4ª semana de Pascua, martes

Entrada: " Con alegría y regocijo demos gloria a Dios, porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios Todopoderoso. Aleluya " (Ap 19, 7.6).

Colecta (del Gregoriano): " Te pedimos, Señor Todopoderoso, que la celebración de las fiestas de Cristo resucitado aumente en nosotros la alegría de sabernos salvados ".

Ofertorio: " Concédenos, Señor, darte gracias siempre por medio de estos misterios pascuales; y ya que continúan en nosotros la obra de tu redención, sean también fuente de gozo incesante ".

Comunión: " Cristo tenía que padecer y resucitar de entre los muertos para entrar en su gloria. Aleluya " (cf. Lc 24, 46.26)

Postcomunión: " Escucha, Señor, nuestras oraciones, para que este santo intercambio, en el que has querido realizar nuestra redención nos sostenga durante la vida presente y nos dé las alegrías eternas ".

Hch 11, 19-26: Se pusieron también a hablar a los griegos, anunciándoles al Señor Jesús. La Iglesia en Antioquía se muestra decididamente inclinada a la evangelización de los paganos y logra la conversión de un gran número de ellos. Bernabé, enviado de la Iglesia en Jerusalén, se alegra y va en busca de San Pablo en Tarso. Llamados a colaborar personalmente en la expansión de la Iglesia, nos reunimos en asamblea eucarística para recibir la fuerza del Espíritu, que nos haga proclamar universalmente, de palabra y de obra, la Buena Noticia del Señor.

Los predicadores de Antioquía son cristianos corrientes, por eso comenta San Juan Crisóstomo:

" Observad cómo es la gracia la que lo hace todo. Considerad también que esta obra se comienza por obreros desconocidos y sólo cuando empieza a brillar, envían los Apóstoles a Bernabé " (Homilía sobre los Hechos 25).

En Antioquía es donde por vez primera los discípulos de Cristo se llamaron cristianos. Así lo expone San Atanasio:

" Aunque los santos Apóstoles han sido nuestros maestros y nos han entregado el Evangelio del Salvador, sin embargo no hemos recibido de ellos nuestro nombre, sino que somos cristianos por Cristo y por Él se nos llama de este modo " (Sermón primero contra los arrianos 2).

– Cantamos la maravillosa propagación de la Buena Nueva de Cristo y de su Iglesia con el Salmo 86, que es un canto a la Jerusalén terrenal, figura de la Iglesia: " Alabad al Señor todas las naciones. El Señor ha cimentado a Sión sobre el monte santo, y prefiere sus puertas a todas las moradas de Jacob. ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios! Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles; filisteos, tirios y etíopes han nacido allí. Se dirá de Sión: "Uno por uno todos han nacido en ella; el Altísimo en persona la ha fundado". El Señor escribirá en el registros de los pueblos: "Este ha nacido allí"; y cantarán mientras danzan: "Todas mis fuentes están en ti" ".

Jn 10, 22-30: Yo y el Padre somos uno. Con ocasión de una controversia con los incrédulos fariseos, Jesús vuelve a valerse de la imagen del Pastor. El Padre es quien le ha dado los que creen en Él. El los protege, puesto que el Padre y Él no son sino una sola cosa. A todos los pastores que han apacentado el pueblo de Dios el Buen Pastor los aventaja por la entrega voluntaria de su vida en favor de sus ovejas. Así lo dice San Gregorio Magno:

 " Por ello dice también el Señor en el texto que comentamos: "Igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre, yo doy mi vida por las ovejas" (Jn 10, 15). Como si dijera claramente: "La prueba de que conozco al Padre y el Padre me conoce a Mí está en que entrego mi vida por mis ovejas, es decir, en caridad con que muero por mis ovejas, pongo de manifiesto mi amor por el Padre" " (Homilías sobre los Evangelios 14, 3).

Jesús, como Pastor y Cordero, es objeto de especial atención en los inspirados versos de San Efrén:

" Oh Hijo de Dios, Tú viniste al mundo

para atraer hacia Ti a la oveja racional.

Naciendo de la Virgen, te hiciste Cordero

y hacia Ti corrió la oveja descarriada,

porque oyó la voz de tu balido.

¡Oh Cordero que trajiste la santidad!

¡Oh Lactante, que eres el antiguo de día!

¡Oh Pastor y Lactante, cuán manso eres! " (Himno a Santa María 10, 16).