Antología de Textos

CONOCIMIENTO PROPIO

1. El conocimiento de Dios nos lleva directamente a amarle, porque es infinitamente digno de ser amado; el conocimiento de nosotros mismos también nos lleva, indirectamente, a quererle, porque sentimos una absoluta necesidad y dependencia de Él. Cuanto más se conoce a sí misma el alma, más agradecida es con Dios y más consciente de su íntima dependencia con su Creador y Salvador. "No veo -escribe Santa Catalina de Siena- que pueda llegarse a gustar la Verdad y habitar con ella, sin llegar al conocimiento de nosotros mismos" (Carta al Beato Raimundo de Capua).
2. El conocimiento propio es indispensable para la santidad. En primer lugar porque es camino de humildad, sin la cual no existe ninguna otra virtud; en segundo lugar porque, si no nos conociéramos, nos atribuiríamos las perfecciones a nosotros mismos y ello daría lugar a la ingratitud para con Dios, sería imposible la contrición de nuestras faltas y pecados, y no seríamos conscientes de nuestra propia debilidad y de la necesidad de pedir ayuda frente a las tentaciones.
3. El conocimiento propio nos hace conscientes de todo lo que hay en nosotros: las virtudes que la gracia de Dios ha hecho posibles, las cualidades humanas con las que Dios dotó a nuestra naturaleza y ayudó a desarrollar, etc. Todo nos llevará a dar continuas gracias a Dios. También debemos conocer todo ese gran número de faltas, de pecados, de tendencias hacia el mal, la capacidad de mal que hay en cada hombre, la falta de docilidad a las gracias del Espíritu Santo, etc. El conocimiento de estas realidades nos da la posibilidad de hacer confesiones contritas y profundas, de ser sinceros con nosotros mismos y con Dios, de pedir a Dios continuas gracias, porque nos damos cuenta de que solo en Él podemos encontrar la fortaleza y la eficacia. Los santos se han distinguido siempre por un acertado conocimiento de sí mismos.
De ordinario, el Examen de conciencia (V.) diario, en la presencia de Dios, será el medio más eficaz para avanzar en este conocimiento de nosotros mismos. También la Confesión frecuente (V.) y la Dirección espiritual (V.).

Citas de la Sagrada Escritura

Reconozco mis iniquidades y mi pecado esta siempre ante mis ojos. Sal 51, 5
Rocíame con hisopo y quedaré limpio; lávame y quedaré mas blanco que la nieve. Sal 51, 9
Desde lo profundo clamo a ti, Señor; Señor escucha mi voz. Estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica. Si te acordaras de los pecados, Señor, ¿quien quedaría en pie? Sal 130, 2 - 3
Dos hombres subieron al templo a orar, el uno fariseo el otro publicano. El fariseo, en pie, oraba para si de esta manera: ¡Oh Dios!, te doy gracias de que no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni como este publicano. Ayuno dos veces en la semana, pago el diezmo de todo cuanto poseo. El publicano se quedo allá lejos y ni se atrevía a levantar los ojos al cielo, y hería su pecho, diciendo: ¡Oh Dios, se propicio a mi, pecador! (Lc 18, 10-13).
Al que tiene, se le dará mas y abundará; y al que no tiene, aun aquello que tiene le será quitado. Por esto les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden; y se cumple con ellos la profecía de Isaias, que dice: " Cierto oiréis y no entenderéis, veréis y no conoceréis. Porque se ha endurecido el corazón de este pueblo, y se han hecho duros de oídos, y han cerrado sus ojos, para no ver con sus ojos y no oír con sus oídos, y para no entender en su corazón y convertirse, que yo los curarla " Mt 13, 12-15

El conocimiento propio conduce a la humildad

1255 El propio conocimiento nos lleva como de la mano a la humildad (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 609).

1256 El que se acusa a si mismo acepta con alegría toda clase de molestias [...] pues se considera merecedor de todo ello, y en modo alguno pierde la paz [...]
Pero quizá alguien me objetará: " Si un hermano me aflige y yo, examinándome a mi mismo, no encuentro que le haya dado ocasión alguna, ¿por que tengo que acusarme? ". En realidad, el que se examina con diligencia y con temor de Dios nunca se hallará del todo inocente, y se dará cuenta de que ha dado alguna ocasión, ya sea de obra, de palabra o con el pensamiento. Y si en nada de esto se halla culpable, seguro que en otro tiempo habrá sido motivo de aflicción para aquel hermano, por la misma o por diferente causa; o quizá habrá causado molestia a algún otro hermano. Por esto sufre ahora en justa compensación, o también por otros pecados que haya podido cometer en muchas otras ocasiones (SAN DOROTEO, Instrucción 7).

Primer paso para el conocimiento de Dios

1257 Conocimiento de sí, que es el primer paso que tiene que dar el alma para llegar al conocimiento de Dios (SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 4, 1).

1258 Conócete, pues, alma hermosa, ya que eres imagen de Dios. Conócete, hombre, ya que eres gloria de Dios (SAN AMBROSIO. Hexameron, VIII, 50).

Otros bienes del propio conocimiento

1259 Y tengo por mayor merced del Señor un día de propio y humilde conocimiento, aunque nos haya costado muchas aflicciones y trabajos, que muchos de oración (SANTA TERESA, Fundaciones, 5, 16).

1260 Pues yo reconozco mi culpa, tengo presente mi pecado. El que así ora no atiende a los pecados ajenos, sino que se examina a si mismo, y no de manera superficial, como quien palpa, sino profundizando en su interior. No se perdona a si mismo, y por esto precisamente puede atreverse a pedir perdón (SAN AGUSTÍN, Sermón 19).

1261 Al no conocerse rectamente, los malos no se aman en verdad a si mismos, sino que aman lo que creen que son (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 25, a. 7).

Caminos que conducen al conocimiento propio

1262 Con mucha frecuencia sucede que el mismo desprecio de que son objeto los hombres por parte del mundo, los lleva al conocimiento de si mismos (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 36 sobre los Evang.).

1263 Para la presunción, el remedio es considerar que no hay mas claro indicio de estar el hombre muy lejos, que creer que esta muy cerca, porque en este camino los que van descubriendo mas tierra, esos se dan mayor prisa, por ver lo mucho que les falta; y por eso nunca hacen caso de lo que tienen en comparación de lo que desean. Mírate, pues, como en un espejo, en la vida de los Santos y en las de otras personas señaladas que ahora viven en carne, y veras que eres ante ellos como un enano en presencia de un gigante, y así no presumirás (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, 2, 4, aviso 7°).

Conocimiento propio y formación de la conciencia

1264 Son mas peligrosos y mas difíciles de remediar los vicios que tienen apariencia de virtud y se cubren con la apariencia de cosas espirituales, que los que tienen claramente por fin el placer sensual. A estos, en efecto, como a las enfermedades que se manifiestan con claridad, puede atacárseles de frente y se les cura al instante. Los otros vicios, en cambio, paliados con el velo de la virtud, permanecen incurables, agravando el estado de los pacientes y haciendo desesperar de su remedio (CASIANO, Colaciones, 4).

1265 No quisiera que ignoraseis, hermanos míos, de que modo se baja, o por mejor decir, se cae en estos caminos. El primer escalón es el disimulo de la propia flaqueza, de la propia iniquidad y del propio fracaso, cuando, perdonándose el hombre a si mismo, autoconsolandose, se engaña. El segundo escalón es la ignorancia de si [...]. ¿Que mas lógico que no ver sus llagas, especialmente si las ha tapado con el solo fin de no poderlas ver? De esto se sigue que, ulteriormente, aunque se las descubra otro, defienda con tozudez que no son llagas, dejando que su corazón se abandone a palabras engañosas para buscar excusas a sus pecados (SAN BERNARDO, Sermón sobre el Salmo 90).

1266 Mas aquellos que cubren los ojos de su corazón con el craso velo de los vicios, y según la palabra del Salvador viendo no ven, y entendiendo no entienden ni comprenden (Mt 13, 13), son incapaces de apreciar en lo intimo de su conciencia los pecados mortales (CASIANO, Colaciones, 23).

A mayor santidad, mayor es el conocimiento que se tiene de uno mismo

1267 (El santo) se alegra de ser considerado poco por los demás, porque ve confirmado en esa baja reputación lo que el pensaba de si mismo (SAN GREGORIO MAGNO, Diatesseron, 1).

1268 Es propio de los justos, a causa de su humildad, desmentir diligentemente, y de una en una, sus buenas obras narradas en presencia de los mismos; y es propio de los poco rectos dar a entender –excusándose– que no tienen culpas, o que son leves y pocas (Orígenes, en Catena Aurea, vol III, p. 247).

1269 (Los santos) en su afán ilimitado por la santidad, descubren en si con rara sagacidad y condenan sin piedad cosas que nuestra mirada interior, entenebrecida, no puede ni siquiera atisbar (CASIANO, Colaciones, 23).

1270 Examínate a ti mismo para conocer que eres; haz lo posible por conocerte (SAN BASILIO, Homilía 3).

El propio conocimiento facilita la caridad con el prójimo

1271 Dos cosas quiere el Señor de nosotros: que consideremos nuestros propios pecados y que perdonemos los de nuestro prójimo [...], pues aquel que considera sus propios pecados estera mas pronto al perdón de su compañero. Y no solo de boca, sino de corazón [...] esforcémonos, pues, por no querer mal a nadie, para que Dios nos ame (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 61).

1272 De ordinario las perturbaciones del corazón se originan en nosotros, no por el mal proceder de los demás, sino por culpa propia. Están ocultas en nosotros las causas de las ofensas y la semilla de los vicios (CASIANO, Instituciones, 9).

1273 Los hombres sin remedio son aquellos que dejan de atender a sus propios pecados para fijarse en los de los demás. No buscan lo que hay que corregir, sino en que pueden morder. Y, al no poder excusarse a si mismos, están siempre dispuestos a acusar (SAN AGUSTÍN, Sermón 19).