Descubrir "los ídolos ocultos en los numerosos dobleces que tenemos en nuestra personalidad", "expulsar los ídolos de la mundanidad, que nos convierte en enemigos de Dios": fue la invitación del Papa Francisco durante la misa matutina del 6 de junio, en la capilla de la Domus Sanctae Marthae.
La exhortación a emprender "el camino del amor a Dios", a ponerse en "camino para llegar" a su Reino, fue la coronación de una reflexión centrada en el Evangelio de Marcos (Mc 12, 28-34), cuando Jesús responde al escriba que le interroga sobre cuál es el más importante de los mandamientos. La primera observación del Pontífice fue que Jesús no responde con una explicación, sino que usa la Palabra de Dios: "¡Escucha, Israel! El Señor nuestro Dios es el único Señor".
"La confesión de Dios se realiza en la vida, en el camino de la vida; no basta decir –advirtió el Papa–: yo creo en Dios, el único"; sino que requiere preguntarse cómo se vive este mandamiento. En realidad, con frecuencia se sigue "viviendo como si Él no fuera el único Dios" y como si existieran "otras divinidades a nuestra disposición". Es lo que el Papa Francisco define como "el peligro de la idolatría", la cual "llega a nosotros con el espíritu del mundo".
Pero ¿cómo desenmascarar estos ídolos? El Santo Padre ofreció un criterio de valoración: son los que llevan a contrariar el mandamiento "¡Escucha, Israel! El Señor nuestro Dios es el único Señor". Por ello "el camino del amor a Dios –amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma– es un camino de amor; es un camino de fidelidad". Hasta el punto de que "al Señor le complace hacer la comparación de este camino con el amor nupcial". Y esta fidelidad nos impone "expulsar los ídolos, descubrirlos", porque existen y están bien "ocultos, en nuestra personalidad, en nuestro modo de vivir"; y nos hacen infieles en el amor.
Jesús propone "un camino de fidelidad", según una expresión que el Papa Francisco encuentra en una de las cartas del apóstol Pablo a Timoteo: "Si no eres fiel al Señor, Él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo. Él es la fidelidad plena. Él no puede ser infiel. Tanto es el amor que tiene por nosotros". Mientras que nosotros, "con las pequeñas o no tan pequeñas idolatrías que tenemos, con el amor al espíritu del mundo", podemos llegar a ser infieles. La fidelidad es la esencia de Dios que nos ama.