Entrada: " Te daré gracias entre las naciones, Señor; contaré tu fama a mis hermanos. Aleluya " (Sal 17, 50).
Colecta (del Gelasiano): " Escucha, Señor, nuestra oración y concédenos que, así como celebramos en la fe la gloriosa resurrección de Jesucristo, así también, cuando Él vuelva con todos sus santos, podamos alegrarnos con su victoria ".
Ofertorio: " ¡Oh Dios, que por el admirable trueque de este sacrificio nos haces partícipes de tu divinidad; concédenos que nuestra vida sea manifestación y testimonio de esta verdad que conocemos ".
Comunión: " Soy yo quien os he elegido del mundo -dice el Señor- y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. Aleluya " (cf. Jn 15, 16-17).
Postcomunión: " Ven, Señor, en ayuda de tu pueblo, y, ya que nos has iniciado en los misterios de tu reino, haz que abandonemos nuestra antigua vida de pecado y vivamos, ya desde ahora, la novedad de la vida eterna ".
– Hch 17, 15.22-18, 1: Eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo. En Atenas, Pablo expone en el areópago un sermón preparado con esmero, sobre el conocimiento del verdadero Dios. Pero, cuando al final aborda el tema del juicio y de la resurrección de Cristo, los oyentes, imbuidos por la mentalidad ambiental, inaccesible a semejantes doctrinas, se apartan de él con burlas.
En nuestro mundo secularizado este suceso es de gran importancia. Hay necesidad de una seria conversión, y para ello hemos de hacer prevalecer lo sagrado con la celebración eucarística. San Pablo debió quedar muy abatido tras su actuación en Atenas. Por eso escribió a los Corintios: " Me he presentado a vosotros débil y con temor y mucho temblor, y mi mensaje y mi predicación, no se han basado en palabras persuasivas de sabiduría, sino en la manifestación del Espíritu y del poder " (1Co 2, 3-4).
– Dios creó todas las cosas y en ellas dejó sus huellas. Nosotros lo reconocemos y por eso invitamos a toda la creación a una alabanza agradecida y lo hacemos con el Salmo 148: " Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto, alabadlo todos sus ángeles, alabadlo, todos sus ejércitos. Reyes y pueblos del orbe, príncipes y jefes del mundo, los jóvenes y también las doncellas, los viejos junto con los niños. Alaben el nombre del Señor, el único nombre sublime. Su majestad sobre el cielo y la tierra. Él aumenta el vigor de su pueblo. Alabanza de todos sus fieles, de Israel, su pueblo escogido ". Taciano dice así:
" La obra que por amor mío fue hecha por Dios no la quiero adorar. El sol y la luna hechos por causa nuestra; luego, ¿cómo voy a adorar a los que están a mi servicio? Y ¿cómo voy a declarar por dioses a la leña y a las piedras? Porque al mismo espíritu que penetra la materia, siendo como es inferior al espíritu divino, y asimilado como está a la materia, no se le debe honrar a par del Dios perfecto. Tampoco debemos pretender ganar por regalos al Dios que no tiene nombre; pues el que de nada necesita, no debe ser por nosotros rebajado a la condición de un menesteroso " (Discurso contra los griegos 4).
– Jn 16, 12-15: El Espíritu de la Verdad guiará hasta la Verdad plena. Jesús pone de relieve una de las funciones del Espíritu Santo: guiará a los discípulos hasta la Verdad plena, completando sus enseñanzas y dándoles a conocer las realidades futuras. Comenta San Agustín:
" El Espíritu Santo, que el Señor prometió enviar a sus discípulos para que les enseñase toda la Verdad, que ellos no podían soportar en el momento en que les hablaba -del cual dice el Apóstol que hemos recibido ahora en prenda, para darnos a entender que su plenitud nos está reservada para la otra vida- ese mismo Espíritu enseña ahora a los fieles todas las cosas espirituales de que cada uno es capaz. Mas también enciende en sus pechos un deseo más vivo de crecer en aquella caridad que les hace amar lo conocido y desear lo que no conocen, pensando que aun las cosas que conocen en esta vida no las conocen como se han de conocer en la otra vida, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el corazón pudo imaginar " (Tratado 97, 1 sobre el Evangelio de San Juan).