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Ag 1, 1-11. Exhortación a la reconstrucción del templo
Según la indicación cronológica introductoria, esta profecía fue proferida en 520 a.C. (segundo de Darío: 521-485 a.C.), a mediados de agosto (el mes sexto, el día primero). Este Darío, sucesor de Cambises, es el mismo que fue derrotado en Maratón en 490 a.C. por los griegos. Zorobabel, nieto del rey Jeconías, llevado en cautividad en 597 a.C. es el que dirigió la primera expedición de retorno de los exilados. Se le da el título de gobernador o pejah, que es el título persa equivalente al de alto comisario o representante oficial de la colonia judía ante la corte persa. Josué era el sumo sacerdote, nieto de Seraya, que había sido muerto en Ribla cuando la conquista caldea en 586 a.C.
El profeta Ageo se dirige a las dos autoridades, civil y religiosa, como responsables principales de la incuria por no continuar las obras del templo, comenzadas quince años antes (537 a.C.), a raíz del retorno del exilio. La interrupción de las obras fue debida a los manejos de gentes hostiles, que indispusieron a las autoridades persas contra los judíos. El profeta les echa en cara a sus contemporáneos la negligencia, pues mientras se han preocupado de levantar sus casas artesonadas, con relativo lujo, no se han preocupado de la casa de Yahvé. Por eso Dios los castiga a vivir en un estado de penuria. Las cosechas son escasas y reina el hambre y la necesidad (v.6). Yahvé no puede bendecir una sociedad que no se preocupa de su Dios.
Ag 1, 12-15. Los judíos reemprenden la reconstrucción del templo
La reacción de los jefes de la comunidad judía y del mismo pueblo fue favorable a la predicación del profeta, y así pusieron manos a la obra. Se da la fecha exacta del principio de los trabajos. A Ageo se le da el título de ángel (o enviado) de Yahvé; es la primera vez que se da este título a un profeta (?.13). Algunos autores creen que es una interpolación. Nosotros hemos traducido por enviado en sentido general, con lo que se evita el sentido de un ser sobrenatural. No faltan quienes prefieren poner la palabra ángel de Yahvé en boca del mismo Ageo, traduciendo: "Entonces Ageo dijo: El ángel del Señor, con el mensaje del Señor para el pueblo, dijo: Yo estoy con vosotros, dice el Señor". Pero la frase resulta algo forzada.
Ag 2, 1-10. La gloria del nuevo templo
Una vez puestos a la obra, el profeta quiere animar a los jefes y al pueblo, anunciándoles que la gloria del futuro templo superará a la del antiguo de Salomón a pesar de su aparente modestia. Los ancianos, que habían visto la grandiosidad del antiguo templo, destruido por los caldeos, debían de sentir gran nostalgia al ver la pobreza del- que ahora se levantaba. Pero el profeta contrapone la modestia de la nueva construcción con la grandeza moral que le está reservada.
El primero, salomónico, con toda su magnificencia, pereció en la catástrofe, mientras que el que ahora se levanta será el centro religioso del mundo en la nueva teocracia. La mente del profeta se proyecta a la esplendorosa era mesiánica, que será precedida de una conmoción general del mundo. Las ideas escatológicas y cósmicas aparecen ligadas en la mente profética a la inauguración mesiánica: Haré temblar los cielos y la tierra. (v.7/6). La frase es hiperbólica, conforme a la idealización profética. Ageo quiere hacer ver a sus oyentes que Dios transformará el mundo totalmente hasta convertir a su templo en centro del mismo.
Los repatriados estaban tristes, porque las grandes promesas de los profetas no se habían cumplido. Habían vuelto a la patria, pero tenían que estar sometidos a yugo extranjero. El profeta sale al paso de estos pesimismos, e indica que la gran era está aún por inaugurar y que Yahvé se encargará de trastocar todas las cosas hasta centrar a los pueblos en torno a Jerusalén y a su templo, pues todos los pueblos vendrán al templo con sus preciosidades (v.9/8). La Vulgata traduce: "Et veniet Desideratus cunctis gentibus," el Deseado de las naciones, el Mesías personal. Pero tanto el texto masorético como la versión de los LXX no autorizan a entenderlo en este sentido personal, pues literalmente se dice que "vendrá lo deseable de todas las naciones," e.d., lo más precioso, aplicado a objetos. La forma plural del verbo hebreo excluye la interpretación personal de la palabra jemdat (deseable) y exige un sentido colectivo. El contexto pide que eso deseable sean los tesoros preciosos de todos los pueblos que han de afluir para enriquecer el nuevo templo, que, como el antiguo de Salomón, será lleno de la gloria de Yahvé (v.8/7).
Ag 2, 11-15. El pueblo impuro
Este discurso fue pronunciado tres meses después de haber comenzado los trabajos. El 24 del noveno mes debía de ser hacia mediados de diciembre. En esta consulta a los sacerdotes, el profeta quiere poner de relieve el estado de impureza del pueblo por sus malas disposiciones. El primer caso es el siguiente: si alguno lleva a su casa algo de carne bendita (la parte que le corresponde después del sacrificio) en las haldas, o regazo formado con la túnica recogida hacia arriba, aunque estas haldas toquen otros alimentos profanos, no los santifican, es decir, no comunican el carácter sagrado a dichos alimentos, que continúan profanados, porque lo santo santifica sólo lo que toca directamente, que son las haldas (v.13/12). Así lo reconocen los sacerdotes.
Pero Ageo, por contraste, les pone ahora el caso contrario, para resaltar la idea que quiere inculcar: un hombre impuro por haber tocado a un cadáver contamina a todo lo que toca después. Es el caso del pueblo judío. Está impuro en sus disposiciones internas, y así contamina todo lo que hace, incluso lo que ofrecían en el altar (v.15-14), y por eso no pueden agradar a Dios. De la comparación de los dos casos parece deducirse que lo impuro tiene más poder contagioso que lo santo, aunque el primer caso sólo sea propuesto quizá para contraponerlo al segundo como artificio argumentativo.
Ag 2, 16-20. El castigo será cambiado en bendición
El profeta, después de insistir en las mezquinas disposiciones del pueblo, que todo lo contamina, y por ello pierden la protección de Yahvé, les dice que a causa de ellas tuvieron que sufrir necesidades. Por ello les invita a recordar el triste pasado antes de haber puesto una piedra sobre otra en el templo de Yahvé (v. 17/16). Así, venían al montón (que aparentaba tener) veinte (medidas) de grano, y no había más que diez; y lo mismo, iban al lagar a sacar cincuenta (medidas), y había (sólo) veinte. En cambio, desde ahora (veinticuatro del mes noveno en adelante) cambiará todo, pues se han decidido a reconstruir el templo de Yahvé. Y así les anuncia una bendición divina para la futura cosecha. La simiente está aún en el granero, pero a tiempo de recibir la bendición para que fructifique en la próxima cosecha; y los árboles frutales aún no tienen fruto (habla en diciembre); pero, en virtud de la bendición que Yahvé va a otorgar, fructificarán en una magnífica cosecha (v.20-18).
Ag 2, 21-24. Promesa a Zorobabel
Finalmente, el profeta dirige un mensaje de predilección a Zorobabel, promotor principal de la restauración del templo y aun de toda la organización de la vida de la comunidad judía postexiliana. De nuevo su mente se proyecta hacia los tiempos mesiánicos, que han de ser precedidos de un derrocamiento de los reinos con la conmoción de los cielos y la tierra (v. 22-21), según expresión estereotipada de la literatura apocalíptica. Zorobabel es saludado con el título excepcional de siervo de Dios (v.24-23) por su obra en favor de la restauración de la vida religiosa entre los repatriados, y, en premio a ello, Yahvé le da una bendición especial, pues será considerado como anillo de sello, es decir, lo más preciado, el objeto del que jamás se separa por ser el testimonio de la identificación personal. En Gn 41, 42 se dice que el faraón dio a José su sello personal.
Nada insinúa en el contexto que Ageo considere a Zorobabel como la encarnación del Mesías personal futuro. Para el profeta, Zorobabel era el representante de una dinastía de la que había de surgir el verdadero predilecto de Yahvé, el Mesías. En este sentido, Zorobabel ya tenía una gloria especialísima y aun única. Es inverosímil suponer que Ageo esperara inmediata la aparición del Mesías, como para identificar a Zorobabel con él. Las circunstancias eran demasiado adversas y míseras en su tiempo como para dar pábulo a tan insensato optimismo. Para Ageo, Zorobabel es el gran anillo de la cadena dinástica que habría de desembocar en la aparición del Mesías.