"Jesús había terminado de hablar del peligro de las riquezas –comenzó el Pontífice–, de cuán difícil es que un rico entre en el reino de los cielos. Y Pedro le preguntó: "Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Cuál será nuestra recompensa?". Jesús es generoso, comenzó a decirle a Pedro: "En verdad os digo que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más –casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras..."".
Quizá –prosiguió el Pontífice– Pedro pensaba: "Ésta es una buena actividad comercial, seguir a Jesús nos hará ganar tanto, cien veces más". Pero Jesús "añadió tres palabritas: "junto con persecuciones". Y después llegará la vida eterna". En realidad, quiere decirles: "Sí, vosotros habéis dejado todo y recibiréis aquí en la tierra muchas cosas, pero con la persecución". Es "como una ensalada –comentó el Santo Padre– con el aceite de la persecución. Ésta es la ganancia del cristiano, y éste es el camino de quien quiera seguir a Jesús. Porque es el camino que recorrió Él: Él fue perseguido".
Es el camino del abajamiento –recordó el obispo de Roma–, el mismo que san Pablo indicó a los filipenses cuando afirmó que Jesús, haciéndose hombre, se despojó a sí mismo hasta la muerte de cruz. "Precisamente esta es la tonalidad de la vida cristiana", que es también alegría. En efecto, "seguir a Jesús es una alegría. En las bienaventuranzas, Jesús dijo: bienaventurados vosotros cuando os insulten, cuando os persigan a causa de mi nombre".
Por lo tanto, la persecución –precisó el Pontífice– es una de las bienaventuranzas. Hasta tal punto que "los discípulos, inmediatamente después de la venida del Espíritu Santo, comenzaron a predicar y comenzaron las persecuciones. Pedro fue a la cárcel, Esteban dio testimonio con la muerte, tal como Jesús, con testigos falsos. Y después hubo muchos otros testigos, hasta el día de hoy. La cruz está siempre en el camino cristiano".
Ciertamente –continuó el Papa Francisco–, podemos contar con muchos religiosos, muchas religiosas, "muchas madres, muchos padres, muchos hermanos en la Iglesia, en la comunidad cristiana. Y eso –observó– es hermoso. Pero también tendremos persecución, porque el mundo no acepta la divinidad de Cristo, no acepta el anuncio del Evangelio, no acepta las bienaventuranzas". Precisamente de aquí nace la persecución, que también pasa a través de las palabras, las calumnias. Así sucedía con los cristianos de los primeros siglos, que sufrían la difamación y padecían la prisión.
"Pero nosotros –observó el Santo Padre– olvidamos fácilmente. Pensemos en los numerosos cristianos que hace sesenta años estaban encerrados en los campos, en las cárceles de los nazis, de los comunistas: muchos, sólo porque eran cristianos". Y esto es lo que sucede "también hoy", se lamentó, a pesar de que estamos convencidos de haber alcanzado un grado de civilización diferente y una cultura más madura.
"Os digo –afirmó el Papa– que hoy hay más mártires que en los primeros tiempos de la Iglesia. Numerosos hermanos y hermanas nuestros dan testimonio de Jesús y son perseguidos, son condenados porque poseen una Biblia. No pueden llevar el signo de la cruz". Este es "el camino de Jesús, pero es un camino gozoso, porque jamás el Señor nos pone a prueba más de lo que podemos soportar".
Ciertamente, "la vida cristiana no es una ventaja comercial" –puntualizó el Pontífice–, sino sencillamente es "seguir a Jesús. Cuando seguimos a Jesús, sucede esto. Pensemos si tenemos dentro de nosotros la voluntad de ser valientes en el testimonio de Jesús". Y añadió: "Pensemos también, nos hará bien, en los numerosos hermanos y hermanas que hoy no pueden rezar juntos porque son perseguidos, no pueden tener un libro del Evangelio o una Biblia porque son perseguidos. Pensemos en estos hermanos y hermanas que no pueden ir a misa porque está prohibido. ¡Cuántas veces llega un sacerdote a escondidas entre ellos y simulan estar sentados a la mesa tomando un té, y celebran la misa a escondidas! Esto sucede hoy". De ahí la invitación conclusiva: "Pensemos: ¿estoy dispuesto a llevar la cruz como Jesús, a soportar persecuciones para dar testimonio de Jesús, como hacen estos hermanos y hermanas que hoy son humillados y perseguidos? Este pensamiento nos hará bien a todos".