"Y vosotros, ¿quién decís que soy?". La pregunta de Jesús a sus discípulos alcanza, después de dos mil años, a cada uno de nosotros y pide una respuesta. Una respuesta que no se encuentra en los libros como una fórmula, sino en la experiencia de quien sigue de verdad a Jesús, con la ayuda de un "gran trabajador", el Espíritu Santo. Es éste el perfil del discípulo trazado por el Papa Francisco en la misa del jueves 20 de febrero en la Casa Santa Marta.
En el centro de la meditación del Papa está Pedro, así como lo presenta el pasaje evangélico de Marcos (Mc 8, 27-33). Precisamente Pedro, explicó, "fue ciertamente el más valiente ese día, cuando Jesús preguntó a los discípulos: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?". Pedro respondió con firmeza: "Tú eres el Mesías". Y después de esta confesión, comentó el Pontífice, probablemente se sintió "satisfecho dentro de sí: ¡he respondido bien!".
Sin embargo, el diálogo con Jesús no termina así. En efecto, "el Señor –dijo el Papa– comenzó a explicar lo que tenía que suceder". Pero "Pedro no estaba de acuerdo" con lo que había oído: "no le gustaba ese camino" proyectado por Jesús.
También hoy, prosiguió el obispo de Roma, "escuchamos muchas veces dentro de nosotros" la misma pregunta dirigida por Jesús a los apóstoles. Jesús "se dirige a nosotros y nos pregunta: para ti, ¿quién soy yo? ¿Quién es Jesucristo para cada uno de nosotros, para mí? ¿Quién es Jesucristo?". Y, destacó el Pontífice, también "nosotros seguramente daremos la misma respuesta de Pedro, la que hemos aprendido en el catecismo: ¡Tú eres el Hijo de Dios vivo, Tú eres el Redentor, Tú eres el Señor!".
Diferente es la reacción de Pedro "cuando Jesús comenzó a explicar lo que tenía que suceder: el Hijo del hombre tenía que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días". A Pedro, afirmó el Papa, "ciertamente no le gustaba este discurso". Él razonaba así: "¡Tú eres el Cristo! ¡Tú vences y vamos adelante!". Por esta razón "no comprendía este camino" de sufrimiento indicado por Jesús. Así que, como relata el Evangelio, "se lo llevó aparte" y "se puso a increparlo". Estaba "tan contento de haber dado aquella respuesta –"Tú eres el Mesías"– que se sintió con la fuerza para reprender a Jesús".
El Papa Francisco releyó palabra por palabra la respuesta de Jesús a Pedro: "Pero Él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro: "Aléjate de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios"".
Por lo tanto, para "responder a esa pregunta que todos nosotros percibimos en el corazón –quién es Jesús para nosotros– no es suficiente lo que hemos aprendido, estudiado en el catecismo". Es ciertamente "importante estudiarlo y conocerlo, pero no es suficiente", insistió el Santo Padre. Porque para conocerlo de verdad "es necesario hacer el camino que hizo Pedro". En efecto, "después de esta humillación, Pedro siguió adelante con Jesús, contempló los milagros que hacía Jesús, vio sus poderes...".
Sin embargo, "a un cierto punto Pedro negó a Jesús, traicionó a Jesús". Precisamente en ese momento "aprendió esa difícil ciencia –más que ciencia, sabiduría– de las lágrimas, del llanto". Pedro "pidió perdón" al Señor.
E incluso, "en la incertidumbre de aquel domingo de Pascua, Pedro no sabía qué pensar" de lo dicho por las mujeres acerca del sepulcro vacío. Y así también él "fue al sepulcro". En el Evangelio, recordó el Papa, no se recoge "explícitamente el momento, pero se dice que el Señor encontró a Pedro", se dice que Pedro "encontró al Señor vivo, solo, cara a cara". Y así "esa mañana, en la playa del Tiberíades, Pedro fue interrogado otra vez. Tres veces. Y él sintió vergüenza, recordó aquella tarde del jueves santo: las tres veces que había negado a Jesús". Recordó "el llanto". Según el Papa, "en la playa del Tiberíades, Pedro lloró no amargamente como el jueves, pero lloró".
Por lo tanto, "la pregunta a Pedro –¿Quién soy yo para vosotros, para ti?– se comprende sólo a lo largo del camino, después de un largo camino. Una senda de gracia y de pecado". Es "el camino del discípulo". En efecto, "Jesús no dijo a Pedro y a sus apóstoles: ¡conóceme! Dijo: ¡sígueme!". Y precisamente "este seguir a Jesús nos hace conocer a Jesús. Seguir a Jesús con nuestras virtudes" y "también con nuestros pecados. Pero seguir siempre a Jesús".
Para conocer a Jesús, reafirmó el Santo Padre, "no es necesario un estudio de nociones sino una vida de discípulo". De este modo, "caminando con Jesús aprendemos quién es Él, aprendemos esa ciencia de Jesús. Conocemos a Jesús como discípulos". Lo conocemos en el "encuentro cotidiano con el Señor, todos los días. Con nuestras victorias y nuestras debilidades".
Se trata de "un camino que no podemos hacer solos", precisó el Papa. Por lo tanto, se conoce a Jesús "como discípulos por el camino de la vida, siguiéndole a Él". Pero esto "no es suficiente", advirtió el Papa, porque "conocer a Jesús es un don del Padre: es Él quien nos hace conocer a Jesús". En realidad, puntualizó, esto "es un trabajo del Espíritu Santo, que es un gran trabajador: no es un sindicalista, es un gran trabajador. Y trabaja siempre en nosotros; y realiza esta gran labor de explicar el misterio de Jesús y darnos este sentido de Cristo".