¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer? Es la pregunta que los doctores de la Ley hacen a Jesús, y que recoge el Evangelio de hoy (Mc 10, 1-12). Lo hacen para probarlo una vez más. Pero Jesús no responde si es lícito o no; no entra en su lógica casuística. Porque ellos pensaban solo en la fe en términos de se puede o no se puede, hasta dónde se puede, hasta dónde no se puede. Es la lógica de la casuística, y Jesús no entra en eso, sino que les hace otra pregunta: ¿Qué os ha mandado Moisés? ¿Qué dice vuestra Ley? Y ellos le explican el permiso que dio Moisés para repudiar a la mujer. ¡Y entonces son ellos los que caen en la trampa! Porque Jesús los califica duros de corazón: Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés ese precepto, y dice la verdad. Sin casuística. Sin permisos. La verdad. Jesús dice siempre la verdad, explica las cosas como fueron creadas, la verdad de las Escrituras, de la Ley de Moisés. Y lo hace también cuando sus discípulos le preguntan sobre el adulterio, a los que contesta: Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera, Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.
Pero si esa es la verdad, y el adulterio es grave, ¿cómo se explica entonces que Jesús hablase tantas veces con una adúltera, con una pagana? ¿O que bebiera del vaso de ella, que no estaba purificado? ¿O que al final le dijera: Yo tampoco te condeno; no peques más? ¿Cómo es posible? El camino de Jesús -se ve claro- es el camino desde la casuística a la verdad y a la misericordia. Jesús deja fuera la casuística. A los que querían ponerle en dificultad, a los que pensaban con esa lógica del se puede, les califica -no aquí, pero sí en otro pasaje del Evangelio- de hipócritas. También con el cuarto mandamiento, porque estos se negaban a asistir a sus padres con la excusa de que habían dado una buena suma a la Iglesia. ¡Hipócritas! La casuística es hipócrita. Es un pensamiento hipócrita: se puede-no se puede… que luego se vuelve más sutil, más diabólico: ¿Hasta aquí puedo? Sí, pero hasta allí no. Es el engaño de la casuística.
El camino del cristiano no cede, pues, a la lógica de la casuística, sino que responde con la verdad, a la que se acompaña, según el ejemplo de Jesús, la misericordia, porque Él es la encarnación de la Misericordia del Padre, y no puede negarse a sí mismo. Y no puede negarse a sí mismo porque es la Verdad del Padre, ni puede negarse a sí mismo porque es la Misericordia del Padre. Ese es el camino que Jesús nos enseña, difícil de aplicar ante las tentaciones de la vida. Cuando la tentación te toca el corazón, el camino de salir de la casuística a la verdad y a la misericordia no es fácil: hace falta la gracia de Dios para que nos ayude a ir adelante así. Y debemos pedirla siempre: Señor, que yo sea justo, pero justo con misericordia. No justo, cubierto de casuística. Justo en la misericordia. Como eres Tú. Justo en la misericordia. Luego, uno de mentalidad casuística puede preguntar: ¿Pero, qué es más importante, en Dios: justicia o misericordia? Es un pensamiento enfermo, que intenta salir: ¿Qué es más importante? No son dos: es una sola cosa. En Dios, justicia es misericordia y misericordia es justicia. Que el Señor nos ayude a entender este camino, que no es fácil, pero que nos hará felices, a nosotros y a tanta gente.