiera a la augustνsima Persona de Jesucristo, Salvador Nuestro. No ha habido la menor vergόenza en llevarla a escenas escabrosas del teatro, ιste no pocas veces contaminado por obscenidades y en representarla despojada de la majestad propia a su divina naturaleza, quitada la cual ya no hay necesidad de negar la redenciσn misma del gιnero humano. No se han avergonzado de intentar arrancar de su eterna infamia a aquel hombre que es reo del crimen y de la perfidia muy aborrecible por su suprema monstruosidad, la mayor de que haya memoria entre los hombres, al traidor de Cristo.
A raνz de lo que se ha perpetrado o se intenta perpetrar a travιs de las ciudades de Italia, se ha desatado una ola de general indignaciσn, deplorαndose amargamente que se haya violado el sacratνsimo derecho de la Religiσn, violado y conculcado precisamente en aquel pueblo cuyos habitantes principalmente y con razσn se glorνan de su nombre catσlico. La vigilante solicitud de los Obispos, como era su deber, se enardeciσ entonces, dirigiendo sus protestas justνsimas a quienes incumbe el sagrado deber de proteger la dignidad de la Patria y de la Religiσn. No sσlo advirtieron a su grey de la gravedad del peligro sino que tambiιn la exhortaron a reparar con especiales solemnidades religiosas la nefanda injuria hecha al amantνsimo Autor de nuestra salvaciσn.
17. Renovada protesta por estos sacrilegios.
Nos, ciertamente, aprobamos νntegramente el fervor de los buenos, gloriosamente manifestado de muchas: maneras lo cual contribuyσ a suavizar el dolor que sentνamos por ello en lo mαs νntimo del corazσn. En esta oportunidad en que os dirigimos la palabra, ya no podemos sujetar la voz de Nuestro supremo cargo, y, con las protestas de los Obispos y fieles, Nos unimos Nuestras mαs enιrgicas protestas. Por
Por virtud de este mismo sentimiento que Nos mueve a quejarnos del atentado sacrνlego y de execrarlo, Nos exhortamos vivamente a las Naciones cristianas, y en particular a la Italiana, a que guarden incσlume la Religiσn de sus padres que es su herencia mαs preciosa, que la defiendan con decisiσn y no cesen de propagarla con la honestidad de sus costumbres y su gran piedad.
18. Celebraciσn fervorosa del mes de Octubre.
Por eso, Nos deseamos que por esta razσn tambiιn, se empeρen a porfνa, en el mes de Octubre, los fieles y las cofradνas, mostrando un fervor constante para honrar a la Augusta Madre de Dios, poderosa protectora de la sociedad cristiana y gloriosνsima Reina del Cielo. Nos, con todo corazσn confirmamos las mercedes de las sagradas indulgencias que, a este efecto, hemos concedido en aρos anteriores.
El Dios, empero, Venerables Hermanos, que nos habνa reservado con toda su misericordiosa providencia al medianera 5, y que ha querido que todo lo recibamos por Marνa 6 se digne por medio de su intercesiσn y gracia atender Nuestros ruegos comunes y colmar Nuestras esperanzas. Para ayudar a su realizaciσn, Nos os impartimos de todo corazσn la Bendiciσn Apostσlica a vosotros, al Clero y al rebaρo confiado a cada uno de vosotros.
Dado en Roma, cerca de San Pedro, el 8 de Septiembre de 1894, en el decimosιptimo de Nuestro Pontificado
LEON XIII
Notas
1 San Bernardo, De prerrogativ. B.M.V. 3.
2 San Bernardo, Serm In Nativ. B.M.V. 6.
3 S. Bernardino Serm. VI in festis B.M.V. de Annunc., a. 1. c. 2
4 S. Thomas op. VIII super salut. angel. 8.
5 S. Bernardino. De las 12 Prerrog. BMV 2
6 S. Bernardino Serm. in Nativ. BMV 7