Entrada: " Con alegría y regocijo demos gloria a Dios, porque el Señor ha establecido su reinado. Aleluya " (Ap 19, 7.6).
Colecta (del Gelasiano): " Te pedimos, Señor, que nos hagas capaces de anunciar la victoria de Cristo resucitado; y pues en ella nos has dado la prenda de los dones futuros, haz que un día los poseamos en plenitud ".
Ofertorio: " Concédenos, Señor, darte gracias siempre por medio de estos misterios pascuales; y ya que continúan en nosotros la obra de tu redención, sean también fuente de gozo incesante "
Comunión: " Era necesario que el Mesías padeciera y resucitara de entre los muertos, para entrar en su gloria. Aleluya " (cf. Lc 24, 46.26).
Postcomunión: " Escucha, Señor, nuestras oraciones, para que este santo intercambio, en el que has querido realizar nuestra redención, nos sostenga durante la vida presente y nos dé las alegrías eternas ".
– Hch 4, 32-37: Los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo. En los resúmenes de la acción pastoral de los Apóstoles y primeros discípulos se manifiesta de un modo especial el mensaje de Cristo muerto y resucitado y la unión de mente y corazón que existía entre ellos y los fieles, en toda la Iglesia. Comenta Tertuliano:
" Es norma general que toda cosa debe ser referida a su origen, y, por esto, toda la multitud de comunidades son una con aquella primera Iglesia fundada sobre los Apóstoles, de la que proceden todas las otras. En este sentido son todas primeras y todas apostólicas, en cuanto que todas juntas forman una sola. De esta unidad son pruebas la comunión y la paz que reinan entre ellas, así como su mutua fraternidad y hospitalidad. Todo lo cual no tiene otra razón de ser que su unidad en una misma tradición apostólica " (Sobre la prescripción de los herejes, 20).
San Cipriano dice:
" Tenemos que mantener y defender esta unidad, sobre todo los obispos, que tenemos la presidencia de las Iglesias... Nadie engañe a la comunidad de hermanos con una mentira, nadie deforme la verdad de la fe con una deformación infiel... La Santa Iglesia es una sola... Lo mismo que el sol tiene muchos rayos, pero una sola luz, y el árbol tiene muchas ramas, pero un tronco único al que profundas raíces dan posición fija, y lo mismo que de una fuente saltan muchos arroyos, así la unidad es conservada en el origen, aunque parezca que de ella brota una pluralidad en rica abundancia " (Sobre la unidad de la Iglesia,6).
– ¡¡El Señor reina! Ha triunfado de la muerte y es el Señor del mundo y de la historia. Y reinará para siempre, porque su trono es eterno. El cristiano camina hacia la consumación de ese reinado y por eso, no obstante las dificultades, la persecución, la Iglesia unida en oración grita esperanzada: ¡El Señor reina!. Así lo proclamamos nosotros con el Salmo 92: " El Señor reina, vestido de majestad, el Señor vestido y ceñido de poder. Así está firme el orbe y no vacila. Tu trono está firme desde siempre y tú eres eterno. Tus mandatos son fieles y seguros, la santidad es el adorno de tu casa, Señor, por días sin término ".
– Jn 3, 11-15: Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del Hombre, el que bajó del cielo. Si Jesús puede otorgar a Nicodemo el conocimiento de las realidades divinas, es porque viene de Dios. Sólo Él podrá volver un día junto al Padre, después de que sea elevado sobre la tierra. La prueba principal de su bajada es su elevación en la Cruz. El que así lo contempla tendrá la vida como los israelitas en el desierto aseguraban sus vida contemplando la serpiente de bronce elevada por Moisés... Comenta San Agustín:
" ¿Qué es la serpiente en lo alto levantada? La muerte del Señor en la Cruz. Porque la muerte es la serpiente, por su efigie fue simbolizada. La mordedura de la serpiente es mortal. La muerte del Señor es vital. Se mira a la serpiente para aniquilar el poder de la serpiente... Pero, ¿qué muerte es ésta? Es la muerte de la vida; y porque se puede decir, es admirable lo que se dice... ¿No es Cristo la Vida? Y, sin embargo, Cristo está en la Cruz. ¿No es Cristo la Vida? Y, sin embargo, Cristo está en la muerte. Pero en la muerte de Cristo encontró la muerte su muerte. Porque la Vida muerta mató a la muerte; la plenitud de la vida se tragó la muerte... Los que miran con fe la muerte de Cristo quedan sanos de las mordeduras de los pecados " (Tratado 12, 12 sobre el Evangelio de San Juan).