El primer amor jamás se olvida. Y esto vale para los obispos y los sacerdotes, que deben siempre recordar la belleza de su primer encuentro con Jesús. Y deben después ser pastores que siguen paso a paso al Señor, sin preocuparse de cómo acabará su propia vida. Son los puntos esenciales del ministerio episcopal y sacerdotal que el Papa Francisco indicó durante la misa que celebró el viernes 6 de junio.
Inició la meditación con el diálogo entre Jesús y Pedro citado en la conclusión del Evangelio de san Juan (Jn 21, 15-19). Es uno de los muchos diálogos "bellos" de Jesús, en la línea de aquellos con "el ciego, la samaritana, el enfermo en la piscina". El coloquio con Pedro es "tranquilo", se desarrolla "después de la resurrección" y también "después de un buen desayuno". Y precisamente en este pasaje del Evangelio, el Pontífice confesó haber encontrado además "el estilo de diálogo que nosotros sacerdotes, es decir, sacerdotes y obispos, debemos tener con el Señor". Así, con explícita referencia a "nuestro diálogo con Jesús", propuso cuatro puntos de reflexión.
Juan cuenta que "tres veces el Señor pregunta a Pedro si lo ama, si lo quiere". Esto significa, explicó el obispo de Roma, que "el amor que el Señor quiere de un obispo, de un sacerdote es más grande que el de los demás: es único, siempre más". A la tercera pregunta de Jesús -recordó- Pedro "se entristeció, quizá porque imaginaba cuando había negado a Jesús. Y todavía más, se entristece por la duda: ¿por qué me pregunta estas cosas?".
La respuesta es clara: el Señor quería llevarlo de nuevo "a tiempos pasados, a aquella primera tarde, cuando encontró a su hermano Andrés", quien después encontró a Pedro y le dijo: "¡Hemos encontrado al Mesías!". En una palabra Jesús quería llevar de nuevo a Pedro "al primer amor". Así "cuando el Señor nos pregunta a nosotros sacerdotes si lo amamos, quiere llevarnos al primer amor". Al respecto, el Papa se refirió al libro de Jeremías: "Me acuerdo de ti, recuerdo tu cariño juvenil, el amor que me tenías de novia, cuando ibas tras de mí por el desierto" (Jr 2, 2).
Se trata, por lo tanto de regresar a "ese primer amor que todos hemos tenido". Y es precisamente "para renovar este amor de hoy, que el Señor quiere que nosotros nos acordemos del primer amor".
A la misa matutina en Santa Marta, dijo el Pontífice, "vienen de las parroquias" muchas parejas de esposos "que celebran el quincuagésimo o sexagésimo aniversario de matrimonio". Y "yo siempre les pregunto: ¿pero cómo les fue?". Su "respuesta, hemos vivido de todo: uno dice una cosa, uno dice la otra...". Pero en sus testimonios, destacó, hay siempre una expresión: "¡Somos felices!". Y una vez -recordó el Papa- dos esposos, que celebraban sesenta años de matrimonio, respondieron: "hemos discutido" pero estamos "enamorados como el primer día".
Es la misma pregunta que se deben hacer también los obispos y los sacerdotes, para entender cómo va el amor de hoy con Jesús: "¿estoy enamorado como el primer día? ¿O el trabajo, las preocupaciones me hacen un poco mirar a otras cosas y olvidar un poco el amor?". En los matrimonios, reconoció el Papa, reñir es normal, también porque "cuando no hay amor no se riñe, se rompe". He aquí, entonces, el motivo por el que Jesús hace esas tres preguntas a Pedro: "para llevarlo al primer amor". Porque no hay que "olvidar jamás el primer amor, jamás".
El segundo punto que emerge de la narración de Juan es "la invitación: ¡apacienta, sé pastor!". Alguien, hizo notar el Papa, podría quizá objetar: "Pero Señor, sabes, tengo que estudiar porque quiero llegar a ser un intelectual en filosofía, en teología, en patrología...". A estos pensamientos es necesario responder: "¡Sé pastor, después viene lo demás! ¡Apacienta! Con la teología, con la filosofía, con la patrología, con lo que estudias, pero ¡apacienta! ¡Sé pastor!".
Por lo demás, explicó el Pontífice, "el Señor nos ha llamado para esto" y la imposición de las "manos del obispo sobre nuestra cabeza es para ser pastores". Así, después de aquella pregunta "sobre el primer amor", he aquí una segunda pregunta útil para un examen de conciencia para obispos y sacerdotes: "¿soy pastor o soy un empleado de esta ONG que se llama "Iglesia"?". Una pregunta, advirtió el Papa, que debemos hacérnosla todos, respondiendo a nosotros mismos con la exhortación de Jesús: "¡Apacienta! ¡Pastorea! ¡Sigue adelante!".
El tercer punto coincide con otra pregunta, precisamente la que Pedro plantea a Jesús respecto al apóstol Juan: ¿y él cómo acabará? Se trata, destacó el Papa, de "una pregunta interesante", que "Pedro hace por curiosidad, después de este diálogo, cuando mira a Juan: ¿y a él qué le sucederá?".
En el fondo, a Jesús "los apóstoles, precisamente el día de la Ascensión, hicieron la misma pregunta: ¿pero ahora llega el triunfo?". Casi como decir: "¿Cómo terminará este primer amor que ha caminado tanto? ¿Cómo acabará este ser pastores? ¿Terminará con la gloria, con la magnificencia?". La respuesta, sin embargo, es muy distinta: "No, hermano, acabará de modo más común, incluso la más humillante muchas veces". A lo mejor, dijo el Papa Francisco, "acabará en la cama que te dan de comer, que te tienen que vestir, inservible, ahí, enfermo". No sirve repetir: "Pero, Señor, yo he hecho esto por ti", tuve "un gran amor, he pastoreado como me lo dijiste, ¿y tengo que acabar así?". Sí, explicó el Pontífice, se debe "acabar así como terminó Él! Ese amor muere como el grano de trigo y así, luego vendrá el fruto. ¡Pero yo no lo veré!".
El cuarto y último punto está constituido por "una palabra más fuerte: ¡Sígueme!". Es precisamente lo que dice Jesús "si nosotros hemos perdido la orientación y no sabemos cómo responder al amor, no sabemos cómo responder a este ser pastores o no tenemos la certeza de que el Señor no nos dejará solos en los momentos más duros de la vida, en la enfermedad". Este "¡sígueme!", dijo el Pontífice, debe ser "nuestra certeza", siguiendo los pasos de Jesús, en ese camino".
El Papa Francisco concluyó con una oración "por los obispos, y los sacerdotes: el Señor nos dé a todos nosotros la gracia de encontrar siempre, o recordar siempre, el primer amor; de ser pastores; de no tener vergüenza de acabar humillados en una cama" o de perder la razón. Una oración al Señor "para que siempre nos dé la gracia de caminar detrás de Jesús", siguiendo los pasos de Jesús, y nos dé así "la gracia de seguirlo".