Homilía en la fiesta de la Sagrada Familia
Lugar en el libro: 3ª
Datación: Navidad de 1970
Primera edición: XII-1970
Orden de edición: 7ª
En el capítulo dedicado a la génesis de las homilías, hemos aludido a dos que fueron publicadas por vez primera en “Los Domingos de ABC", suplemento semanal del diario madrileño “ABC". La que ahora comenzamos a estudiar es una de éstas. El origen de su elaboración y posterior publicación fue una nueva petición –la tercera en pocos meses– del director del suplemento, Luis María Ansón, a san Josemaría, amablemente acogida como en los casos anteriores1.
Parece probable que fue escrita directamente para su publicación en el citado medio de comunicación, lo que dice mucho acerca de la importancia dada por el autor al tema. No se han conservado los materiales de procedencia oral utilizados en la elaboración del texto. Los datos fundamentales sobre su génesis se conocen a través de la correspondencia intercambiada con ese motivo entre el fundador y el periodista.
El 13 de octubre de 1970, enviaba Ansón a san Josemaría la siguiente petición2:
“Querido P. Escrivá:
Estamos preparando, para el próximo 13 de diciembre, un número dedicado a la Navidad. He pensado que tal vez aceptaría usted escribir un artículo sobre la familia. Me parece que sería magnífico para nuestros lectores recibir una orientación al día sobre el papel de la familia cristiana en el mundo de hoy. En los últimos años se ha multiplicado el divorcio entre los esposos y, lo que es igualmente grave, entre los padres y los hijos. Ante esta nueva generación, que, a pesar de todo, tantas cosas buenas tiene, me parece necesario acentuar los valores de la familia.
Al pedirle este artículo me doy cuenta que trato de sustraerle tiempo a ocupaciones más importantes. Aun así, me animo a hacerlo porque creo que el bien producido por sus dos artículos anteriores ha sido inmenso.
Si usted aceptara escribir este artículo nos convendría tenerlo no más tarde del 14 de noviembre.
Tengo muchas ganas de ir a Roma con la esperanza de poder verle.
Con mi agradecimiento anticipado, le envío un saludo muy afectuoso,
(Fdo.) Luis María Ansón"
El artículo solicitado hacía referencia a un argumento doctrinal y pastoral de gran calado, el sentido cristiano del matrimonio y la familia, y en la petición parecía incluso sugerirse que fuera abordado desde la luz que sobre tales enfoques arroja el misterio del Nacimiento de Cristo. Dada la importancia de la temática, y su plena adecuación al deseo de ayudar a la formación doctrinal y a la piedad de los fieles cristianos, con la publicación de textos de carácter litúrgico-espiritual, no sorprende que la petición fuera acogida favorablemente por san Josemaría.
De hecho, a los pocos días, hizo llegar al responsable de “Los Domingos de ABC" un mensaje aceptando la petición, con gran cariño3. Y poco después recibía el periodista el texto, acompañado de una nueva misiva del autor, datada en Roma a 7 de noviembre de 19704. Esta fecha es importante para fijar el periodo de redacción de la homilía, que se extiende, en consecuencia, en términos bastante aproximados, desde el 22 de octubre (fecha en que se comunica la aceptación) al 7 de noviembre (fecha en que es remitido el texto al periódico). En total, diecisiete días.
En el Archivo de la Prelatura se conserva el original mecanografiado de la última redacción del texto preparado por el autor5, enteramente coincidente con las galeradas del texto editado, que también se conservan6. El director de la publicación las había enviado a san Josemaría el 11 de noviembre, con una breve carta de agradecimiento7, y dos días después, el 13 de noviembre, ya corregidas, le eran devueltas acompañadas de un tarjetón escrito a mano por el autor8.
Las correcciones consistían, erratas aparte, en el cambio de algunas palabras que mejoraban la redacción. Se da la particularidad de que esos pequeños cambios redaccionales, hechos a mano por el autor, fueron también incorporados por él mismo, con su letra y en rojo, en el original mecanografiado. Parece, pues, que corrigió las galeradas teniendo el original delante, y que al introducir las pequeñas correcciones en aquéllas lo hacía también en éste9.
El matrimonio, vocación cristiana vio la luz en “Los Domingos de ABC" el 13 de diciembre de 1970, págs. 4-9. En la entradilla preparada por la Redacción del periódico se lee, entre otras cosas: “En un gran artículo10, Josemaría Escrivá de Balaguer aborda los más varios aspectos de la vida familiar: el matrimonio, el amor, la relación entre los esposos, el sexo, la castidad, el hogar, la indisolubilidad conyugal, la natalidad, la educación, los deberes de los hijos para con los padres y de los padres para con los hijos... Monseñor Escrivá expone todas estas cuestiones con una extraordinaria claridad de fondo y de forma y con ese admirable sentido del equilibrio y la ponderación que preside todos sus escritos". Su publicación tuvo una amplia resonancia11. De hecho, los ejemplares del periódico que fueron puestos a la venta se agotaron rápidamente.
Por aquellas fechas, intercambiando felicitación de Navidad con san Josemaría, escribía, entre otras cosas, Luís María Ansón:
“No hace falta que le diga el éxito extraordinario que tuvo el artículo de nuestro número de Navidad. Estoy seguro de que habrá recibido los ecos. No se han podido atender todas las demandas de ejemplares. De ese número se imprimieron 430.000 ejemplares, que es la tirada habitual de nuestro dominical. A la hora de salir se había agotado completamente"12.
Sobre un ejemplar de esa edición de “Los Domingos de ABC", que se conserva13, introdujo el autor algunas ligeras correcciones al texto.
La homilía fue reproducida poco después en el Folleto “Mundo Cristiano" n. 119, febrero de 1971, págs. 7-2114. También en este caso, al releer el texto en un ejemplar del folleto, san Josemaría dejó anotadas a mano pequeñas correcciones15. Eso explica que, cuando se preparó la segunda edición de ese folleto en abril de 1971, y se consultó desde España si era necesario introducir alguna modificación, san Josemaría escribiera a mano –sobre la misma cuartilla en que había llegado la consulta– una advertencia: “vedlo. 27-4-71"16.
El reflejo de la luz de Cristo en el matrimonio y la familia
Al redactar esta tercera homilía, san Josemaría estaba dando respuesta al ruego de que escribiera, para ser publicada en Navidad, “una orientación al día sobre el papel de la familia cristiana en el mundo de hoy"17. Su mirada –siempre centrada en el misterio de Cristo– se dirige, con ese motivo, hacia el hogar de Nazaret, entorno humano inmediato del Dios hecho Hombre, escenario de la vida a la vez sencilla y admirable de María, José y el Niño18. El contexto de la homilía es, sin duda, la festividad litúrgica de la Sagrada Familia, como se desprende de su lectura, y en especial de algún detalle (en 22c, por ejemplo, se menciona el Himno de maitines de ese día).
Como el propio autor confiesa, la intención con que ha redactado el texto es la de “resumir y comentar algunos de los rasgos de esos hogares, en los que se refleja la luz de Cristo, y que son, por eso, luminosos y alegres"19. Ese es, por tanto, el argumento de fondo de la homilía: la luz del misterio del Verbo Encarnado que se refleja sobre el matrimonio y la familia.
Reflejos análogos, con matices distintos, pueden encontrarse en otras que preceden en el libro a ésta, así como en las siguientes. San Josemaría vivía y razonaba dentro de esa luz, y sólo desde ahí se desvelan los fundamentos teológicos y espirituales de su doctrina fundacional. Así sucede, por ejemplo, como venimos viendo, con sus enseñanzas sobre la vida ordinaria como ámbito de santificación, o con su amor al mundo y su visión positiva de la secularidad, o, por mencionar otro ejemplo característico, con su doctrina sobre el ejercicio heroico de las virtudes en el cumplimiento del trabajo cotidiano, permaneciendo cada uno en el lugar que ocupa en el mundo. Estos y otros aspectos de la vocación a la santidad del cristiano corriente lucen para el autor con la luz que les presta el Cristo de Belén y Nazaret.
En la presente homilía, el reflejo de esa luz, que de manera primordial –y ciertamente inefable para la mirada humana– iluminó el hogar de la Sagrada Familia, es contemplado en su proyección sobre el hogar cristiano.
Mensaje del título e hilo conductor
El título de la homilía: El matrimonio, vocación cristiana, es muy acorde con el pensamiento del autor acerca del significado radicalmente vocacional de la existencia de los discípulos de Cristo, sea cual fuere su estado y situación. A san Josemaría, en realidad, en esta homilía como en la primera del libro, textos ambos concebidos con intención espiritual y pastoral, no le interesa tanto ofrecer una reflexión sobre el contenido teológico de la noción de vocación cristiana, cuanto contemplarla realizada en su sujeto, el bautizado, portador de la llamada a santificarse en Cristo y a participar en su misión redentora.
En aquella primera homilía, el sujeto era el fiel corriente considerado en su condición más básica y común de discípulo de Cristo; en ésta, en cambio, son los fieles que han contraído matrimonio. Nada ha cambiado en ellos de lo que, como bautizados, compartían con los demás fieles, pero, al mismo tiempo, todo ha quedado modalizado en cada uno por el dinamismo teológico, espiritual y canónico que acompaña la recepción del nuevo sacramento.
En ambas homilías se contempla, más bien, al sujeto portador de la “vocación cristiana", y no tanto a ésta en abstracto. Se parte ya de entrada de una implícita identificación entre la noción de “vocación cristiana" y la de “vocación bautismal aceptada y plenamente vivida", y se razona sobre sus consecuencias en la vida del fiel. En ese sentido, hay identidad de contenido entre “vocación cristiana" y “vocación de cristiano".
De acuerdo con esto, en el título: El matrimonio, vocación cristiana, el acento está puesto en lo que la vocación cristiana de los cónyuges (la “vocación de cristiano" de cada uno de ellos) aporta y solicita –en razón de ayuda, inspiración, exigencia, etc.– a su condición de esposos y padres, adquirida con la recepción del sacramento del matrimonio. Así como éste se encuentra necesariamente enraizado en el bautismo, así también, de manera análoga, la vocación cristiana de los cónyuges (es decir, su personal vocación bautismal o vocación de cristianos) es la que hace de su matrimonio una auténtica vocación sobrenatural, integrada en aquélla20.
Del mismo modo que los cónyuges, en cuanto cristianos, están llamados a santificarse personalmente, también ahora, en cuanto casados, están llamados “a santificar su matrimonio y a santificarse en esa unión"21. Y eso, lógicamente, a través del ejercicio personal de las virtudes cristianas, vividas en el ámbito –y en el horizonte existencial– de la mutua entrega y de la vida familiar22.
La homilía se encuentra engarzada junto con las demás del libro –eso es lo que da unidad al volumen, no obstante la variedad de temas– en el hilo de fondo que ya conocemos: la conformación del bautizado con Cristo (cfr. Rm 8, 29), que hace de él alter Christus: una persona elegida por Dios para ser santa y contribuir a extender el Reino de Dios. En síntesis: el hilo conductor es siempre la vocación del cristiano corriente a la santidad y al apostolado. A continuación, en cada homilía, ese hilo común –siempre presente, aunque no siempre explícito– en el que todas están engastadas, es desarrollado siguiendo unas vías oportunas, coherentes con la temática que se quiere tratar.
En el texto que ahora estudiamos, puede verse recogido en estas palabras: “A todo cristiano, cualquiera que sea su condición –sacerdote o seglar, casado o célibe–, se le aplican plenamente las palabras del apóstol que se leen precisamente en la epístola de la festividad de la Sagrada Familia: Escogidos de Dios, santos y amados (Col 3, 12). Eso somos todos, cada uno en su sitio y en su lugar en el mundo: hombres y mujeres elegidos por Dios para dar testimonio de Cristo y llevar a quienes nos rodean la alegría de saberse hijos de Dios, a pesar de nuestros errores y procurando luchar contra ellos"23.
Las vías de desarrollo de la homilía, centrada ésta en mostrar el reflejo de la luz de Cristo sobre el matrimonio y la familia, quedan perfectamente sintetizadas en los dos ladillos que distribuyen el texto:
Santidad del amor humano nn. 24-26
Hogares luminosos y alegres nn. 27-30
Al hablar del matrimonio, lo primero es hacer “una referencia clara al amor de los cónyuges"24. Por esta vía comienza a desarrollarse el texto, teniendo como trasfondo la enseñanza católica acerca de la nobleza y bondad de ese amor, “realidad santa –escribe el autor– que yo, como sacerdote, bendigo con las dos manos"25.
La reflexión se articula en torno a dos grandes ejes doctrinales. El primero es la afirmación de la dignidad de la persona como imagen de Dios, y de la sexualidad como parte integrante de la persona. Siguiendo la tradición antropológica cristiana, se recuerda en la homilía, que el sexo no puede ser considerado como una realidad vergonzosa sino, muy al contrario, como “una dádiva divina que se ordena limpiamente a la vida, al amor, a la fecundidad"26. En el mismo sentido, la castidad, “que respeta el misterio de la sexualidad y lo ordena a la fecundidad y a la entrega"27, y “mantiene la juventud del amor en cualquier estado de vida"28, debe ser vista como una afirmación. El segundo de aquellos ejes, prolongación del anterior, es la afirmación de la dignidad de las relaciones conyugales. El amor conyugal –orientado por su propia naturaleza al mutuo perfeccionamiento personal de los esposos y a la colaboración con Dios en la generación y educación de nuevas vidas– “requiere fidelidad y rectitud en todas las relaciones matrimoniales"29, que “son dignas cuando son prueba de verdadero amor y, por tanto, están abiertas a la fecundidad, a los hijos"30.
Esta segunda vía de desarrollo, construida como la anterior desde la contemplación de la vocación cristiana de los esposos, está centrada principalmente en los deberes familiares, y más en concreto en los que asumen los padres respecto de sus hijos. La pauta de las reflexiones viene dada por un principio fundamental: “La paternidad y la maternidad no terminan con el nacimiento: esa participación en el poder de Dios, que es la facultad de engendrar, ha de prolongarse en la cooperación con el Espíritu Santo para que culmine formando auténticos hombres cristianos y auténticas mujeres cristianas"31.
Formar “auténticos cristianos" significa, en primer lugar, educar a los hijos en el sentido cristiano de la vida, hecho realidad ante todo en el ejemplo de los padres. “Que vean que procuráis vivir de acuerdo con vuestra fe, que Dios no está sólo en vuestros labios, que está en vuestras obras; que os esforzáis por ser sinceros y leales, que os queréis y que los queréis de veras"32. La relación de los padres con sus hijos, iluminada con la luz de Cristo, presenta el atractivo horizonte de llegar a ser amigos: hablar, razonar, no imponer conductas, respetar su libertad33, dedicarles tiempo, darles confianza, creerles... “Vuestra confianza, vuestra relación amigable con los hijos, recibirá como respuesta la sinceridad de ellos con vosotros"34.
Al final de la homilía, vuelve san Josemaría la mirada hacia las primeras familias cristianas, que vivieron de Cristo y le dieron a conocer. Aunque la referencia sólo aparezca expresamente en este momento, es probable que su recuerdo haya estado presente en la homilía desde sus primeros pasos. De hecho, su ejemplo es la perfecta síntesis de lo que ha querido trasmitir el autor en estas páginas: “Hogares iguales a los otros hogares de aquellos tiempos, pero animados de un espíritu nuevo, que contagiaba a quienes los conocían y los trataban. Eso fueron los primeros cristianos, y eso hemos de ser los cristianos de hoy: sembradores de paz y de alegría, de la paz y de la alegría que Jesús nos ha traído"35.