Padres de la Iglesia

SOFRONIO DE JERUSALEN

Ave María

(Discurso 2 en la Anunciación de la Madre de Dios)

En el sexto mes fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David, y el nombre de la virgen era María. Y habiendo entrado donde ella estaba le dijo: "Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo" (Lc 1, 26-28).

¿Qué puede hallarse que sea más sublime que este gozo, oh Virgen Madre? ¿Qué puede ser más excelente que esta gracia, que por voluntad divina a ti sola ha tocado en suerte? ¿O qué puede imaginarse más alegre y espléndido? Todos los dones difieren del milagro que en ti brilla; todos yacen por debajo de tu gracia; todos, incluso los más probados, son secundarios y poseen una claridad muy inferior. El Señor es contigo. ¿Quién, pues, osará luchar contra ti? Dios está de tu parte: ¿habrá alguien que no se te rinda inmediatamente, y no te otorgue con alegría el primado y la excelencia? Al considerar tus eminentes prerrogativas por encima de todas las criaturas, te aclamo con suma alabanza: Salve, llena de gracia, el Señor es contigo. Por ti, el gozo no sólo se reparte a los hombres, sino que se tributa también a las celestes potestades.

Verdaderamente, eres bendita entre todas las mujeres, porque transformaste en bendición, la maldición de Eva; porque lograste que por ti fuera bendito Adán, que antes yacía abatido por la maldición del pecado. Bendita entre todas las mujeres, porque por ti la bendición del Padre brilló ante los hombres y los liberó de la antigua maldición. Bendita entre todas las mujeres, porque por ti tus antepasados hallaron la salvación; ya que Tú vas a engendrar al Salvador, que les procurará la divina salud. Bendita entre las mujeres, porque sin germen ofreciste el fruto que bendecirá el orbe de la tierra, y le redimirá de las espinas de la maldición. Bendita entre las mujeres, porque siendo por naturaleza mujer, serás Madre de Dios. Pues si Aquél que de ti nacerá es Dios encarnado, Tú serás llamada, por mérito y derecho, Madre de Dios, pues a Dios vas a dar a luz (...). Tú llevas encerrado en tu seno al mismo Dios, que en ti mora según la carne, y por ti se presenta como el prometido, que obtendrá el gozo para todos y comunicará la luz divina al universo.

En ti, oh Virgen, como en un purísimo y resplandeciente cielo, Dios puso su tabernáculo; y saldrá de ti como el esposo de su tálamo (Sal 70, 5-6); e imitando la carrera del gigante correrá durante toda su vida, llenando a todos los vivientes con la futura salvación. Y llenará con calor divino y vivificante esplendor a cuantos a ella se encaminan.