El amor verdadero no es el de las telenovelas. No está hecho de ilusiones. El verdadero amor es concreto, se centra en los hechos y no en las palabras; en el dar y no en la búsqueda de beneficios. La receta espiritual para vivir el amor hasta el extremo está en el verbo "permanecer", un "doble permanecer: nosotros en Dios y Dios en nosotros".
El Papa Francisco, en la misa del jueves 9 de enero, indicó en la persona de Jesucristo, Verbo de Dios hecho hombre, el fundamento único del amor verdadero. Ésta es la verdad, dijo, "la clave para la vida cristiana", "el criterio" del amor.
Como es costumbre, el Pontífice si inspiró para su meditación en la liturgia del día, en especial en la primera lectura (Jn 4, 11-18), donde se encuentra más de una vez una palabra decisiva: "permanecer". El apóstol Juan, dijo el Papa, "nos dice muchas veces que debemos permanecer en el Señor. Y nos dice también que el Señor permanece en nosotros". En esencia afirma "que la vida cristiana es precisamente "permanecer", este doble permanecer: nosotros en Dios y Dios en nosotros". Pero "no permanecer en el espíritu del mundo, no permanecer en la superficialidad, no permanecer en la idolatría, no permanecer en la vanidad. No, permanecer en el Señor. Y el Señor, explicó el Papa, "corresponde a esta" actitud nuestra, y, así, "Él permanece en nosotros". Es más, es "Él quien permanece antes en nosotros", que, por el contrario, "muchas veces lo sacamos fuera" y así "no podemos permanecer en Él".
"Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios permanece en él" escribe una vez más Juan que, afirmó el Papa, nos dice en la práctica cómo "este permanecer es lo mismo que permanecer en el amor". Y es una "cosa hermosa oír esto del amor", añadió, alertando: "Mirad que el amor del que habla Juan no es el amor de las telenovelas. No, es otra cosa". En efecto, explicó el Pontífice, "el amor cristiano tiene siempre una cualidad: lo concreto. El amor cristiano es concreto. Jesús mismo, cuando habla del amor, nos habla de cosas concretas: dar de comer a los hambrientos, visitar a los enfermos". Son todas "cosas concretas" porque, precisamente "el amor es concreto". Es "lo concreto de la vida cristiana".
Así, el Papa Francisco advirtió: "cuando no existe lo concreto" se acaba por "vivir un cristianismo de ilusiones, porque no se comprende bien dónde está el centro del mensaje de Jesús". El amor "no llega a ser concreto" y se convierte en "un amor de ilusiones". Es una "ilusión" también la que "tenían los discípulos cuando, mirando a Jesús, creían que fuese un fantasma" como relata el pasaje evangélico de Marcos (Mc 6, 45-52). Pero, comentó el Papa, "un amor de ilusiones, no concreto, no nos hace bien".
"¿Pero cuándo sucede esto?", fue la pregunta del Papa para comprender cómo se cae en la ilusión y no en lo concreto. Y la respuesta, dijo, se encuentra muy clara en el Evangelio. Cuando los discípulos piensan que ven a un fantasma, explicó el Pontífice citando el texto, "dentro de sí estaban fuertemente asombrados porque no habían comprendido el hecho de los panes, la multiplicación de los panes: su corazón estaba endurecido". Y "si tú tienes el corazón endurecido, no puedes amar. Y piensas que el amor es imaginarse las cosas. No, el amor es concreto".
Hay un criterio fundamental para vivir de verdad el amor. "El criterio del permanecer en el Señor y el Señor en nosotros -afirmó el Papa- y el criterio de lo concreto en la vida cristiana es lo mismo, siempre: el Verbo vino en la carne". El criterio es la fe en la "encarnación del Verbo, Dios hecho hombre". Y "no existe un cristianismo auténtico sin este fundamento. La clave de la vida cristiana es la fe en Jesucristo, Verbo de Dios hecho hombre".
El Papa Francisco sugirió también el modo de "conocer" el estilo del amor concreto, explicando que "hay algunas consecuencias de este criterio". Y propuso dos de ellas. La primera es que "el amor está más en las obras que en las palabras. Jesús mismo lo dijo: no los que me dicen "Señor, Señor", los que hablan mucho, entrarán en el Reino de los cielos; sino aquellos que cumplen la voluntad de Dios". Es la invitación, por lo tanto, a ser "concretos" cumpliendo "las obras de Dios".
Hay una pregunta que cada uno debe hacerse a sí mismo: "Si yo permanezco en Jesús, permanezco en el Señor, permanezco en el amor, ¿qué hago por Dios -no lo que pienso o lo que digo- y qué hago por los demás?". Por lo tanto, "el primer criterio es amar con las obras, no con las palabras". Las palabras, por lo demás, "se las lleva el viento: hoy están, mañana ya no están".
El "segundo criterio de lo concreto" propuesto por el Papa es: "en el amor es más importante dar que recibir". La persona "que ama da, da cosas, da vida, se entrega a sí mismo a Dios y a los demás". En cambio la persona "que no ama y que es egoísta busca siempre recibir. Busca siempre tener cosas, tener ventajas. He aquí, entonces, el consejo espiritual de "permanecer con el corazón abierto, no como el de los discípulos que estaba cerrado" y les llevaba a no comprender. Se trata, afirmó una vez más el Papa, de "permanecer en Dios", así "Dios permanece en nosotros. Y permanecer en el amor".
El único "criterio para permanecer está en nuestra fe en Jesucristo Verbo de Dios hecho carne: precisamente el misterio que celebramos en este tiempo". Y luego volvió a afirmar que "las dos consecuencias prácticas de este modo concreto de vida cristiana, de este criterio, son que el amor está más en las obras que en las palabras; y que el amor está más en dar que en recibir".
Precisamente "mirando al Niño, en estos tres últimos días del tiempo de Navidad", mirando al Verbo que se hizo carne", el Papa Francisco concluyó la homilía invitando a renovar "nuestra fe en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Pidamos la gracia -deseó- de que nos conceda este modo concreto de amor cristiano para permanecer siempre en el amor" y de hacer lo posible para que "Él permanezca en nosotros".