Los gritos de dolor dirigidos insistentemente a Dios por los hombres también le llegan, escritos en papel, al Papa Francisco en las numerosas cartas que recibe cada día. Lo confesó él mismo, compartiendo los sentimientos de una joven madre de familia ante el drama de un tumor, y de una mujer anciana que llora al hijo asesinado por la mafia. Escribieron al Papa preguntando por qué los malvados parecen ser felices mientras que a los justos las cosas marchan en el sentido equivocado. Es precisamente a estos fuertes interrogantes que el Pontífice respondió celebrando el jueves 8 de octubre, por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta. Y asegurando que Dios nunca abandona a quien confía en Él.
Para esta reflexión se inspiró en las palabras salmo 1 -Feliz el hombre que confía en el Señor (Sal 1)- que es precisamente como una respuesta a los lamentos de mucha gente, a tantos por qué que decimos a Dios. Y esos muchos por qué están expresados en el pasaje bíblico tomado del libro de Malaquías (Ml 3, 13-20), propuesto por la liturgia del día.
El Señor -afirmó el Papa Francisco- se lamenta con esta gente, también Él se lamenta, y dice así: "Levantáis la voz contra mí”. Y el Señor añade decís: "¿En qué levantamos la voz contra ti?”. En que decís: "¿Qué sacamos con guardar sus mandatos, haciendo duelo ante el Señor del universo? Al contrario, los orgullosos son los afortunados; prosperan los malhechores, tientan a Dios y salen airosos”.
Cuántas veces -volvió a decir el Papa- vemos esta realidad en gente mala; gente que obra el mal y que parece que en la vida le vaya bien: son felices, tienen todo lo que quieren, no les falta nada. De aquí la pregunta: ¿Por qué Señor?. Sí, afirmó el Papa, es uno de los tantos por qué: ¿por qué a este que es un descarado, a quien no le importa nada de Dios ni de los demás, una persona injusta e incluso mala, le va todo bien en la vida, tiene todo lo que quiere y nosotros que queremos hacer el bien tenemos tantos problemas?.
Al respecto, el Papa confesó haber recibido precisamente ayer una carta de una mamá valiente: cuarenta años, tres hijos, el marido y, en casa, el drama de un tumor, de los malos. La mujer escribió al Papa Francisco para preguntarle: ¿Por qué me sucede esto?. Además, añadió el Papa, hace algunas semanas, en otra carta, una anciana, que se quedó sola porque el hijo fue asesinado por la mafia, le presentó otro ¿por qué?. Añadiendo: Yo rezo. Y, además, otro por qué en otra carta: Yo educo a mis hijos, sigo adelante con una familia que ama a Dios: ¿por qué?.
Estos "por qué”, afirmó el Pontífice, en realidad nos los planteamos todos. Y en especial nos preguntamos ¿por qué los malvados parecen ser tan felices?. A estas preguntas viene en ayuda la Palabra de Dios. En el pasaje de Malaquías, recordó el Papa, precisamente se lee: El Señor atendió y escuchó. En efecto, el Señor escucha nuestros por qué, siempre.
Ahora -explicó el Papa- no vemos los frutos de esta gente que sufre, de esta gente que carga la cruz precisamente como el Viernes Santo y el Sábado Santo no se veían los frutos del Hijo de Dios crucificado, de sus sufrimientos. Y todo lo que hará, dará buenos frutos dice el Salmo (Sal 1, 3).
¿Qué dice, en cambio, el mismo salmo acerca de los malhechores, de los que pensamos que todo les va bien?. El Papa Francisco hizo una relectura de esos versículos: No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento... Porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal. O sea, tú hoy estás bien, lo tienes todo, nada te importa Dios, no te interesan los demás, los explotas: eres injusto, sólo piensas en ti mismo, no en los demás.
Pero, sugirió el Papa, hay una cosa que Jesús dijo y siempre me vuelve a la mente: "Dime, ¿cuál es tu nombre?”. Sí, esta gente ni siquiera sabe cómo se llama, no tiene nombre. Y recordó la parábola del pobre Lázaro que no tenía qué comer y los perros lamían sus heridas. Mientras que el hombre rico, que participaba en banquetes, se divertía sin mirar las necesidades de los demás. Y es curioso, destacó el Papa, que de ese hombre no se dice el nombre sino que es sólo un adjetivo: es un rico. En efecto, en el libro de la memoria de Dios de los malvados no hay nombre: es un malvado, es un estafador, es un explotador. Son personas que no tienen nombre, sólo tienen adjetivos. En cambio, destacó el Pontífice, todos los que buscan seguir la senda del Señor estarán con su Hijo, que tiene nombre: Jesús Salvador. Pero un nombre difícil de comprender, incluso inexplicable por la prueba de la cruz y por todo lo que Él sufrió por nosotros.
Como conclusión el Papa Francisco invitó a volver a pensar precisamente en las palabras del salmo 1: Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos... sino que su gozo es la ley del Señor. Y así, aunque haya sufrimientos, espera en el Señor. Precisamente, como hemos rezado en la oración colecta, pide al Señor que conceda lo que su conciencia "no se atreve a pedir”. Sí, también eso pide: que el Señor le done más esperanza.