SABIDURÍA

Sb 1-5 La primera parte del libro trata de las relaciones entre sabiduría y justicia, y compara el destino de los justos con el de los impíos durante la vida y después de la muerte. Sabiduría, justicia y vida son el lote que Dios ha preparado para los justos, mientras que injusticia, error y muerte son la porción reservada a los impíos. Al declarar que la justicia es inmortal, el autor afirma la supervivencia del justo más allá de la muerte, resolviendo así las incongruencias de la doctrina tradicional de la retribución.

Sb 1, 1-15 La exhortación a amar la justicia y a buscar a Dios funciona como prólogo e introducción a todo el libro. Aunque dirigida a los gobernantes o reyes de las naciones (el autor se hace pasar por el rey Salomón: véase Sb 7, 7-11; Sb 9, 7ss. 12), va destinada a aquellos judíos que vivían su fe amenazados por un ambiente pagano hostil.

Sb 3, 1-12 Procediendo por contrastes, el autor intenta esclarecer en Sb 3, 1-4, 9 algunos enigmas no resueltos de la vida humana como el sufrimiento del justo, su esterilidad frente a la fecundidad del impío y su muerte prematura. Mientras Eclesiastés y Job no pudieron solucionar el problema de la retribución de justos y malvados, el autor de Sabiduría ofrece una vía de solución: Dios acepta el sufrimiento de los justos como sacrificio de holocausto, es decir, como una entrega total y sin reservas de la persona.

Sb 3, 13-15 La mujer estéril y el eunuco, despreciados porque no podían tener hijos, serán fecundos en un plano que supera lo estrictamente biológico (véase Is 56, 3ss; Mt 19, 12). Gracias a la fe en la inmortalidad, la vida humana –aunque marcada por un aparente fracaso– adquiere una dimensión de eternidad que le garantiza su dignidad.

Sb 5, 3-13 Una vez pasado el umbral de la muerte, los impíos pronuncian su segundo discurso (Sb 4-13), de tono marcadamente trágico, en el que reconocen que el justo tenía razón y que ellos se han equivocado, admiten su errada concepción de la existencia y reflexionan sobre la vaciedad de sus vidas (véase su primer discurso en Sb 2, 1-20).

Sb 6-9 Estos capítulos forman la segunda parte del libro, dedicada a la sabiduría. Para dar más autoridad a sus palabras y poder dirigirse con mayor facilidad a los reyes y gobernantes, el autor se transforma en el rey Salomón, el rey sabio por excelencia según la tradición. Después de una exhortación de carácter universalista destinada a los que dirigen las naciones, Salomón hace un elogio de la sabiduría (7-8) y eleva una oración al Señor en la que le pide el don de la sabiduría para gobernar y juzgar al pueblo con justicia (9).

Sb 7, 7-14 Este pasaje evoca el episodio del «sueño de Gabaón», narrado en 1R 3, 4-15 y 2Cro 1, 1-13, y presenta la sabiduría como un don del Señor fruto de la oración.

Sb 7, 22-8, 21 Texto fundamental del libro, el autor hace el elogio de la sabiduría, que consiste en explicar su naturaleza, origen y acciones. En Sb 7, 22-24 identifica la sabiduría con el espíritu que hay en ella; dicho espíritu presenta veintiún atributos (el resultado de 3x7, dos números que indican la máxima perfección) que se aplican a la misma sabiduría. En Sb 7, 25ss pone de manifiesto la estrecha relación entre Dios y la sabiduría. En Sb 7, 27-8, 1 revela la doble acción de la sabiduría: gobernar el mundo y formar a los amigos de Dios y a los profetas.

Sb 9 El discurso sobre la sabiduría culmina en esta oración, inspirada en la de 1R 3, 6-9 y 2Cro 1, 8-10; es una pieza literaria construida con gran esmero: 1-6 trata de la vocación universal del ser humano y toma a Salomón como un ejemplo; 7-12 presenta a Salomón pidiendo a Dios el don de la sabiduría para poder gobernar; 13-17 es una reflexión filosófico-teológica sobre el ser humano y los designios divinos, en la que la figura de Salomón se desvanece y se confunde con la humanidad.

Sb 10-19 A partir de Sb 10, 1, y hasta el final del libro, la sabiduría se revela por medio de su intervención en la historia humana, desde los orígenes hasta la salida de Egipto (10-12 y 16-19). Estas dos grandes meditaciones sobre el Éxodo, interrumpidas por una digresión sobre la idolatría (13-15), siguen un mismo esquema a partir de la oposición israelitas (justos salvados) - egipcios (impíos castigados).

Sb 13-15 Aquí el autor critica duramente tres formas de idolatría: el culto a las fuerzas de la naturaleza, a los ídolos o imágenes y a los animales. El objetivo de su discurso es demostrar que la idolatría es la necedad máxima del ser humano y que además es fuente de injusticia y de otros vicios.

Sb 19, 22 El autor concluye su obra con un canto de alabanza a Dios por haber protegido a su pueblo en situaciones de prueba. El mensaje que se desprende de esta reflexión final es de gran esperanza: si Dios ha protegido al pueblo en el pasado, también lo seguirá haciendo en el presente y en el futuro.