Antología de Textos

UNIDAD

1. Ningún criado puede servir a dos amos, porque odiará a uno y querrá al otro, o no hará caso del primero y se apegará al segundo; no podéis servir a Dios y a las riquezas (Lc 16, 13). Puesto que Dios es el Bien infinito y el Amor infinito, no cabe pertenecerle en parte. Nos quiere con amor exclusivo -como si fuéramos únicos-, y así hemos de quererle nosotros, así hemos de servirle. Todos los demás amores han de estar subordinados a este, todos los demás negocios y asuntos del hombre no pueden perder de vista el servicio a Dios, la gloria de Dios. Hay hombres que querrían ser cristianos a determinadas horas o en determinadas ocasiones, mientras que lo demás de su vida -tiempo, familia, negocios...- poco o nada tienen que ver con Dios. Es esta una forma frecuente de tibieza: la negación de una dependencia total a Dios. Es querer partir la vida en dos mitades, una para Dios y otra para uno mismo, para la propia afirmación, la soberbia o la sensualidad.
El Señor nos pide unidad de vida: todos nuestros actos, sin excepción alguna, deben estar dirigidos al Señor. Como Dios es el único fin último del hombre, todo le debe estar subordinado y entregado. Nuestra vida, en todo su contenido, debe ser cristiana y dirigida a Dios por amor. "In omnibus exhibeamus nosmetipsos sicut Dei ministros (2Co 6, 4), comportémonos en todas las cosas como servidores del Señor. Si te das como Él quiere, la acción de la gracia se manifestará en tu conducta profesional, en el trabajo, en el empeño para hacer a lo divino las cosas humanas, grandes o pequeñas, porque por el Amor todas adquieren una nueva dimensión [...].
"En los momentos más dispares de la vida, en todas las situaciones, hemos de comportarnos como servidores de Dios, sabiendo que el Señor está con nosotros, que somos hijos suyos. Hay que ser conscientes de esa raíz divina, que está injertada en nuestra vida, y actuar en consecuencia" (SAN JOSEMARÍA ESCRIVA, Es Cristo que pasa, 60).
Para ser coherentes con nuestra fe, para fijar la dirección de la vida, habremos de decidirnos a ser de Dios, reservas y sin zonas a donde Él no llegue. No podemos servir a Dios y a la vez a nuestro egoísmo. Todo ha de estar ordenado a Él.
La unidad es expresión de vida. Cuando un cuerpo, una institución, muere, se descompone y se desune. Se percibe la muerte por la desunión. Es más, "cuando el hombre pierde de vista la unidad interior de su ser, corre el peligro de perderse a sí mismo" (JUAN PABLO II, Disc. al UNIV-80, 1-IV-1980).

2. Jesucristo, en la víspera de la Pasión, cuando se iba a ofrecer al Padre, rogó por la unidad de todos los que habían de creer en Él a lo largo de los siglos: Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, para que ellos también sean en nosotros, y el mundo crea que Tú me has enviado (Jn 17, 21). "Es la piedra de toque de los discípulos de Cristo en el mundo: ut credat mundos quia tu me misisti (Jn 17, 21). Si no somos uno, como el Padre es uno en Cristo, y Cristo es uno en el Padre, el mundo no creerá: se le escapa la prueba concreta del misterio de la redención, mediante la cual el Señor ha hecho de la humanidad dispersa una sola familia, un solo organismo, un solo cuerpo, un solo corazón" (JUAN PABLO II, Aloc. por la Unión de los Cristianos 23-I-1981).
En aquella última noche, el Señor instituyó el sacramento de la Sagrada Eucaristía, por medio de la cual se significa y se realiza la unidad de la Iglesia; "signo de unidad, vínculo de amor", lo llama San Agustín (Trat. Evang. S. Juan, 26).
Hemos de pedir y procurar ante todo la unidad de quienes ya pertenecen a la Iglesia: Así pues, os exhorto, preso en el Señor-escribía San Pablo-, a andar de una manera digna de la vocación a la que habéis sido llamados [...], solícitos en conservar la unidad del espíritu mediante el vínculo de la paz (Ef 4, 1-3). Pedimos, como el Señor, que todos sean uno, reunidos junto a Él y su Vicario, el Romano Pontífice, aquí en la tierra.

3. La unidad está estrechamente ligada a la lucha ascética personal por ser mejores, por estar más unidos a Dios, en la continua conversión del corazón; y utilizando siempre en primer lugar los medios sobrenaturales. "Muy poco podremos hacer en el trabajo por toda la Iglesia [...], si no hemos logrado esta intimidad estrecha con el Señor Jesús: si realmente no estamos con Él y como Él santificados en la verdad; si no guardamos su palabra en nosotros, tratando de descubrir cada día su riqueza escondida; si el amor mismo de Dios por su Cristo no está profundamente arraigado en nosotros.
"La unidad exterior, por la que oramos, será la germinación y el florecimiento de esta íntima unión con Cristo que deben tener todos los fieles [...]. No se puede tener la unidad entre los hermanos, si no se da la unión profunda -de vida, de pensamiento, de alma, de propósitos, de imitación- con Cristo Jesús; más aún, si no existe una búsqueda íntima de vida interior en la unión con la misma Trinidad [...]" (JUAN PABLO II, Ibídem).

4. Junto a la oración, las obras: el cristiano debe saber convivir con sus hermanos los hombres y mostrarse "siempre dispuesto a convivir con todos, a dar a todos -con su trato- la posibilidad de acercarse a Cristo Jesús. Ha de sacrificarse gustosamente por todos, sin distinciones, sin dividir las almas en departamentos estancos [...]. No puede el cristiano separarse de los demás, porque su vida sería miserable y egoísta: debe hacerse todo para todos, para salvarlos a todos (1Co 9, 20)" (SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Es Cristo que pasa, 124).

Citas de la Sagrada Escritura

Que todos sean una misma cosa, y que, como tú, Padre, estás en mi y yo en ti, así sean ellos una misma cosa en nosotros [...]. Jn 17, 21
Solícitos en conservar la unidad del espíritu en el vinculo de la paz. Ef 4, 3
Un solo cuerpo y un solo espíritu, así como fuisteis llamados en una misma esperanza de vuestra vocación: un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Un solo Dios y Padre de todos, el cual está sobre todos, por todos y en todos. Ef 4, 6-9).
Hay diversidad de operaciones, pero uno mismo es el Dios, que obra todas las cosas en todos. [...] Porque también todos nosotros hemos sido bautizados en un solo Espíritu, para constituir un solo cuerpo, y todos, ya judíos, ya gentiles, ya siervos, ya libres, hemos bebido del mismo Espíritu. [...] De esta suerte, si padece un miembro, todos los miembros padecen con él; y si un miembro es honrado, todos los otros a una se gozan. 1Co 12, 6.13.26
Amándoos los unos a los otros con amor fraternal, honrándonos a porfía unos a otros. Rm 12, 10

"La caridad es madre de la unidad"

5230 No están todos los herejes por toda la tierra, pero hay herejes en toda la superficie de la tierra. Hay una secta en Africa, otra herejía en Oriente, otra en Egipto, otra en Mesopotamia. En países diversos hay diversas herejías, pero todas tienen por madre la soberbia, como nuestra única madre católica engendró a todos los fieles cristianos repartidos por el mundo. No es extraño, pues, que la soberbia engendre división, mientras la caridad es madre de la unidad (SAN AGUSTÍN, Sermón 46, sobre los pastores).

5231 El templo del Rey tiene unidad; el templo del Rey no está arruinado, ni agrietado, ni dividido. El cemento de las piedras vivas es la caridad (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 44).

5232 Corred todos a una como a un solo templo de Dios, como a un solo altar, a un solo Jesucristo que procede de un solo Padre (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA Carta a los Magnesios 5, 6).

5233 Para poder encomendar a Pedro sus ovejas, sin que con ello pareciera que las ovejas quedaban encomendadas a otro pastor distinto de sí mismo, el Señor le pregunta:"Pedro, ¿me amas?" El respondió: "Te amo". Y le dice por segunda vez: "¿Me amas?". Y respondió: "Te amo". Y le pregunta aún por tercera vez: "¿Me amas?". Y respondió: "Te amo". Quería fortalecer el amor para reforzar así la unidad. De este modo, el que es Unico apacienta a través de muchos, y los que son muchos apacientan formando parte del que es único (SAN AGUSTÍN, Sermón 46, sobre los pastores).

5234 Cuando nuestras ideas nos separan de los demás, cuando nos llevan a romper la comunión, la unidad con nuestros hermanos, es señal clara de que no estamos obrando según el espíritu de Dios (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 17).

5235 Colaborad mutuamente unos con Otros, luchad unidos, corred juntamente, sufrid con las penas de los demás, permaneced unidos en espíritu aun durante el sueño, así como al despertar, como administradores que sois de Dios, como sus asistentes y servidores (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a S. Policarpo de Esmirna).

5236 La caridad no se demuestra solamente con la limosna, sino sobre todo con el hecho de comunicar a los demás las enseñanzas divinas y prodigarles cuidados corporales (SAN MÁXIMO, Sobre la caridad, 1).

5237 Siervo soy de la Iglesia y principalmente de sus miembros más débiles, ya que somos miembros del mismo cuerpo (SAN CIPRIANO, Sobre el trabajo de los monjes, 29).

Unidad de la Iglesia

5238 Hemos sido agregados al mismo Cuerpo de Cristo, mediante la fe y el bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; es el mismo Espíritu el que nos justifica y el que anima nuestra vida cristiana: Sólo hay un cuerpo y un Espíritu, como también habéis sido llamados con una misma esperanza, la de vuestra vocación. Sólo un Señor, una fe, un bautismo (Ef 4, 4-5). Esta es la única fuente que conduce y requiere, tanto hoy como en el alba de la Iglesia, "la unidad en la doctrina de los apóstoles, en la mutua unión, en la fracción del pan y en las oraciones" (Lumen gentium, 13). La estructura misma de la Iglesia, con su jerarquía y sus sacramentos, no hace más que traducir y realizar esta unidad esencial recibida de Cristo-Cabeza. Finalmente, esta unidad interior en la Iglesia de Cristo, constituye "para todo el género humano, un germen segurísimo de unidad, de esperanza y de salvación" (Lumen gentium, 9) (JUAN PABLO II, Aloc. 30-XII-1980).

5239 Todo el coro innumerable de los pastores se reduce al cuerpo de un solo Pastor (SAN AGUSTÍN, Sermón 16).

5240 En la Santa Iglesia los católicos encontramos nuestra fe, nuestras normas de conducta, nuestra oración, el sentido de la fraternidad, la comunión con todos los hermanos que ya desaparecieron y que se purifican en el Purgatorio –Iglesia purgante–, o con los que gozan ya –Iglesia triunfante– de la visión beatífica, amando eternamente al Dios tres veces Santo. Es la Iglesia que permanece aquí y, al mismo tiempo, trasciende la historia. La Iglesia, que nació bajo el manto de Santa María, y continúa –en la tierra y en el cielo– alabándola como Madre (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Hom. El fin sobrenatural de la Iglesia, 28-V-1972).

5241 Yo estoy en la Iglesia católica, cuyos miembros son todas las iglesias, que, por las Escrituras canónicas, sabemos deben su origen, y también su firmeza, a los trabajos de los apóstoles; según la ayuda que me diere el Señor, no abandonaré su comunión ni en Africa ni en ninguna parte (SAN AGUSTÍN, Contra el donatista Cresconio, 3).

5242 Leemos que, ya desde los orígenes de la predicación apostólica, se observaba esta norma tan importante: La multitud de los creyentes no era sino un solo corazón y una sola alma. Tal, en efecto, debe ser el pueblo de Dios: todos hermanos bajo un mismo Padre, todos una sola cosa bajo un solo Espíritu, todos concurriendo unánimes a una misma casa de oración, todos miembros de un mismo cuerpo que es único (SAN HILARIO, Trat. sobre el Salmo 132).

5243 Si alguno de vosotros sigue a alguien que fomenta los cismas no poseerá el reino de Dios; el que camina con un sentir distinto al de la Iglesia no tiene parte en la pasión del Señor (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a los de Filadelfia, 1).

5244 La unidad de misión y de sacerdocio exigen que el presbítero no se sienta una "pieza suelta", sino que experimente vitalmente una peculiar comunión con todos los demás miembros del Pueblo de Dios llamados a participar de esa misma tarea (A. DEL PORTILLO, Escritos sobre el sacerdocio, pp. 46-47).

5245 Os exhorto, hermanos, por la santidad de estas nupcias: amad a esta Iglesia, vivid en tal Iglesia, sed esta Iglesia. Amad al buen Pastor, hombre tan bueno que a nadie engaña y quiere que todos se salven. Rogad también por las ovejas dispersas; vengan también ellas, reconozcan ellas, amen también ellas, para que haya un solo rebaño y un solo Pastor (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 139).

Unidad, fortaleza y eficacia

5246 Recibimos nosotros el Espíritu Santo si amamos a la Iglesia, si vivimos unidos en caridad y nos gloriamos del nombre de católicos y de la fe. Creamos, hermanos: en la proporción en que ama cada uno a la Iglesia, recibe el Espíritu Santo (SAN AGUSTÍN, Trat. Evang. S. Juan, 32).

5247 En tu empresa de apostolado no temas a los enemigos de fuera, por grande que sea su poder. Este es el enemigo imponente: tu falta de "filiación" y tu falta de "fraternidad" (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 955).

5248 ¿Ves? Un hilo y otro y muchos, bien trenzados, forman esa maroma capaz de alzar pesos enormes. -Tú y tus hermanos, unidas vuestras voluntades para cumplir la de Dios, seréis capaces de superar todos los obstáculos (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 480).

5249 [...] El (vinculo) de la caridad crece con el tiempo, adquiere nuevas formas por su duración y escapa a la guadaña de la muerte, que lo siega todo, excepto la caridad. La caridad es tan fuerte como la muerte y más dura que el hierro. Este es nuestro lazo, éstas son nuestras cadenas, las cuales, cuanto más nos unan y estrechen, mayor ventaja y libertad nos darán. Su fuerza no es sino suavidad, su violencia no es sino dulzura; nada hay tan blando como esto, y nada como esto tan firme (SAN FRANCISCO DE SALES, Epistolario, fragm. 1, 1. c., p. 635).

Unidad de vida

5250 La espiritualidad no puede ser nunca entendida como un conjunto de prácticas piadosas y ascéticas yuxtapuestas de cualquier modo al conjunto de derechos y deberes determinados por la propia condición; por el contrario, las propias circunstancias, en cuanto respondan al querer de Dios, han de ser asumidas y vitalizadas sobrenaturalmente por un determinado modo de desarrollar la vida espiritual, desarrollo que ha de alcanzarse precisamente en y a través de aquellas circunstancias (A. DEL PORTILLO, Escritos sobre el sacerdocio, 113).

5251 No soportamos los cristianos una doble vida: mantenemos una unidad de vida, sencilla y fuerte en la que se fundan y compenetran todas nuestras acciones (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 126).

5252 Nosotros somos en todo y siempre iguales y acordes con nosotros mismos, pues servimos a la razón y no la violentamos (ATENAGORAS, Legación 35).

5253 "Y ¿en un ambiente paganizado o pagano, al chocar este ambiente con mi vida, no parecerá postiza mi naturalidad?", me preguntas.-Y te contesto: Chocará sin duda, la vida tuya con la de ellos: y ese contraste, por confirmar con tus obras tu fe, es precisamente la naturalidad que yo te pido (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 380).

La Sagrada Eucaristía, fuente de unidad

5254 Este gran sacramento que nos confiere la participación en la vida de Cristo nos une también los unos a los otros, a todos los demás miembros de la Iglesia, a todos los bautizados sin diferencia de edad o de continente. Aunque los que pertenecemos a la Iglesia nos hallemos dispersos por todo el mundo, aunque hablemos diferentes lenguas, tengamos diferentes entornos culturales y seamos ciudadanos de diferentes naciones, porque el pan es uno, somos muchos en un solo cuerpo, pues todos participamos de este único pan (1Co 10, 17) (JUAN PABLO II, Hom. Pakistán, 16-II-1981).

María, "Madre de la unidad"

5255 La experiencia del cenáculo no reflejaría la hora de gracia de la efusión del Espíritu, si no tuviese la gracia y la alegría de la presencia de María. Con María, la Madre de Jesús (Hch 1, 14), se lee en el gran momento de Pentecostés [...]. Ella, Madre del amor y de la unidad, nos une profundamente para que, como la primera comunidad nacida del Cenáculo, seamos un solo corazón y una sola alma. Ella, "Madre de la unidad", en cuyo seno el Hijo de Dios se unió a la humanidad, inaugurando místicamente la unión esponsalicia del Señor con todos los hombres, nos ayude para ser "uno" y para convertirnos en instrumentos de unidad entre nuestros fieles y entre todos los hombres (JUAN PABLO II, Hom. 24-III-1980).