«Oración y testimonio» son las «dos tareas de los obispos» que son «columnas de la Iglesia». Pero si se debilitan, sufre todo el pueblo de Dios. Por eso, pidió el Papa Francisco durante la misa celebrada el viernes 22 de enero en la capilla de la Casa Santa Marta, es necesario rezar insistentemente por los sucesores de los doce Apóstoles.
La reflexión del Pontífice sobre la figura y la misión del obispo se basó en el pasaje del evangelista Marcos (Mc 3, 13-19) proclamado durante la liturgia de hoy. «Hay una palabra, en este pasaje del evangelio, que atrae la atención: Jesús "instituyó"». Y esta palabra «aparece dos veces». En efecto, escribe Marcos: «Instituyó a Doce, que llamó apóstoles». Y después retoma: «Instituyó, pues, a los Doce», y los nombra uno tras otro». Por tanto, explicó el Pontífice, «Jesús, entre tanta gente que lo seguía -nos dice el evangelio-, "llamó a sí a los que quería"». En suma, «hay una elección: Jesús eligió a los que él quería». Y, precisamente, «instituyó a Doce. Que llamó apóstoles». En efecto, prosiguió Francisco, «había otros: estaban los discípulos», y «el evangelio habla de setenta y dos, en una ocasión». Pero «estos eran otra cosa». Los «Doce son instituidos para que estén con él y para mandarlos a predicar con el poder de expulsar los demonios», explicó el Papa. «Es el grupo más importante que Jesús eligió, "para que estuvieran con él", más cercanos, "y para mandarlos a predicar" el Evangelio». Y «con el poder de expulsar los demonios», también añade Marcos. Precisamente los «Doce son los primeros obispos, el primer grupo de obispos».
Estos Doce «elegidos -observó Francisco- tenían consciencia de la importancia de esta elección, tanto que después de que Jesús subió a los cielos, Pedro habló a los otros y les explicó que, vista la traición de Judas, era necesario hacer algo». Y así, precisamente entre ellos que habían estado con Jesús, desde el bautismo de Juan hasta la ascensión, eligieron «un testigo "con nosotros" -dice Pedro- de la resurrección». Por eso, prosiguió el Papa, «el puesto de Judas fue ocupado, lo tomó Matías: fue elegido Matías».
Además, «la liturgia de la Iglesia», refiriéndose a «algunas expresiones de Pablo», llama a los Doce «las columnas de la Iglesia». Sí, afirmó el Pontífice, «los Apóstoles son las columnas de la Iglesia. Y los obispos son columnas de la Iglesia. Aquella elección de Matías fue la primera ordenación episcopal de la Iglesia».
«Me gustaría decir hoy alguna palabra sobre los obispos», confió Francisco. «Nosotros, obispos, tenemos esta responsabilidad de ser testigos: testigos de que el Señor Jesús está vivo, que el Señor Jesús ha resucitado, que el Señor Jesús camina con nosotros, que el Señor Jesús nos salva, que el Señor Jesús dio su vida por nosotros, que el Señor Jesús es nuestra esperanza, que el Señor Jesús nos acoge siempre y nos perdona». He aquí «el testimonio». En consecuencia, prosiguió, «nuestra vida debe ser esto: un testimonio, un verdadero testimonio de la resurrección de Cristo». Y cuando Jesús, como relata Mateo, hace «esta elección» de los Doce, tiene dos razones. Ante todo, «para que estuvieran con él». Por eso «el obispo tiene la obligación de estar con Jesús». Sí, «es la primera obligación del obispo: estar con Jesús». Y es verdad «a tal punto que cuando surgió, en los primeros tiempos, el problema de que los huérfanos y las viudas no estaban bien cuidados, los obispos -estos Doce- se reunieron y pensaron qué hacer». E «introdujeron la figura de los diáconos, diciendo: "Que los diáconos se ocupen de los huérfanos, de las viudas"». Mientras que a los Doce, «dice Pedro», les corresponden «dos tareas: la oración y el anuncio del Evangelio».
Por consiguiente, volvió a decir Francisco, «la primera tarea del obispo es estar con Jesús en la oración». En efecto, «la primera tarea del obispo no es hacer planes pastorales… ¡no, no!». Es «rezar: esta es la primera tarea». Mientras que «la segunda tarea es ser testigo, es decir, predicar: predicar la salvación que el Señor Jesús nos ha traído».
Son «dos tareas difíciles -reconoció el Pontífice-, pero son precisamente estas dos tareas las que hacen fuertes las columnas de la Iglesia». En efecto, «si estas columnas se debilitan, porque el obispo no reza o reza poco, se olvida de rezar; o porque el obispo no anuncia el Evangelio, se ocupa de otras cosas, también la Iglesia se debilita, sufre. El pueblo de Dios sufre». Precisamente «porque las columnas son débiles».
Por esta razón, afirmó Francisco, «hoy quiero invitaros a rezar por nosotros, obispos: porque también nosotros somos pecadores, también nosotros tenemos debilidades, también nosotros corremos el peligro de Judas: también él había sido elegido como columna». Sí, prosiguió, «también nosotros corremos el peligro de no rezar, de hacer algo que no es anunciar el Evangelio y expulsar los demonios». De ahí, reafirmó el Papa, la invitación a «rezar para que los obispos sean lo que Jesús quería, y que todos nosotros demos testimonio de la resurrección de Jesús».
Por lo demás, añadió, «el pueblo de Dios reza por los obispos, en cada misa se reza por los obispos del lugar: se reza por Pedro, la cabeza del Colegio episcopal, y se reza por el obispo del lugar». Pero «esto puede ser insuficiente: se dice el nombre por costumbre y se va adelante». Es importante «rezar por el obispo con el corazón, pedir al Señor: "Señor, protege a mi obispo; protege a todos los obispos, y mándanos obispos que sean verdaderos testigos, obispos que recen y obispos que nos ayuden, con su predicación, a comprender el Evangelio, a estar seguros de que tú, Señor, estás vivo, estás entre nosotros"».
Antes de reanudar la celebración, el Papa sugirió nuevamente rezar, «pues, por nuestros obispos: es una tarea de los fieles». En efecto, «la Iglesia sin obispo no puede ir adelante». Por eso, entonces, «la oración de todos nosotros por nuestros obispos es una obligación, pero una obligación de amor, una obligación de hijos para con el Padre, una obligación de hermanos, para que la familia permanezca unida en la confesión de Jesucristo, vivo y resucitado».