Entrada: " Yo soy el primero y el último. Estaba muerto y, veis, vivo por los siglos de los siglos. Aleluya " (Ap 1, 17-18).
Colecta (del Misal anterior): " Te pedimos, Dios de poder y de misericordia que envíes tu Espíritu Santo, para que, haciendo morada en nosotros, nos convierta en templos de su gloria ".
Ofertorio: " Con estas ofrendas, Señor, recibe las súplicas de tus hijos, para que esta eucaristía, celebrada con amor, nos lleve a la gloria del cielo ".
Comunión: " El Espíritu Santo, que enviará el padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho -dice el Señor-. Aleluya " (Jn 14, 26).
Postcomunión: " Después de recibir los santos misterios, humildemente te pedimos, Señor, que esta eucaristía, celebrada como memorial de tu Hijo, nos haga progresar en el amor ".
– Hch 20, 17-27: Lo que importa es completar mi carrera y cumplir el encargo que me dio el Señor. Al final de su tercer viaje misional, San Pablo, en camino hacia Jerusalén, anuncia a los ancianos de la Iglesia de Efeso que el Espíritu Santo le ha revelado las graves pruebas que tendrá que padecer en la ciudad santa. Les asegura que ya no le volverán a ver más en este mundo. La participación en el sacrificio eucarístico de Cristo nos dará fuerzas para confirmar nuestra vida según la imagen de Cristo crucificado al que sigue tan de cerca el santo Apóstol. Comenta Orígenes:
" Conviene saber que seremos juzgados ante el tribunal divino no sólo por nuestra fe, como si no hubiéramos de responder de nuestra conducta; ni sólo por nuestra conducta, como si la fe no hubiera de sufrir examen. Es la rectitud de ambas la que nos justifica y la falta de una u otra nos haría merecedores de castigo " (Diálogo con Heraclidas 9) .
" Desde el mismo día en que la Palabra divina se introduce en nuestra alma, es necesario que se entable una batalla de las virtudes contra los vicios. Antes de que la Palabra llegara a atacarlos, los vicios permanecían en paz; desde el momento en que la Palabra comienza a juzgarlos uno a uno se produce un gran movimiento y nace una guerra sin cuartel. ¿Qué tiene que ver la justicia con la iniquidad? (2Co 6, 14) " (Homilía 3 sobre el Exodo 3).
– Jesús, que ha subido al cielo, no se despreocupa de nosotros. Sigue derramando en su heredad, en la Iglesia, una lluvia copiosa de gracias. Ha ascendido para mostrarnos el camino. Así lo proclamamos con el Salmo 67: " Derramaste en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa; aliviaste la tierra extenuada y tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres. Bendito el Señor cada día, Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación. Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte ".
– Jn 17, 1-11: Padre, glorifica a tu Hijo. Jesús anuncia que ha llegado la hora de su glorificación. Es como el testamento de Jesús. Él será glorificado con la misma gloria que tenía antes de bajar y de ella participa su humanidad santísima. Los suyos, todos los que pertenecerán a su Iglesia, tienen su Palabra, su Vida eterna, la fe en su misión. La obra consumada por Jesucristo es la Hora por antonomasia. Comenta San Agustín:
" En verdad que si la vida eterna es el conocimiento de Dios, tanto más tendemos a vivir cuanto más adelantemos en este conocimiento. No moriremos en la vida eterna, el conocimiento de Dios será perfecto cuando la muerte deje de existir. Entonces será la suma glorificación de Dios, porque será la suma gloria... Los antiguos han definido la gloria, que hace gloriosos a los hombres, de este modo: "gloria es la constante fama con loa de una cosa". Y si el hombre es alabado cuando se da crédito a su fama, ¿cómo será Dios alabado cuando sea visto?... La alabanza de Dios no tendrá fin allí donde el conocimiento del mismo Dios será pleno; y porque este conocimiento será pleno, será suma la clarificación o glorificación " (Tratado 105, 3 Sobre el Evangelio de San Juan).