En los inevitables "momentos malos" de la vida es necesario "tomar consigo" los problemas con valor, poniéndose en las manos de un Dios que hace la historia también a través de nosotros y la corrige si no entendemos y nos equivocamos. Esta es la sugerencia ofrecida por el Papa Francisco en la misa celebrada el jueves 18 de diciembre en la capilla de la Casa Santa Marta.
"Ayer la liturgia -destacó inmediatamente el Pontífice- nos hizo reflexionar sobre la genealogía de Jesús". Y con el pasaje de hoy del Evangelio de san Mateo (Mt 1, 18-24) se concluye precisamente esta reflexión, "para decirnos que la salvación está siempre en la historia: no hay una salvación sin historia". En efecto, "para llegar al punto de hoy -explicó- hubo una larga historia, una larguísima historia que simbólicamente ayer la Iglesia ha querido contarnos en la lectura de la genealogía de Jesús: Dios ha querido salvarnos en la historia".
"Nuestra salvación, la que Dios quiso para nosotros, no es una salvación ascética, de laboratorio", sino "histórica". Y Dios, afirmó el Papa Francisco, "hizo un camino en la historia con su pueblo". Precisamente la primera lectura -tomada del profeta Jeremías (Jr 23, 5-8)- "dice una cosa bella sobre las etapas de esta historia", hizo observar el Papa releyendo las palabras de la Escritura: "Llegan días en que ya no se dirá: "Lo juro por el Señor, que sacó a la casa de Israel del país del norte y de los países por donde los dispersó"".
"Otro paso, otra etapa", explicó el Papa Francisco. Así, paso a paso se hace la historia: Dios hace la historia, también nosotros hacemos la historia". Y "cuando nos equivocamos, Dios corrige la historia y nos lleva adelante, adelante, siempre caminando con nosotros". Por lo demás, "si nosotros no tenemos claro esto, jamás entenderemos la Navidad, y jamás entenderemos el misterio de la encarnación del Verbo, jamás". Porque "es toda una historia que camina" -recalcó el Pontífice- y que ciertamente no termina con la Navidad, porque "hoy, todavía, el Señor nos salva en la historia y camina con su pueblo".
Y entonces, para qué sirven "los sacramentos, la oración, la predicación, el primer anuncio: para seguir adelante con esta historia". Para esto sirven "también los pecados, porque en la historia de Israel no faltaron": en la misma genealogía de Jesús "había muchos grandes pecadores". Y, sin embargo, "Jesús sigue adelante. Dios sigue adelante, también con nuestros pecados".
Así, pues, en esta historia "hay algunos momentos malos", hizo notar el Papa Francisco: "momentos malos, momentos oscuros, momentos incómodos, momentos que causan molestias" precisamente "a los elegidos, a las personas que Dios elige para guiar la historia, para ayudar a su pueblo a seguir adelante". El Papa recordó sobre todo a "Abrahán, con noventa años, tranquilo, con su mujer: no tenía un hijo, sino una bella familia". Pero "un día el Señor lo importuna" y le ordena salir de su tierra y ponerse en camino. Abrahán "tiene noventa años" y para él eso es ciertamente "un momento de molestia". Pero así fue también para Moisés "después de huir de Egipto: se casó y su suegro tenía ese rebaño tan grande y él era pastor de ese rebaño". Tenía ochenta años y "pensaba en sus hijos, en la herencia que les dejaba, en su mujer". Y he aquí que el Señor le ordena volver a Egipto para liberar a su pueblo. Pero "en aquel momento para él era más cómodo estar ahí, en tierra de Madián. Pero el Señor incomoda" y de nada vale la pregunta de Moisés: "¿Pero quién soy yo para hacer esto?".
Por lo tanto, afirmó el Papa Francisco, "el Señor nos incomoda para construir la historia, nos hace ir muchas veces por caminos que no queremos". Y recordó también el caso del profeta Elías: "el Señor lo impulsa a matar a todos los falsos profetas de Balaam y después, cuando la reina lo amenaza, tiene miedo de una mujer"; pero "ese hombre que había matado a cuatrocientos profetas tiene miedo de una mujer y querría morir de miedo, no quiere seguir caminando". Para él era de verdad "un mal momento".
En el pasaje evangélico de Mateo, prosiguió el Pontífice, "hoy hemos leído otro momento malo en la historia de la salvación: existen muchos, pero vamos al de hoy". El personaje central es "José, novio: quería mucho a su prometida esposa, y ella se había ido al encuentro de su prima para ayudarle, y cuando regresa se veían los primeros signos de la maternidad". José "sufre, ve a las mujeres de la aldea que murmuraban en el mercado". Y sufriendo dice a sí mismo acerca de María: "Esta mujer es buena, yo la conozco. Es una mujer de Dios. Pero ¿qué me ha hecho? ¡No es posible! Pero yo tengo que acusarla y ella será lapidada. Le dirán a ella todo tipo de cosas. Yo no puedo poner este peso sobre ella, sobre algo que no conozco, porque ella es incapaz de la infidelidad".
José decide entonces "cargar el problema sobre sus hombros y marcharse". Y, así, "las "chismosas" del mercado dirán: mira, la dejó embarazada y después se fue para no tomarse la responsabilidad". En cambio José "prefirió aparecer como pecador, como un hombre malo, para no hacerle sombra a su novia, a quien quería mucho", aunque "no entendía".
Abrahán, Moisés, Elías, José: en sus "momentos malos -recalcó el Papa Francisco-, los elegidos, estos elegidos de Dios, para hacer la historia deben cargar con el problema sobre sus hombros, sin entender". Y volvió al caso de Moisés, "cuando, en la playa, vio venir el ejército del faraón: allá, el ejército, acá, el mar". Se habrá dicho: "¿Qué hago? ¡Tú me engañaste Señor!". Pero después carga sobre sí el problema y dice: "O regreso y negocio o lucho aunque seré derrotado, o me suicido o confío en el Señor". Ante estas alternativas Moisés "elige la última" y, a través de él, "el Señor hace la historia". Estos "son momentos precisamente así, como el cuello de un embudo", destacó el Pontífice.
El Papa, por lo tanto, volvió a proponer la historia de otro José, "el hijo de Jacob: por envidia sus hermanos querían matarlo, después lo vendieron, se convierte en esclavo". Recorriendo su historia destacó el sufrimiento de José, que tiene además "un problema con la mujer del administrador, pero no acusa a la mujer. Es un hombre noble: porque destruiría al pobre administrador si supiera que la mujer no es fiel". Entonces "cierra la boca, carga sobre sus hombros el problema y se va a la cárcel". Pero "el Señor va a liberarlo".
Regresando al Evangelio de la liturgia, el Pontífice evidenció nuevamente que "José en el momento más malo de su vida, en el momento más oscuro, carga sobre sí el problema". Hasta acusarse "a sí mismo ante los ojos de los demás para proteger a su esposa". Y "quizá -añadió- algún psicoanalista dirá que" esta actitud es "el compendio de la angustia", en busca de "una salida". Pero, añadió, "que digan lo que quieran". En realidad José al final tomó consigo a su esposa diciendo: "No entiendo nada, pero el Señor me dijo esto y este aparecerá como mi hijo".
Por ello "para Dios hacer historia con su pueblo significa caminar y probar a sus elegidos". De hecho, "generalmente sus elegidos pasaron momentos oscuros, dolorosos, malos, como los que hemos visto"; pero "al final llega el Señor". El Evangelio, recordó el Papa, nos cuenta que Él "envía al ángel". Y "esto es -no digamos el final, porque la historia continúa- precisamente el momento previo: antes del nacimiento de Jesús una historia; y después viene la otra historia".
Precisamente tomando en cuenta estas reflexiones, el Papa Francisco aconsejó: "Acordémonos siempre de decir, con confianza, incluso en los malos momentos, también en los momentos de la enfermedad, cuando nos demos cuenta de que debemos pedir la extrema unción porque no hay otra salida: "Señor, la historia no comenzó conmigo ni acabará conmigo. Tú estás adelante, yo estoy preparado". Y así nos ponemos "en las manos del Señor".
Y esta es la actitud de Abrahán, Moisés, Elías, José y también de muchos otros elegidos del pueblo de Dios: "Dios camina con nosotros, Dios hace historia, Dios nos prueba, Dios nos salva en los momentos más feos, porque es nuestro Padre". Es más "según Pablo es nuestro papá". El Papa Francisco concluyó con una oración: "que el Señor nos haga entender este misterio de su caminar con su pueblo en la historia, de su poner a prueba a sus elegidos y la grandeza de corazón de sus elegidos que llevan sobre sí los dolores, los problemas, también la apariencia de pecadores -pensemos en Jesús- para llevar adelante la historia".