Entrada: " Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre Él " (Rm 6, 9).
Colecta (textos del Gelasiano y del Sacramentario de Bérgamo): " Te pedimos, Señor de misericordia, que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda nuestra vida ".
Ofertorio: " Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante de gozo, y pues en la resurrección de tu Hijo nos diste motivo de tanta alegría, concédenos participar de este gozo eterno ".
Comunión: " Entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros. Aleluya" " (Jn 20, 19).
Postcomunión: " Mira, Señor, con bondad a tu pueblo, y ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele también la resurrección gloriosa "
– Hch 16, 11-15: El Señor abrió el corazón de Lidia, para que aceptara lo que decía Pablo. La misión en Europa comienza por una conversión. Pablo predica, pero es Dios quien abre el corazón de Lidia y la conduce a la fe y al bautismo. La hospitalidad de Lidia no es mera cortesía oriental, sino una auténtica manifestación de caridad cristiana, como verdadero fruto de la fe. Esta fe que profesamos y renovamos en la celebración eucarística tiene que fructificar en una vid de auténtica unión.
Comenta S. Juan Crisóstomo:
" Qué sabiduría la de Lidia! ¡Con qué humildad y dulzura habla a los apóstoles: "Si juzgáis que soy fiel al Señor"! Nada más eficaz para persuadirlos que estas palabras hubiesen ablandado cualquier corazón. Más que suplicar y comprometer a los apóstoles, para que vayan a su casa, les obliga con insistencia. Ved cómo en ella la fe produce sus frutos y cómo su vocación le parece un bien inapreciable " (Homilía 35 sobre los Hechos).
Y dice también el mismo Santo Doctor:
" Nada puede hacerte tan imitador de Cristo como la preocupación por los demás. Aunque ayunes, aunque duermas en el suelo, aunque -por decirlo así- te mates, si no te preocupas del prójimo poca cosa hiciste, aún distas mucho de su imagen " (Homilía sobre la primera Carta a los Corintios).
– El contenido del anuncio cristiano, para el que Dios abre el corazón del hombre, es la victoria de Jesucristo sobre sus enemigos, especialmente sobre la muerte. Por eso nos alegramos con el Señor y le cantamos con el Salmo 149: " Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles, que se alegre Israel por Creador, los hijos de Sión por su Rey. Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras, porque el Señor ama a su pueblo, y adorna con la victoria a los humildes. Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas con vítores a Dios en la boca ".
– Jn 15, 26-16.4: El Espíritu de la verdad dará testimonio de Mí. Los discípulos se verán asistidos en medio de la persecuciones por el Paráclito, el Defensor, el Espíritu de la Verdad, que les enviará Cristo desde el Padre. Las persecuciones son una continuación del proceso judicial del mundo que condenó a Jesús y le seguirá condenando en los suyos. Pero el Espíritu Santo está en su Iglesia y con Él nada pueden temer. Pasan los perseguidores, y Cristo permanece ayer, hoy y siempre. San Agustín exclama:
" Señor y Dios mío; en ti creo, Padre, Hijo y Espíritu Santo. No diría la Verdad: "Id, bautizad a todas las gentes en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo"(Mt 28, 19), si no fuera Trinidad. Y no mandarías a tus siervos bautizar, mi Dios y Señor, en el nombre de quien no es Dios y Señor. Y si vos, Señor, no fuerais al mismo tiempo Trinidad y un solo Dios y Señor, no diría la palabra divina: "Escucha, Israel: El Señor tu Dios, es un Dios único" (Dt 6, 4). Y si tú mismo no fueras Dios Padre y fueras también Hijo, y Espíritu Santo, no leeríamos en las Escrituras canónicas: "Envió Dios a su Hijo" (Ga 4, 4); y tú, ¡oh Unigénito!, no dirías del Espíritu Santo: "que el Padre enviará en mi nombre" (Jn 14, 26) y que "yo os enviaré de parte del Padre" (Jn 15, 26)...
" Cuando arribemos a tu presencia, cesarán estas muchas cosas que ahora hablamos sin entenderlas, y tú permanecerás todo en todos, y entonces modularemos un cántico eterno alabándote a un tiempo unidos todos a ti. Señor, Dios uno y Dios Trinidad, cuanto con tu auxilio queda dicho en estos mis libros, conózcanlo los tuyos; si algo hay en ellos de mi cosecha, perdóname tú, Señor, y perdónenme los tuyos. Así sea " (Tratado sobre la Stma. Trinidad 15, 18, 51)