Por las personas que viven "en el subsuelo de la existencia", en condiciones "límite", y que perdieron la esperanza, el Papa Francisco rezó durante la misa el 5 de junio. La invitación a pensar en los muchos que experimentan situaciones de abandono y "de sufrimiento existencial" fue la sugerencia de las lecturas de la liturgia del día. En la del libro de Tobías (Tb 3, 1-;11.16-17) el Papa identificó en las experiencias de Tobit y de Sara las historias de dos personas que sufren, al límite de la desesperación, en vilo entre la vida y la muerte. Ambos están en busca de "una vía de escape", que encuentran lamentándose. "No blasfeman, pero se lamentan" puntualizó el Santo Padre.
"Lamentarse ante Dios no es pecado", afirmó. E inmediatamente contó: "Un sacerdote, a quien conozco, una vez le dijo a una mujer que se lamentaba ante Dios por sus calamidades: "Señora, esa es una manera de orar, continúe". El Señor oye, escucha nuestros lamentos".
El Pontífice recordó también el ejemplo de Job y de Jeremías que "se lamentan incluso con una maldición: no contra el Señor, sino por tal situación". Por lo demás lamentarse "es humano", también porque "son muchas las personas en este estado de sufrimiento existencial".
Las personas que sufren –explicó– "deben entrar en mi corazón, deben causar una inquietud en mí. Mi hermano sufre, mi hermana sufre; he ahí el misterio de la comunión de los santos. Ora: "Señor mira a aquél, llora, sufre". Orar, permitidme decirlo, con la carne": "no con las ideas; rezar con el corazón".
Finalmente el Pontífice puso de relieve en la primera lectura una palabra "que abre la puerta a la esperanza" y que puede ayudar en la oración. Es la expresión "en aquel instante": cuando Tobit rezaba, "en aquel instante" Sara rezaba; y "en aquel instante" la oración de ambos fue escuchada delante de la gloria de Dios. "La oración –dijo el Santo Padre– llega siempre ante la gloria de Dios. Siempre, cuando es una oración del corazón".