568 La guía de la comunidad cristiana que el Obispo le ha confiado evoca y solicita en la conciencia sacerdotal las virtudes propias del buen pastor: la caridad sin límites, hasta el olvido de sí mismo; la fe que ilumina, que estimula a perseverar, a esperar, a no cansarse nunca; la obediencia total y delicada, pero también inteligente, operativa, responsable; la humildad y la mansedumbre, que saben armonizar la comprensión con la firmeza; la perfecta continencia, que hace al corazón libre, enteramente disponible, para mejor ofrecerlo en la adoración y entregarlo más cumplidamente en el servicio; la paciencia, que sabe sufrir en silencio y perdonarlo todo; la pobreza, que es lección de bienaventuranza y testimonio de esperanza (A. DEL PORTILLO, Escritos sobre el sacerdocio, p. 63).
569 A los pastores que apacientan rebaños de ovejas no se les exige exponer su propia vida a la muerte por el bien de su rebaño; pero en cambio, el pastor espiritual si que debe renunciar a su vida corporal ante el peligro de sus ovejas, porque la salvación espiritual del rebaño es de más precio que la vida corporal del pastor. Es esto precisamente lo que afirma el Señor: El buen pastor da su vida –la vida del cuerpo– por las o vejas, es decir, por las que son suyas por razón de su autoridad y de su amor. Arabas cosas se requieren: que las ovejas le pertenezcan y que las ame, pues lo primero sin lo segundo no seria suficiente (SANTO TOMÁS, Coment. Evang. S. Juan, 10, 3).
570 Cuatro son las condiciones que debe reunir el buen pastor. En primer lugar, el amor: fue precisamente la caridad la única virtud que el Señor exigió a Pedro para entregarle el cuidado de su rebaño Luego, la vigilancia, para estar atento a las necesidades de las ovejas. En tercer lugar, la doctrina, con el fin de poder alimentar a los hombres hasta llevarlos a la salvación. Y finalmente la santidad e integridad de vida; ésta es la principal de todas las virtudes (SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA, Sermón sobre el Evang. del Buen Pastor en Opera omnia. Manila 1822, pp. 324-325).
571 Los obispos gobiernan [...] con el consejo, la persuasión, pero también con la autoridad y el poder sagrados (CONC VAT. II, Const. Lumen gentiam, 27).
572 Si sólo amas a los buenos discípulos no tienes ningún mérito, son más bien los rebeldes a quienes tienes que domar con tu dulzura. Sobre todas las heridas no se aplica idéntico remedio: trata los accesos violentos con suaves friegas (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epist. a S. Policarpo).
573 El pastor debe saber guardar silencio con discreción y hablar cuando es útil, de tal modo que nunca diga lo que se debe callar ni deje de decir aquello que hay que manifestar (SAN GREGORIO MAGNO, Regla pastoral, 2, 4).
574 Aquel que no tiene caridad con otro, no puede, en manera alguna, recibir el cargo de predicación (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 17 sobre los Evang.).
575 El amor del que apacienta las ovejas del Señor debe ser tan grande que sea capaz de vencer incluso el temor natural de la muerte, que hace que nos resistamos a morir aun cuando deseamos vivir con Cristo (SAN AGUSTÍN, Trat. sobre Evang. S. Juan, 123, 5).
576 A la triple negación corresponde la triple profesión de amor [...1. Si la negación del pastor fue causada por el temor, ahora el pastoreo de la grey del Señor ha de ser la prueba de su amor (SAN AGUSTÍN, Trat. sobre Evang. S. Juan, 123, 5.5).
577 Debe ser integro, moderado, indulgente y hacer siempre prevalecer la misericordia sobre la justicia, de suerte que a él le puedan tratar de la misma manera. Odiará los vicios, pero nunca dejará de amar a sus hermanos. Y cuando se vea obligado a reprenderles lo hará con moderación, según aquel principio: " No exagerar nada ", no sea que a fuerza de raspar la herrumbre se rompa el recipiente. Su propia flaqueza deberá estar siempre ante sus ojos y recordará que Dios no quiere que la caña cascada se rompa. Con esto no queremos decir que deba permitir el desarrollo de las malas costumbres (SAN BENITO, Regla, cc. 2 y 64).
578 Evite el pastor la tentación de desear ser amado por los fieles antes que por Dios, o de ser demasiado débil por temor a perder el afecto de los hombres; no se exponga a la reprensión divina: ¡Ay de aquellos que aplican almohadillas a todos los codos! (Ez 13, 8). El pastor debe tratar de hacerse amar, pero con la finalidad de hacerse escuchar, no de buscar este afecto para utilidad propia (SAN GREGORIO MAGNO, Regla Pastoral, 1, 2).
579 Tenga presente quien manda que la verdadera humildad es 579 el mejor de los ejercicios. Asi como quien asiste a diversos heridos y se cuida de curarlos, quienesquiera que sean, no toma el mando para enorgullecerse, así mucho más el que se encarga de curar las enfermedades de sus hermanos, como tendrá que dar cuenta de cada uno de ellos, debe cuidar de andar muy solicito. Por ello, el mayor hágase como el menor (SAN BASILIO, en Catena Aurea, vol. Vl, p. 444).
580 Preocúpate de la unidad, el mayor de todos los bienes. 580 Lleva a todos sobre ti, como tú mismo eres llevado por el Señor. Soporta a todos con espíritu de caridad, como ya haces. Ora sin descanso; pide una sabiduría mayor que la que tienes; vela, y que tu espíritu no duerma nunca. Habla a cada uno en particular, siguiendo el ejemplo de Dios. Carga sobre ti, como un buen atleta, las enfermedades de todos. Donde es más grande el trabajo, también es mayor la recompensa (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epístola a San Policarpo).
581 Aquel buen Pastor que dio su vida por las ovejas salió a 581 buscar la oveja perdida, por las montañas y colinas donde tú ofrecías sacrificios a los ídolos. Y, cuando encontró a la oveja perdida, la cargó sobre sus hombros –sobre los que había cargado también el madero de la cruz– y así la llevó nuevamente a la vida eterna (SAN GREGORIO NACIANCENO, Disertación 45).
582 Que teniendo santo prelado lo serán las súbditas, y como cosa tan importante la pone siempre delante Nuestro Señor (SANTA TERESA, C. de perfección, 3, 10).
583 El mismo Señor, después de su resurrección, dijo a Pedro: ¿Me amas? El respondió: Te amo. Por tres veces se repitió la misma pregunta y respuesta, y las tres veces dijo el Señor: Apacienta mis ovejas. ¿Cómo podrás demostrar que me amas, sino apacentando mis ovejas? ¿Qué vas a darme con tu amor, si todo lo esperas de mi? Aquí tienes lo que has de hacer para amarme: apacienta mis ovejas (SAN AGUSTÍN, Sermón sobre el orden episcopal).
584 Conviene también que el superior proceda en las cosas que a él afectan, como juez inexorable; y en las que afectan a sus subordinados, debe ser bueno y comprensivo. Es propio del buen pastor estar siempre vigilante y tratar a cada alma como conviene (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. III, p. 100).
585 No seamos perros mudos, centinelas silenciosos, mercenarios que huyen del lobo, sino pastores en acecho, velando sobre el rebaño de Cristo, proclamando la Voluntad de Dios al pequeño y al grande, al rico y al pobre, a los hombres de todas las condiciones y de todas las edades, a tiempo y destiempo, en la medida en que Dios nos da fuerzas (SAN BONIFACIO, Carta a Cuthbert: PL 89, 765-768).
586 ¿Podríamos alguno de nosotros imaginar la prueba por la que atravesó la Iglesia, cuando el infeliz Nestorio se convirtió repentinamente de oveja en lobo, comenzó a desgarrar el rebaño de Cristo, al mismo tiempo que aquellos a quienes él mordía, teniéndolo aún por oveja, estaban así más expuestos a sus mordiscos? (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, II).
587 Temo, además, que si a ti te abandonara daría incluso muerte a las ovejas sanas 1...]. Si descuido a la que se descarría y se pierde, la que está fuerte deseará también andar por los caminos del error y de la perdición (SAN AGUSTÍN, Sermón 46, sobre los pastores).
588 [...] el superior tiene el deber de saber armonizar perfectamente la entereza que en el seno de la familia descubrimos en el padre con la amorosa intuición de la madre, que trata a sus hijos desiguales de desigual manera (A. DEL PORTILLO. Escritos sobre el sacerdocio, p. 35).
589 Es conveniente que quienes están al frente de sus hermanos se esfuercen más que los demás en trabajar por el bien ajeno, se muestren más sumisos que los súbditos y, a la manera de un siervo, gasten su vida en bien de los demás, pensando que los hermanos son en realidad como un tesoro que pertenece a Dios y que Dios ha colocado bajo su cuidado (SAN GREGORIO DE NISA, Sobre la conducta cristiana).
590 Pero, a fin de que el débil no desfallezca al oír hablar de las pruebas que se avecinan, el pastor no debe ni alentarlo con falsas esperanzas ni atemorizarlo con miedos indebidos. Debe decirle: Prepárate para las pruebas. Y, si al oír estas palabras la oveja empieza a desfallecer y a temer hasta tal punto que ya no se atreve a acercarse, el pastor debe recordarle aquello otro: Fiel es Dios para no permitir que seáis tentados más allá de lo que podéis. Anunciar y recordar las pruebas que se avecinan es como curar a las ovejas enfermas; hablar de la misericordia de Dios, que hace superar las pruebas, al que se asusta desmesuradamente, es como vendar las heridas (SAN AGUSTÍN, Sermón 46, sobre los pastores).
591 La gracia de Dios viene en socorro de cada alma; cada criatura requiere una asistencia concreta, personal. ¡No pueden tratarse las almas en masa! No es licito ofender la dignidad humana y la dignidad de hijo de Dios, no acudiendo personalmente a cada uno con la humildad del que se sabe instrumento, para ser vehículo del amor de Cristo: porque cada alma es un tesoro maravilloso; cada hombre es único, insustituible. Cada uno vale toda la sangre de Cristo (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 80).
592 Aunque dijo a Pedro, en su calidad de jefe: Apacienta mis ovejas, en realidad es él solo, el Señor, quien dirige a todos los pastores en su ministerio; y a los que se acercan a la piedra espiritual, él los alimenta con un pasto tan abundante y jugoso, que un número incontable de ovejas, fortalecidas por la abundancia de su amor, están dispuestas a morir por el nombre de su pastor, como él, el buen Pastor, se dignó dar la propia vida por sus ovejas (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 12, sobre la Pasión).
593 Todos los buenos pastores son, en realidad, como miembros del único pastor y forman una sola cosa con él. Cuando ellos apacientan es Cristo quien apacienta (SAN AGUSTÍN, Sermón 46, sobre los pastores).
594 Cristo es, en efecto, quien apacienta su rebaño, él es el único pastor, que lo apacienta por medio de los demás buenos pastores, que lo hacen por delegación suya (SAN AGUSTÍN, Sermón 47, sobre las ovejas).
595 De nadie puede decirse que sea puerta; esta cualidad Cristo se la reservó para sí; el oficio, en cambio, de pastor lo dio también a otros y quiso que lo tuvieran sus miembros; por ello Pedro fue pastor, y pastores fueron también los otros apóstoles y son pastores todos los buenos obispos. Os daré-dice la Escritura-pastores conforme a mi corazón. Pero aunque los prelados de la Iglesia, que también son hijos, sean todos llamados pastores, sin embargo el Señor dice en singular: Yo soy el buen pastor; con ello quiere estimularnos a la caridad, insinuándoles que nadie puede ser buen pastor si no llega a ser una sola cosa con Cristo por la caridad y se convierte en miembro del verdadero pastor (SANTO TOMÁS, Coment. Evang. S. Juan, 10, 3).
596 Dios, el pastor supremo y verdadero agricultor, es poderoso tanto para hacer volver a la oveja al buen camino, como para injertar el sarmiento desgajado (SAN AGUSTÍN, Sermón 46, sobre los pastores).
597 Yo soy el buen pastor. Es evidente que el oficio de pastor compete a Cristo, pues de la misma manera que el rebaño es guiado y alimentado por el pastor, así Cristo alimenta a los fieles espiritualmente y también con su cuerpo y su sangre. Erais como ovejas descarriadas –dice el Apóstol–, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas (SANTO TOMÁS, Coment. Evang. S. Juan, 10, 3).
598 Que nada se haga sin tu autorización, y tú mismo no hagas nada sin Dios (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epístola a San Policarpo).
599 El Señor, no según mis merecimientos, sino según su infinita misericordia, ha querido que yo ocupara este lugar y me dedicara al ministerio pastoral; por ello debo tener presente dos cosas, distinguiéndolas bien, a saber: que por una parte soy cristiano y por otra soy obispo. El ser cristiano se me ha dado como don propio; el ser obispo, en cambio, lo he recibido para vuestro bien. Consiguientemente, por mi condición de cristiano debo pensar en mi salvación; en cambio, por mi condición de obispo debo ocuparme de la vuestra (SAN AGUSTÍN, Sermón 46, sobre los pastores).
600 En nosotros hay que considerar dos cosas: una, que somos cristianos; otra, que somos guardianes. Nuestra condición de guardianes nos coloca entre los pastores, con tal que seamos buenos. Por nuestra condición de cristianos, somos ovejas igual que vosotros (SAN AGUSTÍN, Sermón 47, sobre las ovejas ).
601 Si existen buenas ovejas habrá también buenos pastores, pues de entre las buenas ovejas salen los buenos pastores (SAN AGUSTÍN, Sermón 46, sobre los pastores).
602 Si alguna vez, porque Dios puede permitir esa prueba, tropezáis con pastores indignos de este nombre, no os escandalicéis. Cristo ha prometido asistencia infalible e indefectible a su Iglesia, pero no ha garantizado la fidelidad de los hombres que la componen (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 81).
603 Acontece que hay algunos prelados poco prudentes, que no se abreven a hablar con libertad por miedo de perder la estima de sus súbditos; con ello, como lo dice la Verdad, no cuidan a su grey con el interés de un verdadero pastor, sino a la manera de un mercenario, pues callar y disimular los defectos es lo mismo que huir cuando se acerca el lobo (SAN GREGORIO MAGNO, Regla pastoral, 2, 4).
604 ¿Habéis visto cuán peligroso es callar? El malvado muere, y muere justamente: muere por su culpa y por su mala conducta; pero la negligencia del mal pastor lo llevó a la muerte. El malvado hubiera podido encontrar en su pastor al pastor de vida [...]; pero, como su pastor era negligente, el malvado no podo oír la voz de aquel que precisamente fue constituido prelado y vigilante para amonestar al pueblo. Así, el malvado murió con toda justicia, pero el prelado también recibirá el castigo merecido (SAN AGUSTÍN, Sermón 46, sobre los pastores).
605 El mal pastor lleva a la muerte incluso a las ovejas fuertes (SAN AGUSTÍN, Sermón 46, sobre los pastores).
606 Por fortuna, las ovejas de Cristo que le habían sido confiadas (se refiere al hereje Fotino) eran muy prudentes y estaban vigilantes en lo que se refiere a la fe católica; inmediatamente se acordaron de las advertencias de Moisés, y aunque admiraban la elocuencia de su profeta y pastor, no se dejaron seducir por la tentación. Desde ese momento empezaron a huir, como si fuera un lobo, de aquel a quien hasta poco antes habían seguido como guía del rebaño (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, 11).
607 No se llama pastor, sino mercenario, el que no apacienta las ovejas de su amo por amor hacia ellas, sino sólo por lucro. Es un mercenario el que ocupa el puesto del verdadero pastor, pero no se cuida del provecho de las almas; se afana por comodidades terrenas, se goza en el honor de la dignidad, apacienta sólo por la retribución temporal y se congratula con la estimación en que le tienen los hombres (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 14 sobre los Evang.).
608 Considerad, pues, qué ha de suceder a los rebaños cuando los pastores se convierten en lobos. Pues reciben a su cargo la guarda del rebaño del Señor hombres que no temen ponerle asechanzas, contra quienes debiera ser guardado el mismo rebaño (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 17 sobre los Evang.).
609 El obispo que no sirve a los fieles (predicando, guiando) es solamente foenus custos (guardián de paja), un espantapájaros colocado en los viñedos para que los pájaros no coman las uvas (SAN AGUSTÍN, Miscelánea Agustiniense, Roma 1930, 1, 568).
610 Son muy pocas las ovejas bien alimentadas y sanas, es decir, aquellas a quienes no falta el sólido manjar de la verdad y se apacientan abundantemente con los dones de Dios. Pero los malos pastores ni a éstas perdonan; les parece poco descuidar a las enfermas y errantes, a las débiles y descarriadas, y llegan incluso a dar muerte a las que están fuertes y sanas. Y si estas últimas conservan la vida, viven, en todo caso, únicamente porque Dios cuida de ellas; pero, por lo que se refiere a los pastores, éstos hacen lo posible por matarlas. Quizá preguntes: " ¿Cómo las matan? ". Pues las matan con su mala vida y con sus malos ejemplos (SAN AGUSTÍN, Sermón 46, sobre los pastores).
611 El deber del buen pastor es la caridad; por eso dice: El buen pastor da su vida por las ovejas. Conviene, pues, distinguir entre el buen pastor y el mal pastor; el buen pastor es aquel que busca el bien de sus ovejas; en cambio, el mal pastor es el que persigue su propio bien (SANTO TOMÁS, Coment. Evang. S. Juan, 10, 3).
612 Ciertamente es una gran prueba ver a un hombre tenido por profeta, por discípulo de los profetas, por doctor y testigo de la verdad, un hombre sumamente amado y respetado, que de repente se pone a introducir a escondidas errores perniciosos. Tanto más cuanto que no hay posibilidad de descubrir inmediatamente ese error, puesto que le coge a uno de sorpresa, ya que se tiene de tal hombre un juicio favorable a causa de su enseñanza anterior, y se resiste uno a condenar al antiguo maestro al que nos sentimos ligados por el afecto (SAN VICENTE DE LERINS, Conmonitorio, 10).
613 La responsabilidad del Obispo es gravísima y, si no cumple su misión, el Salvador de toda la Iglesia le llamará a juicio (ORÍGENES, Trat. sobre la oración, 28, 4).
614 Quien no tenga las suficientes facultades para amonestar a todos los fieles a la vez por medio de una exhortación común, tiene obligación de instruir en cuanto pueda a cada uno en particular, edificarle en conversaciones privadas, y buscar con sencillas pláticas fruto en los corazones de sus hijos. Debemos, pues, pensar continuamente en lo que se dice a los Apóstoles y en los Apóstoles a nosotros: Vosotros sois la sal de la tierra. Luego si somos la sal, debemos condimentar las almas de los fieles. Por consiguiente, vosotros, los que sois pastores, pensad bien cómo estáis apacentando la grey de Dios (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 17 sobre los Evang.).
615 Se sabe con toda certeza que el silencio del pastor algunas veces le perjudica a él, siempre a las personas que le están encomendadas (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 17 sobra los Evang.).