El hilo de la esperanza
Jueves 17 de marzo de 2016
Spes contra spem, «creer contra toda esperanza»: he aquí, según san Pablo, el carné de identidad del cristiano. El cual, siguiendo los pasos de Abraham, sabe bien que «el hilo de la esperanza», incluso en los momentos más difíciles, «corre a lo largo de la historia de la salvación: es más, es fuente de alegría». Esta invitación a no perder nunca la esperanza, con la seguridad de que no seremos decepcionados, la volvió a proponer el Papa en la misa celebrada el jueves 17 de marzo, por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta.
«La liturgia de hoy -puso inmediatamente de relieve Francisco- nos prepara para las fiestas pascuales con la reflexión sobre esa virtud tan dejada de lado, tan humilde, que es la esperanza». En el pasaje evangélico de Juan (Jn 8, 51-59), «Jesús habla de Abraham y dice a los doctores de la ley: "Vuestro padre Abraham se regocijó pensando en ver mi Día"».
Abraham, recordó el Papa, es «ese hombre que salió de su tierra sin saber adónde iba, se puso en camino por obediencia, por fidelidad». Además, Abraham es «ese hombre que creyó en la Palabra de Dios y por esa fe fue justificado»; pero es también «ese hombre que tuvo incluso sus tentaciones por este camino de la esperanza cuando, tanto él como su esposa, dibujaron una sonrisa cuando Dios les dijo que tendrían un hijo. Pero creyó».
Refiriéndose a la primera lectura, tomada del libro del Génesis (Gn 17, 3-9), el Pontífice destacó la escucha de «esta alianza: "Te daré a ti la tierra, tú serás padre de una generación"». Así, pues, «Abraham creyó y este hilo de la esperanza corre a lo largo de la historia de la salvación. Es más: es fuente de alegría».
«Hoy la Iglesia nos habla de la alegría de la esperanza», dijo el Papa. Precisamente «en la primera oración de la misa -recordó- hemos pedido a Dios la gracia de custodiar la esperanza de la Iglesia, para que no desfallezca». Además san Pablo, «hablando de nuestro padre Abraham, nos dice: "Creyó contra toda esperanza"». Y así, insistió Francisco, «cuando no hay esperanza humana, está esa virtud que te conduce hacia adelante, humilde, sencilla, pero que te da alegría, en algunas ocasiones una gran alegría, otras veces sólo la paz». Pero nunca disminuye «la seguridad», porque «esa esperanza no defrauda».
«Esta alegría de Abraham crece en la historia», continuó el Pontífice repitiendo las palabras del Señor escritas por Juan en el Evangelio propuesto por la liturgia: «Vuestro padre Abraham se regocijó pensando en ver mi Día». Es verdad, reconoció el Papa, la esperanza «algunas veces permanece oculta, no se ve», mientras «que otras veces se manifiesta abiertamente». Y así «cuando María llega a la casa de Isabel, ella le dice: "Apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno"». En este encuentro está «la alegría de la presencia de Dios que camina con su pueblo». Y «cuando hay alegría, hay paz. Y esta es la virtud de la esperanza: de la alegría a la paz, que nunca decepciona».
He aquí la razón por la cual el pueblo de Dios, incluso «en los momentos de la esclavitud, en los momentos en los que era forastero, que estaba en tierra extranjera», tuvo siempre «esa sensación de seguridad que los profetas hacían crecer: "El Señor os salvará"». Y «este hilo de la esperanza -explicó el Papa- comienza aquí, con Abraham, Dios que habla a Abraham, y "termina" en este pasaje del Evangelio donde el mismo Dios habló a Abraham dice: "Yo soy quien habló; yo soy antes de que Abraham existiera; yo soy quien llamó a Abraham; yo soy quien comenzó este camino de salvación"».
Es «el Dios que nos acompaña -añadió Francisco-, es también el Dios que sufre, que sufre como sufrió el pueblo, sufre en la cruz, y es fiel a su Palabra».
Precisamente con este fin el Papa sugirió un esencial examen de conciencia sobre la fe, la caridad y la esperanza, proponiendo algunas preguntas directas: «¿Tienes fe? Sí, padre, yo tengo fe: creo en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, en los sacramentos. Bien, ¿tienes caridad? Sí, sí, pero no tanta, trato de no pelear, de ayudar a los necesitados, de hacer algo bueno en la vida». Estas son respuestas que podemos dar «fácilmente muchas veces», destacó Francisco. Pero, añadió, cuando se pregunta si tú tienes esperanza, si tienes la alegría de la esperanza», la respuesta es: «Padre, no entiendo, explíquemelo».
La esperanza, remarcó el Pontífice, es «esa virtud humilde, esa virtud que corre bajo el agua de la vida, pero que nos sostiene para no ahogarnos en medio de numerosas dificultades, para no perder ese deseo de encontrar a Dios, de encontrar ese rostro maravilloso que todos un día veremos». Y «hoy -dijo- es un bonito día para reflexionar sobre esto: el mismo Dios que llamó a Abraham y lo hizo salir de su tierra sin saber adónde tenía que ir, es el mismo Dios que va a la cruz para realizar la promesa que había hecho». Él, continuó el Papa, «es el mismo Dios que en la plenitud de los tiempos hace que esa promesa se haga realidad para todos nosotros». Y lo «que une ese primer momento con este último momento es el hilo de la esperanza». Así, lo «que une mi vida cristiana a nuestra vida cristiana, de un momento a otro, para ir siempre adelante -pecadores, pero adelante- es la esperanza». Y, también, «lo que nos da paz en los malos momentos, en los momentos más oscuros de la vida», es siempre «la esperanza».
La esperanza, en efecto, «no decepciona: está siempre allí, silenciosa, humilde, pero fuerte» concluyó Francisco. Y repitió una vez más «la oración de hoy, al inicio de la misa: "Señor, nuestra esperanza está en tus manos; custodia nuestra esperanza"».