Amigos de Dios

Primera parte
Características principales de Amigos de Dios

1. Preámbulo

a) De Es Cristo que pasa a Amigos de Dios

En diciembre de 1977 apareció en Madrid la primera edición de Amigos de Dios. Su autor, san Josemaría Escrivá de Balaguer, había fallecido dos años y medio antes en Roma. Era el séptimo de sus libros publicados, y el primero de los póstumos 1. Por su estilo literario se asemejaba en gran medida al que le había precedido, Es Cristo que pasa 2, con el que, ya originariamente –según la mente y la deliberación con que ambos habían sido redactados y enviados a la imprenta–, guardaba cierta continuidad. Era, en efecto, un segundo volumen de homilías, dirigido a fortalecer la fe de los lectores y a impulsar el ejercicio de su vida cristiana, acrecentando su formación teológico-espiritual y su celo apostólico. Los textos incluidos en el libro, como en el anterior, estaban en relación con materiales procedentes de la predicación oral del Autor 3, ampliamente reelaborados por él –entre los años 1973 y 1975– para ser editados.

La diferencia principal entre ambos volúmenes, aparte del hecho de que solo uno de ellos fuera publicado en vida de san Josemaría, estriba en la formalidad de la temática que uno y otro desarrollan. Quiere esto decir que, aun ocupándose de cuestiones formalmente distintas –en un caso, hablando en términos amplios, de la concepción de la vida cristiana como participación sobrenatural en los grandes misterios revelados; en el otro, de la maduración de esa misma vida a través del ejercicio de las virtudes–, es en cambio idéntica en ambos la finalidad de fondo. Se puede esta resumir en el deseo de promover en los lectores el descubrimiento y la aceptación de la llamada personal a la santidad y al apostolado, ínsita en la vocación bautismal. Idénticos son también, básicamente, en los dos volúmenes el estilo literario y los trazos teológicos estructurales que los caracterizan, por razón, sobre todo, de compartir autor, pero también por concordar ambos en la época de redacción.

En realidad, Amigos de Dios y Es Cristo que pasa, aunque tengan vida por separado, son dos libros inseparables tanto por su historia común, como por la intencionalidad con que fueron escritos. Muestran también, como consecuencia, una cierta complementariedad de contenidos. ¿Qué quiere esto decir?

Comencemos por señalar que ni uno ni otro, por su propia naturaleza, por su origen y su proceso de elaboración, son libros concebidos para agotar la temática por la que se interesan, de la que traen a colación solo algunos aspectos. No son tampoco, como es evidente, estudios monográficos sobre determinadas cuestiones, ni tratados sistemáticos de teología, pastoral o espiritualidad. Son, sencillamente, dos volúmenes de homilías, que recopilan y, en ese sentido, dan unidad a un doble conjunto de escritos del Autor, dedicados en un caso a meditar sobre los fundamentos revelados del cristianismo (los misterios de la fe), con intención de mostrarlos como manantial de vida sobrenatural participada; y destinados, en el otro, a considerar el proceso de crecimiento de esa vida, visto como ejercicio de virtudes. Y así, mientras que Es Cristo que pasa conduce al lector a contemplar la llamada bautismal a la santidad en su fuente trinitaria, cristológica, sacramental y mariana, Amigos de Dios le ayuda a conocer las características básicas del camino que, en correspondencia a esa llamada, ha de ir recorriendo, con libertad y responsabilidad, y dentro siempre de los cauces de su existencia cotidiana 4.

Son, en fin, dos libros escritos para exhortar a los discípulos de Cristo a transitar gustosamente por la vía de la identificación personal con el Maestro –vía de la santidad y del testimonio apostólico–, aleccionándoles, por una parte, a contemplar la objetiva belleza, divina y humana, de ese camino, y animándoles también, por otra, a esforzarse sin cansancio para alcanzar la meta. Por eso, aunque, en sentido estricto, no hayan sido pensados como complementarios, pueden ser considerados como tales y, en consecuencia, inseparables. Tales connotaciones aportan también, sin duda, un importante reclamo para el lector de cualquiera de los dos volúmenes, que posiblemente, leído uno de ellos, se sentirá también interesado en la lectura del otro, así como gratificado al comprobar la unidad que forman.

Las referidas cualidades –pensando ahora, más bien, en la presente edición crítico-histórica– nos permiten disponer asimismo de una valiosa clave de trabajo. Una vez que ha visto la luz la edición análoga de Es Cristo que pasa, es lógico que nos adentremos en el análisis literario, histórico y teológico del nuevo volumen teniendo en cuenta sus paralelismos con aquel.

b) Amigos de Dios: el libro y su contexto

Aquel primer volumen introducía al lector en la contemplación de los grandes misterios de la fe católica, en los que Dios, que nos ha creado para Él, nos entrega su Verdad y su Vida, y nos llama a abrazarlas filialmente. Transmitidos con fidelidad por la Iglesia, celebrados perennemente en su liturgia y establecidos como fundamento firme de la vida espiritual, los misterios revelados, meditados por san Josemaría en Es Cristo que pasa a la luz de la tradición doctrinal y magisterial de la Iglesia, y del espíritu fundacional del Opus Dei, representan una ardiente evocación de la llamada del cristiano a la santidad y al apostolado. El libro constituye, pues, en esencia, una intensa exhortación a poner la mirada en el Maestro, sin dejar que pase de largo, y a caminar junto a Él en medio de las cosas de cada día, adaptando nuestra vida al ritmo que marca la suya.

Ese es también el aire que se respira en Amigos de Dios, pero con un ligero cambio de perspectiva, pues, conocido y aceptado ya el camino, sus dieciocho homilías ilustran sobre el modo práctico de recorrerlo, que es el de imitar a Cristo en la práctica de la virtud. Son textos que, como escribe Álvaro del Portillo en la "Presentación" del libro, "trazan un panorama de las virtudes humanas y cristianas básicas, para el que quiera seguir de cerca los pasos del Maestro" 5. Se aprende en ellos a recorrer, con la ayuda inestimable de san Josemaría, la vía de la santidad en la vida ordinaria, cuya meta es la identificación con Cristo; vía abierta a todos pero, al mismo tiempo, personal y diversa para cada uno.

El contexto en el que se preparó este segundo volumen de homilías coincide en todo, globalmente considerado, con el de la elaboración del primero. Este hecho sugiere la conveniencia de prestar atención a ciertos aspectos histórico-biográficos de aquellos momentos, útiles para una adecuada comprensión de la génesis, naturaleza y contenido de ambos libros 6.

El principal de tales aspectos y, en cierto modo, la síntesis de todos ellos, radica, en mi opinión, en el hecho de que las dos obras –redactadas entre 1968 y 1975– pertenecen, desde el punto de vista cronológico, al periodo final de la vida de su autor, que coincide también con el de su ascenso a las vetas más altas de la unión con Jesucristo en la Cruz, y de su abnegado servicio a la misión fundacional encomendada, razón de su existir. Nunca se acabará de valorar suficientemente este hecho.

Los ocho años que transcurren entre junio de 1968, fecha de elaboración de la primera de las homilías incluidas más tarde en el libro Es Cristo que pasa, y junio de 1975, fecha del fallecimiento de san Josemaría, constituyen, en efecto, un entorno temporal de excepcional importancia para los estudios sobre la obra escrita del fundador del Opus Dei. Y en concreto, centrándonos en lo que ahora nos atañe, para captar en profundidad la intencionalidad de sus textos homiléticos. No habría inconveniente en sostener que aquel periodo, no breve, de años, al final de su vida, fue una de las etapas más duras, si no la mayor, de la existencia de san Josemaría, dada la amplitud y gravedad de las circunstancias dolorosas acumuladas. Dureza significa aquí sufrimiento moral, padecimiento espiritual y hasta físico, pero al mismo tiempo quiere decir –pues estamos hablando del padecer de un hombre de Dios, en la madurez de su identificación con la Voluntad divina– generoso abrazamiento con Jesucristo a la Cruz.

No era desconocida para san Josemaría, sino, por el contrario, muy personal e intensa, la experiencia de la Santa Cruz, contemplada y acogida con sentido filial, "como el punto central donde se apoya nuestra esperanza de unirnos al Señor" 7. Nunca le faltaron las tribulaciones, y sabía bien que "estar con Jesús es, seguramente, toparse con su Cruz" 8, o con otras palabras, que "donde está la Cruz, está Cristo, el Amor" 9. La lección la traía bien asimilada desde que, en 1931, en momentos particularmente duros –interna y externamente– de su vida, quiso el Señor grabar imborrablemente en su alma que "tener la Cruz es identificarse con Cristo, es ser Cristo, y por eso, ser hijo de Dios" 10.

La luz de esa certeza sobrenatural (tener la Cruz = ser Cristo = ser hijo de Dios), que iluminó de un modo nuevo e indeleble la vida sacerdotal y la tarea fundacional de san Josemaría, merecerá ser estudiada con atención en páginas posteriores, cuando nos refiramos a una de las categorías teológico-espirituales –el "sentido de la filiación divina"– más presentes en el libro. Pero ahora, para no alejarnos de lo que inmediatamente estamos tratando, nos quedamos con la idea de que el fundador anduvo siempre, por Voluntad de Dios, abrazado con alegría a la Cruz 11. Lema permanente de su vida fue la invocación: "In laetitia, nulla dies sine cruce! ", a la que aludía con frecuencia 12.

Si todo su caminar en la tierra se caracteriza por una intensa experiencia de la Cruz, que alcanza altísimas cotas en distintos momentos, esos años que estamos considerando (1968-1975), son particularmente significativos al respecto. Lo son, en primer lugar, por la intensidad y duración del padecimiento, que se extendió a lo largo y ancho de dicho periodo sin que se adivinara el final; pero también, por la condición de los acaecimientos en los que la Cruz se le hacía presente de modo muy vivo. Tales fueron, en primer lugar, los relacionados con la situación, complicada y duradera, que atravesaba la Iglesia en aquel tiempo inmediatamente posterior al Concilio Vaticano II; otros, en cambio, concernían de modo más directo a un aspecto central de la misión fundacional de san Josemaría, como era la deseada y entonces todavía inalcanzada forma canónica definitiva del Opus Dei. Y pesaban también, en fin, aunque para él careciesen de importancia, los sucesos referidos a su propia persona, seriamente afectada, en aquel periodo, por la enfermedad.

No es preciso detenerse ahora en detallar más esas circunstancias, generales o particulares, ampliamente descritas por otros en los lugares oportunos 13. Solo queremos poner de manifiesto que en aquellos años, coincidentes con los últimos de la existencia terrena de san Josemaría, su vivencia personal de la Cruz se hizo particularmente honda y severa. Fue para él un tiempo de alcanzar, como señalábamos antes, vetas altísimas de unión –enteramente dócil, en cuanto abnegada, y al mismo tiempo diligente, en cuanto activa– con la Voluntad divina, permisiva o dispositiva de tales acontecimientos. Y, por esa misma razón, fue también el tiempo en que se sintió impulsado por Dios a colmar hasta el extremo su entrega a los demás, por medio de un servicio pastoral, generoso cuanto extenuante, dirigido ante todo a proteger y estimular la fe y la vida cristiana de sus hijos 14, pero saliendo también al encuentro de las necesidades de todas las almas 15.

Quizás hayamos logrado expresar, con estos pocos trazos descriptivos, lo que nos proponíamos destacar acerca del contexto histórico y biográfico en que se elaboraron y se publicaron las homilías que componen Amigos de Dios, así como el propio libro. Como se habrá podido deducir de los párrafos anteriores, no nos interesaba tanto describir con detalle aquel escenario histórico-temporal, cuanto atraer la atención del lector hacia las disposiciones espirituales y pastorales que movían a san Josemaría a realizar aquellos trabajos, aun en medio de difíciles circunstancias personales. Ya lo habíamos sugerido en la "Introducción General" a la edición crítico-histórica de Es Cristo que pasa.

La idea es importante para situarse con cierto conocimiento de causa ante ambos volúmenes, y tratar de captar a través de sus páginas la intencionalidad apostólica con que fueron escritos, es decir, la solicitud por el bien de la Iglesia y de las almas que ardía en el corazón de su Autor. Son libros que vieron la luz con la finalidad de fortalecer la fe y la esperanza de los lectores, de suscitar en ellos el deseo de estar más cerca de Jesucristo, de tomarse en serio su vocación de cristianos 16, y de ayudarles a descubrir su llamada bautismal a la santidad.

Por su propia temática trascienden el tiempo y el espacio, como vemos que sucede con los textos de otros maestros espirituales, cuyo interés y eficacia perduran por encima de la época en que vieron la luz. Pero, al mismo tiempo, no se puede dejar de considerar que los dos libros han sido escritos y editados en un tiempo lleno de inconvenientes para un sereno desarrollo de la vida cristiana. Cierto es que las contrariedades son inherentes al ordinario caminar en seguimiento de Cristo, pero a veces las dificultades son objetivamente más graves. Y a los ojos de san Josemaría –ya entonces en los últimos años de su vida y en la cumbre de su lucha por la santidad–, las de aquellos momentos representaban un grave obstáculo para la felicidad terrena y eterna de los cristianos.

Es Cristo que pasa y Amigos de Dios son, pues, libros eminentemente apostólicos, concebidos desde una situación personal de paz y confianza en Dios, pero también de ardiente solicitud por la Iglesia y por la salvación de las almas, con un espíritu empapado de los sentimientos de Cristo.

2. Rasgos del proceso de elaboración

Al tratar del origen histórico del presente volumen es preciso distinguir entre los hechos y circunstancias de su elaboración, y los referidos a su primera edición. Unos y otros se encuentran situados en entornos temporales distintos, separados por un acontecimiento de singular relevancia como es el fallecimiento del Autor, ocurrido el 26 de junio de 1975. Esta fecha, al establecer una frontera entre el periodo de gestación de los dieciocho textos que componen el volumen (1973-1975), y el momento en el que, reunidos, ven la luz (diciembre de 1977), marca también con fuerza la historia interna del libro con un "antes" y un "después", que solicitan nuestra atención. Se trata de una característica peculiar de Amigos de Dios, como primera de las obras de san Josemaría de edición póstuma.

En realidad, a causa de su fallecimiento, no solo fue póstuma la primera edición del libro, sino también la previa publicación por separado, en diversos medios de todo el mundo, de más de la mitad de las homilías que lo componen. Ocho de estas habían visto la luz en vida del Autor, pero las diez restantes, aunque las dejó acabadas, solo llegaron a la imprenta después de su muerte 17. Referiremos más detenidamente estos aspectos en apartados posteriores, pero resulta útil fijar ya desde este momento sus elementos básicos.

a) Un doble conjunto de textos

Como se acaba de indicar, Amigos de Dios está formado por dos grupos de homilías que, junto a la plena identidad de sus características literarias, teológicas, etc., presentan la diferencia de haber sido editadas por separado antes o después del 26 de junio de 1975. Estos son los dos grupos:

Editadas antes del 26-VI-1975

1. Humildad, marzo 1973
2. Vida de fe, abril 1973
3. Virtudes humanas, abril 1973
4. El tesoro del tiempo, mayo 1973
5. Para que todos se salven, mayo 1973
6. Vida de oración, julio 1973
7. Hacia la santidad, julio 1973
8. Madre de Dios, Madre nuestra, agosto 1973

Editadas después del 26-VI-1975

9. La libertad, don de Dios, marzo 1976
10. Con la fuerza del amor, abril 1976
11. El trato con Dios, junio 1976
12. Porque verán a Dios, junio 1976
13. La esperanza del cristiano, julio 1976
14. Trabajo de Dios, mayo 1977
15. Vivir cara a Dios y cara a los hombres, junio 1977
16. La grandeza de la vida corriente, noviembre 1977
17. Tras los pasos del Señor, diciembre 1977
18. Desprendimiento, diciembre 1977

Las ocho homilías del primer grupo, previstas desde el inicio para el "segundo volumen" 18, fueron publicadas, como se ve en el cuadro, en 1973, después de que estuviera en la calle la primera edición de Es Cristo que pasa (marzo de 1973). San Josemaría, como había sucedido con las homilías de aquel primer volumen, además de elaborar detenidamente su contenido siguió también de cerca el proceso de la primera edición de estas otras en castellano, y pudo conocer también la publicación de algunas en diversas lenguas 19. No puede decirse, obviamente, lo mismo de las diez homilías del segundo grupo, al menos por lo que se refiere a su publicación, pues no llegó a ver ninguna ya editada.

Por razones puramente técnicas, propias de una edición crítica como la presente, cabe plantearse ante este segundo grupo un interrogante legítimo y, en cierto modo, inevitable, pues estamos trabajando sobre textos escritos y muy elaborados, que se comienzan a publicar varios meses después del fallecimiento de su Autor, y casi dos años y medio más tarde del último de los que él publicó en vida. El interrogante es este: ¿la distinción entre ambos conjuntos de homilías radica solo en la diversa época en que fueron editadas –anterior o posterior, respectivamente, al fallecimiento de san Josemaría–, o deben ser tenidos en cuenta también otros aspectos? Más en concreto, ¿podría haber además entre ambos grupos alguna diferencia en cuanto al proceso de elaboración?

Encierran esas preguntas una cuestión importante de cara al desarrollo de nuestro trabajo, que era preciso abordar desde el primer momento, y que suena así: ¿alcanzó san Josemaría a dejar acabadas –es decir, no solo escritas sino también revisadas para su inmediata publicación– las dieciocho homilías del "segundo volumen"?

Como vamos a ver, la respuesta es afirmativa en ambos aspectos por lo que se refiere a catorce de las homilías; lo es solo, en cambio, parcialmente para las cuatro restantes, pues, aunque ya escritas, el Autor no pudo llegar a realizar la última revisión previa a la publicación.

b) Proceso de composición

A decir verdad, a falta de mejores datos, la posibilidad de que el Autor no hubiera podido dejar preparado para la edición alguno de los textos que no alcanzó a ver publicados en vida, no parecía prima facie ilógica. De hecho, en los primeros pasos de preparación de este volumen, antes de trabajar con los documentos archivados, era una idea a considerar. Cabía plantear, en efecto, el supuesto, aunque fuese apriorístico, de que el Autor no hubiera podido hacer la última revisión de alguna de esas diez homilías póstumas, y que otras personas –en términos generales, sus principales colaboradores en todos los aspectos, el hoy beato Álvaro del Portillo y Mons. Javier Echevarría– hubieran llevado a término la finalización del trabajo. En realidad, como se pudo comprobar más tarde, se trataba de una suposición ajustada a los hechos.

El primer dato a tener en cuenta vino sugerido por la relectura, casual pero sugerente, de unas palabras de san Josemaría 20, que se remontaban al 10 de abril de 1974, pronunciadas durante un encuentro con sacerdotes del Opus Dei, que habían acudido a Roma acompañando a grupos de universitarios de todo el mundo (más de dos mil), participantes en un Congreso organizado por el "Istituto per la Cooperazione Universitaria" (ICU) 21. En aquella reunión, con motivo de la pregunta de uno de los asistentes, san Josemaría aludió por extenso al tema de la libertad, tan presente siempre en sus palabras y en sus escritos, y, como de pasada, hizo también referencia –en la que se encerraba un dato valioso– a un aspecto del trabajo que realizaba en aquellos días. Entre otras cosas dijo: "Esa avalancha vuestra –los dos mil y pico que habéis venido– me ha cogido corrigiendo una homilía sobre la libertad. Es una palabra que tengo en el corazón, en la boca y en las obras. Sin libertad no podemos agradar a Dios; sin libertad no podemos obtener el cielo; sin libertad no podemos amar; sin libertad somos como una cosa: la razón no nos serviría para nada. In libertatem gloriae filiorum Dei! (Rom VIII, 23). Pues ahí está esa homilía: muerta de risa en la habitación de D. Álvaro 22. Querría teneros siempre al lado, pero en cuanto os marchéis, continuaré, porque quiero mandar seis u ocho homilías para que editen otro tomito en España. Una de ellas es esta sobre la libertad. ¡Otra vez la libertad! Porque no existe en ningún sitio" 23.

Leídas en el contexto de la preparación de la edición crítico-histórica del libro, esas palabras ofrecían datos útiles para orientar el trabajo. Ante todo, permitían conocer que san Josemaría, ya en los primeros meses de 1974, tenía redactado y estaba acabando de retocar ("corrigiendo", dice él), el texto de una de las homilías que aparecieron luego póstumamente (La libertad, don de Dios). Sabemos que se trata de esta por ser la única de las suyas que se conserva sobre ese tema. Conociendo además que deseaba poner pronto en la calle un "segundo volumen" de homilías, era razonable suponer que tuviera también redactado por entonces (o en avanzado proceso de elaboración) el texto de esas otras "seis u ocho homilías" a las que hacía mención 24, que deseaba enviar a España. En todo caso, si más de un año antes de su tránsito de este mundo tenía avanzada esa tarea, la cuestión a estudiar se centraba en saber el estado en que se encontraba el texto cuando le sorprendió la muerte.

En la documentación que se conserva sobre esos diez escritos escasean los datos acerca de su proceso de elaboración –eso mismo sucede respecto a las ocho homilías publicadas en vida del Autor 25–, por lo que no podemos dar una respuesta directa e inmediata a esa pregunta. El mismo método de trabajo seguido por san Josemaría en la elaboración de estos escritos –diversas revisiones y correcciones, mecanografiando siempre de nuevo la copia corregida y destruyendo la precedente–, da razón de la poca información que se tiene del estadio del texto anterior al original definitivo, destinado a la imprenta 26. Solo se conserva, normalmente, una copia mecanografiada de la última redacción. Pero la escasez de datos no significa carencia total, y los que tenemos a disposición son suficientes para establecer una línea de respuesta a la pregunta planteada.

No es preciso que nos detengamos en las ocho homilías publicadas en vida, aunque las tengamos como punto de referencia, pues sus originales mecanografiados brindan información útil, si bien indirecta, para el caso de las diez de edición póstuma. Tal información proviene del hecho de que, en esos originales (copia final del texto), se advierte en ocasiones alguna corrección autógrafa postrera, realizada por san Josemaría antes de enviar esos folios a la imprenta, que ha quedado incorporada así al texto sin necesidad de mecanografiarlo otra vez. A veces, ese tipo de corrección ulterior se halla incluso en ejemplares ya editados 27. Esas huellas postreras son signos inequívocos de que los textos, como sabemos, han sido trabajados atentamente por el Autor. Si también pudieran encontrarse trazas de ese tipo en los originales mecanografiados de las homilías póstumas, la cuestión que estamos tratando quedaría resuelta.

Pues bien, lo cierto es que en dichos originales, examinados atentamente, pueden hallarse signos redaccionales análogos –en algún aspecto semejantes pero también, al mismo tiempo, distintos– a los descritos. La mayor diferencia consiste en el hecho de que ninguno de esos originales presenta correcciones autógrafas de san Josemaría. La semejanza, en cambio, se apoya en la evidencia de que, sobre algún pasaje de esos originales definitivos, han sido introducidas correcciones de última hora (sustituciones de palabras o de párrafos), aunque no sobreañadidas a mano –solo queda rastro manuscrito de algún cambio de palabra aislada, pero no escrita, sin embargo, por la mano del Autor– sino mecanografiadas aparte y pegadas, tapándolo, sobre el texto anterior 28.

Al tratarse de escritos originales de san Josemaría, se debe excluir de entrada –dada la solicitud manifestada, desde el inicio en el Opus Dei, en transmitir con total fidelidad lo escrito o dicho por el fundador–, que esas correcciones mecanografiadas y pegadas sobre un texto anterior procediesen de alguien que no fuera el mismo Autor. Nadie, como es lógico, osaría introducir variaciones en un texto de ese tipo. Una confirmación de la delicadeza con que se trataban estos escritos se puede ver –lo consignamos a modo de ejemplo– en una comunicación, fechada en 1976, que el Consejo General remite a la Comisión Regional de España, acerca de evitar eventuales variaciones, aun levísimas, en los textos de san Josemaría. La Comisión, que se ocupaba de gestionar la primera edición en castellano de los originales, había informado de algunas erratas encontradas, y sugería corregirlas. La respuesta de Roma dice así: "Debéis seguir indicando las posibles erratas de máquina que encontréis; pero tened presente que no se trata de sugerir modificaciones ni retoques, que no podemos hacer por tratarse de escritos originales de nuestro Padre. Ya se entiende que si por el contexto se nota que falta una palabra, debéis advertírnoslo: aunque aquí leemos varias veces las Homilías, puede suceder que se nos escape una errata" 29. El criterio así comunicado y confirmado –pues ya era vigente en las ediciones de anteriores escritos de san Josemaría– es claro: "por tratarse de escritos originales" del fundador, son intocables, y no admiten "modificaciones ni retoques".

Sin embargo, como decimos, se advierte que en algunos originales mecanografiados de esas diez homilías han sido realizadas algunas correcciones –pegando encima otro texto, también mecanografiado–, pero no se aprecia rastro alguno, por pequeño que fuere, de la letra inconfundible de san Josemaría. Si esas correcciones fueron introducidas por él, pues nadie que no fuera él se hubiera atrevido a modificar mínimamente el texto, ¿cómo explicar que, a partir de agosto de 1973 (fecha de publicación de la última de las homilías editadas en vida), no quede huella alguna de su mano en ningún original?

En realidad, ese espacio temporal se puede precisar mejor. Sabemos por labios de san Josemaría, como hemos señalado más arriba, que en abril de 1974 estaba trabajando en algunos textos que quería enviar a la imprenta para editar, junto a los ocho publicados en 1973, el segundo volumen de homilías. Uno de esos textos, mencionado como de paso con motivo de estar refiriéndose al tema de la libertad, lo tenía ya acabado en esa fecha (lo estaba corrigiendo); podemos situar, por tanto, su periodo de elaboración (sin entrar por ahora en mayores precisiones) entre el verano de 1973 y el mencionado mes de abril de 1974. Pensamos que lo mismo debe decirse de las otras homilías inéditas, que en abril de 1974 estaban sobre su mesa de trabajo. La redacción de todas ellas, a falta de la revisión final, debió de estar acabada en dicho mes. ¿En qué datos basamos esta afirmación?

Se puede constatar con la documentación pertinente, que a comienzos del verano de 1973, concretamente el 4 de junio, san Josemaría había enviado a España, para que fuese editado, el texto de la homilía Madre de Dios y Madre nuestra (octava de las previstas para el nuevo volumen, y última de las editadas en vida 30), y podemos suponer que desde entonces estaba preparando los restantes. Esa preparación y finalización de la redacción de los textos no pudo alargarse, sin embargo, más allá del mes de abril de 1974, pues a comienzos de mayo emprende san Josemaría un largo viaje pastoral, que le conduce primero a España; inmediatamente después, desde el 22 de mayo al 1 de septiembre, a diversos países de América; y, finalmente, de nuevo a España, donde permanece hasta el día 30 de septiembre de 1974, en que regresa a Roma 31.

Estos datos permiten sostener que, al menos desde mayo hasta octubre de 1974, no pudo disponer materialmente de tiempo para trabajar en las homilías que faltaban para el segundo volumen. Pero tampoco pudo hacerlo en los nueve meses sucesivos (octubre-diciembre de 1974 y enero-junio de 1975), pues, como documentan las narraciones biográficas 32, ese periodo fue escenario, para san Josemaría, de graves dificultades de salud –entre otras, de pérdida de visión–, arrastradas de meses anteriores y poco compatibles con la tarea de escribir. Además, hubo de realizar por entonces un nuevo viaje pastoral a América (febrero de 1975), y otro a España (mayo de 1975). Los hechos sugieren, pues, con bastante verosimilitud, que en todo el periodo comprendido entre abril de 1974 y junio de 1975 habría sido difícilmente posible que san Josemaría ultimara algún nuevo texto homilético.

Sin embargo, como sabemos, había estado ocupándose de esa tarea hasta abril de 1974, y en prácticamente todos los originales definitivos hay signos ciertos de correcciones, no autógrafas sino mecanográficas, añadidas por el método de pegar encima. Esto conduce a pensar que los textos de todas las homilías póstumas tendrían que haber sido redactados antes de mayo de 1974, aunque aún faltase realizar la última lectura y revisión –en la que se introdujeron evidentes retoques–, previa a la publicación del texto.

Ante la falta de documentación al respecto, el redactor de esta edición crítico-histórica consultó oralmente la cuestión con Mons. Javier Echevarría, obispo y prelado entonces del Opus Dei, que junto con el ahora beato Álvaro del Portillo había sido inmediato colaborador de san Josemaría. En una reunión en Roma, que tuvo lugar el día 24 de junio de 2014, Mons. Echevarría confirmó cuanto sigue:

a) San Josemaría había dejado, en efecto, ultimadas las 18 homilías que forman el libro Amigos de Dios, tanto las ocho que habían sido publicadas por separado antes de su fallecimiento, como las diez que vieron la luz después. Sin embargo, no pudo participar en la revisión final –previa a la edición– de cuatro de estas últimas.

b) En el proceso final de revisión del texto de las homilías que luego no pudo ver editadas en vida, san Josemaría solo señalaba oralmente a Mons. del Portillo y a Mons. Echevarría los eventuales cambios. En aquel periodo, puesto que padecía serias dificultades de visión, sus dos colaboradores le iban leyendo el texto y él indicaba oralmente algún último y pequeño retoque, del que ellos tomaban nota para proceder luego a inserirlo, mecanografiado, sobre lo anterior. Esa es la razón de que no haya trazo material de correcciones autógrafas. Este proceso pudo realizarse con normalidad hasta los primeros meses de 1974, pero no hubo tiempo de realizarlo por completo con las diez homilías inéditas; cuatro de ellas quedaron por revisar 33. Fue Mons. Álvaro del Portillo quien se encargó de la revisión final de esos cuatro textos, con la ayuda del propio Mons. Echevarría y de otros, en especial de Ignacio Carrasco, que trabajaba entonces en las oficinas del Consejo General 34.

c) Señaló asimismo, por último, otro dato importante de cara a esta edición crítica, al que volveremos más tarde: tanto en el proceso de publicación póstuma de esas diez homilías por separado, como en el de la primera edición del libro, las decisiones por así decir "editoriales" (tipografía, láminas, portadas, índices, etc.) fueron también asumidas por Mons. Álvaro del Portillo, secundado por las personas antes citadas.

Estas informaciones, y en particular las que hemos incluido en el párrafo b), daban respuesta a la pregunta que teníamos planteada, y cuya solución intuíamos sin poderla probar. Con eso teníamos también la seguridad de que –no obstante el doble periodo de edición de las dieciocho homilías– Amigos de Dios podía ser considerado un todo unitario, como lo había proyectado su Autor, y podíamos proseguir analizándolo como tal.

3. Cualidades compartidas con Es Cristo que pasa

a) El modelo del primer volumen de homilías

San Josemaría deseaba que la nueva compilación de homilías, que tenía pensada ya desde antes de publicar la primera 35, siguiese en todo el modelo establecido con esta. La misma denominación genérica de "segundo volumen", utilizada para nombrarlo desde el primer momento 36, antes de darle un título definitivo, es indicativa del paralelismo que se quería guardar con aquel "primer volumen", mantenido luego hasta en los más pequeños detalles, gracias a las indicaciones de Álvaro del Portillo 37. Este hecho nos induce a mantener como guía de trabajo, en la presente edición crítico-histórica, el esquema utilizado al realizar la de Es Cristo que pasa.

Centramos ahora la atención en los elementos comunes a ambos volúmenes (recordando la metodología de trabajo con que han sido elaborados, y describiendo algunas de las cualidades generales que comparten 38), para ocuparnos en el siguiente apartado de algunos aspectos particulares de Amigos de Dios.

El método de trabajo con que han sido elaboradas las dieciocho homilías de este volumen no difiere en nada del seguido en el caso anterior. Los materiales utilizados por san Josemaría para redactarlas proceden, salvo en alguna ocasión, de la predicación que, bajo distintas formas (meditaciones, clases de formación espiritual y apostólica, comentarios o explicaciones sobre la doctrina católica o sobre el espíritu de Opus Dei, etc.), había desarrollado, especialmente en Roma, entre los años 1946 y 1975. Se conserva abundante documentación al respecto, gracias a los testimonios dejados por los oyentes –que, además de tomar notas personales, las confrontaban luego con las de otros, y reconstruían entre varios el texto–, pero también por las grabaciones magnetofónicas realizadas a partir de mediados de los años 60 39.

Cuando san Josemaría quería preparar una de sus homilías, sobre un determinado punto, partía normalmente de esos materiales precedentes (a veces, sin embargo, escribía directamente un texto sin apoyarse en nada previo), y procedía a reelaborarlos a fondo por escrito, pasando luego el texto a sus ayudantes para que lo mecanografiasen y volviesen a presentárselo 40. Tornaba entonces a trabajar sobre la nueva versión, y tras retocarla convenientemente, introduciendo cambios y correcciones autógrafas, solicitaba una nueva copia mecanográfica, que se le hacía llegar, destruyendo siempre por indicación suya la anterior, para evitar confusiones. Ese proceso solía alcanzar un número discreto de revisiones y versiones (entre ocho y diez de media, según narran los mecanógrafos 41).

b) Un libro profundamente bíblico, cristocéntrico y mariano

Las tres cualidades mencionadas en el título, son en verdad propias de Amigos de Dios porque lo son, previamente, de su fuente originaria: la predicación oral de san Josemaría, testimonio fiel, a su vez, de una vida de oración enraizada en la Palabra de Dios, centrada en la identificación con Cristo y siempre filialmente referida a María. Sobre los tres aspectos existe una amplia bibliografía 42.

El uso de la Sagrada Escritura en estas homilías es, por decirlo así, sustantivo, no accidental o instrumental. San Josemaría construye la exposición de su doctrina espiritual sobre, y desde, el fundamento firme de una meditación personal de los Libros inspirados, recibidos en la fe de la Iglesia, leídos y asimilados de acuerdo con la gran tradición católica 43, y particularmente discernidos –como sucede con los santos fundadores– a la luz de su propio carisma. Si cuantioso es, en las dieciocho homilías, el número de referencias bíblicas, en especial del Nuevo Testamento 44, más significativo es comprobar –como ha señalado Álvaro del Portillo– que la mirada contemplativa de san Josemaría descubre en el Texto sagrado "luces nuevas, aspectos que durante siglos habían permanecido velados" 45. Tendremos ocasión de resaltarlo, oportunamente, en la Segunda Parte del presente volumen.

El centro de atención de estas homilías, foco de luz que todo lo ilumina y embellece, es Jesucristo. En Él, en su Humanidad Santísima, Modelo único y Camino necesario para llegar al Padre, está permanentemente fijada la mirada de san Josemaría 46. De Él hablan sin cesar estas páginas, en las que, además de como Dios y Señor nuestro, es contemplado –en un libro como este, dedicado al progreso en la vía de la santidad a través de la práctica de las virtudes– como Maestro que nos enseña, tanto con sus palabras como con sus obras, a vivir como hijos de Dios.

Este intenso cristocentrismo espiritual, este mirar sin cesar a Jesús para imitar su existir terreno (el vivir del Dios hecho hombre), y aprender así, por tanto, a comportarse, en cualquier circunstancia, como hijos de Dios, es el argumento que subyace en todas las páginas del libro 47. Una vida cristiana virtuosa, viene a decirnos san Josemaría, solo puede consistir en el empeño personal por identificarse, paso a paso, con los sentimientos y con el obrar filial, generoso y fraterno de Jesús. Lo ha sintetizado perfectamente el beato Álvaro del Portillo con unas palabras, que ya antes hemos recordado: "Estas dieciocho homilías trazan un panorama de las virtudes humanas y cristianas básicas, para el que quiera seguir de cerca los pasos del Maestro" 48. De ahí, también, la reiterada exhortación de estas páginas –un verdadero leitmotiv– a imitar el ejemplo del Señor 49.

A la par que cristocéntrica, la vida espiritual de san Josemaría puede ser descrita como enteramente mariana, y así también su enseñanza 50. Amigos de Dios es una prueba patente. Integrada en la piedad mariana tradicional y en la doctrina magisterial –y en dependencia de ellas–, su doctrina mariológica muestra una estructura básica forjada en torno a la maternidad divina de María, a su maternidad espiritual y a su mediación universal.

La clave teológica de fondo es la íntima dependencia del misterio de María respecto del misterio de Cristo, mientras que la clave espiritual brota, principalmente, de la vida contemplativa del Autor. San Josemaría mira a la Virgen (su figura materna, su fidelidad a los designios de Dios, su misión dentro de la economía salvífica), desde la luz que procede del misterio de salvación realizado en la historia por Jesucristo, Hijo de Dios hecho Hombre, único Redentor del mundo. De ahí la centralidad, en sus homilías marianas y en sus demás textos, de la referencia a la maternidad de María y a la eficaz mediación de la Madre ante el Hijo en el desarrollo efectivo de la obra redentora a lo largo la historia.

La viva consideración de esas verdades es paralela a una constante llamada a contemplar también a la Virgen en su existencia cotidiana, orientada en todo, como la de Jesús, al cumplimiento de los designios del Padre, y santificada día a día a través de la fidelidad a la vocación recibida 51. La observación del trabajo de María en el hogar de Nazaret 52, la perfecta realización de sus obligaciones familiares y sociales, su atención solícita en el cuidado de las cosas más pequeñas, su espíritu de servicio con todos, su amparo a la Iglesia naciente…, constituyen en los textos de san Josemaría algo más que exhortaciones espirituales. Han de entenderse, más bien, a la luz de su espíritu, como verdaderas páginas mariológicas, contemplación del misterio teológico latente en la vida santa de María, primera imitadora de su Hijo en todos esos aspectos de la cotidianidad santificada.

"La criatura más excelente que ha salido de las manos de Dios" 53 es también excelente Maestra en el arte de seguir sinceramente a su Hijo 54. Imitarla en el ejercicio de las virtudes (el modelo de su pureza, su humildad, su reciedumbre, su generosidad, su fidelidad, su amor, su obediencia… 55), de manera que "sepamos divinizar nuestra existencia ordinaria" 56, es un principio basilar de la enseñanza espiritual de san Josemaría, y de su espíritu apostólico 57.

c) Un libro universalmente difundido

Al igual que Es Cristo que pasa, también Amigos de Dios nace y se difunde con el signo de la universalidad de la vocación del cristiano a la santidad y al apostolado en la vida ordinaria, sin salir del lugar que cada uno ocupa en medio de la sociedad. "La meta que os propongo –mejor, la que nos señala Dios a todos– no es un espejismo o un ideal inalcanzable: podría relataros tantos ejemplos concretos de mujeres y hombres de la calle, como vosotros y como yo, que han encontrado a Jesús que pasa quasi in occulto (cfr. Ioh VII, 10) por las encrucijadas aparentemente más vulgares, y se han decidido a seguirle, abrazados con amor a la cruz de cada día" 58. La meta es la santidad, que "se alcanza cumpliendo con amor de Dios el trabajo, las obligaciones de cada día, que casi siempre se componen de realidades menudas" 59, "santidad en las tareas ordinarias, santidad en las cosas pequeñas, santidad en la labor profesional, en los afanes de cada día…; santidad, para santificar a los demás" 60.

San Josemaría se dirige a las innumerables personas cristianas que viven y "luchan al aire libre, en las más diversas situaciones de la vida" 61, hombres y mujeres que están en medio del mundo porque ese es su sitio, el lugar donde Dios ha querido colocarlos. Ahí están llamados a vivir de fe, esperanza y amor. Ahí también "se despliegan las virtudes humanas: la prudencia, la veracidad, la serenidad, la justicia, la magnanimidad, la laboriosidad, la templanza, la sinceridad, la fortaleza, etc.", pues "el santo no nace: se forja en el continuo juego de la gracia divina y de la correspondencia humana" 62.

La universalidad de los destinatarios del libro ha estado acompañada, desde su primera edición, por la universalidad de su difusión por el mundo, hecho que debe ser considerado –de manera análoga a lo sucedido con el anterior volumen de homilías– como un elemento integrante de su historia. En sus primeros cuatro años de vida (diciembre 1977 - junio 1981) aparecieron ediciones en seis idiomas: castellano (Amigos de Dios, Madrid, Rialp, 1977); italiano (Amici di Dio, Milano, Ares, 1978); portugués (Amigos de Deus, São Paulo, Quadrante, 1979; Lisboa, Prumo, 1980); alemán (Freunde Gottes, Köln, Adamas, 1979); inglés (Friends of God, London, Scepter, 1981); francés (Amis de Dieu, Paris, Fayard, 1981). Desde 1981 a 2018, ha sido traducido y editado en otras diecisiete lenguas (japonés, holandés, finés, catalán, polaco, checo, chino, sueco, croata, ruso, eslovaco, árabe, lituano, estonio, rumano, esloveno y coreano) 63.

4. Líneas estructurales de fondo

a) Líneas comunes a los dos volúmenes de homilías

La contribución de san Josemaría a la misión y a la santidad de la Iglesia consiste, esencialmente, en una realidad compuesta de tres elementos interdependientes: su vida santa, la Obra por él fundada y la dinámica de santidad que, a través del trabajo apostólico del Opus Dei, se difunde en el pueblo cristiano, en todos los estratos de la sociedad. Para comprender mejor la naturaleza de esa aportación, y razonar sobre ella, es necesario evitar toda separación entre la persona del fundador y el cumplimiento de su misión eclesial. Lo ha puesto de manifiesto, con singular autoridad, Álvaro del Portillo al señalar que la entera biografía de san Josemaría solo puede ser entendida dentro del designio divino que lo configuró como instrumento idóneo para recordar a la humanidad lo que Dios había grabado en su alma 64.

Por voluntad divina, san Josemaría ha sido, inseparablemente, sacerdote, fundador y maestro de vida cristiana, cualidades que se reflejan en todos sus escritos, y más en concreto en sus dos volúmenes de homilías, como grandes líneas estructurales de fondo.

Es Cristo que pasa y Amigos de Dios son, en efecto:

– Libros escritos por un sacerdote, llenos en todas sus páginas de honda intencionalidad pastoral; portadores de sólidas orientaciones espirituales y morales, y de una enseñanza de carácter práctico, que promueve el ideal cristiano por excelencia: alcanzar la santidad, a la que están llamados todos los bautizados, y participar activamente en la obra evangelizadora de la Iglesia. Son también, por eso mismo, unos libros abiertos a todos, en los que cualquier discípulo del Señor puede encontrar luces e impulso para seguirle fielmente, dentro del propio camino y estado de vida 65.

– Libros escritos por un fundador, en quien todo lo personal es completamente inseparable de la misión fundacional encomendada. Por decirlo brevemente, san Josemaría quiere hacer partícipe al lector, en estas obras, del dinamismo de su espíritu de santificación en la existencia cotidiana, a través del trabajo y demás actividades ordinarias, sin salir del lugar que cada uno ocupa en el mundo.

– Libros escritos por un maestro de vida cristiana, y, como tales, obras de doctrina teológico-espiritual profunda y de enseñanza ascética atractivamente presentada, que ayudan a conocer mejor la vía de la identificación con Cristo a través del ejercicio de las virtudes. Como ya ha sido indicado, están orientados a servir de guía y ayuda espiritual y apostólica a todos los discípulos de Cristo, en especial aquellos que se desenvuelven en medio de las tareas seculares de la sociedad.

b) Aplicación particular a Amigos de Dios

b.1) Un libro escrito por un sacerdote

No solo en sus dos volúmenes de homilías, sino en todas las obras escritas por san Josemaría, debe ser destacada, como nota característica, la que indica el título de este apartado: son, por encima de todo, obras escritas por un sacerdote. El hecho de ser sacerdote de Jesucristo era, para el santo fundador, el don más grande que de Dios había recibido, contemplado también por él, en consecuencia, como el título más alto que pudiera aplicarse de su persona.

Todo en él está íntimamente marcado por la condición sacerdotal. La Providencia divina le condujo claramente por ese camino, y en el terreno sacramental y ministerial encontrarán asiento firme las demás gracias que se le concedieron y las responsabilidades que se le encomendaron, todas al servicio de su misión y de su paternidad espiritual 66. Sacerdotales, y colmadas en consecuencia de sentido pastoral, serán sus acciones y sus palabras; sacerdotales serán asimismo todos sus libros, como el que ahora consideramos.

Es también usual que, en estas obras –escritas en un clima de amor a Dios y a los hombres, y editadas no por razón de notoriedad sino por afán de servicio–, aluda san Josemaría a su condición. Tales referencias a su sacerdocio, directas y casi siempre explícitas –alguna vez también implícitas–, realizadas con la naturalidad que procede del propio conocimiento y de la gratitud al Señor por ser ministro suyo, han de ser tenidas en cuenta por el lector como un primer recordatorio acerca de la naturaleza y la finalidad del texto, y por ende como una de sus claves de lectura (las otras son las ya mencionadas cualidades de fundador y de maestro espiritual). Cuando un autor no solo es sacerdote, sino que lo recuerda en sus textos y, en cierto modo, lo subraya al redactar algunos de los párrafos en primera persona, nos está ofreciendo también una tácita información acerca del ánimo con que los ha escrito, y comunicando una clave explicativa de fondo. Nos está diciendo implícitamente que es un libro escrito para los demás, con voluntad de avivar su trato con Dios y acercarles más a Él; un libro concebido para fortalecer en todos la certeza y la práctica de la fe, para irradiar el ideal cristiano de la santidad.

Esta es la perspectiva desde la que están redactadas las homilías de Amigos de Dios y el libro en su conjunto, como lo ponen de manifiesto las referencias explícitas de san Josemaría a su condición sacerdotal. Nos limitamos a transcribir algunas, a modo de ejemplo, sin necesidad de comentarlas.

* En relación a la propia condición personal

– "Vienen ahora a mi memoria mis viajes a los frentes de batalla durante la guerra civil española. Sin contar con medio humano alguno, acudía donde se encontraba cualquiera que necesitara de mi labor de sacerdote" 67.

– "Pensad lo que prefiráis en todo lo que la Providencia ha dejado a la libre y legítima discusión de los hombres. Pero mi condición de sacerdote de Cristo me impone la necesidad de remontarme más alto, y de recordaros que, en todo caso, no podemos jamás dejar de ejercitar la justicia, con heroísmo si es preciso" 68.

– "Quizá alguno piense que soy un ingenuo. No me importa. Aunque me califiquen de ese modo, porque todavía creo en la caridad, os aseguro que ¡creeré siempre! Y, mientras Él me conceda vida, continuaré ocupándome –como sacerdote de Cristo– de que haya unidad y paz entre los que, por ser hijos del mismo Padre Dios, son hermanos" 69.

* En relación con su experiencia pastoral

– "Mi experiencia de hombre, de cristiano y de sacerdote me enseña [que] no existe corazón, por metido que esté en el pecado, que no esconda, como el rescoldo entre las cenizas, una lumbre de nobleza" 70.

– "¡Qué seáis muy niños! Y cuanto más, mejor. Os lo dice la experiencia de este sacerdote, que se ha tenido que levantar muchas veces a lo largo de estos treinta y seis años (…), que lleva tratando de cumplir una Voluntad precisa de Dios" 71.

– "Pues en este reino de los hombres –les comentaba con la experiencia que provenía de mi abundante labor como sacerdote–, para una persona normal, el tema del sexo ocupa un cuarto o un quinto lugar" 72.

* En relación con su predicación

– "Querría, en confidencia de amigo, de sacerdote, de padre, traeros a la memoria en cada circunstancia que nosotros, por la misericordia de Dios, somos hijos de ese Padre Nuestro, todopoderoso, que está en los cielos y a la vez en la intimidad del corazón. (…) Permitidme que, una vez más, os manifieste una partecica de mi experiencia personal" 73.

– "Si queréis aprender de la experiencia de un pobre sacerdote que no pretende hablar más que de Dios, os aconsejaré que cuando la carne intente recobrar sus fueros perdidos o la soberbia –que es peor– se rebele y se encabrite, os precipitéis a cobijaros en esas divinas hendiduras que, en el Cuerpo de Cristo, abrieron los clavos que le sujetaron a la Cruz, y la lanza que atravesó su pecho" 74.

* En relación con su trabajo fundacional

– "Allá por los primeros años de la década de los cuarenta, iba yo mucho por Valencia. No tenía entonces ningún medio humano y, con los que –como vosotros ahora– se reunían con este pobre sacerdote, hacía la oración donde buenamente podíamos, algunas tardes en una playa solitaria" 75.

– "Ahora comprenderéis todavía mejor que si alguno de vosotros no amara el trabajo, (…) no llegaría jamás a calar en la entraña sobrenatural de la doctrina que expone este sacerdote" 76.

– "Después de confirmaros que este sacerdote os quiere mucho y que el Padre del Cielo os quiere más, (…) considero que he de ayudaros a amar a Jesucristo y a la Iglesia, su rebaño, porque en esto pienso que no me ganáis: me emuláis, pero no me ganáis" 77.

– "No me he cansado nunca y, con la gracia de Dios, nunca me cansaré de hablar de oración. Hacia 1930, cuando se acercaban a mí, sacerdote joven, personas de todas las condiciones (…), que intentaban acompañar más de cerca al Señor, les aconsejaba siempre: rezad" 78.

Junto a todas esas referencias explícitas a su condición sacerdotal, se hallan también otras implícitas, en las que puede entreverse sin dificultad ese mismo espíritu 79. Quizás pudieran bastar estos pasajes reseñados para atestiguar lo que estamos sosteniendo, esto es, que Amigos de Dios es un libro escrito para todos por un sacerdote de Jesucristo, y que esta es la primera de sus claves de intelección. Sin embargo, como es lógico, hay muchos más argumentos sobre lo mismo.

Un dato elocuente al respecto es la frecuente mención en estas páginas –como es propio de la buena predicación sacerdotal– del primado de la gracia en la lucha cristiana 80, y de la correspondencia personal para conseguir la victoria 81, poniendo con fe los medios sobrenaturales 82, sin que la plena confianza en Dios dispense de poner todos los medios humanos 83.

Un segundo dato, asimismo expresivo, acerca de lo mismo –y no añadiremos otros por ahora–, viene dado por la atmósfera de oración, que llena todo el libro, y por el celo sacerdotal con que el Autor estimula en sus páginas a mantener una relación próxima, de verdadera amistad, filial, con Dios. Baste un ejemplo por todos: "No es cristiano pensar en la amistad divina exclusivamente como en un recurso extremo. ¿Nos puede parecer normal ignorar o despreciar a las personas que amamos? Evidentemente, no. A los que amamos van constantemente las palabras, los deseos, los pensamientos: hay como una continua presencia. Pues así con Dios. Con esta búsqueda del Señor, toda nuestra jornada se convierte en una sola íntima y confiada conversación. Lo he afirmado y lo he escrito tantas veces, pero no me importa repetirlo, porque Nuestro Señor nos hace ver –con su ejemplo– que ese es el comportamiento certero: oración constante, de la mañana a la noche y de la noche a la mañana. Cuando todo sale con facilidad: ¡gracias, Dios mío! Cuando llega un momento difícil: ¡Señor, no me abandones! Y ese Dios, manso y humilde de corazón (Mt XI, 29), no olvidará nuestros ruegos, ni permanecerá indiferente, porque Él ha afirmado: pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá (Lc XI, 9)" 84.

b.2) Un libro escrito por un fundador

* Una misión fundacional para un sacerdote

La vocación al sacerdocio de san Josemaría y su misión fundacional están profunda e inseparablemente unidas. Los datos histórico-biográficos establecen con claridad una mutua referencia entre aquella llamada al joven muchacho, de apenas dieciséis años, llamado Josemaría Escrivá, y la naturaleza de un "algo más" que late en ella, que él presiente desde el primer momento, y cuya identidad desconoce.

La llamada a entregarse a Dios se le presentó de manera inesperada, sin particulares antecedentes que pudieran hacerla previsible. Y desde su mismo nacer manifiesta dos concretas características, que marcarán el camino de su desarrollo: a) Josemaría se siente llamado a entregarse a Dios como sacerdote diocesano; y b) presiente que su vocación sacerdotal dice relación a una realidad posterior, de naturaleza y contenido desconocido 85.

Es este un dato histórico de singular importancia para nuestro tema. La inquietud vocacional de aquel muchacho hacia el sacerdocio, y el presentimiento de una futura realidad aún desconocida pero ya, desde entonces, implícitamente presente, nacen juntos. Su ya aceptada llamada a entregarse a Dios como sacerdote y la misión eclesial que tardará en venir a la luz, y que resultará ser una misión fundacional totalmente imprevisible, se reclamaban ya mutuamente en silencio desde la fuente originaria de ambas, que era la voluntad de Dios. Aquel que había sido escogido por la Providencia para ser fundador y fundamento del Opus Dei era conducido hacia esa meta a través del camino del sacerdocio.

Durante los diez siguientes años, que cubren el periodo de su formación sacerdotal y recepción de las Sagradas Órdenes –que culmina el 28 de marzo de 1925, con su ordenación–, y los primeros pasos en el ejercicio del ministerio, Josemaría espera confiado que se manifieste plenamente lo que Dios quiere de él. La luz deseada, con el consiguiente inicio del camino del Opus Dei en la Iglesia, llegará a los tres años de su ordenación sacerdotal, mediante una singular gracia de inspiración. Era el día 2 de octubre de 1928. De todo ello existen abundantes relatos y estudios históricos 86.

Tanto la finalidad de la misión eclesial que viene a la luz aquel día, como la naturaleza del fenómeno vocacional y apostólico que con ella brota y comienza a difundirse entre laicos y sacerdotes, a través del ministerio pastoral y la amistad de san Josemaría, exigían la presencia fundante del sacerdocio ministerial, esto es, de los dones y funciones que lo acompañan en la economía de la salvación 87. El fenómeno vocacional que Dios suscitaba en la Iglesia con el Opus Dei, siendo eminentemente laical, debía estar necesariamente enraizado en la Iglesia a través de la condición sacerdotal de su fundador. Esta se manifiesta como un requisito exigido por la naturaleza misma del hecho vocacional y apostólico (es decir, teológico) suscitado por Dios por medio de la persona del sacerdote Josemaría Escrivá, y encauzado desde el inicio en el marco del ejercicio de su ministerio pastoral.

A partir de tales hechos, contemplados con perspectiva histórico-teológica, viene inmediatamente a la mente una idea, que es en realidad una certeza: puesto que la misión fundacional ha requerido estar enraizada en "suelo" ministerial, su clave de comprensión ha de hallarse en los bienes que acompañan al don del ministerio sacerdotal en la Iglesia, cuya función es alimentar y sostener por medio de la dispensación de dichos bienes el ejercicio del sacerdocio común de los fieles, coadyuvando así a que la entera Iglesia se desarrolle en la historia como sacramento universal de salvación 88.

"La Obra de Dios no la ha imaginado un hombre escribe san Josemaría en 1934– (…). Hace muchos años que el Señor la inspiraba a un instrumento inepto y sordo que la vio por vez primera el día de los Santos Ángeles Custodios, dos de octubre de mil novecientos veintiocho" 89. Como receptor del carisma fundacional del Opus Dei, se sabía instrumento de un designio divino, y era consciente de transmitir una doctrina no propiamente suya. Por esta razón, hace referencia repetidamente, en su enseñanza oral y escrita, al momento inicial de su misión. Sus alusiones, explícitas o implícitas, al 2 de octubre de 1928, ponen de manifiesto que la Obra y su espíritu de santificación y acción apostólica en la vida ordinaria 90 tenían, a los ojos del fundador, un momento inicial muy preciso 91.

Nada hacía suponer al sacerdote Josemaría Escrivá (veintiséis años de edad, tres de sacerdocio) –que, en aquellos momentos, se encontraba realizando un retiro espiritual en Madrid–, que aquel día iba a ser el escogido por la Providencia para darle a conocer su vocación-misión fundacional. La Obra vino entonces a la luz por inspiración divina 92. Esta característica de su origen histórico, esto es, la imposibilidad de preverlo a partir de elementos antecedentes, constituye un aspecto importante de su realidad.

Se puede afirmar con certeza, con apoyo en el testimonio del mismo protagonista, que antes del 2 de octubre de 1928 jamás había pensado en ser fundador de nada, y que nunca le pasó por la mente lo que Dios le confiaría en aquel día. No podía imaginar que su prolongada oración, rogando que se cumpliera la escondida voluntad divina sobre él, tuviese por objeto una misión fundacional. Todas sus notas autobiográficas al respecto son muy elocuentes 93. Por ejemplo, esta:

"El Señor me ha tratado como a un niño: si, cuando recibí mi misión, hubiera llegado a darme cuenta de lo que me iba a venir encima, me hubiera muerto. No me interesaba ser fundador de nada. Siempre he sido enemigo de nuevas fundaciones: me habéis de entender el sentido en el que afirmo esto, ya que nunca se me ha pasado por la cabeza poner obstáculos al Espíritu Santo, y lo que digo no quiere ser peyorativo para nadie, pues respeto y amo a todos, y todas las antiguas fundaciones, lo mismo que las de los siglos inmediatos, me parecen actuales. (…) El Señor, que juega con las almas como un padre con sus niños pequeños (…), viendo en los comienzos mi resistencia y aquel trabajo mío entusiasta y débil a la vez, permitió que tuviera la aparente humildad de pensar –sin ningún fundamento– que podría haber en el mundo instituciones que no se diferenciaran de lo que Dios me había pedido. Era una cobardía poco razonable, la cobardía de la comodidad, y simultáneamente una confirmación de que no me interesaba, hijos míos, ser fundador de nada" 94.

Las palabras del santo fundador son explícitas, tanto al manifestar su ignorancia acerca de su misión histórica, como al proclamar que el Opus Dei nació, no de su voluntad, sino de la Voluntad de Dios. En un texto de 1932 se leen estas afirmaciones: "Con esa repugnancia a las fundaciones, a pesar de tener abundantes motivos de certeza para fundar la Obra, me resistí cuanto pude: sírvame de excusa, ante Dios Nuestro Señor, el hecho real de que desde el 2 de octubre de 1928, en medio de esa lucha mía interna, he trabajado por cumplir la Santa Voluntad de Dios, comenzando la labor apostólica de la Obra. Han pasado tres años, y veo ahora que quizá quiso el Señor que padeciera entonces y que todavía siga experimentando esa completa repugnancia, para que tenga siempre una prueba externa más de que Todo es suyo y nada mío" 95.

* La fuerza configuradora del carisma fundacional

La noción de "carisma fundacional" pide detenerse brevemente en la noción misma de carisma. Resulta útil, en este sentido, leer dos pasajes de la Constitución dogmática Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, que recogen los aspectos principales de la cuestión:

– "Consumada, pues, la obra, que el Padre encomendó realizar al Hijo en la tierra (cfr. Jn 17, 4), fue enviado el Espíritu Santo en el día de Pentecostés, para que santificara a la Iglesia, y de esta forma los que creen en Cristo tengan acceso al Padre en un mismo Espíritu (cfr. Ef 2, 18). (…) Él es el Espíritu de la vida, o la fuente del agua que salta hasta la vida eterna (cfr. Jn 4, 14; 7, 38-39), por quien vivifica el Padre a todos los hombres muertos por el pecado hasta que resucite en Cristo sus cuerpos mortales (cfr. Rm 8, 10-11). El Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles como en un templo (1Cor 3, 16; 6, 19), y en ellos ora y da testimonio de la adopción de hijos (cfr. Ga 4, 6; Rm 8, 15-16 y 26). Con diversos dones jerárquicos y carismáticos dirige y enriquece con todos sus frutos a la Iglesia (cf. Ef 4, 11-12; 1Cor 12, 4; Ga 5, 22), a la que guía hacia toda verdad (cfr. Jn 16, 13) y unifica en comunión y ministerio. Hace rejuvenecer a la Iglesia por la virtud del Evangelio, la renueva constantemente y la conduce a la unión consumada con su Esposo" 96.

– "Además, el mismo Espíritu Santo no solamente santifica y dirige al Pueblo de Dios por los sacramentos y los ministerios y lo enriquece con las virtudes, sino que ‘distribuye sus dones a cada uno según quiere’ (1Cor 12, 11), reparte entre los fieles de cualquier condición incluso gracias especiales, con que los dispone y prepara para realizar variedad de obras y de oficios provechosos para la renovación y una más amplia edificación de la Iglesia según aquellas palabras: ‘A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad’ (1Cor 12, 7). Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más sencillos y comunes, por el hecho de que son muy conformes y útiles a las necesidades de la Iglesia, hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo" 97.

El Concilio, apoyado en la doctrina paulina, usa el término carisma con el significado (subyacente a sus diversos significados bíblicos) de ser un don personal de gracia, en el orden moral o existencial, distribuido por el Espíritu Santo a los fieles en vistas a la edificación del pueblo de Dios. Tal noción nos sitúa ante la acción del Espíritu que guía la Iglesia y la hace crecer como "sacramento universal de salvación" 98. En ese orden de cosas se sitúa la noción de carisma fundacional, por el que Dios confiere a una persona una determinada misión al servicio de la salvación.

Algunas de tales misiones, como en el caso que nos concierne, traen consigo una singular novedad en el modo de vivir el Evangelio y están llamadas a ejercer un particular influjo espiritual en la Iglesia, pues por medio de ellas quiere Dios revitalizar y rejuvenecer, en algún aspecto, la existencia cristiana. Analizar una cualquiera, y establecer un juicio acerca de su importancia en la historia de la espiritualidad, exige llevar a cabo un estudio atento de sus características peculiares, con el propósito de establecer sus elementos eclesiológicos constitutivos, que se sintetizan en su naturaleza y su finalidad.

En la misión fundacional de san Josemaría, el mensaje y la experiencia espiritual que le acompaña, más que introducir cambios en una realidad espiritual previa, manifiestan una singular novedad en el modo de entender la noción de "cristiano corriente" –también denominado habitualmente por él "alter Christus, ipse Christus"–, enraizada teológicamente en el misterio de la existencia cotidiana de Jesucristo, contemplada por el Autor con particular clarividencia 99. Debe ser resaltado el mutuo requerimiento explicativo (en cierto modo, un verdadero círculo hermenéutico) entre el contenido doctrinal y práctico del mensaje fundacional de san Josemaría y la figura de su destinatario directo, el "cristiano corriente", alter Christus, ipse Christus. La caracterización cristológica de la vocación y misión de este, implícita en el modo de denominarlo, es una clave privilegiada para acceder teológicamente al núcleo doctrinal del pensamiento del fundador del Opus Dei, y para captar su significatividad en el ámbito de la historia de la espiritualidad.

En el alter Christus contempla san Josemaría, ante todo, la persona que ha aceptado vivir plenamente la fe cristiana bajo el impulso de su vocación personal al Opus Dei, que es al mismo tiempo una llamada a llevar a la sociedad el mensaje de la santidad en la vida ordinaria. Con profunda y sencilla claridad, denomina la vocación a la Obra como: "vuestra vocación cristiana y divina", o bien: "nuestra vocación de hijos de Dios, en medio del mundo". Vocación, en definitiva, y valga la redundancia, de cristiano en cuanto cristiano, cada uno de los cuales "ha de ser ipse Christus".

La especificidad de dicha misión establece el significado propio (el perfil concreto) de la vocación de cristiano en el Opus Dei, que se podría expresar como: una llamada a santificarse, y a configurar el mundo con el espíritu de Jesucristo, a través del propio trabajo santificado y santificador 100. Ahí se encierra, a mi entender, una clave peculiar de la enseñanza de san Josemaría, y de su aportación a la espiritualidad cristiana 101. Esa singular intelección de la vocación del "cristiano corriente" se puede ver sintetizada, con sus propias palabras, en esta frase: "Ciertamente nuestra Obra –la Obra de Dios– venía a hacer que renaciera una nueva y vieja espiritualidad de almas contemplativas, en medio de todos los quehaceres temporales, santificando todas las tareas ordinarias de los hombres: amando el mundo, que huía del Creador; poniendo a Jesucristo en la cumbre de todas las realidades terrenas, en las que los hombres están comprometidos" 102.

* Referencias en Amigos de Dios a la misión fundacional

El mejor testimonio que se puede aportar acerca de Amigos de Dios, como obra teológico-espiritual escrita por un fundador, es el que viene ofrecido por el propio libro a través de sus relativamente frecuentes alusiones, directas o indirectas, a la fecha fundacional del Opus Dei y, en relación con esta, a los elementos centrales de su espíritu 103. Tales referencias guardan un gran interés, pues manifiestan la convicción que posee el fundador de ser receptor de una doctrina sembrada por Dios en su alma, y de la misión –a la que se entregó desde el primer momento– de transmitirla fielmente.

"Dejadme que os abra mi corazón, para que me ayudéis a dar gracias a Dios. Cuando en 1928 vi lo que el Señor quería de mí, inmediatamente comencé la labor" 104. Pasajes como este, en los que el Autor muestra tan llanamente su conciencia de vocación y misión, ayudan también a comprender mejor la naturaleza del libro. Sus páginas son inseparables de esa luz de fondo. Tienen como fin comunicar un espíritu de santificación en la vida corriente 105, de urgencia apostólica 106, de caridad con todos 107, de respeto por la libertad de cada cual 108, etc. Lo iremos comprobando a lo largo de su lectura 109.

b.3) Un libro escrito por un maestro de vida cristiana

* Un acontecimiento vocacional y apostólico nuevo

A partir del 2 de octubre de 1928 comenzó a abrirse camino en el seno del pueblo de Dios el mensaje fundacional de san Josemaría. Hombres y mujeres, fieles cristianos relacionados con la actividad pastoral del fundador, encuentran en ese espíritu un significado de plenitud espiritual y apostólica para su fe bautismal: la llamada y el empeño por alcanzar la santidad en y a través de la propia existencia, y del fiel cumplimiento del trabajo y de los demás deberes cotidianos.

Descubren, en efecto, junto a aquel sacerdote, el sentido vocacional y apostólico de la existencia cristiana: llegar a ser –tanto en las disposiciones interiores como en las acciones exteriores, y siempre en la vida corriente de cada día– "otro Cristo, el mismo Cristo", que coopera con Él en la realización de la obra de la redención. Ese mismo sentido vocacional y apostólico prende también, desde el inicio, entre algunos sacerdotes seculares, al calor de la amistad con san Josemaría. Atraídos por su persona y su mensaje, encuentran en el espíritu fundacional del Opus Dei una vía de santificación personal en el propio ministerio.

Estaba comenzando así a desarrollarse, entre fieles laicos y ministros sagrados, una realidad vocacional y apostólica dotada en el plano espiritual de unas características genéticas muy marcadas. La figura institucional que latía en aquella novedosa conjunción vocacional de laicos y sacerdotes, consummati in unum de cara a la realización de una misma finalidad apostólica en servicio de la Iglesia, sobre el fundamento del espíritu fundacional y el ministerio sacerdotal de san Josemaría, habría de esperar, sin embargo, hasta encontrar su puesto propio en el plano de la legislación eclesiástica y del ordenamiento canónico 110.

Es preciso resaltar la congruencia de aquel acontecimiento vocacional y apostólico, que tomaba forma precisa en la vida y en la espiritualidad antes de poder tomarla en el derecho canónico, con una nota principal del espíritu que encarnaba: la plena secularidad de su mensaje, de sus modos apostólicos y, consecuentemente, de la condición de las personas llamadas a vivirlo y difundirlo. Lo resumen bien, por ejemplo, estas palabras de san Josemaría: "Renovad el mundo en el espíritu de Jesucristo, colocad a Cristo en lo alto y en la entraña de todas las cosas. Venimos a santificar cualquier fatiga humana honesta: el trabajo ordinario, precisamente en el mundo, de manera laical y secular, en servicio de la Iglesia Santa, del Romano Pontífice y de todas las almas" 111.

* Una finalidad específica y un espíritu propio

La misión eclesial de Josemaría Escrivá estaba orientada a proclamar y promover la vocación universal a la santidad en la Iglesia, en el ejercicio del propio trabajo y del cumplimiento de los propios deberes. La Obra, en efecto, venía a coadyuvar al redescubrimiento en la Iglesia de una espiritualidad de fieles cristianos llamados a identificarse con Cristo y a santificar el mundo sin salir del propio lugar, permaneciendo en medio de las actividades ordinarias de la existencia secular. Una misión fundacional como esa, sustancialmente inserta en la entraña del misterio de la Iglesia y orientada por completo al servicio de su tarea salvífica, desde la propia peculiaridad carismática, requería disponer como fundamento de su ser institucional de los elementos que dan vida y estructura orgánica al Cuerpo de Cristo de cara a la misión evangelizadora, es decir: a) participación en la comunión jerárquica; b) fieles y pastores propios; c) orgánica conjunción del sacerdocio común y el sacerdocio ministerial.

Todo eso lo tuvo en germen desde su inicio el Opus Dei por medio de la persona y el ministerio de su fundador, pero habría de ir tomando forma explícita a lo largo de su camino institucional. Ese proceso culminaría con la erección por la Santa Sede, en 1982, de la Prelatura personal del Opus Dei, de la que forman parte, como miembros de pleno derecho, tanto fieles laicos (hombres y mujeres) como presbíteros.

San Josemaría alude con frecuencia en sus enseñanzas, de modo directo o tácito, a la naturaleza y finalidad propias del Opus Dei, sobre todo en el contexto de la descripción de la vocación-misión de sus miembros. La cuestión se encuentra abordada, por ejemplo, en estas palabras: "Nuestra Obra, hijas e hijos queridísimos, viene a cumplir en el mundo y en el seno de la Iglesia una finalidad bien precisa, de carácter sobrenatural. No estamos vosotros y yo en el Opus Dei, porque hayamos decidido llevar a cabo una obra buena, o aun nobilísima. Estamos aquí porque Dios nos ha llamado, con una vocación personal y peculiar" 112. O bien en estas otras análogas: "Cuando Dios Señor Nuestro, el día 2 de octubre de 1928, suscitó su Obra, dentro del Cuerpo Santo de la Iglesia, le dio una finalidad específica; y con ella, un espíritu peculiar y el modo apostólico de trabajar, que le es propio" 113.

Tales palabras sugieren estudiar dos aspectos esenciales e inseparables de su carisma fundacional: a) la finalidad específica (el porqué, la razón de ser) para la que Dios ha querido suscitar el Opus Dei en la Iglesia, cuyo estudio permite conocer mejor su naturaleza eclesiológica; y b) el espíritu peculiar y el modo apostólico de trabajar de la Obra en la Iglesia y en la sociedad. Ambos aspectos (naturaleza eclesiológica y espíritu propio) dan razón del hecho teológico y pastoral que encarna, por querer de Dios, el Opus Dei, al servicio de la Iglesia y de la salvación de los hombres.

En el desarrollo de sus enseñanzas, aquel sacerdote y fundador se manifiesta también, como no podía ser de otro modo, dada la novedad y la especificidad de su mensaje, como maestro de vida cristiana y de espiritualidad. Es oportuno destacar, como hacemos en el siguiente apartado, algunos aspectos más característicos de su patrimonio doctrinal y teológico, altamente presentes en las páginas de Amigos de Dios. No siendo esta la ocasión de un análisis exhaustivo, nos limitamos a exponer una sucinta exposición de siete de esos puntos, sobre los que existe amplia bibliografía 114.

5. Elementos doctrinales y teológicos de particular relevancia

a) La luz del misterio del Verbo encarnado y redentor

La luz fundacional recibida por san Josemaría hunde sus raíces teológicas en el misterio del Verbo encarnado y redentor, conforme se encuentra manifestado en el cuarto Evangelio ("todo se hizo por él, y sin él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho", Jn 1, 3), y en la enseñanza paulina sobre la recapitulación en Cristo de todas las cosas (Ef 1, 10), que subsisten en él, pues han sido creadas "por él y para él" (Col 1, 16), y en cuyo misterio redentor han sido reconciliadas con Dios (cfr. Col 1, 20). La redención efectiva ha de llegar por medio de la manifestación de los hijos de Dios (cfr. Rm 8, 19-24), conformados a la imagen del Hijo, primogénito entre muchos hermanos (cfr. Rm 8, 29).

El cristiano, hecho partícipe, por medio de la gracia, de la filiación del Verbo encarnado (hijo en el Hijo), ha sido también hecho colaborador y partícipe –puesto que en Cristo son inseparables su condición de Hijo y su función salvífica– en su misión salvífica. "Hay que unirse a Él por la fe –escribe san Josemaría–, dejando que su vida se manifieste en nosotros, de manera que pueda decirse que cada cristiano es no ya alter Christus, sino ipse Christus, ¡el mismo Cristo! Instaurare omnia in Christo (…) (Eph I, 10); informar el mundo entero con el espíritu de Jesús, colocar a Cristo en la entraña de todas las cosas. Si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad meipsum (Ioh XII, 32), cuando sea levantado en alto sobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí" 115.

Estas ideas, que expresamos ahora de modo directo y breve, tienen una fuerte presencia en la enseñanza de san Josemaría, y en concreto en las páginas de Amigos de Dios, en las que es constante la invitación a conformar nuestros sentimientos, palabras y obras con los del Dios hecho hombre, para cooperar también así, eficazmente unidos a Él, en su incesante acción salvífica en el mundo.

a.1) Ejemplaridad de la existencia humana del Hijo de Dios

Como preámbulo o, por así decir, como puerta de entrada a la contemplación del Modelo, gusta el Autor de reiterar la verdad dogmática de la Humanidad Santísima del Verbo encarnado, para lo que se sirve con frecuencia de la fórmula: "perfectus Deus, perfectus homo: ex anima rationali et humana carne subsistens", contenida en el Símbolo Quicumque vult 116. La encontraremos citada muchas veces en forma breve ("perfectus Deus, perfectus homo"), y siempre con la intención de insistir principalmente en la perfección de la naturaleza humana de Cristo, en todo igual a la nuestra salvo en la herida del pecado 117. Es lógica esa insistencia en el ser y en el obrar perfectos de Cristo hombre, por parte de san Josemaría, cuyo espíritu fundacional proclama la llamada de todos los bautizados a la santidad, es decir, a la perfección de su vida cristiana, allí donde desarrollan su existencia cotidiana.

La noción de Christus, perfectus homo, que el Autor contempla con toda la tradición teológica y espiritual, muestra dos importantes e inseparables aspectos. Ante todo, como venimos diciendo, encierra una explícita referencia a la verdadera humanidad del Verbo encarnado, revelada manifiestamente no solo mediante su nacimiento y su muerte, sino también por medio de las ocasiones en que se dejan ver en Él los rasgos del vivir humano: el trabajo, el cansancio, la alegría, las lágrimas, el hambre, la sed, etc. "Recoged los ojos del alma –sugiere san Josemaría, comentando el pasaje del pozo de Sicar (Jn 4, 5ss.)– y revivid despacio la escena: Jesucristo, perfectus Deus, perfectus homo, está fatigado por el camino y por el trabajo apostólico. Como quizá os ha sucedido alguna vez a vosotros, que acabáis rendidos, porque no aguantáis más. Es conmovedor observar al Maestro agotado. Además, tiene hambre: los discípulos han ido al pueblo vecino, para buscar algo de comer. Y tiene sed" 118.

Pero la lectura que hace san Josemaría del perfectus homo incluye también una firme aserción, dotada de gran significado desde la perspectiva de su espíritu fundacional, acerca de la excelencia de todas las tareas realizadas por Cristo: el Hijo de Dios encarnado llevó a cabo con perfección humana su trabajo y todas sus obras. Sirva como ejemplo lo que escribe tomando ocasión de la exclamación del pueblo, recogida en Mc 7, 37: "todo lo ha hecho bien". "Si os fijáis, entre las muchas alabanzas que dijeron de Jesús los que contemplaron su vida, hay una que en cierto modo comprende todas. Me refiero a aquella exclamación, cuajada de acentos de asombro y de entusiasmo, que espontáneamente repetía la multitud al presenciar atónita sus milagros: bene omnia fecit, todo lo ha hecho admirablemente bien: los grandes prodigios, y las cosas menudas, cotidianas, que a nadie deslumbraron, pero que Cristo realizó con la plenitud de quien es perfectus Deus, perfectus homo, perfecto Dios y hombre perfecto" 119.

"Todo lo hizo bien", "todo lo cumplió a la perfección": en la finura y esmero del Señor en la realización de la actividad ordinaria, halla san Josemaría una poderosa fuente de luz, que ilumina de lleno el camino de la santidad cristiana: "Nuestro Señor, perfecto hombre, eligió una labor manual, que realizó delicada y entrañablemente durante la casi totalidad de los años que permaneció en la tierra. Ejercitó su ocupación de artesano entre los otros habitantes de su aldea, y aquel quehacer humano y divino nos ha demostrado claramente que la actividad ordinaria no es un detalle de poca importancia, sino el quicio de nuestra santificación, ocasión continua para encontrarnos con Dios y alabarle y glorificarle con la operación de nuestra inteligencia o la de nuestras manos" 120.

Imitar, en la vida de cada día, el ejemplo de Cristo, significa, pues, saber estar metidos de lleno en las cosas de la tierra y, al mismo tiempo, permanecer pendientes de Dios: poner cuidado y diligencia –amor humano– en todo lo que se hace, con el afán de elevar siempre la mirada al amor divino 121. "Dios nos quiere muy humanos. Que la cabeza toque el cielo, pero que las plantas pisen bien seguras en la tierra. El precio de vivir en cristiano no es dejar de ser hombres o abdicar del esfuerzo por adquirir esas virtudes que algunos tienen, aun sin conocer a Cristo. El precio de cada cristiano es la Sangre redentora de Nuestro Señor, que nos quiere –insisto– muy humanos y muy divinos, con el empeño diario de imitarle a Él, que es perfectus Deus, perfectus homo" 122.

Fiel a su propia enseñanza, el Autor llena las páginas de Amigos de Dios de exhortaciones a contemplar, y esforzarse en imitar, el ejemplo de Cristo en todos los aspectos de su vida terrena, en los que Dios mismo se nos da a conocer 123. La misma expresión: "el ejemplo de Cristo", es utilizada constantemente; a veces la encontramos en forma de ladillo, que aglutina distintos párrafos 124, y en otras ocasiones, resaltando dentro de un párrafo el modelo del Señor en la práctica de una determinada virtud 125.

Como comprobaremos en la segunda parte ("Texto y Comentario") de esta edición –y de modo especial al estudiar la última de las homilías recogidas: Hacia la santidad–, la imitación de ese Modelo sin desfigurarlo, sin caricaturas, reproduciéndolo en la propia conducta, donde los demás tengan la posibilidad de admirarlo y de seguirlo 126, es el proceso ideal de la existencia cristiana.

a.2) Inherencia de la misión de los cristianos en la misión del Redentor

Como ya ha quedado señalado al comienzo de este apartado, debe sostenerse que, al participar misteriosamente por el Bautismo de la filiación del Hijo por medio de la gracia, y siendo en Cristo inseparables su condición filial y su función salvífica, el cristiano ha quedado también constituido, como partícipe y colaborador, por el mismo don gratuito, en la misión salvífica del Verbo encarnado. La plena verdad de esa realidad misteriosa –que parece doble (partícipe de la filiación y de la misión) según nuestro modo de comprender y decir, pero que es una en sí misma– está más allá de nuestra inteligencia. Eso no obsta, sin embargo, para poder afirmar que quien ha sido elevado a la condición de hijo adoptivo en el Hijo, ha sido también capacitado y llamado a colaborar eficazmente con Cristo, como instrumento, en su perdurable obra de salvación.

Uno y único es el Hijo de Dios encarnado, Redentor de los hombres; una y única es, en consecuencia, su acción redentora. Muchos son, sin embargo, los que, por ser hijos en el Hijo, pueden cooperar con Él en cada momento histórico, como voluntarios instrumentos del único Salvador y de la única salvación. De todo cristiano cabe afirmar, con firme fundamento teológico, que si es misteriosamente "hijo en el Hijo", está también misteriosamente llamado y capacitado para ser partícipe en la misión salvífica de Cristo, a través de su oración, de su ejemplo y de su actividad apostólica. La eficacia y el alcance de su participación en la obra de la salvación será, sin embargo, distinta, por la diversidad de dones y carismas recibidos, e incluso esencialmente distinta, en el caso de quienes hayan recibido el sacramento del Orden.

Esta misteriosa realidad teológica es la que trata de expresar sintéticamente el título de: "Inherencia de la misión de los cristianos en la misión del Redentor", con el que se quiere significar la íntima conjunción entre ambas misiones. La "accidentalidad" de la primera, como puro instrumento de la obra del Redentor a lo largo de la historia, goza al mismo tiempo, por la misma conformación histórica de esta economía salvífica, de cierta "necesidad", pues aunque solo es Cristo quien redime, Él mismo ha querido hacer perdurable en el tiempo su obra por medio de la acción apostólica de la Iglesia y de los cristianos.

La inherencia de la misión apostólica de los hijos de Dios en la permanente acción redentora del Hijo de Dios, a lo largo de la historia, en esta economía de la salvación, puede quedar también a mi entender válidamente formulada, por medio de la noción y el término de "corredención" 127. Ambos –noción y término– son utilizados con naturalidad y con frecuencia por san Josemaría 128, ateniéndose principalmente al trasfondo y al lenguaje teológicos que utiliza el magisterio de la primera mitad del siglo XX 129.

En la enseñanza de san Josemaría hay, en efecto, una intensa conciencia de la voluntad salvífica divina, o dicho de otro modo, un sentido muy vivo de la presencia y de la obra redentora de Cristo 130. La luz del misterio del Salvador ilumina hasta la raíz su pensamiento cristocéntrico, que muestra a partir de ella una particular fecundidad a la hora de expresar el significado de la vocación cristiana. El cristianismo está caracterizado por la impronta de una misión redentora, que ya quedó consumada en la Cruz y en la gloria del Resucitado, pero que ha de continuar realizándose "hasta que llegue la hora del Señor" 131. "Abrazar la fe cristiana es comprometerse a continuar entre las criaturas la misión de Jesús" 132. He aquí el verdadero punto focal de la vocación del cristiano: continuar la misión de Jesús.

¿Cómo ha de continuar haciéndose? Ciertamente, según ha sido concebida por la misericordia de Dios, es decir, como algo ya definitivamente acaecido en el acontecimiento de Cristo, pero que ha de acaecer eficazmente todavía en cada tramo de la historia, a través de la Iglesia, en el corazón de los hombres y en la entraña de la creación material. "Cada generación de cristianos ha de redimir, ha de santificar su propio tiempo, (…) comprender y compartir las ansias de los otros hombres, (…) darles a conocer, con don de lenguas cómo deben corresponder a la acción del Espíritu Santo" 133.

Ese es el contenido de la "misión corredentora", que alimenta a su vez de significado la vocación del "cristiano corriente". Se trata de un punto importante en el pensamiento del Autor, que insistirá en que hemos de aprovechar "hasta las más banales oportunidades que se presenten a nuestro alrededor, para santificarlas, para santificarnos y para santificar a los que con nosotros comparten los mismos afanes cotidianos, sintiendo en nuestras vidas el peso dulce y sugestivo de la corredención" 134. Conciencia, pues, de misión y de misión formalmente corredentora, en el sentido de cooperación en la obra del Señor, a la que Él ha querido asociarnos, de "salvar con Él a todas las almas, porque somos, queremos ser ipse Christus, el mismo Jesucristo, y Él se dio a sí mismo en rescate por todos" 135.

¿Cómo expresar de manera breve y profunda, conforme al espíritu de san Josemaría, esa realidad de "considerarnos corredentores con Cristo"? Los específicos acentos puestos por él son muy precisos: se trata de "santificar desde dentro todas las estructuras temporales, llevando allí el fermento de la Redención" 136. Ese llevar al mundo el fermento de la Redención quiere decir: "informar el mundo entero con el espíritu de Jesús, colocar a Cristo en la entraña de todas las cosas. Si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad meipsum (Ioh XII, 32), cuando sea levantado en alto sobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí" 137. En esta exaltación y atracción se encuentra escondida una poderosa luz fundacional 138, que iremos encontrando en páginas posteriores.

b) Un vivo "sentido de la filiación divina"

En una de las homilías que componen el libro que estamos considerando, y que estudiaremos más adelante, encontramos esta confidencia del Autor: "Por motivos que no son del caso –pero que bien conoce Jesús, que nos preside desde el Sagrario–, la vida mía me ha conducido a saberme especialmente hijo de Dios, y he saboreado la alegría de meterme en el corazón de mi Padre, para rectificar, para purificarme, para servirle, para comprender y disculpar a todos, a base del amor suyo y de la humillación mía" 139.

El "saberse hijo de Dios", que san Josemaría afirma de sí mismo en el pasaje, es también punto de referencia constante en sus escritos, como lo era en su predicación oral. Lo denominaba: "sentido de la filiación divina", y tal sentido, tal conciencia de ser por la gracia hijo de Dios, es un factor central de la doctrina que propone sobre la teoría y la práctica de la existencia cristiana. Es también, por lo mismo, un elemento decisivo para acceder en profundidad al espíritu de santificación en la vida ordinaria, que su mensaje fundacional ha contribuido a esparcir en la Iglesia universal.

Por la significación e importancia de su enseñanza al respecto –que encontramos también en muchos lugares de Amigos de Dios–, resulta oportuno exponer, con cierta atención, su contenido.

La única cuestión que aquí nos interesa es la del "sentido de la filiación divina" en san Josemaría. No nos ocuparemos, por tanto, de su enseñanza sobre el don bautismal de la filiación divina como tal, que, en todo caso, en la medida en que habla de eso, coincide sencillamente con la doctrina recibida de la tradición de la Iglesia y del magisterio. Nos centramos exclusivamente en su enseñanza sobre la conciencia del don aceptado y correspondido (el saberse hijo de Dios), es decir, sobre el autoconocimiento y la aceptación de uno mismo como hijo de Dios en Cristo por la gracia.

Por razón de orden y claridad es preciso distinguir en la cuestión dos aspectos, aunque en realidad estén históricamente unidos. El primero toma en consideración el hecho sobrenatural –aludido con frecuencia en sus escritos–, que le acaeció a san Josemaría en Madrid, el viernes 16 de octubre de 1931; el segundo aspecto tiene por objeto mostrar que el "sentido de la filiación divina", aprehendido aquel día con singular hondura, es concebido en su espiritualidad como el fundamento de la vida cristiana y de la búsqueda de la santidad.

b.1) El hecho biográfico del 16 de octubre de 1931

Ese día, en el que entonces y ahora se celebra la memoria litúrgica de santa Eduvigis, puede ser denominado como "la experiencia del tranvía", pues san Josemaría, al recordar cuándo y cómo tuvo lugar, mencionaba ese medio de locomoción, en el que se encontraba. Con tal mención, además de situar el hecho en sus circunstancias de lugar y tiempo, quiere también destacar la importancia de la cotidianidad secular en el espíritu del Opus Dei, el "estar en medio de la calle"; "la calle –escribe– no impide nuestro diálogo contemplativo; el bullicio del mundo es, para nosotros, lugar de oración" 140.

Había salido esa mañana de la iglesia de Santa Isabel, en Madrid, de cuyo Patronato era Rector, después de decir Misa y de "tratar" de hacer oración 141. Había comprado un periódico en la plaza de Atocha (ABC 142), y había tomado el tranvía que subía hacia Cibeles por el paseo del Prado. No pudo, sin embargo, leer el diario. Así lo señala horas después, al relatar por escrito en sus apuntes (normalmente al final del día) lo que ha sucedido: "A estas horas, al escribir esto, no he podido leer más que un párrafo del diario" 143. ¿Qué había ocurrido?

San Josemaría se refirió parcialmente, en distintas ocasiones, al hecho acaecido, que puede ser sintetizado así:

– Ha tenido lugar un acontecimiento repentino y, como tal, imprevisible 144. Un hecho sobrenatural, algo que viene indudablemente de Dios 145. Posiblemente, una locución 146.

– Aquel hecho provocó una fuerte conmoción en toda su persona, que se desborda en una larga contemplación de Dios como su Padre y en intensa oración filial 147.

– Una experiencia, en fin, y esto es particularmente importante, ligada a su condición de fundador, inseparable como tal de la "iluminación sobre toda la Obra" del 2 de octubre de 1928, y por tanto, dirigida a informar el espíritu fundacional, y el desarrollo de la fundación 148.

– El don recibido, que imprime en el alma del fundador con fuerza inusitada e imborrable el sentido de la filiación divina, se refiere, pues, inseparablemente también a su misión, y debe ser considerado como una luz que alumbra el espíritu con que se ha de desarrollar dicha misión fundacional 149.

Pero hay que añadir una nueva consideración, de singular significado. Ese haz de gracia y de conocimiento, que acontece en el hecho del 16 de octubre de 1931, culmina en comprender que ser y saberse hijo de Dios, significa ser y saberse Cristo, y eso también quiere decir, necesariamente, serlo en la Cruz, tener la Cruz. Las palabras de san Josemaría son inequívocas: "Cuando el Señor me daba aquellos golpes, por el año treinta y uno, yo no lo entendía. Y de pronto, en medio de aquella amargura tan grande, esas palabras: tú eres mi hijo (Ps II, 7), tú eres Cristo. Tú has hecho, Señor, que yo entendiera que tener la Cruz es encontrar la felicidad, la alegría. Y la razón –lo veo con más claridad que nunca– es esta: tener la Cruz es identificarse con Cristo, es ser Cristo, y por eso, ser hijo de Dios" 150.

En esas palabras, sin embargo, el camino parece ser el inverso: no desde la conciencia de ser hijo y ser Cristo, a la conciencia de estar en la Cruz, sino desde esta a aquella. Probablemente son itinerarios intercambiables, pero, según lo que escribe, san Josemaría parece entender primero el sentido de "tener la Cruz" (estar en ella, como él lo estaba entonces al encontrarse en una situación personal muy dura, como narran los biógrafos 151), para captar entonces el significado de estar con Cristo en ella (ser Cristo en la Cruz), y desde ahí el sentido profundo de ser hijo de Dios, hijo y redentor en Cristo: con un sentido de la propia persona y de la propia vida para la gloria de Dios y la salvación de los hombres.

En todo caso, en esa experiencia determinante y fundacional del sentido de la filiación divina, lo radical consiste, a mi entender, en captar a fondo que identificarse con Cristo (ser Cristo) es inseparable de abrazar con Él la Cruz (ser como Cristo: Hijo encarnado para redimir, siempre en camino hacia la Cruz, inmerso, por así decir, en el dinamismo de la Cruz, de la Redención) 152.

b.2) El sentido de la filiación divina, fundamento de la vida cristiana

En conformidad con lo que hemos dicho, este nuevo enunciado expresa algo totalmente cierto: la conciencia de ser hijos de Dios en Cristo es concebida, en la doctrina y en la praxis espiritual enseñadas por san Josemaría, como el cimiento firme de la existencia cristiana, que a su vez es entendida como un proceso de identificación con Cristo. El "cristiano corriente", alter Christus, ipse Christus, al que se dirige directamente la enseñanza del fundador, impone, por así decir, su realidad: su existencia ha de ser, como la del Modelo, enteramente filial, asentada en la convicción de fe de ser hijo en el Hijo. Por eso mismo, además de cristocéntrica, ha de ser eucarística y apostólica, y ha de fomentar una honda fraternidad y solidaridad.

Un texto programático redactado por el fundador, y perteneciente a los Estatutos de la Prelatura, preparados por san Josemaría y reconocidos por la Constitución apostólica Ut sit como "Código de derecho particular del Opus Dei" 153, expresa con estas palabras su espíritu: "El fundamento sólido que sostiene todo en el Opus Dei, raíz asimismo fecunda que todo lo vivifica, es un humilde y sincero sentido de la filiación divina en Cristo Jesús, por el que dulcemente se cree en el amor paterno que Dios nos tiene. Cristo Señor, Dios Hombre, por su inefable bondad, es sentido como hermano primogénito por los fieles de la Prelatura, que por la gracia del Espíritu Santo se esfuerzan en imitar a Jesús, teniendo principalmente en la memoria el admirable ejemplo y la fecundidad de su vida de trabajo en Nazaret" 154.

Situar, pues, el fundamento de la vida cristiana en la conciencia de ser hijos de Dios ("sentido de la filiación divina"), es ciertamente un aspecto central de la doctrina teológico-espiritual de san Josemaría, como muestran con evidencia todas sus obras, y en concreto la que ahora estudiamos. "La piedad que nace de la filiación divina –leemos, en efecto, en Amigos de Dios– es una actitud profunda del alma, que acaba por informar la existencia entera: está presente en todos los pensamientos, en todos los deseos, en todos los afectos. ¿No habíais observado que, en las familias, los hijos, aun sin darse cuenta, imitan a sus padres: repiten sus gestos, sus costumbres, coinciden en tantos modos de comportarse?" 155.

Por decirlo sintéticamente, nada hay en el común vocabulario espiritual cristiano (por ejemplo, oración, virtudes, mortificación, conversión, libertad, contemplación, vocación, sacrificio, etc.) que, leído desde san Josemaría, no admita o, quizá mejor, no exija en cierto modo como complemento propio la fórmula: "de los hijos de Dios". Un buen ejemplo lo ofrece el título de la homilía La conversión de los hijos de Dios, incluida en Es Cristo que pasa 156. También Amigos de Dios brinda formulaciones semejantes, como, por ejemplo, la expresada en esta frase: "a cada uno, de acuerdo con su situación personal, exige [el Señor] la práctica de las virtudes propias de los hijos de Dios" 157. Y como esta, tantas otras formulaciones análogas 158.

c) La noción de vocación cristiana

La noción de vocación cristiana forma parte del substrato teológico profundo de Amigos de Dios, y se halla presente como tal a lo largo de todo el libro, en modo explícito o implícito 159. No es una característica exclusiva del presente volumen, pues lo mismo cabe decir de las restantes obras de san Josemaría 160, pero sí es, como en las demás, una cualidad propia. Ya hemos tenido ocasión de mencionarlo: el destinatario directo de las homilías que estudiamos es la persona común, que se sabe llamada a buscar la identificación con Cristo permaneciendo en el lugar que le corresponde en la sociedad 161, y a cooperar eficazmente en la obra de la salvación, "compartiendo afanes, ilusiones y esfuerzos con las demás criaturas" 162.

La figura de ese ciudadano, igual en todo a sus iguales, plenamente inserido en el mundo como en su lugar natural, consciente al mismo tiempo de estar enraizado por la gracia en el misterio de Cristo, y enteramente decidido –como discípulo del Maestro– a buscar la santidad y a ejercer el apostolado, posee un estatuto teológico peculiar, del que forma parte principal la noción que consideramos. Así como no es obvio –tanto desde el punto de vista social como eclesial– el fenómeno existencial que representa ese cristiano, alter Christus, ipse Christus, visto por san Josemaría, así tampoco lo es la realidad teológica que lo explica y sustenta, centrada en una idea de vocación cristiana que aporta elementos singulares, por los que el pensamiento teológico –para el que la noción de vocación es archiconocida– ha transitado poco.

El rasgo más de fondo de esa idea es la conjunción entre: a) su total pertenencia al mundo como uno más, vinculado por tanto, como cosa propia, a su devenir y a sus vicisitudes, e inseparablemente, b) su total pertenencia (consciente entrega) a Cristo, sabiéndose llamado por Él a la santidad y a colaborar en primera persona, también como cosa propia, donde cada uno se encuentra, en la santificación de la entera creación 163. Tal conjunción plena (mutua integración) entre vocación-misión humana (familiar, profesional, social, etc.) y vocación-misión divina a ser "otro Cristo", constituye un punto de luz nueva que requiere una teología adecuada, sobre la que se debe seguir profundizando 164.

En la segunda parte de este volumen tendremos ocasión de considerar, en diversos momentos, la presencia realmente luminosa de esa noción de vocación cristiana en las páginas de Amigos de Dios. Su reflejo se advierte como luz de fondo por todo el libro, dedicado, como sabemos, a ilustrar al lector sobre el contenido de las virtudes humanas y sobrenaturales, y a exhortarle a ejercitarse en ellas, con deseos de santidad y de influjo apostólico. "Dios y los hombres necesitan, de nuestra parte, una fidelidad sin paliativos, sin eufemismos, que llegue hasta sus últimas consecuencias, sin medianías ni componendas, en plenitud de vocación cristiana asumida y practicada con esmero" 165.

Quiere ayudar san Josemaría al lector a "descubrir, en cada instante, ese sentido divino que transforma nuestra vocación profesional en el quicio sobre el que se fundamenta y gira nuestra llamada a la santidad" 166. Tomarse en serio "nuestra vocación de cristianos", significa esforzarse para "que Dios se halle siempre presente en nuestros pensamientos, en nuestros labios y en todas las acciones nuestras, también en aquellas más ordinarias y corrientes" 167. Y supone, al mismo tiempo, "dar al prójimo todo lo que en justicia le corresponde" 168, comenzando por el ejemplo: "Por amor a Dios, por amor a las almas y por corresponder a nuestra vocación de cristianos, hemos de dar ejemplo. Para no escandalizar, para no producir ni la sombra de la sospecha de que los hijos de Dios son flojos o no sirven, para no ser causa de desedificación…, vosotros habéis de esforzaros en ofrecer con vuestra conducta la medida justa, el buen talante de un hombre responsable" 169.

Los siguientes apartados que abordamos después de este (plena secularidad, amor a la libertad, trabajo santificado y santificador, unidad de vida), nos permitirán seguir abundando en la misma cuestión analizando facetas diversas. Pueden servir de síntesis unas hermosas palabras que encontramos en Es Cristo que pasa: "Nuestra vocación de hijos de Dios, en medio del mundo, nos exige que no busquemos solamente nuestra santidad personal, sino que vayamos por los senderos de la tierra, para convertirlos en trochas que, a través de los obstáculos, lleven las almas al Señor; que tomemos parte como ciudadanos corrientes en todas las actividades temporales, para ser levadura que ha de informar la masa entera" 170.

d) Plena secularidad

En la enseñanza de san Josemaría es habitual la mención a la plena secularidad de su espíritu fundacional y de todo lo que en él se inspira, como la vida espiritual de los fieles, laicos y sacerdotes, del Opus Dei, y las actividades apostólicas que promueven 171. En un pasaje de los Estatutos de la Prelatura, se lee: "La Prelatura, en conformidad con las disposiciones de su derecho particular, se propone la santificación de sus fieles en el estado, profesión y condición de vida de cada uno de ellos, en el ejercicio de las virtudes cristianas, según su específica espiritualidad, enteramente secular" 172.

La frase contiene diversos puntos significativos. Además de aludir, de manera indirecta, a la finalidad común a todas las formas de espiritualidad cristiana (mostrar un camino de santificación por medio del ejercicio de las virtudes), quiere sobre todo señalar, de modo directo, una característica que especifica el camino en cuanto informado por el espíritu del Opus Dei: su plena secularidad e, inseparablemente, su interrelación con el estatuto personal ("estado, profesión y condición de vida") de cada fiel en la sociedad y en la Iglesia. En un libro como Amigos de Dios, exponente de la enseñanza doctrinal y práctica de san Josemaría sobre la santidad y la práctica de las virtudes, esas notas asoman por todas partes.

d.1) Una característica esencial del espíritu del Opus Dei

En el camino de santidad abierto por san Josemaría, la secularidad es elemento esencial, realidad originaria y definitoria, no derivada, no amoldada a posteriori a las características de sus fieles, no añadida: algo en definitiva que él asocia al contenido de las luces carismáticas fundacionales. Los ejemplos podrían multiplicarse; basten por ahora algunas concisas y explícitas referencias: la plena secularidad ("nuestra plena secularidad", escribe el fundador) es "característica esencial" del espíritu del Opus Dei 173; "la condición secular de los miembros del Opus Dei no es un simple ropaje jurídico: es una característica real y esencial" 174; la secularidad, "empapa todo el modo de nuestra acción apostólica, tanto individual como colectiva" 175; "la secularidad, en el Opus Dei, no es una máscara; es algo que pertenece a la esencia misma de nuestro camino" 176.

No se trata, pues, para san Josemaría de un elemento accidental de su espíritu (como podría serlo, por ejemplo, en el caso de una espiritualidad no secular adaptada externamente al estilo o condición de vida de unos laicos y de unos sacerdotes seculares), sino de algo que, por pertenecer a su misma sustancia, permite definirlo. El énfasis puesto por el fundador en la sustancia secular del hecho teológico y pastoral del Opus Dei –esto es, de la vocación-misión que caracteriza el existir cristiano de sus miembros–, es un punto digno de reflexión antes incluso de plantearse estudiar su contenido doctrinal o sus características teológicas. Lo es más aún, a mi entender, si se tiene en cuenta el infrecuente tratamiento de la secularidad como elemento esencial de la espiritualidad cristiana en la literatura ad hoc del primer tercio del siglo pasado (el Opus Dei nace en 1928), e incluso en la del periodo 1940-1970, en el que se sitúa la mayor parte de los textos de san Josemaría. Su enseñanza, en cambio, insiste en subrayar las dimensiones positivas de la secularidad como noción cristiana, así como a revalorizar, principalmente en el plano espiritual y pastoral, su esencial influjo en la conformación de la existencia cristiana.

A la luz del misterio del Verbo encarnado el mundo debe ser contemplado no como una realidad simplemente exterior al hombre sino como el hogar material que le acoge y acompaña, el hogar de los hijos de Dios en Cristo, que en el mundo y junto con él, llevándolo consigo, se encaminan hacia su destino trascendente, es decir, hacia la casa del Padre, lugar de la plena y eterna comunión. Estos elementos de la doctrina revelada no deben ser descuidados a la hora de tematizar ciertas nociones teológicas que, como la de secularidad, ayudan a penetrar en los estratos profundos de la cosmovisión cristiana, y ofrecen por esa misma razón un firme punto de apoyo al entender y al existir del discípulo de Cristo que se afana en configurar el mundo según el espíritu del cristianismo.

La noción teológica de secularidad comporta, en efecto, una visión afirmativa del mundo manifestada como amor a la entera creación, cuyo destino ha sido irrevocablemente puesto por querer divino en dependencia del nuestro. Incluye, en efecto, no solo referencia al mundo por parte del hombre (su ser y su estar en el mundo), sino también, y ante todo, la comprensión del significado del mundo como creación y don de Dios al hombre, realidad amada a causa suya e inseparablemente de él.

d.2) Elementos doctrinales de fondo 177

En la idea de secularidad que late en el pensamiento de san Josemaría –más como efecto de los dones carismáticos concedidos que como punto de llegada de consideraciones teológicas personales–, se entrecruzan diversos elementos doctrinales, todos ellos necesarios y ninguno suficiente en solitario. Captados en unidad cabría expresarlos sintéticamente así:

a) la afirmación del mundo en su objetividad, en su consistencia ontológica, en su razón de ser que es la manifestación del amor y de la gloria de Dios, puntos todos ellos centrales de la intelección cristiana del mundo y de la relación del hombre con él;

b) la comprensión del amor al mundo por parte del cristiano como participación (y, en ese sentido, también manifestación) del amor con que Dios lo ama en el Verbo, por quien ha sido hecho y en quien subsiste;

c) la comprensión del mundo como don entregado originariamente al hombre –no heterogéneo con su condición creatural y con la finalidad de su cualidad de imagen divina– para que lo conduzca a cumplimiento a través de su propio obrar, esto es, mediante el trabajo, que es su modo personal de entrar en relación con la naturaleza y el devenir de la criatura impersonal;

d) la proclamación del deber cristiano de edificar en Cristo el mundo, reconduciendo la entera creación hacia el destino previsto en el plan divino, lo que significa a la luz del misterio del Verbo encarnado la responsabilidad de rescatar y remodelar el mundo con el sello glorioso de la Cruz;

e) la secularidad cristiana, en fin, ha de ser entendida con toda su riqueza de matices, sin desproveerla, por tanto, de su esencial dimensión sacerdotal, inseparable de los anteriores elementos, en su mutua relación; su principal fuente de intelección es la comprensión del amor redentor de Cristo como amor sacerdotal al hombre y al mundo, fundado en su amor filial al Padre y realizado en la tierra a través de la donación de su propia existencia.

d.3) Alentar una auténtica teología de la secularidad

Sobre esos presupuestos, la noción cristiana de secularidad abre una privilegiada vía de acceso al significado teológico –significado en Cristo– de las realidades creadas en su interrelación e interdependencia, y de su destino –el cielo nuevo y la tierra nueva (cfr. Ap 21, 1)– ligado al del hombre. Quizás no haya sido esta una vía suficientemente explorada por la inteligencia cristiana, y quizás también subsiste por ese motivo una cierta insuficiencia nocional al respecto, así como un cierto déficit (filosófico, teológico y canónico) en el estudio de otras nociones cristianas en relación con esta. Cabe desear y alentar en este sentido el desarrollo de una auténtica teología de la secularidad, en la que no se prescinda de la peculiar luz que arroja sobre otras realidades.

Las grandes nociones de la espiritualidad cristiana, constantemente repensadas a lo largo del tiempo, pedirían ser nuevamente visitadas desde una perspectiva coherente con la esencial dimensión secular de la creación y de la redención en el Verbo encarnado. Ese camino permitiría expresar también con mayor profundidad el contenido y el significado del mensaje cristiano de salvación, y ayudaría a desarrollar un diálogo serio con el pensamiento no cristiano acerca de las cuestiones humanas esenciales, contribuyendo del mejor modo posible a la evangelización 178.

Estas últimas ideas nos ponen ante la cuestión de la libertad cristiana y la del trabajo santificado, realmente centrales en la doctrina espiritual de san Josemaría.

e) Amor a la libertad y a la responsabilidad personales

El análisis de la libertad, como uno de los elementos centrales del espíritu fundacional de san Josemaría, ha de realizarse precisamente en el contexto, que es el suyo propio, de transmisión de un espíritu de santificación y de una misión apostólica, cuyo sujeto es el cristiano corriente, alter Christus, ipse Christus 179, al que habla san Josemaría.

Hay que prestar, por eso, atención, ante todo, a las claves de fondo del pensamiento cristocéntrico de san Josemaría, que es la gran forja en la que la noción de libertad es moldeada con tonos propios. Tales claves son también, análogamente, las de su visión del hombre cristiano como alter Christus: sentido o conciencia de filiación divina, de misión corredentora, de mutua relación de pertenencia y de distinción con el mundo, de mediación sacerdotal.

De ese fondo cristocéntrico brotan las singulares tonalidades de las que se revisten las nociones cristianas en la enseñanza de san Josemaría. Y ese es el contexto en que se sitúa –y se debe analizar– la noción de libertad que ahora consideramos; ahí se ponen de manifiesto sus elementos característicos, que se pueden sintetizar así:

Así, pues, una libertad de hijo de Dios, liberada de la servidumbre del pecado, para amar la verdad y comprometerse con el bien. Desde esa noción básica de libertad –que podría denominarse "libertad esencial"–, se despliega la enseñanza de san Josemaría sobre el ejercicio de las libertades formales. Cornelio Fabro ha escrito que la espiritualidad que propone san Josemaría es una "espiritualidad desde la libertad".

Tendremos ocasión de ampliar estas ideas, junto con otros aspectos característicos de la doctrina del Autor 180, al comentar la homilía La libertad, don de Dios, cuyo entero contenido, comenzando por el propio título, es muy representativo de su pensamiento.

f) Trabajo santificado y santificador

En la luz fundacional, en íntima conexión con su intuición carismática del misterio de Cristo, perfectus Deus, perfectus homo, san Josemaría descubre el sentido profundo del trabajo: "Toda la vida del Señor me enamora. Tengo, además una debilidad particular por sus treinta años de existencia oculta en Belén, en Egipto y en Nazaret. Ese tiempo –largo–, del que apenas se habla en el Evangelio, aparece desprovisto de significado propio a los ojos de quien lo considera con superficialidad. Y, sin embargo, siempre he sostenido que ese silencio sobre la biografía del Maestro es bien elocuente, y encierra lecciones de maravilla para los cristianos. Fueron años intensos de trabajo y de oración, en los que Jesucristo llevó una vida corriente –como la nuestra, si queremos–, divina y humana a la vez; en aquel sencillo e ignorado taller de artesano, como después ante la muchedumbre todo lo cumplió a la perfección" 181.

La relación entre trabajo y santidad, conforme a ese espíritu, puede enunciarse sencillamente así: la santificación del trabajo ordinario es el quicio en el que se apoya la vida espiritual del cristiano corriente, en su doble dimensión de búsqueda personal de la santidad y de positiva cooperación apostólica en la santificación de los demás 182.

He aquí un enunciado sintético y expresivo:

"Dentro de la espiritualidad laical, la peculiar fisonomía espiritual, ascética, de la Obra aporta una idea, hijos míos, que es importante destacar. Os he dicho infinidad de veces, desde 1928, que el trabajo es para nosotros el eje, alrededor del cual ha de girar todo nuestro empeño por lograr la perfección cristiana. Al buscar en medio del mundo la perfección cristiana, cada uno de nosotros ha de buscar también necesariamente la perfección humana, en su propia labor profesional. Y, a la vez, ese trabajo profesional es eje alrededor del cual gira todo nuestro empeño apostólico" 183.

El trabajo, como encontraremos destacado en tantos pasajes de este volumen, no es solamente un elemento integrante de la condición humana desde los orígenes, una nota de su específica creaturalidad, y la vía principal de su relación con la creación y con el Creador 184. Es también una realidad santificadora, en cuanto eje alrededor del cual gira la búsqueda de la santidad. "Vamos a pedir luz a Jesucristo Señor Nuestro, y rogarle que nos ayude a descubrir, en cada instante, ese sentido divino que transforma nuestra vocación profesional en el quicio sobre el que se fundamenta y gira nuestra llamada a la santidad" 185.

La proclamación del significado santo y santificador del trabajo, que brilla máximamente en Cristo –en cuyas manos el trabajo cotidiano "se convierte en tarea divina, en labor redentora, en camino de salvación" 186–, fundamenta también el sentido inmanente y al tiempo transcendente de las actividades cotidianas de los hijos de Dios, que están llamados a santificarlas, allí donde las desarrollan 187.

Ese nervio evangelizador del trabajo santificado, tan propio del espíritu de san Josemaría, se advierte con claridad en diversos pasajes de nuestro libro; sirva este como ejemplo: "Esta ha sido mi predicación constante desde 1928: urge cristianizar la sociedad; llevar a todos los estratos de esta humanidad nuestra el sentido sobrenatural, de modo que unos y otros nos empeñemos en elevar al orden de la gracia el quehacer diario, la profesión u oficio. De esta forma, todas las ocupaciones humanas se iluminan con una esperanza nueva, que trasciende el tiempo y la caducidad de lo mundano" 188.

En el espíritu de san Josemaría, en fin, el trabajo del "cristiano corriente", no es solo concebido como ámbito o medio de santificación en el mundo, sino ante todo como realidad en sí misma santificable. Y ¿qué significa santificar el trabajo? Significa realizarlo, como Jesucristo, con la máxima perfección humana posible: "a conciencia, con sentido de responsabilidad, con amor y perseverancia, sin abandonos ni ligerezas" 189, como quien se mueve por Amor 190, "con el sentido vivo e inmediato de la responsabilidad del fruto de nuestro trabajo y de su alcance apostólico" 191.

g) Unidad de vida

La noción de "unidad de vida", y la enseñanza construida en torno a ella –como causa o como corolario suyos–, es uno de los elementos característicos del patrimonio doctrinal de san Josemaría 192. Como tal lo encontramos también en Amigos de Dios, sosteniendo, como gran base implícita –y así lo iremos mostrando en los momentos oportunos–, el contenido de sus páginas.

Uno de los pasajes del libro, que simplemente transcribimos, sin necesidad, por ahora, de glosarlo, proporciona una descripción breve y precisa del significado que san Josemaría da a esa noción: "No hay –no existe– una contraposición entre el servicio a Dios y el servicio a los hombres; entre el ejercicio de nuestros deberes y derechos cívicos, y los religiosos; entre el empeño por construir y mejorar la ciudad temporal, y el convencimiento de que pasamos por este mundo como camino que nos lleva a la patria celeste" 193.

El mismo texto, en su continuación, pone de relieve el porqué de la importancia de esa doctrina en la enseñanza de nuestro Autor: "También aquí se manifiesta esa unidad de vida que –no me cansaré de repetirlo– es una condición esencial, para los que intentan santificarse en medio de las circunstancias ordinarias de su trabajo, de sus relaciones familiares y sociales. Jesús no admite esa división: ‘ninguno puede servir a dos señores, porque o tendrá aversión al uno y amor al otro, o si se sujeta al primero, mirará con desdén al segundo’ (Math VI, 24). La elección exclusiva que de Dios hace un cristiano, cuando responde con plenitud a su llamada, le empuja a dirigir todo al Señor y, al mismo tiempo, a dar también al prójimo todo lo que en justicia le corresponde" 194.

En un antiguo texto de san Josemaría encontramos una síntesis de las claves de fondo de su noción de "unidad de vida", que encontraremos ampliamente expuestas en Amigos de Dios. Dice así: "Unir el trabajo profesional con la lucha ascética y con la contemplación –cosa que puede parecer imposible, pero que es necesaria, para contribuir a reconciliar el mundo con Dios–, y convertir ese trabajo ordinario en instrumento de santificación personal y de apostolado. ¿No es este un ideal noble y grande, por el que vale la pena dar la vida?" 195.

Cabe, en verdad, decir que la transmisión y propagación de ese ideal –perfectamente reflejado en la noción de unidad de vida–, es el horizonte último de las enseñanzas contenidas en este libro.

Segunda parte
Proceso de publicación de Amigos de Dios

I. Las homilías editadas en vida de san Josemaría196

6. Ocho homilías en seis meses (marzo-agosto 1973)

El último texto enviado desde Roma a las diversas Regiones para ser incluido en Es Cristo que pasa había sido el titulado En la fiesta del Corpus Christi. A España fue remitido el 13 de diciembre de 1972 acompañado de una comunicación en la que se indicaba justamente que se trataba de la última homilía para el "volumen primero" aunque se podía publicar también por separado en forma de folleto197. De hecho en ese mismo mes vio la luz en Madrid con ese formato dentro de la colección "Noray" (n. 28) de Ediciones Palabra.

Durante los tres primeros meses de 1973 en Roma y en Madrid se estuvo trabajando en la preparación de la primera edición de Es Cristo que pasa que se acabó de imprimir el 19 de marzo 1973 y fue puesto a la venta en ese mismo mes por Ediciones Rialp.

Mientras se llevaban a cabo esos trabajos san Josemaría inmerso también en otros muchos compromisos pastorales abordaba sin pausa la preparación de nuevas homilías. Era grande el eco que le hacían llegar de todo el mundo acerca del fruto espiritual y apostólico que las ya editadas –por entonces en seis lenguas– estaban produciendo en muchos países. Deseaba seguir prestando –e incluso intensificando– ese servicio con la mirada puesta en toda la Iglesia. Pronto saldría a la calle el primer volumen y ya anhelaba ofrecer a corto plazo un segundo.

Entre enero y junio de 1973 hizo llegar a España y otras Regiones el texto de ocho nuevas homilías cuyo destino final sería ese futuro "segundo volumen" para que fueran siendo publicadas poco a poco por separado. De hecho todas fueron editadas en castellano entre marzo y agosto de aquel año y sucesivamente en otras lenguas. No eran textos que hubieran sido solicitados por algún medio de comunicación sino –conforme a la praxis que se venía siguiendo en Roma desde 1971198– directamente enviados a las Regiones para que se procediera a su publicación.

Es interesante comprobar que en estas ocho homilías se siguen respetando con cierta uniformidad los tiempos de preparación y envío del texto (entre tres y cuatro semanas aproximadamente) salvo en las dos primeras que como vamos a ver fueron enviadas casi al mismo tiempo. A continuación señalamos algunos datos esenciales de esos ocho textos limitando la exposición prácticamente a la aparición de sus primeras ediciones y dejando para la Segunda Parte el estudio de los procesos de elaboración.

a) Vida de fe

El original de la homilía Vida de fe fue enviado a España desde Roma el 21 de enero de 1973 con la indicación de que iría en el segundo volumen aunque ya podía publicarse por separado199. Venía acompañado por otro original el de la homilía Lealtad a la Iglesia que en un primer momento se pensaba incluir también en el mismo volumen. Unas semanas después el 15 de febrero llegaba otra comunicación de Roma señalando la conveniencia de que esas homilías aparecieran pronto en forma de folleto200.

La primera edición de Vida de fe apareció en abril de 1973 en la colección de "Folletos Mundo Cristiano"201 n. 162. En el mismo folleto se publicó también la homilía Lealtad a la Iglesia.

b) Humildad

El original de la homilía Humildad fue remitido a España el día 28 de enero de 1973 solo una semana después de llegar las dos anteriores202. Ese corto espacio de tiempo entre ambos envíos sugiere que san Josemaría empeñado también en otras exigentes labores de su ministerio pastoral había seguido trabajando con intensidad en la elaboración de las homilías entre el 13 de diciembre de 1972 (fecha en que se manda a España la última incluida en Es Cristo que pasa) y mediados de enero de 1973 (en que se realizan los nuevos envíos).

Por los datos que conocemos los textos recién llegados –que debían de estar siendo elaborados desde meses antes– fueron ultimados en ese breve periodo de cuatro semanas. Los datos exactos sin embargo no nos constan. En todo caso enviado ya a la imprenta el "volumen primero" san Josemaría no se toma por decirlo así un descanso: es patente su interés por seguir prestando ese servicio sin solución de continuidad. Como decía con frecuencia le "urgían" las almas.

En la comunicación que acompañaba a la homilía Humildad se decía que "como las dos anteriores sobre la Iglesia y Vida de fe irá en el segundo volumen"203 y se autorizaba también a editarla antes en forma de folleto.

No fue ese finalmente el formato elegido para la primera edición pues Humildad vio la luz el 15 de marzo de 1973 en la revista Telva204 n. 228 pp. 28-31.

c) Virtudes humanas

Diez días después del envío a España de Humildad se realizó el de una nueva homilía Virtudes humanas que llegó acompañada de las indicaciones habituales205.

Su primera edición tuvo lugar en abril de 1973 en el "Folleto Mundo Cristiano" n. 163. En el mismo folleto se incluyó también el texto de Humildad.

d) Para que todos se salven

La homilía Para que todos se salven cuarta de las enviadas llegó a Madrid dos semanas y media después de la anterior (el ritmo de trabajo continúa siendo muy intenso) y con las mismas advertencias respecto a su publicación206.

Fue editada por vez primera en mayo de 1973 en el "Folleto Mundo Cristiano" n. 165.

e) El tesoro del tiempo

Al mes de llegar la anterior se recibe en Madrid el original de El tesoro del tiempo con las conocidas indicaciones207.

Se editó con Para que todos se salven en el "Folleto Mundo Cristiano" n. 165 de mayo de 1973.

f) Vida de oración

Veinte días después de recibir el original de El tesoro del tiempo el 11 de abril de 1973 fue enviado desde Roma con las advertencias sabidas el texto de una nueva homilía: Vida de oración208.

Su edición primera fue en el "Folleto Mundo Cristiano" n. 168 en julio de 1973.

g) Hacia la santidad

El 8 de mayo cuatro semanas después de la anterior salía de Roma hacia la imprenta con idénticas indicaciones el séptimo de los textos de este periodo: Hacia la santidad 209.

Vio la luz por vez primera junto con Vida de oración en el "Folleto Mundo Cristiano" n. 168.

h) Madre de Dios Madre nuestra

La última homilía de esta serie Madre de Dios Madre nuestra destinada también al "segundo volumen de homilías" partió de Roma el 4 de junio210.

Se editó por vez primera en el "Folleto Mundo Cristiano" n. 170 en agosto de 1973. En el mismo folleto se publicó también la homilía Sacerdote para la eternidad.

Cuadro sintético de los datos reseñados

Humildad, 15 marzo 1973, Revista Telva n. 228
Vida de fe, abril 1973, Folleto MC n. 162
Virtudes humanas, abril 1973, Folleto MC n. 163
El tesoro del tiempo, mayo 1973, Folleto MC n. 165
Para que todos se salven, mayo 1973, Folleto MC n. 165
Vida de oración, julio 1973, Folleto MC n. 168
Hacia la santidad, julio 1973, Folleto MC n. 168
Madre de Dios, Madre nuestra, agosto 1973, Folleto MC n. 170

7. Ediciones simultáneas a la primera en España

Casi al mismo tiempo de ver la luz la primera edición de esas ocho homilías y como venía sucediendo con las anteriores de san Josemaría –acogidas siempre con notable interés por un gran número de lectores– otros medios de comunicación españoles solicitaron publicarlas.

Adjuntamos un cuadro sintético de esas ediciones simultáneas en España:

Humildad, Folleto MC n. 163 y Col. "Noray" n. 37, Madrid 1973
Vida de fe, Col. "Noray" n. 33, Madrid 1973
Virtudes humanas, Col. "Noray" n. 35, Madrid 1973
El tesoro del tiempo, Col. "Noray" n. 38, Madrid 1973
Para que todos se salven, Col. "Noray" n. 36, Madrid 1973
Vida de oración, Col. "Noray" n. 39, Madrid 1973
Hacia la santidad, Col. "Noray" n. 36, Madrid 1973; "Cuadernos Mundo Cristiano" n. 17, Madrid 1973 y Col. "Islabe", Pamplona 1973
Madre de Dios, Madre nuestra, Col. "Noray" n. 41, Madrid 1973

8. Primeras ediciones en países hispanoparlantes

En muchos países de lengua hispana con motivo de la publicación de las homilías del fundador del Opus Dei que fueron apareciendo por separado desde 1968 en adelante y que luego fueron reunidas en el libro Es Cristo que pasa se había realizado un notable esfuerzo económico y editorial para ponerlas al alcance de los ciudadanos de aquellas regiones. En un primer momento para disponer cuanto antes de los textos se importaron ejemplares editados en España pero enseguida comenzaron a crearse en los diversos países colecciones de folletos ad hoc 211 análogas a las nacidas en España y en otras zonas lingüísticas.

Las nuevas ocho homilías no se editaron en algunos países latinoamericanos al ritmo de su publicación en España e incluso no todas fueron editadas en aquellos momentos en todos los países. Las compañías editoras de aquellas colecciones estaban interesadas sobre todo por entonces en acabar de editar las homilías de Es Cristo que pasa que aún no habían visto la luz en el respectivo país así como en la publicación del propio libro. Por ese motivo algunas solo aparecieron con el libro212 y otras además de incluirse en el libro se publicaron por separado en años sucesivos en forma de folleto.

Ofrecemos a continuación la síntesis de esos procesos en los diferentes países:

a) Perú
Fueron publicadas siete homilías de las ocho antes de que apareciera el libro. La octava Madre de Dios, Madre nuestra salió en el libro: Vida de fe , enero 1975 Col. "Algarrobo" n. 5 Piura213
Humildad , abril 1976 Col. "Nuevo Tiempo" n. 19 Lima214
Vida de oración , junio 1976 Col. "Nuevo Tiempo" n. 23 Lima215
Para que todos se salven , noviembre 1976 Col. "Nuevo Tiempo" n. 25 Lima216
Virtudes humanas , febrero 1977 Col. "Nuevo Tiempo" n. 28 Lima217
b) Venezuela
Fueron editadas las ocho homilías antes de la aparición del libro:
Vida de fe , junio 1973 Col. "Cuadernos de Orientación Doctrinal" n. 1 Caracas218
Virtudes humanas, julio 1973 Col. "Cuadernos de Orientación Doctrinal" n. 6 Caracas
Para que todos se salven, julio 1973 Col. "Cuadernos de Orientación Doctrinal" n. 11 Caracas
El tesoro del tiempo, julio 1973 Col. "Cuadernos de Orientación Doctrinal" n. 16 Caracas
Vida de oración, enero 1974 Col. "Cuadernos de Orientación Doctrinal" n. 25 Caracas
Hacia la santidad, enero 1974 Col. "Cuadernos de Orientación Doctrinal" n. 22 Caracas
Humildad, julio 1974 Col. "Cuadernos de Orientación Doctrinal" n. 27 Caracas
Madre de Dios, Madre nuestra, julio 1977 Col. "Cuadernos de Orientación Doctrinal" n. 32 Caracas219
c) Colombia
Fueron publicadas por separado seis de las ocho homilías:
Vida de fe, 1973 Col. "Centro de Estudios Doctrinales (CED)" n. 28 Medellín
El tesoro del tiempo, 1974 Col. "Centro de Estudios Doctrinales (CED)" n. 32Medellín
Para que todos se salven, 1974 Col. "Centro de Estudios Doctrinales (CED)" n. 34 Medellín
Hacia la santidad, 1974 Col. "Centro de Estudios Doctrinales (CED)" n. 37 Medellín
Vida de oración, 1974 Col. "Centro de Estudios Doctrinales (CED)" n. 40 Medellín
Virtudes humanas, 1974 Col. "Centro de Estudios Doctrinales (CED)" n. 55 Medellín
d) México
Se publicaron por separado antes de la edición del libro siete de las ocho homilías:
Vida de fe, 1975 Col. "Cuadernos Minos 70" n. 29 México D.F.
Madre de Dios, Madre nuestra, 1976 Col. "Cuadernos Minos 70" n. 32México D.F.
Virtudes humanas, 1976 Col. "Cuadernos Minos 70" n. 34 México D.F.
El tesoro del tiempo, 1976 Col. "Cuadernos Minos 70" n. 36 México D.F.
Hacia la santidad, 1977 Col. "Cuadernos Minos 70" n. 39 México D.F.
Para que todos se salven, 1979 Col. "Cuadernos Minos 70" n. 47 México D.F.
Humildad, 1980 Col. "Cuadernos Minos 70" n. 49 México D.F.
e) Chile
Se editaron las ocho homilías antes de que saliera el libro:
Madre de Dios, Madre nuestra, 1973 "Cuadernos Proa" n. 4 Santiago de Chile220
Hacia la santidad, 1973 "Cuadernos Proa" n. 5 Santiago de Chile221
Vida de oración, 1973 "Cuadernos Proa" n. 6 Santiago de Chile222
Virtudes humanas, 1974 "Cuadernos Proa" n. 7 Santiago de Chile
Humildad, 1974 "Cuadernos Proa" n. 10 Santiago de Chile223
Vida de fe, 1977 "Cuadernos Proa" n. 16 Santiago de Chile224
f) Ecuador
Solo fueron publicadas por separado dos de las ocho homilías:
Hacia la santidad
Vida de oración, 1974 "Cuadernos de Documentación" n. 12 Quito225

9. Traducciones y primeras ediciones en otras lenguas

a) En lengua inglesa

El proceso de traducción y primera edición en lengua inglesa de las homilías que estamos considerando es sucesivo y en todo semejante al que se había establecido para las que habían sido previamente incluidas en Es Cristo que pasa226.

En síntesis cabe decir que las traducciones fueron llevadas a cabo fundamentalmente de común acuerdo en las Regiones de Irlanda y Estados Unidos mientras que de las ediciones se ocupó la editorial neoyorkina Scepter Publishers Inc. Esta dentro de su colección "Scepter Booklet" había publicado separadamente siete de las ocho homilías entre febrero de 1974 y marzo de 1975 en vida de san Josemaría que llegó a conocer esas ediciones; la octava apareció en diciembre de 1975.

El cuadro-resumen de esas primeras ediciones en forma de folleto es el siguiente227:

Time is a Treasure, febrero 1974 Scepter Booklet n. 3
Life of Faith, marzo 1974 Scepter Booklet n. 5228
Human Virtues, marzo 1974 Scepter Booklet n. 6
Mother of God and Our Mother, junio 1974 Scepter Booklet n. 10
That All May Be Saved, junio 1974 Scepter Booklet n. 12
Humility, julio 1974 Scepter Booklet n. 13
Life of Prayer, marzo 1975 Scepter Booklet n. 25229
Toward Holiness, diciembre 1975 Scepter Booklet n. 36

b) En lengua francesa

Tres de las ocho homilías fueron traducidas y editadas por vez primera en 1974 en vida de san Josemaría dentro de la colección de los "Cahiers du Centre de Rencontres de Couvrelles". Las otras cinco vieron la luz en los dos años siguientes. Las ediciones sucesivas hasta el día de hoy han recogido el texto de aquellas traducciones. Los profesionales que las realizaron no dejaron testimonio de su nombre; solo hemos podido recuperar el de Jean Bélorgey catedrático en la Universidad Paris X que tradujo Porque verán a Dios.

He aquí una síntesis del proceso:

Vie de prière, Vers la sainteté, 1974 "Cahiers du Centre de Rencontres de Couvrelles" n. 13 Pour que tous soient sauvés, 1974 "Cahiers du Centre de Rencontres de Couvrelles" n. 14 Humilité, Vertus humaines, 1976 "Cahiers du Centre de Rencontres de Couvrelles" n. 19 Vie de foi, Ce trésor qu’est le temps, 1976 "Cahiers du Centre de Rencontres de Couvrelles" n. 21 Mère de Dieu, notre Mère, 1976 "Cahiers du Centre de Rencontres de Couvrelles" n. 23230

c) En lengua alemana

Las traducciones de las ocho homilías fueron realizadas en la Región de Suiza de acuerdo con la de Alemania231 a partir de 1974. En vida de san Josemaría se habían publicado cuatro. A comienzos de 1976 estaban seis traducidas232 y a fin de ese año las dos restantes.

Se editaron todas en Friburgo (Suiza) en forma de folletos con dos homilías de acuerdo con el siguiente iter:

Der Wert der Zeit, Damit alle gerettet werden, febrero 1975 Kanisius Verlag Demut, Menschliche Tugenden, abril 1975 Kanisius Verlag Leben aus dem Glauben, Leben aus dem Gebet, diciembre 1975 Kanisius Verlag Der Heiligkeit entgegen, Mutter Gottes unsere Mutter, noviembre 1976 Kanisius Verlag

d) En lengua italiana

Una de las ocho fue traducida y editada por separado en 1973; dos más antes de junio de 1975. Otras dos se editaron separadamente en 1978 antes de la primera edición de la versión en italiano de Amigos de Dios (junio de 1978). Las tres restantes aunque estaban traducidas desde 1977 quizás aparecieron por vez primera incluidas en el libro. En su mayor parte fueron traducidas por el sacerdote del Opus Dei don Francesco Contadini.

He aquí un cuadro-resumen:

Verso la santità, octubre 1973 Studi Cattolici: rivista di teologia pratica n. 152 pp. 579-585
Vita di orazione, marzo 1974 "Omelie di Mons. Escrivá de Balaguer" n. 8233
Vita di fede, enero 1975 Studi Cattolici: rivista di teologia pratica n. 167 pp. 3-8
Il tesoro del tempo, Lavoro di Dio, abril 1978 "Omelie di Mons. Escrivá de Balaguer" n. 10

e) En lengua portuguesa

Todas se publican por separado entre 1975 y 1977 por la Editorial Aster de Lisboa. El traductor principal fue el sacerdote del Opus Dei D. Nuno Girão que contó con la colaboración de Osvaldo Aguiar y Raul Diniz.

Síntesis del proceso:

Vida de fé, Virtudes humanas, O tesouro do tempo, julio 1975 "Cadernos Prumo" n. 2
Para que todos se salvem, julio 1976 "Cadernos Prumo" n. 8
Vida de oração, Rumo a santidade, enero 1977 "Cadernos Prumo" n. 10
Humildade, Mãe de Deus nossa Mãe, julio 1977 "Cadernos Prumo" n. 11

II. Edición póstuma de las diez homilías restantes

10. Primer grupo: homilías editadas entre marzo y julio de 1976

Desde el 8 de agosto de 1973 en que había visto la luz la última de las homilías editadas en vida –Madre de Dios Madre nuestra– no fue publicado ningún otro texto de san Josemaría hasta marzo de 1976. Entre ambas fechas transcurrieron algo más de dos años y medio aproximadamente: 23 meses hasta el fallecimiento y 9 meses más hasta la edición de la primera de sus homilías póstumas: La libertad don de Dios.

Ya hemos tratado en páginas anteriores del primero de esos dos periodos en el que san Josemaría con el deseo de poder ofrecer cuanto antes un segundo volumen análogo al primero había continuado trabajando en la preparación de los textos. Puede afirmarse que hasta abril de 1974 se ocupó de redactar las diez homilías que completarían el volumen y después tras los viajes pastorales a América y hasta junio de 1975 continuó trabajando en los retoques finales formulados casi siempre oralmente por sus dificultades de salud y recogidos por Álvaro del Portillo y Javier Echevarría que le iban leyendo los textos que había preparado.

Tras del fallecimiento de san Josemaría pasaron todavía algunos meses antes de que se reanudara en Roma el proceso de publicación de las diez homilías acabadas e inéditas. Es lógico que sucediera así pues se había entrado en el tiempo de preparación de la sucesión del fundador que recayó sobre Álvaro del Portillo y después en el periodo inicial de su ministerio pastoral. No obstante como los textos ya estaban dispuestos para su edición el proceso de publicación avanzó deprisa: a los tres meses del nombramiento del sucesor recomienzan los envíos a la imprenta que seguirán un ritmo parecido al que conocemos aunque no tan regular. Lo vemos ahora de manera sintética dejando para la Segunda Parte de este volumen una exposición más detallada.

a) La libertad don de Dios

En marzo de 1975 había llegado a Roma a través de la Comisión Regional de España la petición por parte de la revista Palabra234 de un texto de san Josemaría para ser incluido en un número especial en proyecto dedicado a: "El amor a la libertad"235. La respuesta había quedado en suspenso ante los acontecimientos de aquellos meses.

Más tarde en diciembre del mismo año es enviado a España el original de La libertad don de Dios acompañado de una comunicación que señala: "para que la publiquéis como de costumbre"236. En otro párrafo de la comunicación se transmite una idea muy apropiada a la vista de la que iba a ser la primera edición póstuma de un escrito de san Josemaría: "Si en todas las ediciones de escritos de nuestro Padre habéis procurado cuidar con esmero los detalles de manera especial hay que hacerlo a partir de ahora". Y se instaba a tener en cuenta las advertencias habituales en la edición de esos textos: cuidado en la corrección de pruebas ("no debe haber ni una falta") etc. La idea se encontrará repetida en todos los envíos posteriores.

La homilía fue publicada por vez primera en la revista Mundo Cristiano237 n. 158 marzo de 1976 pp. 10-14.

b) Con la fuerza del amor

La segunda homilía del grupo que estudiamos fue enviada a España dos meses después de la anterior238. No había mediado ninguna petición previa pues lo que está en la mente de quien la envía (Álvaro del Portillo a través del Consejo General) es la pronta publicación del nuevo volumen de homilías del fundador.

Con la fuerza del amor se editó por vez primera en el suplemento dominical del diario ABC de Madrid (titulado Los Domingos de ABC) del 11 de abril de 1976. En ese mismo suplemento a petición de su director Luis M.ª Ansón habían ya aparecido en vida de san Josemaría tres escritos del fundador: el artículo "Las riquezas de la fe" (publicado el 2-XI-1969) y las homilías La muerte de Cristo vida del cristiano y El matrimonio vocación cristiana editadas respectivamente el 22-III-1970 y el 13-XII-1970239.

c) El trato con Dios

Las tres homilías siguientes empezando por esta fueron enviadas desde Roma con poca distancia temporal por una razón compartida. Se acercaba el primer aniversario del tránsito de san Josemaría y algunas revistas que ya habían publicado anteriormente algún texto suyo estaban preparando con ese motivo números o fascículos especiales para sacarlos en torno al mes de junio.

El original mecanográfico de El trato con Dios fue remitido a España el 7 de abril de 1976240 y desde allí se comunicó que habían ofrecido el texto a la revista Palabra241.

La primera edición apareció en efecto en el n. 130 (junio de 1976) de dicha revista pp. 227-230.

d) Porque verán a Dios

Poco después del envío anterior llegó a Madrid desde Roma el texto de la homilía Porque verán a Dios242 que fue entregado a la revista Mundo Cristiano para ser incluido en "el número especial de junio en el primer aniversario del paso de nuestro Padre al cielo"243.

Se publicó en primera edición en el n. 161 (junio de 1976) de la mencionada revista.

e) La esperanza del cristiano

De modo análogo la última de estas cinco homilías que comentamos que había salido de Roma el 5 de mayo244 fue cedida a la revista Telva que la incluyó en su n. 307 de la primera quincena de julio de 1976 pp. 36-41 dentro de un cuaderno especial con motivo del referido aniversario.

11. Segundo grupo: homilías editadas entre mayo y diciembre de 1977

Por razones sobre las que no disponemos de documentación pero principalmente atribuibles en mi opinión al trabajo de edición póstuma en diversas lenguas de las homilías del apartado anterior –versiones que eran enviadas y revisadas en Roma antes de ver la luz en algún medio de información de los respectivos países– la publicación de las cinco que faltaban para completar el futuro libro se demoró unos meses. A ese trabajo hay que añadir el de repasar los textos aún inéditos la corrección de eventuales erratas la preparación esmerada del original a enviar etc. El proceso que luego se desarrolló con cierta agilidad siguió el siguiente iter:

a) Trabajo de Dios

Fue enviada a España en marzo de 1977 acompañada del original de otra homilía inédita: Vivir cara a Dios y cara a los hombres "para que las publiquéis como de costumbre"245.

Se publicó por primera vez en la revista Mundo Cristiano n. 172 mayo de 1977 pp. 39-46.

b) Vivir cara a Dios y cara a los hombres

Remitida como se acaba de indicar junto con la anterior fue ofrecida a la revista Palabra que la incluyó en su n. 142 (junio de 1977).

Las tres homilías que siguen serán enviadas sucesivamente con solo una semana de separación entre cada una y la siguiente. Son las últimas publicadas por separado y precisamente en el orden en que las mencionamos246.

c) La grandeza de la vida corriente

Se envió a España en septiembre de 1977 con una nota de acompañamiento en la que se instaba a poner "como en todas las ediciones de escritos de nuestro Padre" el mayor esmero en los detalles. "En concreto –añadía la nota– estudiad bien dónde aparecerá – si es en una revista por ejemplo que no haya otros artículos o fotos que desentonen– cuidad la presentación y corregid muy bien las pruebas de imprenta: no debe haber ni una errata"247.

Fue editada por vez primera en el n. 178 (noviembre 1977) de la revista Mundo Cristiano.

d) Tras los pasos del Señor

A los pocos días salía de Roma el original de la homilía Tras los pasos del Señor acompañado de las indicaciones acostumbradas248.

La publicó la revista Palabra en su n. 148 (diciembre de 1977) pp. 425-429.

e) Desprendimiento

La última de las homilías de este grupo se envió a España a comienzos de octubre249 y vio por primera vez la luz en la colección "Cuadernos Mundo Cristiano" n. 14 en diciembre de 1977250.

Cuadro sintético de los datos reseñados

La libertad don de Dios, marzo 1976 Revista MC n. 158
Con la fuerza del amor, 11 abril 1976 Los Domingos de ABC
El trato con Dios, junio 1976 Revista Palabra n. 130
Porque verán a Dios, junio 1976 Revista MC n. 161
La esperanza del cristiano, julio 1976 Revista Telva n. 307
Trabajo de Dios, mayo 1977 Revista MC n. 172
Vivir cara a Dios y cara a los hombres, junio 1977 Revista Palabra n. 142
La grandeza de la vida corriente, noviembre 1977 Revista MC n. 178
Tras los pasos del Señor, diciembre 1977 Revista Palabra n. 148
Desprendimiento, diciembre 1977 Cuadernos MC n. 14

12. Ediciones simultáneas a la primera en España

Además de ocuparse de la primera edición de la homilía Desprendimiento la colección de Cuadernos "Mundo Cristiano" había ido publicando también las otras nueve casi simultáneamente a su aparición en las respectivas colecciones.

Ofrecemos un cuadro-resumen251:

La libertad don de Dios, Cuadernos MC n. 1 abril 1976
Con la fuerza del amor, Cuadernos MC n. 2 mayo 1976
El trato con Dios, Cuadernos MC n. 3 junio 1976
Porque verán a Dios, Cuadernos MC n. 4 julio 1976
La esperanza del cristiano, Cuadernos MC n. 5 julio 1976
Trabajo de Dios, Cuadernos MC n. 10 junio 1977
Vivir cara a Dios y cara a los hombres, Cuadernos MC n. 11 julio 1977
La grandeza de la vida corriente, Cuadernos MC n. 13 diciembre 1977
Desprendimiento, Cuadernos MC n. 14 diciembre 1977
Tras los pasos del Señor, Cuadernos MC n. 15 diciembre 1977

13. Primeras ediciones en países hispanoparlantes

Diversos países como se muestra en los cuadros sucesivos publicaron por separado algunas de las homilías de este grupo. Una vez editado el libro cesan esas publicaciones.

Perú
Con la fuerza del amor, Col. "Nuevo Tiempo" n. 25 IX-1976252
Porque verán a Dios, Col. "Nuevo Tiempo" n. 28 I-1977253
Trabajo de Dios, Col. "Nuevo Tiempo" n. 35 VIII-1977254
La esperanza del cristiano, Col. "Nuevo Tiempo" n. 40 I-1978255
Vivir cara a Dios y cara a los hombres, Col. "Nuevo Tiempo" n. 46 IX-1978256
Tras los pasos del Señor, Col. "Nuevo Tiempo" n. 52 IV-1979 Venezuela
La libertad don de Dios, "Cuadernos de Orientación Doctrinal" n. 33 VII-1977257
La esperanza del cristiano, "Cuadernos de Orientación Doctrinal" n. 34 VIII-1977
Porque verán a Dios, "Cuadernos de Orientación Doctrinal" n. 37 X-1977
Colombia258
La libertad don de Dios, "Centro de Estudios Doctrinales" n. 74 1976
Con la fuerza del amor, "Servicio de Documentación" n. 78 1976
El trato con Dios, "Centro de Estudios Doctrinales" n. 76 1976
Porque verán a Dios, "Centro de Estudios Doctrinales" n. 81 1976
La esperanza del cristiano, "Centro de Estudios Doctrinales" n. 83 1976
Trabajo de Dios, Arte-Libro 1977
Vivir cara a Dios y cara a los hombres, Revista Arco n. 200 septiembre 1977
México
La libertad don de Dios, "Cuadernos Minos 70" n. 31 1976
Con la fuerza del amor, Col. "Sisal" 1976; y también en "Cuadernos Minos 70" n. 45 1978
Porque verán a Dios, Col. "Sisal" 1976
La esperanza del cristiano, Col. "Sisal" 1976
Trabajo de Dios, Col. "Sisal" 1977
Vivir cara a Dios y cara a los hombres, "Cuadernos Minos 70" n. 43 1978
Chile
La libertad don de Dios, "Cuadernos Proa" n. 15 IX–1978259
Argentina
La libertad don de Dios, Col. de Documentos Doctrinales n. 4 X-1976260
Con la fuerza del amor, Col. de Documentos Doctrinales n. 5 X-1976

14. Primeras ediciones en otras lenguas

Los datos generales son análogos a los ya señalados para el primer grupo de homilías (las editadas en vida de san Josemaría). Nos limitamos en consecuencia a reproducir unos cuadros-resumen en los que se podrá apreciar que algunas homilías de este segundo grupo no fueron publicadas por separado en las diversas lenguas sino que aparecieron por vez primera incluidas ya en el libro.

En lengua inglesa
Freedom a Gift from God, agosto 1976 "Scepter Booklet" n. 52
With the Strength of Love, diciembre 1976 "Scepter Booklet" n. 56261
Intimacy with God, marzo 1977 "Scepter Booklet" n. 65262
For They Shall See God, junio 19 77 "Scepter Booklet" n. 67
The Christian’s Hope, agosto 1977 "Scepter Booklet" n. 72
God’s Work, octubre 1977 "Scepter Booklet" n. 75263
In the Footsteps of Christ, junio 1978 "Scepter Booklet" n. 88
The Richness of Ordinary Life, agosto 1978 "Scepter Booklet" n. 90264
Before God and Men, marzo 1979 "Scepter Booklet" n. 101265
Detachment, octubre 1979 "Scepter Booklet" n. 109
En lengua francesa
La liberté don de Dieu, junio 1976 "Cahiers du Centre de Rencontres Couvrelles" n. 21266
Avec la force de l’amour, L’amitié avec Dieu, octubre 1976 "Cahiers du Centre de Rencontres de Couvrelles" n. 22
Car ils verront Dieu, L’esperance du chrétien, febrero 1979 "Cahiers du Centre de Rencontres de Couvrelles" n. 23
La grandeur de la vie de tous les jours, abril 1980 "Collection du Laurier" n. 1
De la publicación por separado de las restantes homilías en francés no disponemos de datos. Quizás aparecieron incluidas ya en el libro: Amis de Dieu Paris junio de 1981.
En lengua italiana
Con la forza dell’amore, junio 1976 Studi Cattolici n. 184
Lavoro di Dio, marzo 1978 Studi Cattolici n. 205
Il tesoro del tempo, abril 1978 "Omelie di Mons. Escrivá de Balaguer" n. 10
Perché vedranno Dio, mayo 1978 "Omelie di Mons. Escrivá de Balaguer" n. 11
De la publicación por separado de las restantes homilías en italiano no disponemos de datos. Posiblemente aparecieron incluidas ya en el libro Amici di Dio Milano junio de 1978.
En lengua portuguesa
A liberdade dom de Deus, Humildade, Mãe de Deus nossa Mãe, julio 1977 "Cadernos Prumo" n. 11
De la publicación por separado de las restantes homilías en portugués no disponemos de datos. Quizás aparecieron incluidas ya en el libro: Amigos de Deus editado en São Paulo en septiembre de 1979 y en Lisboa en marzo de 1980.
En lengua alemana
Ninguna de las homilías de este grupo fue publicada en alemán por separado. Todas aparecieron por vez primera incluidas ya en el libro Freunde Gottes Köln noviembre de 1979.

III. Publicación del libro

15. La primera edición en castellano

a) Prolegómenos

Los hechos relacionados con la primera edición de Amigos de Dios guardan un cierto paralelismo con los que habían tenido lugar cuatro años antes con motivo de la publicación de Es Cristo que pasa. Como entonces habían llegado a Roma sugerencias para proceder a la publicación de un nuevo volumen de homilías dada la gran resonancia del anterior 267 y sobre todo los abundantes frutos espirituales y apostólicos alcanzados entre personas de todo el mundo. El hecho de que en distintos países estuviesen ya publicados en forma de folleto algunos textos destinados a ese segundo volumen despertaba el interés de editores por saber cuántos faltaban para completarlo y qué fechas se preveían 268.

La primera petición formal de editar ese nuevo libro de san Josemaría proponiendo también los títulos que incluiría fue planteada por la Comisión Regional de España en abril de 1976. Mencionaba las trece homilías aparecidas desde la publicación de Es Cristo que pasa a las que se añadirían las que según el número previsto en Roma "se nos pudieran enviar ahora" 269. Se sugería incluso una eventual fecha de edición del volumen (26 de junio primer aniversario del fallecimiento de san Josemaría; y si no fuese posible por escasez de tiempo hacia el 2 de octubre aniversario de la fundación del Opus Dei).

La propuesta muy elaborada señalaba un posible plan de trabajo para hacerla realidad así como algunas ideas sobre el modelo del futuro libro. Desde Roma se respondió con una escueta frase de don Álvaro del Portillo: "Tened paciencia. Ya os han contestado de palabra de mi parte" 270.

La espera habría de durar año y medio tiempo en el que completada la publicación por separado en castellano de las dieciocho homilías previstas para el nuevo volumen se dio paso a la edición del libro. Pero antes de relatar el desarrollo de los hechos relacionados con ese proceso retomamos una cuestión que antes hemos dejado inacabada.

Como se ha indicado páginas atrás cuando se preparaba el envío a España de las últimas homilías para ser publicadas (la postrera fue la titulada Desprendimiento) don Javier Echevarría en su carta de 22 de agosto de 1977 señalaba a los encargados de esa tarea que preparasen también un índice de los dieciocho textos enviados 271. Se conserva un documento de trabajo (un folio titulado "Volumen 2º de homilías" 272) de fecha 19 de septiembre de 1977 que responde a esa indicación de don Javier Echevarría en el que se establece un elenco de las homilías con indicación somera de su tema y con sus fechas de datación.

Esa lista que enseguida será retocada y reordenada puede ser considerada como un primer esquema del índice del futuro libro. No hay ninguna indicación en el documento del porqué de esa ordenación de los textos ni sabemos quién la estableció así aunque ateniéndonos al encargo aludido en la mencionada carta cabe suponer que la escribirían quienes en Roma ayudaban en la gestión de aquellas publicaciones con intención de que la vieran don Álvaro del Portillo y don Javier Echevarría.

La transcribimos literalmente incluyendo las erratas en tres de los títulos –indicadas con (sic)– que fueron enseguida corregidas:

1. Hacia la santidad (sobre la vida interior) 26-XI-1967
2. Para que todos se salven (sobre el apostolado) 16-IV-1954
3. Vida de fe (virtud teologal de la fe) 12-X-1947
4. La esperanza cristiana (sic) (virtud teologal de la esperanza) 18-VI-1968
5. Con la fuerza del amor (la caridad) 6-IV-1967
6. Virtudes humanas 6-IX-1941
7. Trabajo de Dios 16-IV-1960
8. Cara a Dios y cara a los hombres (sic) (prudencia y justicia) 3-XI-1963
9. Desprendimiento 5-IV-1955
10. Porque verán a Dios (santa pureza) 12-III-1954
11. Humildad 6-IV-1965
12. Vida de oración 4-IV-1955
13. Tras los pasos de Jesús (sic) (mortificación) 3-IV-1955
14. El tesoro del tiempo (aprovechamiento del tiempo) 9-I-1956
15. La libertad don de Dios 10-IV-1956
16. El trato con Dios (vida de piedad) 5-IV-1964
17. La grandeza de la vida corriente 19-III-1960
18. Madre de Dios Madre nuestra 11-X-1964

Esa ordenación del elenco tuvo breve recorrido pues pocos días después cuando el 4 de octubre de 1977 –es decir dos semanas más tarde– el Consejo General encomienda a España la primera edición del libro las homilías aparecen mencionadas ya en otro orden. Es interesante anotar que la nueva ordenación que a continuación transcribiremos reproduce una lista manuscrita en rojo –con letra de don Javier Echevarría– en una octavilla que se conserva en el expediente que manejamos. Es muy probable por tanto que este segundo elenco haya sido establecido por el propio don Javier Echevarría y aprobado por don Álvaro del Portillo 273.

b) Etapas del proceso de edición

b.1) Comienzo

Como se acaba de señalar a comienzos de octubre de 1977 el Consejo General hizo llegar a la Región de España una comunicación 274 con el encargo de ocuparse de la edición del libro. Por su interés para documentar la historia del libro reproducimos el texto completo indicando en nota algunos puntos dignos de atención:

"1. Podéis preparar la edición de un nuevo libro que incluya las siguientes homilías:
1) Hacia la santidad
2) La grandeza de la vida corriente
3) La libertad don de Dios
4) El tesoro del tiempo
5) Trabajo de Dios
6) Virtudes humanas
7) Humildad
8) Desprendimiento
9) Tras los pasos de Jesús (sic)
10) El trato con Dios
11) Cara a Dios y cara a los hombres (sic)
12) Porque verán a Dios
13) Vida de fe
14) La esperanza del cristiano 275
15) Con la fuerza del amor
16) Vida de oración
17) Para que todos se salven
18) Madre de Dios Madre nuestra

Nos parece que este orden podría quedar bien pero si pensáis otra cosa haced la oportuna sugerencia 276.

2. Confeccionad un proyecto de libro y enviádnoslo para su aprobación. Tened en cuenta que en principio es conveniente preparar algo análogo a Es Cristo que pasa 277.

3. Estudiad también la oportunidad de que se incluyan o no grabados acompañando a cada homilía o distribuidos armónicamente a lo largo del libro. Proponed la solución que hayáis pensado.

4. Se deberán preparar también los índices. El de materias ha de ser similar al de la 8ª edición de Es Cristo que pasa 278.

5. Si es posible poned los medios para que el libro salga a la venta antes de la próxima Navidad 279.

6. Os enviaremos enseguida sugerencias para el título del libro aunque esperamos las vuestras –también sobre el título– para decidir" 280.

Una vez recibido el encargo comienzan rápidamente en España los preparativos y en pocos días se consultan a Roma unas primeras propuestas 281: a) para tener el libro en la calle en Navidad hay que iniciar la composición del texto en pocos días por lo que se sugiere utilizar el mismo formato de la primera edición de Es Cristo que pasa y el mismo tipo de letra 282; b) se apuntan seis posibles títulos: "En medio del mundo" / "Hacia la santidad" / "El tesoro de lo cotidiano" / "Uno más entre los hombres" / "La plenitud de la vida corriente" / "Con la fuerza del amor".

El 17 de octubre se responde desde Roma aceptando todo lo referido a la semejanza con Es Cristo que pasa. No se dice nada de los títulos enviados pero implícitamente son rehusados pues se piden si las tienen más sugerencias 283. No se recibieron más y el título definitivo –se narrará en un próximo apartado– lo establecerá don Álvaro del Portillo.

b.2) Numeración de párrafos y elaboración de los índices

Con fecha de 27 de octubre fue enviada a Roma desde la Comisión Regional de España una nueva comunicación acompañada de varios anexos en la que se confirmaban algunos elementos ya conocidos y se daba noticia –consultando su conveniencia– de otros nuevos. Es un escrito importante para documentar la historia del libro.

El primero de los anexos era un proyecto del índice de materias que se enviaba para aprobación. Había sido preparado por los dos mismos sacerdotes don Federico Delclaux y don José Luis Jiménez doctores ambos en Teología y expertos conocedores de las enseñanzas de san Josemaría que ya habían elaborado los índices de Es Cristo que pasa 284. Era el único de los tres índices que fue remitido a Roma pues los otros dos (el de textos de la Sagrada Escritura y el de Padres y Doctores de la Iglesia) como había quedado establecido en el caso anterior no era preciso enviarlos. Se atenía a los criterios utilizados en los de Camino y Es Cristo que pasa por lo que numerosas voces coinciden con las que aparecen en el índice de materias de esos libros 285.

Remitía a una numeración marginal establecida por los redactores compuesta de 316 números. Cada uno de estos incluía pocos párrafos del texto lo que permitía precisar mejor las remisiones y facilitar su uso. Era un cambio patente respecto al homólogo índice de Es Cristo que pasa 286.

Se había realizado siguiendo un primer esquema de índice general del libro que situaba la homilía Hacia la santidad en el primer lugar como se había indicado en el escrito del Consejo General de fecha 4 de octubre. Al mismo tiempo se sugería desde España la posibilidad de que esa homilía pasara al último lugar del libro pensando que "quizás para la mayoría de los lectores sea más práctico y eficaz comenzar la lectura del libro con La grandeza de la vida corriente y culminarla con Hacia la santidad". La sugerencia sería aceptada y así quedaría establecido el índice general definitivo. Pero al variar la ordenación se alteraba también la numeración marginal correspondiente por lo que el índice de materias hubo de ser reescrito con la numeración definitiva y algunos otros pequeños retoques; se conservan las dos redacciones.

En la citada comunicación romana del 4 de octubre dos homilías –cuyos títulos originales eran Tras los pasos del Señor y Vivir cara a Dios y cara a los hombres con los que habían sido editadas hasta entonces– eran mencionadas con nombres ligeramente distintos: "Tras los pasos de Jesús" y "Cara a Dios y cara a los hombres"). Se rogaba por tanto confirmación de los títulos definitivos de ambas homilías 287.

Se adjuntaba por último un elenco de dudas sobre diversos pasajes y sobre algunas citas a pie de página consultando la pertinencia de las correcciones que se sugerían. Eran pequeños detalles que no afectaban al texto de las homilías y que serían también oportunamente aceptados 288.

b.3) Ilustraciones maqueta y portada

La Editorial a la que se había encargado la preparación y publicación del libro (Ediciones Rialp) planteó –al igual que se había hecho con Es Cristo que pasa– que la primera edición de Amigos de Dios llevase ilustraciones una para cada homilía. Así se propuso a Roma enviando al mismo tiempo una copia de las dieciocho ilustraciones sugeridas 289.

Doce fueron inmediatamente aceptadas 290 con la indicación de que fueran láminas y no grabados y aparecieran en color en la primera edición. Respecto de las seis restantes se sugerían cambios que fueron aprobados poco después 291.

Al comunicar esa aprobación se enviaba también en anexo una nueva versión de la "Presentación" del libro escrita por don Álvaro del Portillo indicando que la anterior –enviada pocos días antes– debía ser destruida para evitar confusiones 292. Se pedía también que comunicaran "si os es posible" la fecha de la primera edición 293.

A los pocos días llegaba la respuesta 294: la Editorial preveía que la primera edición en formato grande y con ilustraciones a color estuviera en la calle el 15 de enero. Pero antes –el 1 de enero– querrían disponer de la segunda (formato grande con ilustraciones en blanco y negro) y la tercera (formato mediano). Al agradecer desde Roma esa información don Álvaro del Portillo añade unas palabras que muestran su convicción acerca de la eficacia espiritual del libro: "Os envío la bendición de nuestro Padre y la mía por el cariño que ponéis en todo lo referente a nuestro santo Fundador y en este caso por el que habéis puesto para editar este libro que tantísimo bien hará a millones de almas" 295.

De España se informaba también por esas fechas 296 acerca de dos modelos de maqueta del libro (en especial respecto a la portada) preparados por la editorial y se consultaba cuál era más adecuada. Eran prácticamente iguales con pequeñas variaciones en el juego de colores en la portada una idéntica a la de Es Cristo que pasa y la otra algo distinta. Con esta segunda se pretendía que el nuevo libro manteniendo continuidad gráfica con el anterior tuviera "una personalidad propia". En la respuesta de Roma vuelve a hacerse presente el criterio establecido por don Álvaro del Portillo desde el principio: "es mejor que todo –color portada etc.– salvo el título sea igual a las ediciones correspondientes de Es Cristo que pasa" 297.

b.4) Guerra a las erratas

Dada la práctica adquirida al preparar la publicación de Es Cristo que pasa siguiendo las orientaciones de san Josemaría quienes se ocuparon de editar el nuevo volumen –prácticamente las mismas personas que en el anterior– partían de una experiencia acrisolada. Dentro de sus responsabilidades un importante punto de atención consistía en evitar la presencia de erratas en el texto editado. Conocían bien el empeño que san Josemaría había puesto para lograrlo en el caso del volumen previo ante todo como manifestación del cuidado de las cosas pequeñas en el trabajo signo de finura humana y sobrenatural. Sus colaboradores más directos unían a ese empeño el de lograr que los textos del fundador fijados por él y como tales intangibles estuviesen liberados en la medida de lo posible de los pequeños errores que suelen deslizarse en los procesos editoriales 298. Y más aún al tratarse de su primer libro póstumo.

En Roma se había llevado a cabo una cuidadosa relectura de los originales mecanografiados de las homilías destinadas a ese volumen –así como de las ya editadas– y se había confeccionado una relación de erratas. Fue remitida a España el 23 de octubre de 1977 para que fueran tenidas en cuenta en la preparación del libro con la indicación de que se trataba solo de una lista orientativa por lo que era preciso "revisar de nuevo todas las citas y procurar que el libro salga sin ningún error" 299.

Reproducimos a continuación esa relación pues las correcciones forman parte de la historia del texto publicado y nos parece oportuno no dejar de señalarlas en esta edición crítico-histórica:

Homilía - Nota - Dice - Debe decir
Hacia la santidad
38 - "Cfr. Eccli XXVI 15" - "Cfr. Ecclo XXVI 15"
La grandeza de la vida corriente
4 -"Eccli XVIII 13" - "Ecclo XVIII 13"
22 - "Ioh XII 17" - "Ioh XXI 17"
29 - "1Sam VI 9" - "1Reg III 9"
El tesoro del tiempo
4 - "S. Gregorio Magno In Matth. hom. 38 11" - "S. Gregorio Magno Homiliae in Evangelia 38 11"
Trabajo de Dios
1 - "Eccli VII 8" - "Eccli VII 9"
Virtudes humanas
5 "Gen 1 26" -"Cfr. Gen 1 26"
12Son dos citas y van así: … mismos por prudentes (12) … de los prudentes (13) Hay que correr pues un número las citas que siguen. - Rom XII 16 y 1Cor I 19
26 "Ps LXII 2" - "Ps XLII 2"
Humildad
2 "agite portaos" - age pórtate"
14 "Eccli X 14" - "Ecclo X 14"
16 "Eccli X 9 11-12" - "Cfr. Ecclo X 9 11-12"
19 "Mt XI 5; Zach IX 9" - "Mt XXI 5; Zach IX 9"
23 "Eccli III 20" - "Ecclo III 20"
25 "rugiens circuit" - "rugiens circuit"
26 "S. Ambrosio - "S. Ambrosio Expositio Evangelii secundum Lucam VIII 31-32" - Hom. in Luc 8 32"
27 "Ps XLII 1" - "Cfr. Ps XLII 1"
31 "Ps IX 11-12" - "Ps IX 11"
32 "Rom VIII 31" - "Ps IX 13"
Desprendimiento
2 - "Sap II 4" - "Sap II 3"
11 - "Lc IX 50" - "Lc IX 58"
17 - "Ioh XIV 27" - "Cfr. Ioh XIV 27"
35 - "Lc II 19" - "Cfr. Lc II 19"
Tras los pasos del Señor
8 - "Pseudo-Macario Homiliae 12 4" - "Pseudo-Macario Homiliae 12 5"
13 - "S. Gregorio Magno Moralia 1 VIII" - "S. Gregorio Magno Moralia 2 8 43-44"
El trato con Dios
1 - "1Pet II 2" - "1Pet II 2 (Introito de la Misa)"
4 - "Ps LXXX 2" - "Ps LXXX 2 (Introito de la Misa)"
20 - "Ps LXXX 2" - "Ps LXXX 2 (Introito de la Misa)"
Vivir cara a Dios y cara a los hombres
6 - "Lc X 37" - "Lc X 33-34"
7 - "Ibid." - "Lc X 37"
Porque verán a Dios
4 - "S. Juan Crisóstomo In Matthaeum homiliae 15" - "S. Juan Crisóstomo In Matthaeum homiliae 15 4"
14 - "Orígenes In Lucam homiliae 21 7" - "Orígenes In Lucam homiliae 21"
Vida de fe
1 - "Ps II 9" - "Ps II 8"
3 - "Is XLI 6" - "Is LI 6"
25 - "Mt XXI 18" - "Mt XXI 23"
38 - "Mc IX 22" - "Mc IX 23"
Con la fuerza del amor
14 - "1 Ioh IV 7" - "1 Ioh IV 7-8"
28 - "1Cor VII 7" - "Cfr. 1Cor VII 7"
Para que todos se salven
16 - "Lc V 10" - "Lc V 8 10"
26 - "Ioh XXI 2-3" - "Ioh XXI 2-4"
27 - "Ioh XXI 5" - "Ioh XXI 4-5"
41 - "in eum" - "in eo"
Madre de Dios Madre nuestra
4 - "S. Basilio Commentarius in Isaiam VII 202" - "S. Basilio Commentarius in Isaiam VII 201"
5 - "Eccli XXIV 23" - "Ecclo XXIV 23"
6 - "Eccli XXIV 24" - "Ecclo XXIV 24"
10 - "Eccli XXIV 25" - "Ecclo XXIV 25"

Esa relación –en la que se aprecia la ausencia de las homilías La libertad don de Dios La esperanza del cristiano y Vida de oración en cuyos ejemplares no se encontraron erratas– llegaba acompañada por otra con las referencias exactas en el aparato crítico del Migne 300. La transcribimos también por la misma razón:

Homilía - Nota - Referencia
La grandeza de la vida corriente
9 - PL 76 1098
12 - PG 65 926
13 - PL 22 596
20 - PL 49 667
La libertad don de Dios
3 - PL 38 923
14 - PG 14 1034
20 - PG 90 993
22 - PG 11 1572
34 - PL 34 133
35 - PL 34 134
42 - PL 35 1607
44 - PL 35 1610
El tesoro del tiempo
4 - PL 76 1289
20 - PG 58 714
21 - PL 26 195
Trabajo de Dios
11 - PG 9 450-451
12 - PG 62 551
17 - PG 2 1175
18 - PG 9 451
25 - PG 9 451
Virtudes humanas
8 - PL 76 1261
11 - PL 36 771
Humildad
10 - PL 36 577
26 - PL 15 1774
Desprendimiento
9 - PL 76 1233
21 - PG 58 607
28 - PL 76 1233
29 - PL 38 523
Tras los pasos del Señor
8 - PG 34 560
13 - PL 75 844-845
El trato con Dios
13 - PG 57 278
Vivir cara a Dios y cara a los hombres
16 - PL 183 1018
18 - PG 58 656
Porque verán a Dios
4 - PG 57 227
14 - PG 13 1856
24 - PL 76 190
Vida de fe
8 - PL 35 1714
13 - PG 58 626
22 - PL 15 1682-1683
La esperanza del cristiano
6 - PL 32 659
22 - PG 46 285
37 - PG 5 693
Con la fuerza del amor
10 - PG 31 918
11 - PL 1 471
13 - PL 3 338
18 - PG 14 997
19 - PL 96 170
33 - PL 40 83
34 - Ibidem
Vida de oración
17 - PL 37 1809
23 - PL 37 1085
Para que todos se salven
20 - PL 76 1215-1216
21 - PL 36 177
22 - PL 36 180
24 - PL 35 1959
34 - PL 36 395
Madre de Dios Madre nuestra
4 - PG 30 466
11 - PG 96 752
12 - PL 15 1561
15 - PL 40 399
Hacia la santidad
5 - PL 15 1471
16 - PG 44 879
45 - PG 37 349

No fueron estas las únicas erratas corregidas antes de la edición del libro pues algo más tarde se descubren otras que debieron introducirse en el paso de los textos a la imprenta y que son descubiertas al corregir las galeradas. Como en los elencos anteriores estas correcciones –que se conservan en un folio titulado: "Modificaciones introducidas en las homilías antes de la edición de Amigos de Dios" y siguen ya la numeración lateral de los párrafos– son asimismo importantes como pertenecientes al texto definitivo del libro. Son estas:

Lugar - Dice - Debe decir
n. 14 §1 lín. 1 - "Allá, por" - "Allá por"
16 1 9 - "Pues, es" - "Pues es"
47 1 5 - "soberbia." - "soberbia "
73 3 12 - "a su imagen y semejanza" - "a su imagen y semejanza"
85 2 15 - - (nueva nt. 12: Rom XII 16)
92 2 4-5 - "porque Tú eres, Señor, mi fortaleza" - "porque Tú eres, Señor, mi fortaleza"
94 3 3 - "agite2, portaos" - "age2, pórtate"
95 2 5 - "encanto original" - "original encanto"
97 2 4 - "aprendamos" - "sepamos"
105 1 1 - "epístola" - "Epístola"
105 1 8 - "rugiens," - "rugiens"
107 1 9 - "gradual" - "Gradual"
107 3 2 - "ofertorio" - "Ofertorio"
111 1 5 - "Dios, … no" - "Dios, (…) no"
114 3 5 - "vida la" - "vida, la"
115 2 14 - "donde" - "dónde"
117 1 10 - "hay" - "haya"
123 3 4 - "comodidad…" - "comodidad…;"
126 1 9 - "cabellos;" - "cabellos,"
133 2 1 - "sagrario" - "Sagrario"
141 1 10 - "aventura" - "ventura"
143 1 4 - "Dios, he" - "Dios, y he"
143 3 4 - "epístola" - "Epístola"
145 2 1 - "Adelantándonos unas páginas" - "Unas páginas antes"
149 2 6-7 - ", la visita a Jesús en el Sagrario," - "; la visita a Jesús en el Sagrario;"
153 1 1 - "adiutorio" - "adiutori"
153 3 2 - "Pax" - "pax"
171 1 5 - "liberavit" - "liberabit"
175 1 10 - "hijo" - "Hijo"
177 2 4 - "estote perfecti" - "estote vos perfecti"
180 1 4 - "stimulum" - "stimulus"
190 2 6 - "humos" - "humo"
190 2 7 - ". Pero" - "(…) Pero"
249 1 18 - "Sagrario" - "Tabernáculo"
265 2 5 - "Vamos" - "vamos"
271 1 2 - "in eum" - "in eo"
309 1 16 - "un banquete" - "una fiesta"

c) El título Amigos de Dios

Desde que el 4 de octubre de 1977 se decide en Roma la publicación del nuevo volumen de homilías comienza una etapa de seis semanas –hasta el 19 de noviembre– en la que don Álvaro del Portillo con don Javier Echevarría y sus colaboradores meditan y piden sugerencias sobre el título que pudiera dársele. Hemos mencionado más arriba que el 17 de octubre se habían rehusado las enviadas desde España y no habían llegado más.

A los pocos días de esa última fecha don Álvaro del Portillo parecería haber dispuesto que el libro se denominara: "Hijos de Dios" aunque inmediatamente por razones que desconocemos ese título fue rechazado por él mismo. Lo sabemos por una comunicación del Consejo General de fecha 22 de octubre de 1977 que se conserva en el Archivo pero que nunca llegó a enviarse a las Regiones en la que se indicaba que el título era el indicado. Unida a esa comunicación hay una octavilla en la que escrito a mano se lee: "Dice el Padre hoy 21-X-77 que se ponga como título Hijos de Dios". Así pues la denominación venía directamente de don Álvaro del Portillo quien como se ve también por lo que sigue estaba meditando largamente sobre el tema 301.

Al día siguiente de ser rechazado ese título es decir con fecha de 23 de octubre de 1977 se hace circular por las oficinas del Consejo General relacionadas con la cuestión una nota de despacho tamaño octavilla mecanografiada en la que se lee: "Homilías de nuestro Padre.- Volumen II. Para información: El Padre ha señalado el título ‘Con los primeros Doce’ por si alguno tiene algo que indicar". Y ese mismo día se envía a España una comunicación en la que –junto a otros aspectos referidos al futuro libro que más tarde mencionaremos– se notifica ese nuevo título para el libro. Sin embargo tampoco este prosperará.

Diez días después en efecto dentro del intercambio de correo relacionado con el libro llega a la Comisión Regional de España una nueva comunicación de Roma en la que junto a otros aspectos de la futura edición se informa de que el título será: "Somos hijos de Dios" 302. Era una nueva propuesta la tercera en el proceso de denominación del volumen que también iba a resultar breve como las que le habían precedido. Aunque desconocemos el origen de ese tercer título presentado resulta evidente que don Álvaro del Portillo seguía abierto a las sugerencias que le llegaban y que esta última se adecuaba muy bien –como las anteriores pero quizás mejor– al contenido global del libro todo él traspasado por la enseñanza de san Josemaría sobre el "sentido de la filiación divina" es decir la conciencia de saberse hijos de Dios. De hecho por esas fechas redactó don Álvaro del Portillo su primera versión de la "Presentación" del libro –luego sustituida por otra– en la que se destaca esa característica 303.

El proceso de edición seguía avanzando en Madrid y se estaba llegando a la definición de los últimos aspectos. El 16 de noviembre estaba ya preparado en Roma el envío de una comunicación con la que se aprobaban las informaciones y consultas postreras llegadas desde España. Sin embargo ese escrito –que se conserva en el Archivo 304– no fue enviado como se indica en él a mano. La causa parece estar en una novísima variación en el título pues tres días después el 19 de noviembre de 1977 la comunicación no enviada es sustituida por otra con el mismo contenido general salvo un primer punto en el que se anula el título anterior y se informa de que el libro se llamará: "Amigos de Dios". Ni la comunicación enviada a España ni la minuta de preparación dan razón del porqué de ese cambio que es ya el definitivo 305. A los pocos días se comunicó también el título del libro a las demás Regiones 306.

d) Aparece la primera edición

El 7 de enero de 1978 la Comisión Regional de España informaba que ya habían aparecido las dos primeras ediciones de Amigos de Dios. Homilías publicadas al mismo tiempo con formato distinto por Ediciones Rialp. Ambas estaban fechadas oficialmente el 30 de diciembre de 1977 307.

La considerada edición princeps es la de formato grande que constaba de 18.000 ejemplares (8.000 con ilustraciones en color y 10.000 en blanco y negro). De la segunda edición en formato mediano y sin ilustraciones se imprimieron 30.000 ejemplares. Se estaban también preparando ediciones en formato pequeño (de bolsillo) 308.

Después de la portada y contraportada el libro incluía un breve preámbulo titulado: "El Autor" con los datos biográficos esenciales de san Josemaría hasta el momento de su fallecimiento. Las páginas finales contenían los ya mencionados Índices: de textos de la Sagrada Escritura; de Padres Doctores de la Iglesia otros escritores eclesiásticos y textos litúrgicos; y de materias.

e) Retoques a la primera edición

En la última etapa de revisión de las pruebas de imprenta del libro –días finales de diciembre de 1977– se habían hecho nuevas pequeñas correcciones de erratas (signos de puntuación acentos etc. en número de veintiuno). Fueron comunicadas a Roma 309 y aprobadas 310 e incluidas en la primera edición.

Otras ocho ligeras correcciones que se habían detectado en la revisión de las galeradas pero que ofrecían dudas no fueron introducidas en las dos primeras ediciones. Consultadas a Roma 311 fueron también aprobadas autorizándose a introducirlas en las ediciones sucesivas 312. Aparecen ya incluidas en las ediciones del libro a partir de la cuarta publicada en abril de 1978.

Editado ya el libro se habían detectado en España otras tres erratas que fueron corregidas e introducidas en las ediciones posteriores: a) confusión entre Eclesiástico y Eclesiastés en los nn. 50 y 208; b) en el índice de materias "Abandono de Dios" en lugar de "Abandono en Dios". Desde Roma se agradeció el empeño puesto pero se indicó también –en conformidad con el criterio permanentemente establecido– que: "en adelante antes de introducir un cambio consultadlo a no ser que se trate de una nimiedad: un acento un punto que falta antes de una mayúscula etc." 313. Ulteriores retoques al texto de la primera edición fueron indicados desde Roma el 8 de mayo de 1978 al descubrir allí otros pequeños defectos que fueron corregidos e introducidos en la quinta edición aparecida en octubre de 1979 314. Todos estos retoques una vez incorporados en la correspondiente edición en castellano fueron enviados desde España a los países que se ocupaban de las traducciones 315.

Las últimas correcciones de pequeñas erratas en el texto fueron señaladas desde Roma el 29 de diciembre de 1978 con la indicación de que se introdujeran en la siguiente edición en castellano y comunicadas a los demás países 316. Fueron incorporadas en la quinta edición cuyo texto debe ser considerado en consecuencia el definitivo.

En la séptima edición (noviembre de 1983) se insertó una nueva redacción de la breve nota editorial "El Autor" pues habían surgido nuevos elementos a tener en cuenta. Por una parte en noviembre de 1982 el Opus Dei había sido erigido en Prelatura personal y ya no cabía denominarlo como en las anteriores ediciones como "asociación". Pero además el 19 de febrero de 1981 había sido emanado en Roma el Decreto de introducción de la Causa de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Josemaría Escrivá de Balaguer y el Proceso correspondiente había sido abierto el 12 de mayo del mismo año. También en Madrid se había abierto otro Proceso el 18 de mayo de 1981.

Otros retoques del texto de esa nota editorial aparecieron en la decimosegunda edición de febrero de 1987 donde se hacía notar que el Proceso cognicional sobre la vida y virtudes había acabado en Roma el 8 de noviembre de 1986. En la decimoctava edición se añadía a lo anterior que el Papa Juan Pablo II había declarado en abril de 1990 la heroicidad de las virtudes del Venerable Siervo de Dios. En la decimonovena de septiembre de 1992 se hacía constar que Josemaría Escrivá de Balaguer había sido beatificado el 17 de mayo del mismo año. Por último en la trigésima edición del libro (2004) se completaba el texto haciendo constar los últimos pasos del Proceso que culminaron con la Canonización de san Josemaría por Juan Pablo II el día 6 de octubre de 2002.

16. Primeras ediciones en países hispanoparlantes

La primera información a los países latinoamericanos de lengua castellana acerca de la próxima edición en España del segundo volumen de homilías fue enviada desde Roma el 10 de noviembre de 1977 317. La información incluía la lista de las dieciocho homilías en su orden definitivo y sugería que pidieran a España las que aún no hubieran recibido para ir estudiando la posibilidad de editar el libro en los respectivos países.

En casi todos los casos se optó como primera medida por importar desde España ejemplares del libro y publicar más adelante la propia edición 318. Sintetizamos los datos que se conservan:

México

Desde el primer momento se decidió disponer de una edición autóctona y así se comunicó al Consejo General que animó a seguir con esas gestiones y a informar detalladamente sobre la edición que se preparaba 319. No obstante el proyecto se retrasó y hubo de posponerse por dificultades editoriales por lo que los primeros 5.000 ejemplares de Amigos de Dios que en 1979 circularon por México fueron importados de España 320. Más tarde en 1982 apareció la primera edición mexicana.

Ecuador

Desde finales de marzo de 1979 estaba preparada la publicación del libro en Ecuador 321 cuya primera edición finalmente vio la luz en Quito con fecha de 26 de junio editado por CEP 322.

Colombia

La primera edición colombiana de Amigos de Dios apareció en Medellín con fecha de 26 de junio de 1978 publicada por Arte Libro nombre editorial de Colediciones 323.

Venezuela

La primera edición venezolana tuvo lugar en Caracas Ed. Vértice agosto de 1978 324.

Argentina

Aparece la primera edición en Buenos Aires en 1991 editado por Baesa.

17. Primeras ediciones en otras lenguas

Como en el caso de los países hispanoparlantes también las Regiones de otras lenguas fueron informadas el 10 de noviembre de 1977 de la cercana publicación del nuevo libro de san Josemaría. El aviso iba acompañado de la lista de homilías que lo compondrían –colocadas ya en el orden definitivo– así como de la relación de erratas detectadas en los originales mecanografiados y en algunas ya editadas 325. La comunicación tenía también por objeto impulsar las diversas traducciones para lograr que el libro llegara pronto a los lectores que lo esperaban en distintos países.

Resumimos a continuación el proceso distinguiendo dos periodos. En el primero que se extiende de 1977 a 1985 nos ocupamos de las primeras ediciones en los países que se ocupaban de las traducciones y en los que ya se habían publicado por separado un buen número de las homilías: Italia Gran Bretaña Portugal Alemania Francia y Japón. En el segundo que como es lógico continúa abierto dejamos constancia de las posteriores ediciones del libro desde 1985 en adelante.

a) Entre 1977 y 1985

a.1) En lengua italiana 326

De manera semejante a lo acaecido cuatro años antes con motivo de la publicación en italiano de Es Cristo que pasa 327 también ahora fueron don Francesco Contadini y Cesare Cavalleri quienes se ocuparon más directamente de preparar la primera edición del nuevo volumen revisando las traducciones ya hechas de algunas homilías traduciendo las que aún faltaban y unificando el estilo del texto 328.

El título propuesto y aprobado para el libro fue el de Amici di Dio 329. La primera edición fue publicada en Milán por Edizioni Ares con fecha de 26 de junio de 1978. Constaba de 11.000 ejemplares 330.

a.2) En lengua inglesa 331

Cuando llegó de Roma la información sobre la próxima publicación castellana del libro todas las homilías habían sido ya traducidas al inglés (principalmente en Irlanda) y editadas en Estados Unidos en la colección "Scepter Booklets". Sin embargo de cara a la publicación del libro se veía conveniente hacer una revisión general de los textos. Las diversas Regiones de lengua inglesa implicadas convinieron en que dicha revisión se hiciese en Inglaterra 332. Fue realizada en efecto y a fondo por el sacerdote inglés Fr. Andrew Byrne hasta el punto de que cabe hablar de una nueva traducción de las dieciocho homilías 333.

Al informar del título castellano definitivo desde Roma se habían solicitado sugerencias acerca de su traducción a los diversos países de lengua inglesa en los que ya se habían editado algunas homilías 334. Llegaron numerosas propuestas que sintetizamos por orden cronológico en este cuadro:

País: Títulos sugeridos
Estados Unidos 335: We are Children of God We are Friends of God Friendship with God.
Filipinas 336: Our Father God Children of God We are Children of God God Our Father Friends of God At Home with God.
Inglaterra 337: Making Friends with God God’s Friends God is your Friend.
Kenya 338: Friends with God I have called You Friends.
Canadá 339: Friends with God Friends of God In Friendship with God Friends of Our Lord.
Japón 340: Friends of God Friendship with God.
Australia 341: Friends of God Friendship with God.
Irlanda 342: Friends of God God’s Friends Friendship with God As God’s Good Friends In Christ’s Footsteps God’s Good Friends.
Nigeria 343: Friends of God Friendship with God.

Como síntesis de todos estos posibles títulos don Álvaro del Portillo eligió Friends of God y así se comunicó a los países interesados 344.

La primera edición de Friends of God tuvo lugar simultáneamente en Inglaterra (Londres Scepter Ltd enero de 1981) y en Irlanda (Dublín Four Courts Press enero de 1981) 345.

a.3) En lengua portuguesa 346

A finales de 1977 según comunicó la Comisión Regional de Portugal al Consejo estaban traducidas catorce de las homilías y en vías de traducción las cuatro restantes 347. La primera edición sin embargo vio la luz dos años después: Amigos de Deus Lisboa Edições Prumo marzo 1980 348. Recogía las traducciones ya existentes realizadas por José do Nascimento con revisión de Carlos Leca y Raul Diniz. En las siguientes ediciones se ha mantenido ese texto hasta llegar a la cuarta junio de 2010 que asume una nueva traducción –con base en la anterior– realizada por María Alburquerque.

En Brasil se había preparado otra versión en portugués que estaba dispuesta para publicación a mediados de 1978 349 y apareció pocos meses después: Amigos de Deus São Paulo Quadrante septiembre 1979 350.

a.4) En lengua alemana 351

El primer documento que se conserva sobre este tema informa de que en febrero de 1978 estaban traducidas al alemán tres homilías de Amigos de Dios se estaba trabajando en otras nueve y faltaban aún seis por traducir 352. El trabajo fue realizado por dr. Joseph Arquer con retoques del prof. Peter Berglar. La revisión final la llevó a cabo Kurt Jungmann.

Freunde Gottes apareció por vez primera en Colonia en noviembre de 1979 editado por Adamas Verlag 353.

a.5) En lengua francesa

Las homilías aparecieron en la Colección "Les Cahiers de Couvrelles" y esa misma es la versión reproducida en el libro. Aunque la edición estaba ya dispuesta en noviembre de 1980 su salida a la calle se retrasó aún unos meses por diversas razones relacionadas con la editorial.

Amis de Dieu Paris Fayard-Mame vio finalmente la luz en junio de 1981 354.

a.6) En lengua japonesa 355

En agosto de 1980 seis homilías estaban traducidas al japonés y se continuaba trabajando en la traducción de otras siete 356. Con anterioridad en un volumen editado en diciembre de 1979 habían sido ya publicadas cinco homilías 357.

La primera edición de Amigos de Dios en japonés Kami no tomo editada en Ashiya por Seido apareció en junio de 1985 358.

Cuadro-síntesis de primeras ediciones hasta 1985

Italiano: Amici de Dio, Edizioni Ares, Milano VI-1978
Portugués (Brasil): Amigos de Deus, Quadrante, São Paulo IX-1979
Portugués (Portugal): Prumo, Lisboa III-1980
Alemán: Freunde Gottes, Adamas Verlag, Köln XI-1979
Inglés (Inglaterra): Friends of God, Scepter Ltd., London I-1981
Inglés (Irlanda): Four Courts Press, Dublin I-1981
Francés: Amis de Dieu, Fayard-Mame, Paris VI-1981
Japonés: Kami no tomo, Seido, Ashiya VI-1985

b) Desde 1985 en adelante

La edición japonesa recién mencionada ocupaba en términos generales el puesto 31º de las ediciones de Amigos de Dios aparecidas hasta ese año en todo el mundo. De entonces acá (hasta 2014) las ediciones han alcanzado el número de 103 con un total de 480.972 ejemplares. En los últimos veinte años el libro ha visto la luz en otras diecisiete lenguas 359:

1994 Holandés (Vrienden van God Utrecht De Boog)
1994 Finés (Jumalan ystavia Okeanos Oy Helsinki)
1996 Polaco (Przyjaciele Boga Katowice Ksiegarnia sw. Jacka)
1999 Checo (Bozí prátelé Praga Zvon)
2003 Chino (Hong-Kong Spring Publications)
2004 Sueco (Gusd vanner Vejbystrand Catholica)
2007 Croata (Prijatelji Bozji Dakovo UPT)
2009 Ruso (Pushkin BeliyKamen)
2011 Eslovaco (Bozí priatelia Bratislava Luc)
2011 Árabe (Beirut Le Laurier)
2014 Lituano (Dievo biciulia i Vilnius Strazdas)
2014 Estonio (Vilnius BHK)
2015 Eslovenio (Bozji Prijatelji Liubliana Celjska Mohorjeva Druzba)
2015 Rumano (Prietenii lui Dumnezeu: Predici Bucarest Presa Buna)
2016 Coreano (Haneumineui chingudeul Seúl Luka Chulpansa)

Tercera parte
La presente edición crítico-histórica

18. Contenido de la edición

La presente edición crítico-histórica –precedida de una "Introducción General" dedicada a narrar la historia del libro– constituye esencialmente una presentación del texto original de Amigos de Dios acompañado de un comentario analítico pormenorizado con introducciones históricas a cada homilía síntesis de contenidos y anotaciones de índole variada.

El texto que hemos utilizado en nuestro trabajo corresponde al editado en la 5ª edición del libro (octubre de 1979) que no difiere en nada sustancial del publicado en la primera edición (diciembre de 1977) pero recoge todas las pequeñas correcciones de erratas realizadas entre ambos momentos. El texto de esa 5ª edición que debe considerarse como el definitivo es el que reproducen las sucesivas ediciones del libro.

La edición que presentamos está formada por dieciocho apartados uno por cada homilía precedido de un análisis de la "Presentación" original del libro. El orden sistemático que seguimos es el establecido desde la 1ª edición de Amigos de Dios por el beato Álvaro del Portillo quien con la inmediata colaboración de Mons. Javier Echevarría tomó sobre sí la responsabilidad de editar esta primera obra póstuma de san Josemaría.

Cada uno de esos apartados contiene tres secciones:

1. Nota histórica (descripción del proceso redaccional de cada homilía de sus fundamentos y particularidades).

2. Líneas teológico-espirituales de fondo (síntesis de las principales ideas expuestas por el Autor).

3. Texto anotado (análisis del texto con anotaciones de carácter histórico teológico y espiritual).

Las referencias bíblicas patrísticas etc. incluidas por el autor en el original al formar parte de este se hallan situadas en el cuerpo del texto manteniendo su numeración original.

19. Algunos aspectos concretos

a) Numeración de párrafos

Ya desde la primera edición del libro y siguiendo el modelo establecido en Es Cristo que pasa (y antes en Conversaciones) los párrafos de Amigos de Dios habían recibido una numeración marginal continua que pertenece en consecuencia al original del libro 360.

En la presente edición esa numeración original se mantiene sin cambios pero con objeto de ayudar a la localización más precisa de los distintos pasajes del libro se distinguen con letras minúsculas del alfabeto cada uno de los párrafos del número marginal respectivo (por ejemplo 1a, 1b, 1c, etc.).

b) Aparato crítico

El aparato crítico utilizado en esta edición está constituido por tres tipos diferentes de notas siempre referidas a un párrafo concreto.

En primer lugar se incluyen las notas que dan razón de las variaciones del texto anteriores a la primera edición del libro realizadas por el Autor. Se trata de correcciones realizadas por ejemplo sobre el texto de una homilía ya publicado en alguna revista o folleto o bien más raramente sobre el original mecanografiado de una homilía (normalmente como diremos sobre la penúltima redacción). Indicamos primero el texto definitivo es decir el del párrafo correspondiente del libro señalando que se trata de una corrección autógrafa del autor: correc autógr y a continuación separado por el signo ] el texto corregido señalando dónde se encuentra. Por ejemplo:

309a una fiesta correc autógr ] un banquete penúlt redac

significa que en el párrafo 309a la expresión: "una fiesta" perteneciente al texto definitivo es corrección autógrafa del Autor de la expresión: "un banquete" presente en la penúltima redacción del original mecanografiado de la homilía.

Cuando en un párrafo hay más de una variación vienen separadas por el signo ||; por ejemplo:

143a he saboreado CuadMC3 ] y he saboreado últ redac || Padre correc autógr ] Padre últ redac

A continuación cuando se conocen los materiales que el Autor tuvo presentes al redactar la homilía (normalmente apuntes de sus meditaciones tomados a oído por los oyentes) es citado en nota el pasaje oportuno. Están señalados con la sigla: [tb (indicativa de "texto básico") seguida de la sigla del texto citado]; por ejemplo [tb/m600319] significa que el pasaje citado pertenece a la meditación predicada por el Autor el 19 de marzo de 1960:

1b (texto de la homilía): "Y yo mi Señor hoy me acuerdo de modo particular de esos pastores y de ese redil porque todos los que aquí nos encontramos reunidos –y otros muchos en el mundo entero– para conversar Contigo nos sabemos metidos en tu majada".

[tb/m600319]: "Y yo mi Señor hoy me acuerdo de modo particular de esos pastores y de ese redil porque vosotros y yo estamos en el redil de Cristo".

Esos "textos básicos" (de los que en cada caso damos la referencia precisa) al proceder de apuntes tomados por oyentes manifiestan de modo patente su origen. Entre tales anotaciones y los párrafos de la homilía –redactada detenidamente por el Autor para ser publicada– hay siempre diferencias aunque es también clara su relación.

Finalmente cuando se considera útil para el lector se añaden después de las anteriores unas notas técnicas de diversa índole –principalmente de carácter histórico y teológico– que ilustran sobre algunos aspectos significativos del texto. Están siempre referidas al igual que las precedentes a un párrafo concreto y además –en este tipo de notas– a una frase del párrafo respectivo.

c) Índices y Apéndices

Concluida la edición y comentario del texto y siguiendo el orden establecido desde la primera edición de Amigos de Dios se incluyen los tres Índices que han aparecido en todas las ediciones del libro desde la primera 361:

Finalmente en las últimas páginas se agregan diversos apartados relacionados con la historia y difusión de Amigos de Dios que tenían difícil inserción en el cuerpo del volumen pero que por su interés merecían ser incluidos bajo la forma de Apéndices. Son los siguientes:

Apéndice I: Nota editorial sobre el Autor en la 34ª edición en castellano de 2009
Apéndice II: Primeras ediciones de las homilías de Amigos de Dios en lengua española
Apéndice III: Génesis de las traducciones y primeras ediciones de las homilías en distintas lenguas hasta 1980
Apéndice IV: Ediciones totales de Amigos de Dios (lengua país editorial ejemplares) entre 1977 y 2016.

20. Fuentes utilizadas

El fondo documental utilizado en esta edición se encuentra en el Archivo General de la Prelatura del Opus Dei (AGP) en dos series distintas: A.4 y A.3.

La restante documentación que hemos consultado es oportunamente citada en cada caso.

Elenco de los fondos documentales manejados (todos en AGP A.3):

I. Homilías por separado
108-1-1 Humildad: texto original
108-1-2 Humildad: traducciones
108-1-3 Para que todos se salven: texto original
108-1-4 Para que todos se salven: traducciones
108-1-5 El tesoro del tiempo: texto original
108-1-6 El tesoro del tiempo: traducciones
108-1-7 Vida de fe: texto original
108-1-8 Vida de fe: traducciones
108-2-1 Vida de oración: texto original
108-2-2 Vida de oración: traducciones
108-2-3 Madre de Dios, Madre nuestra: texto original
108-2-4 Madre de Dios, Madre nuestra: traducciones
108-2-5 Hacia la santidad: texto original
108-2-6 Hacia la santidad: traducciones
108-3-1 Virtudes humanas: texto original
108-3-2 Virtudes humanas: traducciones
108-3-3 La libertad, don de Dios: texto original
108-3-4 La libertad, don de Dios: traducciones
108-3-5 Con la fuerza del amor: texto original
108-3-6 Con la fuerza del amor: traducciones
109-1-1 El trato con Dios: texto original
109-1-2 El trato con Dios: traducciones
109-1-3 Porque verán a Dios: texto original
109-1-4 Porque verán a Dios: traducciones
109-1-5 La esperanza del cristiano: texto original
109-1-6 La esperanza del cristiano: traducciones
109-1-7 Trabajo de Dios: texto original
109-1-8 Trabajo de Dios: traducciones
109-2-1 Tras los pasos del Señor: texto original
109-2-2 Tras los pasos del Señor: traducciones
109-2-3 Desprendimiento: texto original
109-2-4 Desprendimiento: traducciones
109-2-5 La grandeza de la vida corriente: texto original
109-2-6 La grandeza de la vida corriente: traducciones
109-2-7 Vivir cara a Dios y cara a los hombres: texto y traducciones
II. Textos originales (mecanografiados)
110-2-1 La grandeza de la vida corriente
110-2-2 La libertad, don de Dios
110-2-3 El tesoro del tiempo
110-2-4 Trabajo de Dios
110-2-5 Virtudes humanas
110-2-6 Humildad
110-2-7 Desprendimiento
110-2-8 Tras los pasos del Señor
110-2-9 El trato con Dios
110-2-10 Vivir cara a Dios y cara a los hombres
110-2-11 Porque verán a Dios
110-2-12 Vida de fe
110-2-13 La esperanza del cristiano
110-2-14 Con la fuerza del amor
110-2-15 Vida de oración
110-2-16 Para que todos se salven
110-2-17 Madre de Dios, Madre nuestra
110-2-18 Hacia la santidad
III. Publicación del libro en castellano (España y otros países)
110-1-1Propuestas para un segundo volumen de homilías
110-1-2Preparación del libro Amigos de Dios
110-1-3 Expediente de la "Presentación" de Álvaro del Portillo
110-1-4 Primeras ediciones en castellano de Amigos de Dios
110-1-5 Correcciones y datos de ediciones sucesivas
110-1-6 Datos sobre ediciones en castellano fuera de España
IV. Ediciones del libro en diferentes lenguas
110-3-1 Edición italiana
110-3-2 Edición inglesa. Preparación del libro
110-3-3 Edición inglesa. Algunas cuestiones de traducción
110-3-4 Edición portuguesa
110-3-5 Edición brasileña
110-3-6 Edición francesa
110-3-7 Edición alemana
110-3-8 Edición japonesa