Recemos juntos hoy por los que realizan los servicios fúnebres / funerarios. Es tan doloroso, tan triste lo que hacen, y sienten el dolor de esta pandemia tan cerca. Recemos por ellos.
Hoy la Iglesia celebra a San Marcos, uno de los cuatro evangelistas, muy cercano al apóstol Pedro. El Evangelio de Marcos fue el primero en ser escrito. Es sencillo, un estilo simple, muy cercano. Si hoy tienen algo de tiempo, tómenlo en sus manos y léanlo. No es largo, pero es un placer leer la sencillez con la que Marcos narra la vida del Señor.
Y en el Evangelio que hemos leído ahora –que es el final del Evangelio de Marcos– está el envío del Señor. El Señor se ha revelado como salvador, como el Hijo único de Dios; se ha revelado a todo Israel, al pueblo, especialmente con más detalle a los apóstoles, a los discípulos. Esta es la despedida del Señor: el Señor se va: se marcha, y « fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios» (Mc 16, 19). Pero antes de partir, cuando se apareció a los Once, les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16, 15). Es la misionariedad de la fe. La fe o es misionera o no es fe. La fe no es una cosa sólo para mí, para que yo crezca con la fe: esto es una "herejía gnóstica". La fe siempre te lleva a salir de ti mismo. Salir. La transmisión de la fe; la fe debe ser transmitida, debe ser ofrecida, especialmente con el testimonio: "Id, que la gente vea cómo vivís" (cf. v. 15).
Alguien me dijo, un sacerdote europeo, de una ciudad europea: "Hay mucha incredulidad, mucho agnosticismo en nuestras ciudades porque los cristianos no tienen fe. Si la tuvieran, seguramente se la darían a la gente". Falta la misionariedad. Porque en el fondo falta la convicción: "Sí, soy cristiano, soy católico…". Como si fuera una actitud social. En el carné de identidad te llamas así: así, y "soy cristiano". Es un dato del carné de identidad. Esto no es fe. Esto es algo cultural. La fe necesariamente te hace salir, te lleva a darla: porque esencialmente la fe hay que transmitirla. No se queda quieta. "Ah, ¿quiere decir, padre, que todos tenemos que ser misioneros e ir a países lejanos?". No, eso es una parte de la misionariedad. Esto significa que si tienes fe debes necesariamente salir de ti, debes salir de ti, y mostrar socialmente la fe. La fe es social es para todos: "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación" (v. 15). Y esto no significa hacer proselitismo, como si yo fuera un equipo de fútbol que hace proselitismo o fuese una sociedad de beneficencia. No, la fe es "nada de proselitismo". Es hacer ver la revelación, para que el Espíritu Santo pueda actuar en la gente mediante el testimonio: como testigo, con el servicio. El servicio es un modo de vivir: si digo que soy cristiano y vivo como un pagano, ¡no vale! Esto no convence a nadie. Si digo que soy cristiano y vivo como tal, eso atrae. Es el testimonio.
Una vez, en Polonia, un estudiante universitario me preguntó: "En la universidad tengo muchos compañeros ateos. ¿Qué tengo que decirles para convencerlos?" – "¡Nada, hijo, nada! Lo último que tienes que hacer es decir algo. Empieza a vivir y ellos verán tu testimonio y te preguntarán: ‘¿Por qué vives así?’". La fe debe ser transmitida: no para convencer, sino para ofrecer un tesoro. "Está allí, ¿veis?". Y esta es también la humildad de la que hablaba san Pedro en la Primera Lectura: "Queridos hermanos, «revestíos todos de humildad en vuestras mutuas relaciones, porque Dios resiste a los soberbios, mas da su gracia a los humildes»" (1P 5, 5). Cuántas veces en la Iglesia, en la historia, ha habido movimientos, grupos, de hombres o mujeres que querían convencer de la fe, convertir… Verdaderos "proselitistas". ¿Y cómo acabaron? En la corrupción.
Es tan tierno este pasaje del Evangelio. ¿Pero dónde está la seguridad? ¿Cómo puedo estar seguro de que al salir de mí seré fructífero en la transmisión de la fe? «Proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16, 15), haréis maravillas. Y el Señor estará con nosotros hasta el fin del mundo. Él nos acompaña. En la transmisión de la fe, siempre está el Señor con nosotros. En la transmisión de la ideología habrá maestros, pero cuando tengo una actitud de fe que debe ser transmitida, está el Señor ahí que me acompaña. Nunca estoy solo en la transmisión de la fe. Está el Señor conmigo que transmite la fe. Lo prometió: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (cf. Mt 28, 20).
Pidamos al Señor que nos ayude a vivir nuestra fe de esta manera: fe de puertas abiertas, una fe transparente, no "proselitista", sino que haga ver: "Yo soy así". Y con esta sana curiosidad, ayude a la gente a recibir este mensaje que los salvará.
Las personas que no pueden recibir la comunión hacen ahora la comunión espiritual.
A tus pies me postro, ¡oh Jesús mío!, y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito, que se hunde en la nada, ante tu santa Presencia. Te adoro en el Sacramento de tu amor, la inefable Eucaristía, y deseo recibirte en la pobre morada que te ofrece mi alma. Esperando la dicha de la comunión sacramental, quiero poseerte en espíritu. Ven a mí, puesto que yo vengo a ti, ¡oh mi Jesús!, y que tu amor inflame todo mi ser en la vida y en la muerte. Creo en ti, espero en ti, te amo.