La Virgen Santa, causa de nuestra alegría

Texto
Nota histórica
Líneas teológico-espirituales de fondo
a) El misterio de amor
b) El misterio del sacrificio silencioso
c) Imitar a María
d) La escuela de la oración
e) Maestra de apóstoles
f) Una única receta: santidad personal
g) La alegría cristiana
Notas

Homilía en la fiesta de la Asunción
Lugar en el libro: 17ª
Datación: 15-VIII-1961
Primera edición: IX-1972
Orden de edición: 13ª

Nota histórica

San Josemaría dató la homilía La Virgen Santa, causa de nuestra alegría el 15 de agosto de 1961, fecha en la que había predicado una meditación en Londres a un grupo de mujeres del Opus Dei1. Los apuntes que se conservan de aquella meditación se diferencian mucho del texto de la homilía escrita, aunque hay sin embargo trazas indudables de que han sido tenidos a la vista en la redacción definitiva. Dejaremos constancia de dichas trazas en los lugares correspondientes del texto anotado.

El argumento de fondo es en ambas el mismo: la alegría en el cielo y en la tierra por la Asunción de la Madre de Dios, y la necesidad para la vida cristiana –en camino hacia el cielo– de imitar el ejemplo de fidelidad, fe, esperanza y amor a Dios de la Santísima Virgen.

En la meditación de aquel martes 15 de agosto de 1961, san Josemaría predicaba a un pequeño grupo de hijas suyas que desarrollaban en aquella tierra diversas actividades apostólicas. Las exhortaba a confiar plenamente en la ayuda de la gracia, a recurrir a la poderosa intercesión de Nuestra Madre para remover apostólicamente el ambiente, a vivir alegres en medio de las dificultades y, en definitiva, a ser fieles a su vocación cristiana.

Esos temas aparecen asimismo en la homilía, reelaborados con una perspectiva diversa al estar dirigida a todo tipo de lectores. La cuestión de fondo del texto es la imitación de María por los cristianos: su vida de oración, su caridad, su entrega de cada día. San Josemaría glosa con profundidad el ejemplo que ofrece la Virgen de aceptación plena de la voluntad de Dios, de generosidad en el sacrificio cotidiano, de correspondencia a la gracia. Y, tanto en aquella meditación como en esta homilía, contempla la Asunción de María a los cielos en cuerpo y alma, bajo el signo de la alegría, de la esperanza gozosa de alcanzar con Ella y con su Hijo la casa del Padre.

De la predicación londinense han llegado hasta nosotros dos familias de apuntes –versiones distintas aunque muy semejantes entre sí–, realizadas a partir de las notas tomadas por algunas oyentes2. Están archivadas juntas, pero separadamente, formando en realidad dos diversos dossiers3. Para nuestro trabajo, como hemos indicado en casos anteriores, no es necesario que nos detengamos en la génesis de esas copias y en el análisis de sus variantes. Serán objeto de estudio en la edición crítica de las meditaciones de san Josemaría.

De la homilía publicada se conserva el original mecanografiado (y una fotocopia) de la última redacción4: once folios, a doble espacio, con treinta y cinco notas a pie de página, titulados: LA VIRGEN SANTA, CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA. Debajo del título se lee: (“Homilía pronunciada el 15-VIII-1961, fiesta de la Asunción de la Virgen"). No incluye el nombre del autor. Como es habitual en estas copias mecanografiadas, los modos de citar la Sagrada Escritura o los escritos patrísticos no son todavía los que quedarán fijados en la versión definitiva del texto.

La Virgen Santa, causa de nuestra alegría vio la luz por vez primera privadamente en el boletín “Suplemento"5, y por ese camino llegó a las Regiones. Tras ser aprobada su publicación en los medios de comunicación6, fue editada por vez primera en Madrid, por Ediciones Palabra, en la Colección “Noray", n. 25 (septiembre 1972). Semanas más tarde se publicaba también, junto con la homilía El respeto cristiano a la persona y a su libertad, en la colección de Folletos “Mundo Cristiano", n. 153, septiembre de 1972.

Líneas teológico-espirituales de fondo

Una homilía sobre la fidelidad de María a su vocación

Si en la anterior homilía mariana –Por María, hacia Jesús–, ponía san Josemaría su mirada, principalmente, en la misión maternal de la Santísima Virgen, ahora, en esta nueva meditación sobre María, tomará en consideración de manera más directa la humilde grandeza de su vida terrena, llena de gracia y de amor, identificada en todo con la Voluntad divina, santificada día tras día en servicio de su Hijo y siempre junto a Él.

La contemplación jubilosa de la Asunción de Santa María a los cielos en cuerpo y alma (“este gozo íntimo que advertimos hoy, con el corazón que parece querer saltar del pecho"7), es ocasión propicia para resaltar la inmensa luz que la fidelidad de la Virgen a su vocación personal derrama, como modelo a imitar, sobre la respuesta que Cristo espera de cada uno de nosotros cuando nos llama, con vocación de cristianos, a la santidad.

La homilía comienza invocando, con la Iglesia, la alegría de ver a nuestra Madre en los cielos, y finaliza hablando de esa misma alegría como “un bien cristiano"8 –afirmación rigurosamente teológica–, siempre acompañado del contrapunto de la cruz. En la fiesta de la Asunción, escribe el autor, “todo convida a la alegría"9. Y el motivo es claro: el itinerario de María es también el nuestro, y así como “Ella nos ha precedido por la vía de la imitación de Cristo", así también su glorificación “es la firme esperanza de nuestra propia salvación; por eso la llamamos spes nostra y causa nostræ laetitiæ, nuestra esperanza y causa de nuestra felicidad"10.

Estas palabras dan razón, como es patente, del título de la homilía. Pero es asimismo cierto, como podrá comprobarse al acabar su lectura, que en esa frase se resume su contenido.

Mensaje del título e hilo conductor

Las dos grandes nociones teológicas que protagonizan el libro: vocación y santidad, vuelven a constituir aquí –bajo la luz de Cristo, reflejada ahora en el espejo perfecto de María– el cauce por el que discurre nuestro texto. Su hilo conductor viene dado por la singular conjunción de ambas nociones en un mismo marco hermenéutico –el espíritu de san Josemaría, que resalta propiedades, fija significados y establece los armónicos–, y con una inequívoca melodía de fondo: la imitación de Santa María por parte de los cristianos.

La vocación a la santidad, de la que nuestra Madre es modelo excelso, más aún, camino seguro (“porque tú conoces la senda y el atajo cierto que llevan, por tu amor, al amor de Jesucristo"11), es mostrada en todo su esplendor allí donde parecería no poder realizarse: en la actividad laboral “que transcurre por los carriles ordinarios", en el trabajo cotidiano donde “todo se desarrolla con un ritmo previsible" y “los días parecen iguales, incluso monótonos"...

El mensaje que la homilía transmite –un mensaje de cadencia mariana, pero de raíz trinitaria y cristológica– será sencillamente éste: la existencia del cristiano corriente, que se desenvuelve en un modo aparentemente tan común, tiene un valor divino, al igual que lo tuvo la existencia de Santa María. “Es algo que interesa a Dios, porque Cristo quiere encarnarse en nuestro quehacer, animar desde dentro hasta las acciones más humildes"12. San Josemaría invita al lector a descubrirlo, mirando contemplando y celebrando, con toda la Iglesia, “el triunfo de la Madre, Hija y Esposa de Dios"13.

Las líneas de desarrollo de las ideas expresadas se hallan distribuidas, como en las demás homilías, entre los diversos parágrafos (en este caso, siete) en que san Josemaría dividió el texto. Pero es oportuno hacer hincapié, como fondo común, en la atmósfera trinitaria que se respira desde el inicio en sus páginas.

Aunque la gran solemnidad litúrgica de la Asunción de la Virgen, así como la alegría que despierta “entre los ángeles y entre los hombres"14, tendrán su inmediata fuente de significado, lógicamente, en el hecho mismo conmemorado, éste, a su vez, dice relación para san Josemaría al misterio del Dios Trino. Y hacia ahí orienta, desde el primer momento, su contemplación: “Celebramos la glorificación de nuestra Madre y es natural que sus hijos sintamos un especial júbilo, al ver cómo la honra la Trinidad Beatísima"15.

Las ideas centrales que se desarrollan en el texto, a las que habremos de volver al anotarlo, podrían sintetizarse así:

a) El misterio de amor (n. 171)

– “Misterio de amor es éste. La razón humana no alcanza a comprender. Sólo la fe acierta a ilustrar cómo una criatura haya sido elevada a dignidad tan grande, hasta ser el centro amoroso en el que convergen las complacencias de la Trinidad. Sabemos que es un divino secreto. Pero, tratándose de Nuestra Madre, nos sentimos inclinados a entender más –si es posible hablar así– que en otras verdades de fe"16.

b) El misterio del sacrificio silencioso (n. 172)

– “Si Dios ha querido ensalzar a su Madre, es igualmente cierto que durante su vida terrena no fueron ahorrados a María ni la experiencia del dolor, ni el cansancio del trabajo, ni el claroscuro de la fe"17.

– “Para ser divinos, para endiosarnos, hemos de empezar siendo muy humanos, viviendo cara a Dios nuestra condición de hombres corrientes, santificando esa aparente pequeñez. Así vivió María"18.

c) Imitar a María (n. 173)

– “Nuestra Madre es modelo de correspondencia a la gracia y, al contemplar su vida, el Señor nos dará luz para que sepamos divinizar nuestra existencia ordinaria"19.

– “Imitar, en primer lugar, su amor. (...) Imitar su natural y sobrenatural elegancia. (...) Aprender, siguiendo su ejemplo en la obediencia a Dios, en esa delicada combinación de esclavitud y de señorío"20.

d) La escuela de la oración (n. 174)

– “El Señor os habrá concedido descubrir tantos otros rasgos de la correspondencia fiel de la Santísima Virgen, que por sí solos se presentan invitándonos a tomarlos como modelo: su pureza, su humildad, su reciedumbre, su generosidad, su fidelidad... Yo quisiera hablar de uno que los envuelve todos, porque es el clima del progreso espiritual: la vida de oración"21.

– “Contemplativos en medio del mundo, en el ruido de la calle: en todas partes. Esa es la primera lección, en la escuela del trato con Jesucristo. De esa escuela, María es la mejor maestra, porque la Virgen mantuvo siempre esa actitud de fe, de visión sobrenatural, ante todo lo que sucedía a su alrededor"22.

e) Maestra de apóstoles (n. 175)

– “Sed leales, generosos. Formamos parte de un solo cuerpo, del Cuerpo Místico de Cristo, de la Iglesia santa, a la que están llamados muchos que buscan limpiamente la verdad. Por eso tenemos obligación estricta de manifestar a los demás la calidad, la hondura del amor de Cristo"23.

– “Madre de Dios, omnipotencia suplicante: tráenos, con el perdón, la fuerza para vivir verdaderamente de esperanza y de amor, para poder llevar a los demás la fe de Cristo"24.

f) Una única receta: santidad personal (n. 176)

– “El mejor camino para no perder nunca la audacia apostólica, las hambres eficaces de servir a todos los hombres, no es otro que la plenitud de la vida de fe, de esperanza y de amor; en una palabra, la santidad. No encuentro otra receta más que ésa: santidad personal"25.

– “El camino de nuestra santificación personal pasa, cotidianamente, por la Cruz: no es desgraciado ese camino, porque Cristo mismo nos ayuda y con Él no cabe la tristeza. In lætitia, nulla dies sine cruce!, me gusta repetir; con el alma traspasada de alegría, ningún día sin Cruz"26.

g) La alegría cristiana (nn. 177-178)

– “La fiesta de la Asunción de Nuestra Señora nos propone la realidad de esa esperanza gozosa. Somos aún peregrinos, pero Nuestra Madre nos ha precedido y nos señala ya el término del sendero: nos repite que es posible llegar y que, si somos fieles, llegaremos"27.

– “La alegría es un bien cristiano. Únicamente se oculta con la ofensa a Dios: porque el pecado es producto del egoísmo, y el egoísmo es causa de la tristeza. Aun entonces, esa alegría permanece en el rescoldo del alma, porque nos consta que Dios y su Madre no se olvidan nunca de los hombres"28.

Notas

1 Durante los veranos de 1958 a 1962 san Josemaría pasó diversos periodos en el Reino Unido. Le movía el afán apostólico y el deseo de ver y ayudar a sus hijas e hijos, que habían comenzado el trabajo del Opus Dei en aquel país en la Navidad de 1946. En el verano de 1961 –en el que predicó la meditación mencionada– estuvo en Inglaterra desde el 30 de julio al 5 de septiembre. Un relato sucinto pero bien documentado de esas estancias puede verse en Vázquez de Prada, III, pp. 207-213.
2 Cfr. AGP, serie A.4, m610815.
3 A) En un archivador se conservan cinco copias diferentes aunque de contenido casi idéntico: a) Dos hojas de cuaderno, mecanografiadas a simple espacio y tituladas: “Londres 15-8-61" (éste podría ser el texto más antiguo). b) Ocho octavillas mecanografiadas, con un título escrito a mano que dice simplemente: “15-VIII-61"; el texto es muy semejante al anterior, aunque con pequeñas variantes. c) Tres folios mecanografiados a espacio simple, que llevan como título: “Meditación dirigida por el Padre el día 15 de agosto de 1961 en Londres"; el texto es igual al señalado en b); en una esquina del primer folio está escrita a lápiz la sigla: “ac" (es decir, Asesoría Central, organismo de gobierno de las mujeres del Opus Dei, análogo al Consejo General de los varones). d) Tres folios mecanografiados, de contenido y título iguales a c). Tienen, sin embargo, diversas anotaciones a lápiz sobre el texto y en los márgenes, una de las cuales dice: “MUY DISTINTA DE LA PUBLICADA"; no sabemos quien escribió esas palabras, pero quizás sean indicativas de que esa versión podría haber sido tenida en cuenta en la redacción final de la homilía. e) Una última copia, de texto igual a los anteriores documentos, que ocupa tres folios y medio, y está mecanografiada con particular esmero; se titula como las dos anteriores, pero el título aparece en mayúsculas.
B) En otro archivador distinto se conservan cuatro copias de peor calidad que las anteriores, y posiblemente obtenidas a partir de éstas; no contienen variaciones en el texto (aunque en un caso, se aprecian erratas, como si hubiera sido copiada al dictado). Aunque el contenido sea el mismo, han recibido sin embargo tres títulos diversos: a) “VIRGEN.– La Asunción", y a mano: 15-VIII-61; b): “VIRGEN (Asunción)"; c): “ASUNCIÓN DE LA VIRGEN".
4 Cfr. AGP, serie A.3, leg. 101, carp. 3.
5 Cfr. “Suplemento", 1-15 de septiembre 1972 (720901-s / 151); cfr. AGP, leg. 100, carp. 4, exp. 6. En la p. 7 de ese ejemplar de “Suplemento" se advierte una corrección hecha a mano y con tinta negra por san Josemaría. Será señalada cuando anotemos el texto.
6 Cfr. com/cg/13-IX-1972 (en AGP, A.3, leg. 101, carp. 1, exp. 2), y com/cg/16-IX-1972 (en AGP, serie A.3, leg. 100, carp. 4, exp. 10).
7 Es Cristo que pasa, 171a.
8 Ibid., 178a.
9 Ibid., 176e.
10 Ibid., 176c.
11 Ibid., 178g.
12 Ibid., 174e.
13 Ibid., 176b.
14 Ibid., 171a.
15 Ibid.
16 Ibid., 171c.
17 Ibid., 172a.
18 Ibid., 172c.
19 Ibid., 173a.
20 Ibid., 173b-d.
21 Ibid., 174a.
22 Ibid., 174g.
23 Ibid., 175b.
24 Ibid., 175g.
25 Ibid., 176a.
26 Ibid., 176g.
27 Ibid., 177e.
28 Ibid., 178a.