Homilía en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús
Lugar en el libro: 16ª
Datación: 17-VI-1966
Primera edición: III-1971
Orden de edición: 9ª
La homilía El Corazón de Cristo, paz de los cristianos (novena de las editadas por separado), fue enviada directamente desde el Consejo General del Opus Dei a la Comisión Regional de España, el 19 de febrero de 1971, para que viera la luz en algún medio de comunicación. Como había sucedido en 1969 con la homilía La conversión de los hijos de Dios, cuarta en aparecer, la publicación de la que ahora estudiamos tampoco estuvo precedida de una petición concreta. Esta praxis será habitual a partir de este momento, puesta ya la mirada en la edición cada vez más cercana del volumen que las recogería.
El original mecanografiado iba acompañado de algunas indicaciones precisas1:
a) Sugería que la homilía fuese estampada “cuanto antes", lo que debe entenderse como una referencia a la mencionada cercanía del libro.
b) Apuntaba asimismo a que la publicación coincidiera “con un primer viernes", aludiendo de modo implícito a la relación entre la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, argumento de la homilía, y la tradicional costumbre de los primeros viernes de cada mes2.
c) En el mismo sentido, proponía que se añadiese una pequeña introducción en la que se explicase que se trataba de una meditación para el primer viernes.
d) Señalaba, por último que se conservara el título y se incluyera la fecha de datación de la homilía; aunque pudiera parecer innecesaria, esta indicación final estaba justificada por lo que había sucedido –como hemos visto– en casos anteriores.
No se dispone de documentación sobre el iter del texto en las diversas fases de su elaboración. Un dato útil al respecto es que la homilía publicada inmediatamente antes que ésta (El Gran Desconocido), fue acabada por san Josemaría a mediados de diciembre de 1970, y enviada en su versión italiana a “Studi Cattolici" a finales de ese mes. Cabe, pues, suponer que El Corazón de Cristo, paz de los cristianos, remitida a España el 19 de febrero de 1971, debió ser elaborada, después de las fiestas de Navidad, entre enero y febrero de ese año.
Se conserva una copia mecanografiada, sin correcciones, que coincide con el texto editado. Es, en consecuencia, copia de la última redacción del original enviado a España3. Tiene por título el ya conocido: El Corazón de Cristo, paz de los cristianos, que va seguido de la frase: “Homilía pronunciada el 8 de junio de 1966, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús". Como en casos anteriores, en dicha copia no está incluido, ni en el primero ni en el último folio, el nombre del autor. Ocupa trece folios a doble espacio, con cuarenta y dos notas a pie de página.
No conocemos los materiales precedentes, de su predicación oral, que san Josemaría haya tenido en cuenta al redactarla4. Es también posible que la escribiera directamente para ser publicada e incluida, más tarde, en el libro.
Al mecanografiar en el original la fecha de datación, se escribió por error: “8 de junio de 1966", en lugar de 17 de junio, día en que se había celebrado la fiesta del Sagrado Corazón en el año 1966. Así apareció en la primera edición de la homilía, y en algunas posteriores, hasta que la inexactitud fue advertida y corregida en septiembre de 1972, cercana ya la publicación de Es Cristo que pasa5.
El Corazón de Cristo, paz de los cristianos vio la luz por vez primera en Madrid, en la revista “Telva", n. 179, 1 marzo de 1971, pp. 24-28. El texto iba precedido de una breve introducción, que lo describía como “una meditación que podrá ayudar a muchos a centrar la liturgia del Primer Viernes"6. Al final se incluía también el subtítulo original: “Homilía pronunciada el 8-VI-1966, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús", con la mencionada incorrección en la fecha.
Fue editada también, posteriormente, en la colección de Folletos “Mundo Cristiano", n. 138, febrero de 1972, junto con El Gran Desconocido. El original mecanografiado que se envió desde Roma traía incorporados unos ladillos intermedios que fueron respetados en la edición de “Telva". No sucedió así, en cambio, en la citada edición de Folletos “Mundo Cristiano", en la que el número de ladillos fue ampliado; más tarde, sin embargo, ya en Es Cristo que pasa, desaparecerían esos añadidos7.
En la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús
En una de las homilías publicadas en el volumen Amigos de Dios, el autor, queriendo humildemente “ocultarse y desaparecer" –como era su arraigada costumbre espiritual–, escribe en primera persona del plural unas palabras que, en realidad, son reflejo exacto de su actitud más íntima y personal: “Los cristianos estamos enamorados del Amor"8. La frase, si fuese leída en primera persona del singular, ofrecería una sencilla y sincera afirmación autobiográfica. San Josemaría era, en verdad, un hombre enamorado del Amor.
Los textos hasta ahora analizados, con sus continuas alusiones, explícitas o implícitas, al Amor trinitario que se desborda sobre nosotros, al Amor inagotable y conmovedor de Cristo entregado en la Cruz o escondido en la Eucaristía, al Amor en persona que es el Espíritu Santo..., son una prueba indirecta de lo que decimos. Si san Josemaría hablaba y escribía de manera incansable del Amor, parece indudable que ése era el objeto de su amor, pues el enamorado habla apasionada e incesantemente de lo que ama.
La presente homilía sobre el Sagrado Corazón de Jesús es, quizás en mayor medida aún que las anteriores, la prueba fehaciente de ese amor al Amor, en el que el autor habitaba y al que quiere conducir al lector. Para convencerse basta meditar este breve párrafo: “Al tratar ahora del Corazón de Jesús, ponemos de manifiesto la certidumbre del amor de Dios y la verdad de su entrega a nosotros. Al recomendar la devoción a ese Sagrado Corazón, estamos recomendando que debemos dirigirnos íntegramente –con todo lo que somos: nuestra alma, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones, nuestros trabajos y nuestras alegrías– a todo Jesús"9.
Pero, además de manifestar el objeto de su amor, es propio de la condición del enamorado el deseo de que también los demás lo conozcan y, sobre todo, de que lo amen. En ese sentido, la contemplación del Amor que se encierra en el Corazón de Cristo, se traduce en san Josemaría en la ferviente voluntad de llevar ese amor a los demás, y en la exhortación a poner de manifiesto “en la misma trama de las relaciones humanas la caridad de Cristo y sus resultados concretos de amistad, de comprensión, de cariño humano, de paz"10. De este modo, la homilía nos invita a corresponder generosamente al Amor de Cristo, y desemboca en una vibrante llamada a imitar la ternura de su Corazón, amando al prójimo “con un amor que sea comprensión y entrega, afecto y voluntaria humildad"11.
Mensaje del título e hilo conductor
Fiel al principio teológico, ya mencionado, que sostiene –sobre el fundamento de la doctrina paulina– la inseparabilidad en Cristo de su condición de Dios-Hombre y su función de Redentor12, la enseñanza del fundador sobre la vocación cristiana, como identificación con Cristo, está atravesada por un sentido muy vivo de la actualidad, hic et nunc, de la Redención.
Esa impronta soteriológica se traduce espontáneamente, como muestran sus escritos, y en concreto el que ahora estudiamos, en un agudo sentido de la Cruz, a la que Cristo se abraza para rescatarnos, pero en la que también reina. Para hablar con propiedad, habría que decir –aunque no sea ésta la ocasión de desarrollarlo– que la espiritualidad cristocéntrica de san Josemaría se proyecta por esa vía en una novedosa espiritualidad de la cruz, formulada, por ejemplo, con estas palabras: “convertir la prosa diaria en endecasílabos, en verso heroico, por el amor que ponéis en vuestra ocupación habitual"13.
El nexo entre Amor y Cruz en el Corazón del Señor es el hilo conductor de esta homilía. En sus páginas, en efecto, la contemplación del Amor de Dios revelado plenamente en el Corazón de Cristo (“La plenitud de Dios se nos revela y se nos da en Cristo, en el amor de Cristo, en el Corazón de Cristo"14), alcanza su cima al verlo realizado máximamente en el consummatum est de la Cruz (“El amor se nos revela en la Encarnación, en ese andar redentor de Jesucristo por nuestra tierra, hasta el sacrificio supremo de la Cruz. Y, en la Cruz, se manifiesta con un nuevo signo: uno de los soldados abrió a Jesús el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua (Jn 19, 34). Agua y sangre de Jesús que nos hablan de una entrega realizada hasta el último extremo, hasta el consummatum est (Jn 19, 30), el todo está consumado, por amor"15).
Los cuatro apartados en los que se despliega el texto brindan al lector numerosas luces teológico-espirituales, de las que destacamos, como ejemplo y orientación, algunas que nos parecen más significativas, y sobre las que volveremos oportunamente en las anotaciones:
– “La verdadera devoción [al Sagrado Corazón] ha sido y es actualmente una actitud viva, llena de sentido humano y de sentido sobrenatural. Sus frutos han sido y siguen siendo frutos sabrosos de conversión, de entrega, de cumplimiento de la voluntad de Dios, de penetración amorosa en los misterios de la Redención"16.
– “Si hay crisis, se trata de crisis en el corazón de los hombres, que no aciertan –por miopía, por egoísmo, por estrechez de miras– a vislumbrar el insondable amor de Cristo Señor Nuestro"17.
– “En esto se concreta la verdadera devoción al Corazón de Jesús: en conocer a Dios y conocernos a nosotros mismos, y en mirar a Jesús y acudir a Él, que nos anima, nos enseña, nos guía"18.
– “Viene a salvarnos, a perdonarnos, a disculparnos, a traernos la paz y la alegría. Si reconocemos esta maravillosa relación del Señor con sus hijos, se cambiarán necesariamente nuestros corazones, y nos haremos cargo de que ante nuestros ojos se abre un panorama absolutamente nuevo, lleno de relieve, de hondura y de luz"19.
– “Como Cristo pasó haciendo el bien (Hch 10, 38) por todos los caminos de Palestina, vosotros en los caminos humanos de la familia, de la sociedad civil, de las relaciones del quehacer profesional ordinario, de la cultura y del descanso, tenéis que desarrollar también una gran siembra de paz"20.
– “En la fiesta de hoy hemos de pedir al Señor que nos conceda un corazón bueno, capaz de compadecerse de las penas de las criaturas, capaz de comprender que, para remediar los tormentos que acompañan y no pocas veces angustian las almas en este mundo, el verdadero bálsamo es el amor, la caridad"21.
– “Jesús, muriendo en la Cruz, ha vencido la muerte; Dios saca, de la muerte, vida. (...) En nombre de ese amor victorioso de Cristo, los cristianos debemos lanzarnos por todos los caminos de la tierra, para ser sembradores de paz y de alegría con nuestra palabra y con nuestras obras"22.
– “Porque Jesucristo viene a nosotros, todo ha cambiado, y en nuestro ser se manifiestan fuerzas –la ayuda del Espíritu Santo– que llenan el alma, que informan nuestras acciones, nuestro modo de pensar y de sentir. El Corazón de Cristo es paz para el cristiano"23.
– “Un cristiano que viva unido al Corazón de Jesús no puede tener otras metas: la paz en la sociedad, la paz en la Iglesia, la paz en la propia alma, la paz de Dios que se consumará cuando venga a nosotros su reino"24.