Entrada: " Aquél que nos amó, nos ha librado de nuestros pecados por su Sangre, nos ha convertido en un reino y hechos sacerdotes de Dios, su Padre. Aleluya " (Ap 1, 5-6).
Colecta: (del Veronense y del Sacramentario de Bérgamo): " ¡Oh Dios, que por la glorificación de Jesucristo y la venida del Espíritu Santo nos has abierto las puertas de tu reino, haz que la recepción de dones tan grandes nos mueva a dedicarnos con mayor empeño a tu servicio y a vivir con mayor plenitud las riquezas de nuestra fe ".
Ofertorio: " Mira complacido, Señor, las ofrendas de tu pueblo, y haz que el Espíritu Santo nos purifique para que podamos presentarte un sacrificio agradable "
Comunión: " Os enviaré el Espíritu Santo de la Verdad -dice el Señor-; Él os comunicará toda la verdad. Aleluya " (Jn 16, 13).
Postcomunión: " Tus sacramentos, Señor, nos han purificado y alimentado; haz que nuestra participación en la eucaristía nos lleve también a la posesión de tu reino ".
– Hch 25, 13-21: Se trataba de ciertas cuestiones de un difunto, llamado Jesús, que Pablo sostiene que está vivo. Él gobernador Festo expone al rey Agripa el asunto de Pablo. Es un testimonio valiosísimo de la fe cristiana. Cristo resucitó. Cristo está vivo. Esta es nuestra fe. Este es nuestro convencimiento. Este es el fundamento de la predicación apostólica, de modo especial de San Pablo: Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe. San Pablo subraya el carácter pascual de la vida cristiana: participación real en la vida de Cristo resucitado. Oigamos a San Jerónimo:
" No es de poco estudio que sepamos la esperanza de la vocación y la riqueza de la heredad de Dios en los santos. Necesitamos de ellas para conocer estas cosas por el poder que también usó Dios en su Hijo, resucitándolo no una vez, sino siempre, de entre los muertos, y haciéndolo libre entre los muertos, no manchado por contagio alguno de muerte (Sal 87, 6;15.10). Todos los días resucita Cristo entre los muertos, todos los días se despierta en los penitentes. No porque no tenga poder según la carne para entregar su alma y volver a tomarla (Jn 10, 18); nadie se la quita si El no la da por sí mismo, sino porque, según la disposición de la carne y del Hijo, se diga que ha resucitado hombre e Hijo por Dios Padre " (Comentario los Efesios 2, 5).
– Estamos invitados a la alabanza del Señor, que puso en el cielo su trono. Nosotros bendecimos a Jesús, que ha subido al cielo y está sentado a la derecha del Padre y gobierna el universo. Lo hacemos con el Salmo 102: " Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor y no olvides sus beneficios. Como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre sus fieles; como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos. Él Señor puso en el cielo su trono, su soberanía gobierna el universo. Bendecid al Señor, ángeles suyos, poderosos ejecutores de sus órdenes ".
– Jn 21, 15-19: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas. La misión de Pedro es confirmada por Jesús después de la triple negación y de la triple manifestación de amor. Comenta San Agustín:
" Este fue el fin de aquel negador y amador; engreído con la presunción, postrado con la negación; purgado con las lágrimas, coronado con la pasión; este fin halló: morir en caridad perfecta por el nombre de Aquél con quien había prometido morir, arrastrado por una perversa precipitación. Confirmado con su resurrección, realiza lo que a destiempo su flaqueza prometía. Convenía que Cristo muriese antes para salvar a Pedro y después muriese Pedro por la predicación de Cristo. Sucedió en segundo lugar lo que había comenzado a osar la humana temeridad, siendo éste el orden dispuesto por la Verdad... La triple negación es compensada con la triple confesión, para que la lengua sea menos esclava del amor que del temor " (Tratado 123, 4-5, Sobre el Evangelio de San Juan).