Entrada: " Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza. Aleluya " (Ap 5, 12).
Colecta (compuesta con textos del Gregoriano y del Sacramentario de Bérgamo): " Te pedimos, Señor, que, ya que nos has dado la gracia de conocer la resurrección de tu Hijo, nos concedas también que el Espíritu Santo, con su amor, nos haga resucitar a una vida nueva ".
Comunión: " El Señor crucificado resucitó de entre los muertos y nos rescató. Aleluya ".
Ofertorio: " Santifica, Señor, con tu bondad estos dones, acepta la ofrenda de este sacrificio espiritual y a nosotros transfórmanos en oblación perenne ".
Postcomunión: " Después de recibir los santos misterios, humildemente te pedimos, Señor, que esta eucaristía, celebrada como memorial de tu Hijo, nos haga progresar en el amor ".
– Hch 9, 1-10: Este hombre es un instrumento elegido por Mí para dar a conocer mi nombre a los pueblos. Saulo es llamado misteriosamente por Dios a convertirse en uno de los grandes apóstoles de la religión de Jesús a la que perseguía. La conversión de Saulo es una verdadera vocación a ser primero discípulo de Cristo y luego un gran apóstol de su mensaje de salvación. Esto es uno de los acontecimientos más grandes de la historia de la Iglesia. Un instrumento elegido por Dios para ser el apóstol de todos los siglos. Él murió, pero sus Cartas siguen proclamando ese mensaje salvífico de Jesucristo. San Juan Crisóstomo dice del apóstol:
" Qué es el hombre, cuán grande su nobleza y cuánta su capacidad de virtud lo podemos colegir sobre todo de la persona de Pablo. Cada día se levantaba con una mayor elevación y fervor de espíritu y, frente a los peligros que lo acechaban, era cada vez mayor su empuje... En medio de las asechanzas de sus enemigos, habla en tono triunfal de las victorias alcanzadas sobre los ataques de sus perseguidores, y, habiendo sufrido en todas partes azotes, injurias y maldiciones, como quien vuelve victorioso de la batalla, colmado de trofeos, da gracias a Dios... Imbuido en estos sentimientos, se lanzaba a las contradicciones e injurias, que le acarreaba su predicación con un ardor superior al que nosotros empleamos en la consecución de los honores, deseando la muerte más que nosotros la vida; la pobreza más que nosotros las riqueza...
" Por esto mismo, lo único que deseaba era agradar siempre a Dios y, lo que era para él más importante de todo, gozaba del amor de Cristo; con esto se consideraba el más dichoso de todos; sin esto le era indiferentes los poderosos y los príncipes; prefería ser con este amor, el último de todos... Para él, el tormento más grande y extraordinario era el verse privado de este amor; para él, su privación significaba el infierno, el único sufrimiento, el suplicio infinito e intolerable " (Homilía 2 sobre las alabanzas de Pablo).
– Por eso lo mejor que podemos hacer es cantar con el Salmo 116: " Alabad al Señor todas las naciones, celebradlo todos los pueblos. Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad permanece por siempre ".
– Jn 6, 53-60: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Respondiendo a la admiración de sus oyentes, Jesús afirma con claridad: si uno quiere poseer la vida ha de comer su carne y beber su sangre. El maná del desierto fue importante, pero mucho más lo es el alimento eucarístico que da la vida eterna. Comenta San Agustín:
" Lo que buscan los hombres en la comida y en la bebida es apagar el hambre y la sed, mas esto no lo logra de verdad sino este alimento y bebida que a los que lo toman hace inmortales e incorruptibles, en la sociedad misma de los santos, donde existe una paz y unidad plena y perfectas... Comer aquel manjar y beber aquella bebida es lo mismo que permanecer en Cristo y tener a Jesucristo que permanece en sí mismo. Y, por eso, quien no permanece en Cristo y en quien Cristo no permanece, es indudable que no come ni bebe espiritualmente su cuerpo y su sangre, aunque materialmente y visiblemente toque con sus dientes el sacramento del Cuerpo y de la Sangre de Cristo: sino antes, por el contrario, come y bebe para su perdición el sacramento de la realidad tan augusta, ya que, impuro y todo, se atreve a acercarse a los sacramentos de Cristo, que nadie puede dignamente recibir sino los limpios... " (Tratado 26 sobre el Evangelio de San Juan 17-18).