"La mansedumbre y la ternura del Buen Pastor"

Domingo, 3 de mayo de 2020

Introducción

Tres semanas después de la Resurrección del Señor, la Iglesia celebra hoy, cuarto domingo de Pascua, el domingo del Buen Pastor, Jesús el Buen Pastor. Esto me hace pensar en tantos pastores que en el mundo dan su vida por los fieles, también durante esta pandemia, muchos, más de 100 aquí en Italia han fallecido. Y pienso también en otros pastores que se preocupan por el bien de la gente, los médicos. Se habla de los médicos, de lo que hacen, pero hay que tener en cuenta que, sólo en Italia, han fallecido 154 médicos en acto de servicio. Que el ejemplo de estos pastores sacerdotes y "pastores médicos", nos ayude a cuidar del santo pueblo fiel de Dios.

Homilía

La Primera Carta del apóstol Pedro, que hemos escuchado, es un paso de serenidad (cfr. 1P 2, 20-25). Habla de Jesús. Dice: «Llevó nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero, para que muertos a los pecados, vivamos para la justicia; con cuyas heridas fuisteis sanados. Porque erais como ovejas descarriadas, mas ahora retornasteis al pastor y guardián de vuestras almas» (vv. 1P 2, 24-25).

Jesús es el pastor -así lo ve Pedro- que viene a salvar, a salvar a las ovejas descarriadas: éramos nosotros. Y en el Salmo 22 que leímos después de esta lectura, repetimos: «El Señor es mi pastor, nada me falta» (v. Sal 22, 1). La presencia del Señor como pastor, como pastor del rebaño. Y Jesús, en el capítulo 10 de Juan, que hemos leído, se presenta como el pastor. Es más, no sólo el pastor, sino la "puerta" por la que se entra en el rebaño (cfr. v. Jn 10, 7). Todos los que vinieron y no entraron por esa puerta eran ladrones y bandidos o querían aprovecharse del rebaño: los falsos pastores. Y en la historia de la Iglesia ha habido muchos de estos que explotaban el rebaño. No les interesaba la grey, sino sólo hacer carrera o la política o el dinero. Pero el rebaño los conoce, siempre los ha conocido e iba buscando a Dios por sus caminos.

Pero cuando hay un buen pastor que hace avanzar, hay un rebaño que sigue adelante. El buen pastor escucha al rebaño, conduce al rebaño, cura al rebaño. Y la grey sabe distinguir entre los pastores, no se equivoca: el rebaño confía en el buen Pastor, confía en Jesús. Sólo el pastor que se parece a Jesús da confianza al rebaño, porque Él es la puerta. El estilo de Jesús debe ser el estilo del pastor, no hay otro. Pero además Jesús, el buen pastor, como dice Pedro en la primera lectura, «padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado, ni se halló engaño en su boca. Cuando era insultado, no respondía con insultos, cuando era maltratado, no prorrumpía en amenazas» (1P 2, 21-23). Era manso. Uno de los signos del buen Pastor es la mansedumbre. El buen pastor es manso. Un pastor que no es manso no es un buen pastor. Tiene algo escondido, porque la mansedumbre se muestra tal cual es, sin defenderse. Es más, el pastor es tierno, tiene esa ternura de la cercanía, conoce a las ovejas una a una por su nombre y cuida de cada una como si fuera la única, hasta el punto de que cuando llegan a casa después de una jornada de trabajo, cansado, se da cuenta de que le falta una, sale a trabajar otra vez para buscarla y [encontrarla] la lleva consigo, la lleva sobre sus hombros (cfr. Lc 15, 4-5). Este es el buen pastor, este es Jesús, este es quien nos acompaña a todos en el camino de la vida. Y esta idea del pastor, esta idea del rebaño y las ovejas, es una idea pascual. La Iglesia en la primera semana de Pascua canta ese hermoso himno para los recién bautizados: "Estos son los corderos recién nacidos", el himno que oído al comienzo de la Misa. Es una idea de comunidad, de ternura, de bondad, de mansedumbre. Es la Iglesia que quiere Jesús, y Él cuida de esta Iglesia.

Este domingo es un hermoso domingo, es un domingo de paz, es un domingo de ternura, de mansedumbre, porque nuestro Pastor nos cuida. "El Señor es mi pastor, nada me falta" (Sal 22, 1-69).

Oración para recibir la Comunión espiritual

Las personas que no pueden recibir la comunión hacen ahora la comunión espiritual.

Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que no puedo recibirte sacramentalmente ahora, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiese recibido, me abrazo y me uno todo a ti. No permitas que jamás me aparte de ti.