Es necesario rezar para que la Iglesia pueda siempre hacer correr el agua de la gracia, esté siempre fundada en Cristo y le sea fiel, y sus miembros se dejen convertir cada día por Jesús. Lo recomendó el Papa Francisco a los fieles que participaron en la misa celebrada el sábado 9 de noviembre. El Pontífice hizo referencia al significado de la celebración litúrgica de la dedicación de la basílica lateranense, catedral de Roma, que tiene el título de "madre de todas las iglesias de la urbe y del orbe": se trata -dijo- de la fiesta de la ciudad de Roma, de la Iglesia de Roma, de la Iglesia universal. Luego tomó de las lecturas tres imágenes que hablan de la Iglesia. De la primera lectura (Ez 47, 1-2.8-9.12) y del Salmo 45, la imagen del río que brota del Templo y que alegra a la ciudad de Dios, figura de la gracia que sostiene y alimenta la vida de la Iglesia. De la segunda lectura (1Co 3, 9-11.16-17), la imagen de la piedra, que es Jesucristo, fundamento sobre quien está construida la Iglesia. Del Evangelio de la purificación del Templo (Jn 2, 13-22), la imagen de la reforma de la Iglesia: Ecclesia semper reformanda, la Iglesia siempre tiene necesidad de renovarse porque sus miembros son pecadores y tienen necesidad de conversión.