Acabamos de leer en la Epístola a los (Hb 10, 1-10) que cuando Cristo viene al mundo, dice: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad». Esta palabra de Jesús cierra una historia de aquí estoy concatenados: la historia de la salvación, que es una historia de aquí estoy. Después de Adán, que se esconde por miedo al Señor, Dios comienza a llamar y a escuchar la respuesta de aquellos hombres y mujeres que dicen: Aquí estoy. Estoy dispuesto. Estoy dispuesta. Desde el aquí estoy de Abraham, Moisés, Elías, Isaías, Jeremías, hasta llegar al gran Aquí estoy de María y al último Aquí estoy, el de Jesús. Una historia de Aquí estoy, pero no automáticos, porque el Señor dialoga con aquellos a los que invita. El Señor dialoga siempre con los que invita a hacer ese camino y a decir el aquí estoy. Tiene tanta paciencia, tanta paciencia. Cuando leemos el Libro de Job, todos esos razonamientos de Job, que no entiende, y las respuestas, y el Señor que le dice, lo corrige… y al final, ¿cuál es el aquí estoy de Job? Ah, Señor, Tú tienes razón: yo solo te conocía de oídas; ahora mis ojos te han visto. El aquí estoy cuando hay voluntad, ¿verdad? La vida cristiana es eso: un aquí estoy, un aquí estoy continuo de hacer la voluntad del Señor. Y uno tras otro… Es bonito leer la Escritura, la Biblia, buscando las respuestas de las personas al Señor, cómo respondían, y encontrarlas es tan bonito: Aquí estoy para hacer tu voluntad.
La liturgia de hoy nos exhorta a pensar: ¿cómo va mi Aquí estoy al Señor? ¿Voy a esconderme, como Adán, para no responder? ¿O, cuando el Señor me llama, en vez de decir aquí estoy o qué quieres de mí, huyo, como Jonás que no quería hacer lo que Dios le pedía? ¿O disimulo hacer la voluntad del Señor, pero solo externamente, como los doctores de la ley a quienes Jesús condena duramente? Disimulaban: Todo bien… ninguna pregunta: hago esto y nada más. ¿O miro para otra parte como hicieron el levita y el sacerdote ante aquel pobre hombre herido, apaleado por bandidos, abandonado medio muerto? ¿Cómo es mi respuesta al Señor?
El Señor nos llama todos los días y nos invita a decir nuestro Aquí estoy, pero podemos discutir con Él. A Él le gusta discutir con nosotros. Alguno me dice: Pero, Padre, yo muchas veces cuando voy a rezar, me enfado con el Señor… ¡Eso también es oración! A Él le gusta cuando te enfadas y le dices a la cara lo que sientes, ¡porque es Padre! Pero eso también es un aquí estoy. ¿O me escondo? ¿O huyo? ¿O disimulo? ¿O miro para otro lado? Cada uno puede responder cómo es mi aquí estoy al Señor, para hacer su voluntad en mi vida. ¿Cómo es? Que el Espíritu Santo nos dé la gracia de hallar la respuesta.