ZACARÍAS

Za 1, 2-6 En este oráculo, en que se invita a la conversión, se utiliza como argumento el pasado reciente del pueblo. El uso del verbo «volver/convertirse» sitúa el oráculo en la tradición profética clásica. Apelar a los profetas de antaño supone aceptar su autoridad así como la pretensión de Zacarías de situarse en su misma línea.

Za 1, 7-17 Encontramos aquí la primera visión propiamente dicha (7-11), seguida de un diálogo entre el mensajero y Dios (12ss) y de dos mensajes que el profeta debe transmitir (14-16 y 17).

Za 2, 5-9 Pese a cierta confusión de personajes, la tercera visión es también sencilla. Jerusalén no solo será grande, sino que la razón de su existir y de su fuerza será la presencia del mismo Dios.

Za 3, 1-7 La cuarta visión «desentona» del resto, su composición es distinta y rompe el esquema clásico de siete visiones, símbolo de totalidad y perfección. Pero quizá en esa diferencia y en ese estar «de más» radique su interés. Si el libro de Zacarías está tan centrado en el templo, no es de extrañar que el sumo sacerdote ocupe también un lugar especial.

Za 4 El capítulo consta de dos elementos: 1-6a. 10b-14 y 6b-10a. El primero lo forma la quinta visión, una de las más famosas de Zacarías. El sentido es claro: se trata de los dos poderes, sacerdotal y político, que, en clara igualdad, reciben su legitimidad del Señor. La unción, símbolo hasta ahora del poder real, es la expresión de la legitimidad divina del poder, y ahora se aplica igualmente al sacerdocio. El oráculo está dirigido a Zorobabel, y su dimensión histórica y política es difícil de negar.

Za 6, 1-8 Octava y última visión. Su finalidad parece residir en el castigo que alcanza al norte. El norte se ha convertido tradicionalmente en la expresión de los enemigos de Israel.

Za 8, 9-14 Unidad literaria que contiene motivos diversos. Texto muy parecido en parte a Ag 1, donde el rendimiento material está condicionado a la reconstrucción del templo. Pero al mismo tiempo (véase Za 8, 14-17) se recuerda la insoslayable exigencia de la justicia. La imagen de Dios es clásica en la Escritura: Dios cambia en función de la situación de su pueblo. El resultado final es bendición.

Za 8, 20-23 Aunque un tanto revueltos, estos últimos versículos hablan con claridad de la apertura de las puertas de la salvación a todos los hombres. Eso sí, el destino es Jerusalén, donde habita el Señor.

Za 9, 9s Esta unidad es muy conocida por su uso en el relato de la entrada de Jesús a Jerusalén (Mt 21, 5). El oráculo se sitúa en la línea de las promesas mesiánicas y escatológicas, que conlleva la desaparición de toda violencia. Aunque no todos están de acuerdo con esta perspectiva (véase Jl 4, 10). El oráculo es un eco de So 3, 14-17.

Za 10, 1-3 Como en el capítulo precedente, se mezclan los oráculos divinos y las palabras del profeta. La última parte de esta primera unidad prepara ya la siguiente. El rebaño, Judá, ha pedido agua a quien no puede darla. Pero los jefes son tan culpables como el pueblo.

Za 11, 4-17 Las órdenes divinas de 4 y 15 indican probablemente que en este pasaje se trata de dos acciones simbólicas virtuales: 4-14 y 15-17. El relato de la realización de la primera se desarrolla en 5. 7-14. La segunda acción no relata su ejecución. La imagen del pastor es tradicional para designar a los dirigentes (véase Ez 34). El tono, en este texto, es más que negativo. Su utilización en el NT es famosa, aunque en otro sentido.

Za 13, 1-6 Tres nuevos usos de aquel día configuran la primera unidad del capítulo. La purificación del país constituye el elemento clave, y los profetas, el foco de dicha purga. Demasiados «falsos» profetas habían desprestigiado por completo la función profética.

Za 14 Nueva serie de en aquel día. La expresión el Día del Señor da un tono escatológico al conjunto, como en otros textos proféticos (véase Jl 3-4). Para evocarlo, se echa mano del vocabulario guerrero y cósmico, así como del tan sufrido motivo de las aguas fecundantes, que ya utilizó el profeta en Za 13. A Jerusalén se destinan castigo y bendición, lo que supone su restauración.