He aquí que yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te tengo preparado. Así comienza la Primera Lectura ( Ex 23, 20-23), en el día que la Iglesia celebra a los Santos Ángeles Custodios. Son precisamente ellos la ayuda particular que el Señor promete a su pueblo y a nosotros que caminamos por la senda de la vida.
Eso es precisamente la vida, un camino en el que debemos ser ayudados por compañeros, por protectores, por una brújula humana, o una brújula que se parezca a lo humano y que nos ayude a ver adónde estamos yendo. Porque hay tres posibles peligros en el trayecto de nuestra vida: está el peligro de no caminar. ¡Cuánta gente se apalanca y no camina, y toda la vida está quieta, sin moverse, sin hacer nada! Es un peligro. Como aquel hombre del Evangelio que tenía miedo de invertir el talento. Lo enterró, y pensaba: Yo estoy en paz, estoy tranquilo. No me podré equivocar. Así no me arriesgo. ¡Hay tanta gente que no sabe cómo caminar o tiene miedo de arriesgarse, y se queda quieta! Pero nosotros sabemos que la regla es que quien se queda quieto en la vida, acaba por corromperse. Como el agua: cuando el agua está estancada ahí, vienen los mosquitos, depositan los huevos, y todo se corrompe. Todo. El Ángel nos ayuda, nos empuja a caminar.
Pero hay otros dos peligros en el camino de nuestra vida: el peligro de equivocarse de camino, que solo al principio es fácil de corregir; y el peligro de dejar el camino para perderse en una plaza, yendo de una parte a otra como en un laberinto que te encierra y que nunca te lleva al final. Y ahí está el Ángel para ayudarnos a no equivocar la senda y a caminar por ella, pero hace falta nuestra oración, nuestra petición de ayuda. Dice el Señor: Pórtate bien en su presencia. El Ángel tiene autoridad para decirnos las cosas. Escúchalo. Escucha su voz; no le seas rebelde. Escuchar sus inspiraciones, que son siempre del Espíritu Santo, pero es el Ángel el que nos las pone delante. Me gustaría haceros una pregunta: ¿habláis con vuestro Ángel? ¿Sabéis cómo se llama vuestro Ángel? ¿Escucháis a vuestro Ángel? ¿Os dejáis llevar de su mano por el camino, dejáis que os empuje para moveros?
Pero la presencia y el papel de los Ángeles en nuestra vida es aún más importante, porque no solo nos ayudan a caminar bien, sino que nos muestran también adónde debemos llegar. Está escrito en el Evangelio de hoy (Mt 18, 1-5.10): Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, dice el Señor, porque sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial. Así pues, en el misterio de la custodia del Ángel está también la contemplación de Dios Padre. Nuestro Ángel no solo está con nosotros, sino que ve a Dios Padre. Está en relación con Él. Es el puente diario, desde que nos levantamos hasta que nos vamos a la cama por la noche, que nos acompaña y está en contacto con el Padre. El Ángel es la puerta diaria a la trascendencia, al encuentro con el Padre. Es decir, el Ángel me ayuda a ir por el camino porque mira al Padre y sabe cuál es la senda. No olvidemos a estos compañeros de camino. Que el Señor nos dé a todos, en esta fiesta de los Ángeles Custodios, la gracia de entender este misterio de la custodia del Ángel, de la compañía en el camino, y de la contemplación del Ángel, la contemplación de Dios Padre.