7ª semana de Pascua, jueves

Entrada: " Acerquémonos confiadamente al trono de la gracia; a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia en el tiempo oportuno. Aleluya " (Hb 4, 16).

Colecta (del Veronense): " Que tu Espíritu, Señor, nos penetre con su fuerza, para que nuestro pensar te sea grato y nuestro obrar concuerde con tu voluntad ".

Ofertorio: " Santifica, Señor, con tu bondad, estos dones, acepta la ofrenda de este sacrificio espiritual y a nosotros transfórmanos en oblación perenne ".

Comunión: " Lo que os digo es verdad: "os conviene que yo me vaya, porque si no me voy no vendrá a vosotros el Paráclito". Aleluya " (Jn 16, 7).

Postcomunión: " Te pedimos, Señor, que los santos misterios nos hagan comprender tus designios y nos comuniquen tu misma vida divina, para que así logremos vivir en plenitud las riquezas de tu Espíritu "

Hch 22, 30-23.6-11: Tienes que dar testimonio de Mí en Roma. Defensa de Pablo ante el sanedrín con gran éxito. Siente que el Señor lo llama a Roma. Tiene que dar testimonio allí de su fe en Cristo. San Pablo es un fiel cumplidor de la voluntad de Dios. A esta voluntad hemos de someternos todos. Oigamos a San Cipriano:

" Nunca hemos de olvidar que nosotros no hemos de cumplir nuestra propia voluntad, sino la de Dios, tal como el Señor nos mandó pedir en nuestra oración cotidiana. ¡Qué contrasentido y qué desviación es no someterse inmediatamente al imperio de la voluntad del Señor, cuando Él nos llama para salir de este mundo! " (Tratado sobre la muerte 18, 24).

San Juan Crisóstomo dice: " Si no me hubiera retenido el amor que os tengo, no hubiese esperado a mañana para marcharme. En toda ocasión yo digo: "Señor, hágase tu voluntad. No lo que quiere éste o aquél". Este es mi alcázar, esta es mi roca inaccesible, éste es mi báculo seguro. Si esto es lo que quiere Dios, que así sea haga. Si quiere que me quede aquí, le doy gracias. En cualquier lugar donde me mande le doy gracias también " (Homilía antes del exilio 1, 3).

– El Salmo 15 tiene una plena realización en Cristo, a quien el Padre no permite experimentar la corrupción, sino que lo levanta a su presencia y lo sienta a su derecha. Por Cristo el cristiano conoce la realidad de la vida celeste, espera en ella, la pregusta en las celebraciones litúrgicas: " Protégeme, Dios mío, que me refugio en Ti. Yo digo al Señor: "Tú eres mi bien". El Señor es el lote de mi heredad y copa, mi suerte está en tu mano. Bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha ".

Jn 17, 20-26: Que sean completamente uno. Persiste Jesús en la unidad de su Iglesia, de todos los que han de creer en Él. El Padre nos ama como ama a Cristo. Comenta San Agustín:

 " El amor con que Dios ama es incomprensible y, al mismo tiempo, inmutable. Porque no comenzó a amarnos desde que fuimos con Él reconciliados por la Sangre de su Hijo, sino que nos amó antes de la formación del mundo, para que juntamente con su Hijo fuésemos hijos suyos, cuando nosotros no éramos absolutamente nada. Pero, al decir que hemos sido reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, no debemos oírlo ni tomarlo como si el Hijo nos hubiera reconciliado con Él para comenzar a amar a quienes antes odiaba, al modo que un enemigo se reconcilia con otro enemigo para hacerse amigos, amándose después los que antes se odiaban; sino que fuimos reconciliados con el que ya nos amaba y cuyos enemigos éramos por el pecado " (Tratado 110, 6 Sobre el Evangelio de San Juan).