– 1Jn 4, 7-1: Dios es Amor. Es Él quien nos ha amado primero y quien envió a su Hijo, Jesucristo, por amor, para que fuese el Redentor de los hombres. Oigamos a San Agustín:
" Dice San Juan: "Pasaron las tinieblas, ahora brille la luz". Y a continuación añade: "Quien piensa ser luz y odia a su hermano está en las tinieblas" (1Jn 2, 8.9). Quizá haya quien piense que tales tinieblas son idénticas a las que sufren los encarcelados. ¡Ojalá fuesen como ésas! Y, con todo, nadie quiere verse en medio de ellas. En las tinieblas de la cárcel no es posible ver con los ojos, pero sí se puede contemplar a Dios amando a los hermanos (1Jn 4, 7)...
" Quien odia a su hermano camina, sale, entra, se mueve sin el peso de las cadenas y sin verse recluido en ninguna cárcel. No obstante, está aprisionado por la culpa. No pienses que está libre de la cárcel: su cárcel es su propio corazón " (Sermón 211, 2).
El amor proviene de Dios como de su fuente, por eso " el que ama ha nacido de Dios " (1Jn 4, 7). Es hijo de Dios, animado por la gracia. El amor fraterno es un efecto de nuestro nacimiento sobrenatural. Dios, al hacernos partícipes de su vida, nos ha hecho también partícipes de su inmensa caridad divina.
– Con el Salmo 77 cantamos el Reinado de Jesucristo: " Que todos los pueblos te sirvan, Señor. Dios mío, confía tu juicio al rey para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud. Que los montes traigan paz y los collados justicia. Que Él defienda a los humildes del pueblo, y socorra al hijo del pobre. Que en sus días florezca la justicia, y la paz hasta que falte la luna. Que domine de mar a mar, del gran río al confín de la tierra ".
¡Cristo es Rey! Su reino es la creación entera. La nota de su reinado es el Amor. Es el signo de su pertenencia a él: " en esto conocerán que sois mis discípulos: si os amáis unos a los otros " (Jn 13, 35). " Un mandamiento nuevo os doy: que os améis como Yo os he amado " (13, 34).
– Mc 6, 34-44: Jesús se manifiesta como profeta y taumaturgo en la multiplicación de los panes y de los peces. El poder salvador de Cristo se manifiesta en el alimento de vida que da a todos los hombres, que estamos como ovejas sin pastor. Por eso la multiplicación de panes y peces es signo de la sobreabundante vida divina que se nos da por Cristo. Oigamos a San Agustín:
" Gran milagro es, amadísimos, hartar a la muchedumbre con cinco panes y dos peces, gran milagro, en verdad. Pero el hecho no es tan de admirar si pensamos en el Hacedor. Quien multiplica los panes entre las manos de los repartidores, ¿no multiplica las semillas que germinan en la tierra y de unos granos llena los graneros? Lo que sucede es que como este portento se renueva todos los años a nadie le sorprende; pero no es la insignificancia del hecho el motivo de no admirarlo, sino la frecuencia con que se repite.
" Al hacer estas cosas, habla el Señor a los entendimientos, no tanto con palabras, como por medio de obras... Él es el Pan que bajó del cielo; un pan, sin embargo, que crece sin mengua. Se le puede sumir, pero no se le puede consumir. Este Pan estaba ya figurado en el maná. Porque ¿quién, sino Cristo, es el Pan del cielo?... Para que comiera el hombre el pan de los ángeles, el Señor de los ángeles se hizo hombre. Pues bien, ya que se nos ha dado una prenda tan valiosa, corramos a tomar posesión de nuestra herencia " (Sermón 130).