MIQUEAS

El libro de Miqueas ocupa el sexto lugar en la colección de Profetas Menores, aunque la versión griega de los Setenta lo sitúa en tercer lugar a continuación de Amós y antes de Joel. El encabezamiento del libro dice que desarrolló su ministerio durante los tiempos de Jotam (759-743), Ajaz (743-727) y Ezequías (727-698), reyes de Judá. Es decir, el ministerio del profeta fue contemporáneo, al menos en algunos años, al de Isaías. Sin embargo, no se detectan excesivas coincidencias entre los libros de Isaías y Miqueas. Las imágenes que éste emplea son más parecidas a las de Amós, hombre de campo, que a las de Isaías, profeta de Jerusalén. Con todo, su predicación fue relevante, y otros libros 1 recuerdan que su misión logró el arrepentimiento del pueblo. De ahí que, además del orden cronológico, la llamada a la conversión que subyace en sus denuncias proféticas haga muy adecuado su lugar en el canon a continuación de Jonás, profeta que movió al arrepentimiento a los ninivitas.

1. ESTRUCTURA Y SÍNTESIS DEL CONTENIDO

Una primera lectura de Miqueas observa la alternancia clásica en otros libros proféticos: oráculos que amenazan castigos y promesas de liberación. Así tenemos: amenazas 2 y promesas 3; amenazas 4 y nuevas promesas 5; amenazas y reproches 6, seguidas de promesas y esperanzas 7. Ésta es la disposición actual del libro, aunque algunos autores piensan que Mi 2, 12-13 son esperanzas irónicas que recogen los vaticinios aduladores de los falsos profetas, ridiculizados aquí por Miqueas. También la última parte 8 es considerada más bien como un «texto litúrgico» puesto como colofón del libro.

Con todo, esta alternancia entre los reproches y las amenazas con las promesas no es del todo artificial. La lectura del libro descubre que Miqueas no es un profeta de desgracias, sino un altavoz de la llamada del Señor a la conversión. Él está seguro de la fidelidad de Dios, y por eso su mensaje está siempre coloreado por la esperanza de la salvación futura. La estructura del libro podría ser la siguiente:

I. JUICIO DIVINO Y CONDENA DE LOS DELITOS (Mi 1, 2-Mi 3, 12)

El profeta anuncia la caída de Samaría por causa de sus pecados. Después denuncia los pecados del reino de Judá: son tan parecidos a los del reino del Norte que sólo pueden presagiar su desgracia.

II. ESPERANZA Y RESTAURACIÓN DE SIÓN (Mi 4, 1-Mi 5, 14)

Al juicio de condena de la sección anterior siguen unos oráculos esperanzadores en los que el profeta vislumbra la futura gloria del Israel restaurado alrededor del Mesías que nacerá en Belén.

III. NUEVO JUICIO DIVINO Y CASTIGO DE JERUSALÉN (Mi 6, 1-Mi 7, 7)

Nueva sección de acusaciones. El profeta denuncia la actitud de un culto externo que no va acompañado de justicia y caridad. La corrupción es tal que hace imposible la convivencia.

IV. ESPERANZA DE SIÓN Y PLEGARIA POR JERUSALÉN (Mi 7, 8-20)

La sección supone el castigo de Israel y contempla directamente la restauración del pueblo, porque el Señor es fiel a sí mismo y sus promesas son estables.

También se puede dividir el libro en dos partes: una ocuparía los cinco primeros capítulos, y la otra los restantes. Esta división se basa en el intento de distinguir el horizonte teológico de los textos. La primera parte sería sustancialmente originaria de Miqueas, con algunos textos añadidos posteriormente. La segunda, según esta hipótesis, tiene un contexto histórico más problemático, pues hay en ella pasajes que parecen proceder de los años que siguieron a la vuelta del exilio de Babilonia (537 a.C.). Sin embargo, por encima de los análisis prevalece la unidad del libro, conseguida por el redactor final que debió de organizar los diversos oráculos en un conjunto armónico, de modo que la caída de Samaría, causada por sus pecados, fuera señal para Jerusalén de que debía enmendarse porque estaba recorriendo el mismo camino.

En este conjunto coherente de reproches y de esperanzas van encajando los pasajes de diverso género literario: advertencias, oráculos de desgracias, reproches a manera de proceso judicial (rîb), promesas de salvación y de restauración de Sión, y plegarias.

2. COMPOSICIÓN Y MARCO HISTÓRICO

Miqueas nació en Moréset, pequeño pueblo situado a unos 35 kms. al sudoeste de Jerusalén, en la Sefelá, la región costera de Judá. Su nombre Mî-kâh, abreviatura de Mî-kâ-yâhû («Quién–como–el Señor»), no fue infrecuente en su época: existe otro profeta, Miqueas, hijo de Yimlá, que vivió en el reinado de Ajab de Israel (873-852 a.C.; cfr 1R 22, 1-28).

Miqueas debió comenzar su actividad profética hacia el año 727, unos años antes de la caída de Samaría 9, y la prolongó hasta el año 700, aproximadamente. Por tanto coincide cronológicamente con gran parte del ministerio de Isaías (el que se refleja en la primera parte de su libro10). Ambos profetas contemplan y sufren la misma situación, común por otra parte a la de los países de la ribera oriental del Mediterráneo, bajo la amenaza y las invasiones del imperio asirio. Así pues, Miqueas vive las circunstancias históricas del reino de Israel y del reino de Judá desde poco antes de que Samaría sucumbiera a manos de Asiria hasta el ataque de Senaquerib a Jerusalén (año 701), y sus oráculos se refieren a los dos reinos israelitas.

Sin embargo, Miqueas, a diferencia de Isaías, no parece haber estado implicado personalmente en las decisiones de gobierno: su influjo en la vida social y política parece haber sido mucho menor que el de Isaías. La valentía de Miqueas en la denuncia profética de las injusticias sociales en Israel y Judá recuerda la audacia del profeta Amós. También tiene muchos pasajes que se acercan al talante y la inspiración de Isaías como Mi 1, 2-1611, o Mi 2, 1-512. Las expresiones de Miqueas son fuertes y directas, con frecuentes juegos de palabras, pero, en su conjunto, quedan lejos del vigor y de la perfección poética de Isaías.

Un examen atento del texto revela que el proceso de formación del libro fue complejo. Originales de Miqueas serían probablemente los tres primeros capítulos, salvo algunos pocos pasajes con adiciones o retoques redaccionales posteriores, como el título13 o algunas reflexiones sapienciales14. En los capítulos cuarto y quinto, a los textos sustancialmente originarios del profeta, se unieron después adiciones de tono sapiencial15 y oráculos actualizados16, que tienen sus paralelos en Isaías17. El relevante oráculo sobre el nacimiento del Mesías en Belén goza de los argumentos necesarios para ser originario de Miqueas. El conjunto Mi 6, 1-7, 6 debe atribuirse básicamente al profeta. El final, Mi 7, 8-20, parece suponer la caída de Jerusalén y debe enmarcarse en tiempos posteriores. En conclusión, el itinerario de redacción del libro es complejo, aunque mucho menos que el libro de Isaías. Sobre unos textos básicos de Miqueas, la hábil mano de algún redactor le habría dado la forma con que ha pasado a la tradición hebrea y al canon de las Escrituras.

3. ENSEÑANZA

Miqueas muestra una profunda preocupación por los pecados del pueblo, de Israel y de Judá, que han provocado el abandono y el castigo de Dios por un tiempo. Las secuencias de denuncias de iniquidades, llamadas a la conversión y promesas de liberación divina, marcan la tensión y el núcleo de su mensaje. El profeta se enfrenta con el falso sentido de seguridad que muestran el pueblo y sus gobernantes: «¿No está el Señor en medio de nosotros? Ningún mal nos sobrevendrá»18. Así, piensan que pueden hacer compatible una vida de pecado con el culto externo a Dios, sin entender la verdad de la religión, que consiste en «practicar la justicia, amar la caridad y conducirte humildemente con tu Dios»19. Príncipes y comerciantes explotan y roban a los desvalidos20, a las mujeres y a los niños21. Los falsos profetas extravían al pueblo, halagando sus oídos22. Si Samaría ha caído por sus pecados, Judá correrá la misma suerte si no se enmienda23. Jerusalén, por sus muchos pecados, será juzgada y castigada por el Señor24.

Pero los anuncios de esperanza son también copiosos y estimulantes. Sobre todo se concentran a mitad del libro25 con la exaltación del «monte de la Casa del Señor»26, la venida de las naciones a Sión27, la promesa del nacimiento del «dominador» en Belén de Judá28, la liberación de la opresión de Asiria29 y la salvación del «resto de Jacob»30. El final del libro es de bienaventuranza31.

Miqueas presenta semejanzas con otros libros proféticos, especialmente con Amós en las denuncias de las injusticias sociales, y con Isaías en su visión del Mesías que nacerá de la estirpe de David y, en general, en su concepción de la providencia divina a través de la historia humana.

4. EL LIBRO DE MIQUEAS A LA LUZ DEL NUEVO TESTAMENTO

En el Nuevo Testamento existen al menos dos pasajes de Miqueas citados, que son: Mi 5, 1 en Mt 2, 6 (sobre el nacimiento del Mesías en Belén), y Mi 7, 6 en Mt 10, 35-36 (sobre los enemigos del hombre en su propia casa). Pero bastantes más están aludidos de manera más o menos directa: vienen a sumar unos quince32. Estas referencias y alusiones no son pocas en proporción con la brevedad del libro profético.

La antigüedad cristiana se ocupó de él de manera moderada. Entre los comentarios al libro de Miqueas sobresale, desde luego, el de San Jerónimo por su calidad y extensión. Las referencias al libro por parte de escritores eclesiásticos, Santos Padres, autores de teología y de espiritualidad son, sin embargo, más bien escasas, tanto en la antigüedad como en los tiempos posteriores. La razón es que gran parte del mensaje de Miqueas se encuentra en otros importantes libros proféticos, como Isaías, Jeremías, Ezequiel, Amós y Oseas.

El libro de Miqueas es conocido y usado en la cristiandad sobre todo por el oráculo del nacimiento del Mesías en Belén de Judá, y por la incorporación del pasaje de Mi 6, 3-4 a los Improperios en el canto de la Adoración de la Cruz en la liturgia del Viernes Santo. También es relevante que las palabras finales del libro de Miqueas y el Cántico de Zacarías, el Benedictus, del primer capítulo del Evangelio de San Lucas, tengan sorprendentes coincidencias en la firme esperanza en la fidelidad de Dios a sus promesas a los patriarcas: esperanza de futuro en Miqueas, y alegría de su cumplimiento en el cántico de Zacarías en Lucas. Estas coincidencias son una expresión bien significativa de la unidad de la Revelación del Antiguo y del Nuevo Testamento y de la fe del antiguo y del nuevo pueblo de Dios.

1 cfr Jr 26, 18-19.
2 Mi 1, 2-Mi 2, 11.
3 Mi 2, 12-13.
4 Mi 3, 1-12.
5 Mi 4, 1-Mi 5, 14.
6 Mi 6, 1-Mi 7, 7.
7 Mi 7, 8-20.
8 Mi 7, 8-20.
9 cfr Mi 1, 5-7.
10 Is 1-39.
11 cfr Is 1, 2; Is 26, 21; Is 20, 2-4.
12 cfr Is 5, 8-9.
13 Mi 1, 1.
14 Mi 1, 13; Mi 3, 8.
15 Mi 4, 5.
16 Mi 4, 1-5.
17 cfr Is 1, 20; Is 2, 2-5.
18 Mi 3, 11.
19 Mi 6, 8.
20 Mi 3, 1-4.
21 Mi 2, 9.
22 Mi 3, 5-12.
23 Mi 1, 2-Mi 3, 12.
24 Mi 6, 1-Mi 7, 6.
25 Mi 4, 1-Mi 5, 14.
26 Mi 4, 1-2.
27 Mi 4, 6-8.
28 Mi 5, 1-3.
29 Mi 5, 4-5.
30 Mi 5, 6-8.
31 Mi 7, 8-20.
32 Mi 7, 20 en Lc 1, 73; Mi 6, 8 en Mt 23, 23; etc.