Amigos de Dios
La libertad, don de Dios
Lugar en el libro: 2ª
Datación: 10-IV-1956
Primera edición: III-1976
Orden de edición: 9ª
1. Nota histórica
La homilía La libertad, don de Dios, que ocupa el segundo lugar en el índice del libro, fue la novena en publicarse por separado, y –lo que es más destacable– la primera de las editadas tras el fallecimiento de san Josemaría.
Sabemos que el Autor estaba ultimando el texto en abril de 1974, junto al de otras homilías 1. Ya en marzo de 1975 se había sugerido el envío a la imprenta de esta homilía, pues la revista Palabra, que tenía proyectado un número especial para el mes de octubre, dedicado al tema: "El amor a la libertad", había solicitado a san Josemaría, a través de la Comisión Regional de España, algún escrito suyo sobre esa cuestión 2. La petición no prosperó entonces, por razones que desconocemos 3, y el texto –tras el fallecimiento del Autor, el 26 de junio de 1975– quedó, junto con otros, inédito.
Después de la elección de Álvaro del Portillo como sucesor de san Josemaría al frente del Opus Dei, y tras un breve intervalo, se reanudan los envíos a la imprenta de los escritos acabados y aún no publicados del fundador 4. Y el primero fue, como ya se ha señalado, el de la homilía que estudiamos. El día 21 de diciembre de 1975, en efecto, se remitió a España el original de La libertad, don de Dios, acompañado de una comunicación en la que, además de señalar que se editase "como de costumbre", quedaba establecido un criterio preciso: "Si en todas las ediciones de escritos de nuestro Padre habéis procurado cuidar con esmero los detalles, de manera especial hay que hacerlo a partir de ahora" 5.
El texto enviado (trece folios mecanografiados a espacio doble) tiene como título el ya indicado, y como subtítulo: "(Homilía pronunciada el 10-IV-1956)". Acerca de esa datación, correspondiente al martes de la segunda semana de Pascua, desconocemos otros datos. No hemos localizado ningún material previo de san Josemaría en el que pudiera haberse apoyado para redactarlo. El escrito contiene cuarenta y ocho notas a pie de página, algunas (las patrísticas) sin completar críticamente (lo serán al preparar la edición del libro). Los ladillos son los definitivos 6.
En el original mecanografiado que se conserva en Roma 7, que recoge, lógicamente, la última versión de la homilía, y cuya fotocopia es la enviada a España para preparar la publicación, pueden observarse diversas correcciones. Reflejan los retoques que san Josemaría –en esta y en las otras homilías inéditas– indicaba de modo oral a D. Álvaro del Portillo y a D. Javier Echevarría en la postrera lectura que, dadas sus dificultades de visión, ellos le iban haciendo. Una vez señalados, esos retoques –normalmente ligeros: meras palabras o breves frases 8– eran incorporados al original por el método de pegar sobre el antiguo el nuevo texto mecanografiado. A veces, pero no siempre, puede entreverse lo sustituido.
Antes de ser editado, se incorporaron también al texto –tras ser consultadas y aprobadas por el Consejo General– algunas correcciones de pequeñas erratas, descubiertas en España durante la preparación de la primera edición 9.
La libertad, don de Dios, vio la luz por vez primera en la revista Mundo Cristiano, año XIV, n. 158, marzo de 1976, pp. 10-14. Iba precedida de una breve presentación, realizada por la redacción de la revista, en la que se lee:
"La noticia del fallecimiento de Monseñor Escrivá de Balaguer, acaecido en Roma el 26 de junio del pasado año, fue recibida con un eco piadoso en todo el mundo. Mundo Cristiano se hizo también eco en aquellos momentos de la incomparable herencia de santidad y de afán apostólico que Monseñor Escrivá dejaba tras de sí, en manos de los miles de socios del Opus Dei extendidos por todo el mundo. El amor que Monseñor Escrivá de Balaguer sentía por la libertad de las conciencias es parte importante de esa herencia: en muchas ocasiones habló y escribió sobre ella. Mundo Cristiano se alegra de poder hacer llegar a sus lectores uno de estos textos, una homilía pronunciada el 10 de abril de 1956 e inédita hasta ahora. La profundidad de su doctrina, junto con el tono optimista y alentador con que está expuesta, será una nueva luz para ilustrar nuestra vida cristiana".
2. Líneas teológico-espirituales de fondo
El inmenso don de la libertad
San Josemaría, a lo largo de su extenso ministerio pastoral, como sacerdote y como fundador, y a través de todos los cauces de su enseñanza oral y escrita, otorgó mucho espacio a la predicación sobre la libertad. Era para él un tema predilecto. La causa profunda de tal predilección no ha de ser buscada, aunque las conociera, en razones culturales o filosóficas del tiempo en que vivió, el inquieto siglo XX, escenario de grandes atrocidades contra la libertad de las personas y de las sociedades, y también de grandes y generosas defensas con el pensamiento y con las obras.
Como persona culta, intelectual y espiritualmente ubicada en su época, participaba de todos los acontecimientos de la sociedad relacionados con ese decisivo argumento, y también –en no pocos momentos– hubo de sufrir, física y anímicamente, por su causa. Pero, sobre todo, como hombre de Dios, animado de un extraordinario celo sacerdotal y apostólico, estaba interesado por el bien de las personas, por su felicidad terrena y eterna. Se esforzaba, en consecuencia, en ayudar a todos –con la doctrina, con la formación, con el ejemplo– a amar la libertad propia y ajena, a gozar con el buen uso de ese don singular de Dios a la criatura humana, hecha a su imagen.
La libertad es considerada, en efecto, en la homilía desde su fundamento absoluto, que es el designio del Creador respecto de la criatura amada, e inseparablemente desde la acción salvadora del Verbo Encarnado. Sostiene, pues, una visión radicalmente teológica, construida en torno a la doctrina antropológica revelada y embebida en la contemplación del misterio del Redentor. Toda la exposición tiende a resaltar lo que, con terminología utilizada por Cornelio Fabro, al que citaremos oportunamente en el comentario del texto, puede denominarse "el primado existencial de la libertad" en la vida del hombre, tanto en la situación anterior a la caída original, como en la posterior, tras la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre su instigador.
El título de la homilía, La libertad, don de Dios, expresa perfectamente el hilo conductor de las reflexiones del Autor, y resume en su enunciado el argumento de fondo: Dios ha querido correr, por su amor desmedido al hombre, el riesgo de nuestra libertad. Y son tales la magnitud de ese amor y la grandeza de ese don, que Dios mismo asume, tras la tragedia del pecado, la restauración de la imagen, la elevación a la condición de hijos en el Hijo y la rehabilitación de la libertad herida, que ya solo puede ser llamada "la gloriosa libertad de los hijos de Dios" (Rm 8, 21). Esa es la mejor manera de enunciar el sentido cristiano de la libertad, y es también la música que suena a lo largo de la homilía. El Autor ha ordenado el texto en torno a cinco apartados, cuyo contenido resumimos a continuación.
Escoger la vida (nn. 24-25)
La frase que da título al primero de los apartados evoca el núcleo de la invitación exhortativa que Yahveh, por medio de Moisés, dirige al pueblo de Israel en los compases finales del Éxodo. Yo te he elegido libremente, viene a decir, y tú has aceptado libremente la alianza conmigo, que es un mutuo compromiso de amor. Mantenerse en ese amor significa continuar dando a la existencia un sentido auténtico de libertad; apartarse, en cambio, del amor a Dios –Él nunca deja enfriar el que nos tiene– conduce a entender y usar equivocadamente el gran don de la libertad. "La Trinidad Beatísima –se lee en el texto (25b)– saca de la nada el mundo y el hombre, en un libre derroche de amor": esa es la gran melodía de la Libertad y el Amor divinos, que aquí se quiere resaltar. También Cristo –insiste el Autor–, por amor al Padre y a nosotros, ha tomado libérrimamente nuestra carne y ha accedido al sacrificio de la Cruz para liberarnos de la oscuridad del pecado y de la muerte: es la misma gran melodía de la libertad humana del Hijo Encarnado, sometida amorosamente a la Voluntad del Padre para hacer de la nuestra una libertad de hijos de Dios. La homilía, como veremos, va a seguir desplegándose, sin necesidad de manifestarlo explícitamente, por esos mismos derroteros.
El sentido de la libertad (nn. 26-27)
Dos son las luces de fondo que alumbran el contenido de este nuevo apartado –como asimismo el del resto de la homilía–, y ambas son cristológicas. La primera procede directamente de la revelación que Jesús dirige a los que han creído en Él: "si permanecéis en mi palabra" –que podemos glosar como: si permanecéis en mi amor– "sois en verdad discípulos míos, conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Jn 8, 31-32). La libertad, por su propia naturaleza, se alimenta y se fortalece por medio del conocimiento y de la adhesión a la verdad: está creada y nos ha sido concedida en dependencia de la verdad, que a su vez tiene su raíz y alcanza su integridad en la Verdad que es Cristo. Y puesto que Cristo es el Hijo de Dios, que nos ha alcanzado la condición de hijos adoptivos del Padre al hacernos partícipes de su filiación, se concluye que la libertad plena del hombre reside en el conocimiento y asentimiento práctico al don de la filiación divina. Tendremos ocasión de encontrar muchas veces esta enseñanza en Amigos de Dios, formulada de distintas maneras. Puede quedar perfectamente sintetizada así: "No lo olvidéis: el que no se sabe hijo de Dios, desconoce su verdad más íntima, y carece en su actuación del dominio y del señorío propios de los que aman al Señor por encima de todas la cosas" (26b).
Libertad y entrega (nn. 28-31)
Las ideas desarrolladas por el Autor en el tercer apartado de la homilía conducen a una doble conclusión, o mejor, a una conclusión con un doble enunciado: así como la entrega es consecuencia de la libertad, así también la libertad supone entrega. "Nada más falso que oponer la libertad a la entrega, porque la entrega viene como consecuencia de la libertad" (30c). Si ambas, en su puesta en ejercicio, son auténticas, no cabe contradicción entre ellas pues mutuamente se colman. San Josemaría lo ejemplifica trayendo a colación el amor sacrificado de una madre: "Mirad, cuando una madre se sacrifica por amor a sus hijos, ha elegido; y, según la medida de ese amor, así se manifestará su libertad. Si ese amor es grande, la libertad aparecerá fecunda, y el bien de los hijos proviene de esa bendita libertad, que supone entrega, y proviene de esa bendita entrega, que es precisamente libertad" (ibid.). Siempre está latiendo, sin embargo, en su discurso, como fácilmente se percibe, el ejemplo supremo del amor de Cristo.
La libertad de las conciencias (nn. 32-35)
Este nuevo título, que agrupa los párrafos sucesivos, merece un breve comentario ad hoc, aunque algo ya ha sido mencionado en páginas anteriores (cfr. supra, "Introducción General", Primera Parte, 5, e). Se trata de comprender correctamente –esto es, en conformidad con el sentido con que las usa y las distingue aquí el Autor– el significado de las fórmulas: "libertad de conciencia" y "libertad de las conciencias", que toma probablemente de Pío XI (cfr. Enc. Non abbiamo bisogno, 29-VI-1931). En el lugar recién mencionado de la "Introducción General", se ha incluido una bibliografía adecuada sobre la cuestión. A uno de los textos allí citados (cfr. F. RUSSO, "Libertad") pertenecen estas tres afirmaciones básicas: a) "Aunque la expresión ‘libertad de conciencia’ pueda tener varios sentidos, al acudir a ella en la época en que la empleó Pío XI, se pretendía (…) legitimar (…) el rechazo no solo de la fe cristiana sino de toda religión"; b) "Por el contrario, la ‘libertad de las conciencias’, en el sentido en que lo explica san Josemaría, no es sino el eco del derecho natural de la persona humana (…) a la inmunidad respecto a cualquier coerción exterior, también, e incluso quizá especialmente, en materia religiosa"; c) "En épocas posteriores (…) el lenguaje ha evolucionado y (…) ha alcanzado difusión universal la expresión ‘libertad religiosa’, entendiéndola como uno de los derechos humanos fundamentales, que implica la exclusión de toda violencia o coacción y la posibilidad de actuar (…) conforme a las propias convicciones religiosas". Así pues, hoy en día se habla más bien de libertad religiosa que de "libertad de las conciencias", aunque el significado de fondo es el mismo; permanece vigente, como es lógico, la refutación de una "libertad de conciencia" entendida como rechazo de la fe religiosa. Estas ideas serán completadas en el comentario a los nn. 32-35.
Responsables ante Dios (nn. 36-38)
El ejercicio de la auténtica libertad, la que se alimenta y se perfecciona en el compromiso con la verdad sobre Dios, el hombre y el mundo, revelada plenamente en Cristo, lleva aparejado un genuino sentido de responsabilidad ante Dios. "Somos responsables ante Dios de todas las acciones que realizamos libremente. No caben aquí anonimatos; el hombre se encuentra frente a su Señor, y en su voluntad está resolverse a vivir como amigo o como enemigo" (36a). Obrar con la libertad de un hijo de Dios (este es el argumento del apartado) es también, en la práctica, saberse responsable cara a Dios de las consecuencias: asumir filialmente, confiadamente, sin soltarse de la mano de Dios, el "riesgo" de estar construyendo, con mi libre obrar, mi propia dignidad humana y mi destino eterno. Alcanzar "la plenitud de la libertad" significa haberlos alcanzado. "Si cumplimos de verdad la Ley de Cristo –si nos esforzamos por cumplirla, porque no siempre lo conseguiremos–, nos descubriremos dotados de esa maravillosa gallardía de espíritu, que no necesita ir a buscar en otro sitio el sentido de la más plena dignidad humana" (38c).
Notas
1 Cfr. supra, "Introducción General", Primera Parte, 2, b.
2 com/cr/20-III-1975, en AGP, A.3, 108-3-3.
3 La comunicación citada en la nota anterior está archivada junto con una octavilla (unidas ambas por una grapa), en la que –con fecha de 2-IV-1975– uno de los colaboradores en aquellos envíos (Rafael Gómez Pérez) sugiere a D. Javier Echevarría, para hacerla llegar a san Josemaría, la posibilidad de enviar a la revista "una de las dos homilías que hay sobre el tema de la libertad". En la misma octavilla, a mano y a lápiz, con letra que no reconocemos, se lee: "Para más adelante". Así, pues, el envío del texto fue temporalmente pospuesto. Aunque la anotación menciona la existencia, en aquel momento, de dos homilías, nos consta que solo ha perdurado la que ahora comentamos; más aún, nadie de los que ayudaban entonces a san Josemaría en estos menesteres –especialmente D. Javier Echevarría– recuerda la existencia de un segundo texto; lo más probable es que san Josemaría ordenara destruirlo.
4 Álvaro del Portillo fue elegido sucesor el 15 de septiembre de 1975; dos meses más tarde, por mandato suyo, se reaviva el proceso de publicación de aquellos inéditos.
5 com/cg/21-XII-1975, en AGP, A.3, 108-3-3. Se insta también en ese escrito a tener en cuenta las advertencias habituales (cfr. com/cg/24-V-1973): cuidado en la corrección de pruebas ("no debe haber ni una falta"), envío de ejemplares impresos a otras Regiones, etc.
6 En AGP, A.3, 110-2-2 se conserva una fotocopia posterior de ese original mecanografiado, con la peculiaridad de que en esta se han numerado, a mano y a lápiz, los párrafos con la numeración definitiva de Amigos de Dios (23-48), tachando previamente los antiguos (46-61), que le hubieran correspondido en caso de que –según la primera ordenación del Índice– el libro hubiera comenzado con la homilía Hacia la santidad (cfr. supra, "Introducción General", Segunda Parte, III, 15, b.2). En esa fotocopia se han introducido ya también las correcciones de erratas que indicamos a continuación.
7 Se encuentra en AGP, A.3, 108-3-3.
8 Dejamos aquí anotados, a modo de ejemplo, cuatro de esos retoques (serán también mencionados, juntos con los restantes, en el lugar oportuno del posterior comentario):
Pág. orig. – Palabra sustituida – Nuevo término – Nº ADD
p. 3 – "debilidad" – "flaqueza" – 26a
p. 5 – "verdaderamente" – "verdadero" – 27c
p. 6 – "del corazón" – "su entendimiento" – 29a
– "con" [un continuo parloteo] – "en" [un continuo parloteo] – 29b
9 La consulta se encuentra en com/cr/2-II-1976, y la aprobación en com/cg/16-II-1976. Las indicamos aquí, referidas –para facilitar su localización– a los párrafos numerados de Amigos de Dios:
Dice – Debe decir – Nº ADD
"cielo" – "Cielo" – 25b
"nuestro" – "Nuestro"
"triste–" – "triste–, " – 28b
"perfecto…" – "perfecto…, " – 37b